Elon Musk

Prototipo de Space X explota en aterrizaje

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El prototipo de un cohete interplanetario, con el que la compañía Space X buscará hacer viajes de la humanidad a la Luna y Marte, explotó durante un lanzamiento de prueba durante su aterrizaje, en Boca Chica, Texas.

La compañía de Elon Musk, lanzó el cohete conocido como Starship SN8 el miércoles, sin embargo, luego de estar cinco minutos en el cielo, el motor se apagó, haciéndolo caer y explotar al tocar el suelo.

Según Musk, el aterrizaje fallido se dio porque la presión del tanque de combustible era baja durante su descenso, lo que ocasionó que la velocidad con la que bajó fuera muy alta. Declaró que Space X reunió los datos necesarios en la prueba a la que calificó como un éxito.

“Marte, aquí vamos”, twitteó entusiasmado Musk, luego de la prueba de seis minutos y medio, que terminó en la aparatosa explosión.

Space X ha lanzado tres prototipos antes, Starhopper, SN5 y SN6, los cuales tenían un solo motor conocido como raptor y lograron elevarse 150 metros en sus pruebas. SN8 tenía tres motores raptor y buscaba alcanzar los 12.5 kilómetros, con un diseño mucho más avanzado que el de los anteriores.

Space X quiere crear una nave que sea capaz de transportar humanos a Marte y la Luna, además de cargar hasta 100 toneladas de equipaje para futuras misiones.

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Elon Musk: empresario del año, una vez más (Fortune, 2020)

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En un artículo mío reciente exponía cómo se ha ido desplazando la iniciativa y financiamiento de la investigación y desarrollo (I+D) hacia el sector privado y, si hay un ejemplo notable de ello, es lo que encarna el genial Elon Musk.

Elon Musk se convirtió a fines de noviembre del presente año en la segunda persona más rica del mundo después de Jeff Bezos (CEO de Amazon). Entre los empresarios más acaudalados e innovadores, Elon Musk es de los más osados, imaginativos y perseverantes y está ayudando a ampliar el conocimiento y la innovación en varias áreas medulares para la humanidad. Éstas se centran en actividades que pueden ayudar a mitigar los problemas de las emisiones efecto invernadero, proyectar a los seres humanos hacia la conquista del espacio y desarrollar una Inteligencia Artificial (IA) que él llama “amigable” (DW).

En el ámbito del combate al cambio climático, Elon Musk ha impulsado Tesla Motors (o Tesla Inc. en su versión actual), SolarCity y The Boring Company que contribuyen a acelerar la transición a la electricidad limpia y al transporte eléctrico. Tesla, la compañía que produce automóviles eléctricos y que controla aproximadamente un tercio del mercado de vehículos de este tipo actualmente, quintuplica el valor conjunto de General Motors y Ford (Fortune).

Musk, junto con otros socios, comenzaron a desarrollar la idea de producir un coche eléctrico en 2003, justo cuando General Motors abandonaba la idea de hacerlo debido a todas las dificultades y limitaciones que presentaban los automóviles basados en esta tecnología hasta ese momento (insuficiente autonomía, baterías con capacidad limitada, baja velocidad, falta de infraestructura, entre otros). Elon Musk entró a esta actividad justo cuando parecían inviables los coches impulsados por energía renovable. Además, con una visión mucho más amplia de los retos energéticos, simultáneamente se propuso desarrollar baterías significativamente mejores para el almacenamiento de energía renovable de amplio uso.

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Foto: Actualidad.

Los objetivos de Tesla Motors eran muy ambiciosos: elaborar un vehículo eléctrico que pudiera competir con los mejores automóviles deportivos de gasolina, empezando con un modelo de lujo muy caro para luego, en etapas posteriores, fabricar coches eléctricos mucho más accesibles y así irlos popularizando (nótese que aún no llega a esta meta pues el más económico de ellos sigue siendo bastante caro, 36,000 USD). Este emprendimiento era carísimo, tardado y muy complejo, considerando toda la I+D y las inversiones que se debían hacer. Si bien Elon Musk y en menor medida otros socios del sector privado aportaron enormes cantidades de dinero para llevar a término este proyecto, de no haber sido por fondos públicos de la National Highway Traffic Safety Administration (NHTSA) en 2008, y un importante préstamo en 2009 como parte del Advanced Technology Vehicles Manufacturing Loan Program (ATVM), la empresa hubiera quebrado. Aún así, y habiendo logrado aumentar su producción año con año, durante la década de los 2010 y hasta 2019, registró pérdidas. Entre 2019 y 2020 Tesla por primera vez logró tener ganancias. La venta de créditos de emisiones de CO2 a otras automotrices fue lo que más le ayudó.

La fabricación de los vehículos y los demás productos elaborados por Tesla tienen detrás una enorme cantidad de I+D e invenciones cuya utilidad irá mucho más allá de Tesla misma. Según un abogado especialista en patentes, Tesla tenía más de 900 solicitudes de patentes ya aprobadas o en proceso en 2020 (desde 2014 se supone que hay libre acceso a las patentes de Tesla). Como muchos procesos de invención y, luego, innovación, los emprendimientos de Elon Musk han enfrentado innumerables obstáculos, demoras y fracasos, pero en suma, ha sido una historia de éxito.

Elon Musk prevée que al transitar enteramente a una flota de automóviles eléctricos el consumo de electricidad se duplicará. Por eso se necesitará poder almacenar energía de generación intermitente como la eólica y la solar con baterías especiales para ello. Desde 2015, Tesla ya produce dos sistemas de almacenamiento de energía renovable que podrían llegar a abastecer mucha de la actividad eléctrica en la economía. En 2016, Tesla se fusionó con SolarCity, que se especializa en la instalación de paneles solares fotovoltaicos y creó el proyecto Solar Roof para fabricar tejas de vidrio que absorben los rayos solares para producir electricidad, pero con una tecnología diferente de la de los paneles solares. Estos proyectos tampoco han estado libres de problemas técnicos y financieros.

The Boring Company fundada por Musk responde a su preocupación por el inmanejable nivel de tráfico que se ha generado en las ciudades (se inspiró en un embotellamiento que le tocó en Los Ángeles). La compañía tiene el propósito de construir túneles subterráneos en forma eficiente para que en ellos se puedan instalar los tubos para el sistema HyperLoop, que revolucionaría los medios de transporte. En ellos podrían trasladarse cápsulas o vagones con 28 pasajeros a una velocidad casi supersónica de 1200 km por hora aproximadamente, por lo que un viaje de Los Ángeles a San Francisco se haría en media hora, por ejemplo. Esta velocidad sería posible de alcanzar porque los tubos casi carecerían de aire, lo que reduciría al mínimo la fricción de los vehículos, además de que éstos flotarían. El sistema funcionaría con energía eléctrica generada por paneles solares y el costo del transporte sería menor al del tren, el avión o el automóvil actualmente. Indudablemente, si se hace realidad esta gran innovación, habría un gran beneficio para el medio ambiente y para las personas. Las primeras pruebas de esta vía de transporte ya se están realizando.

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Imagen: LZone.

El otro gran emprendimiento de Elon Musk es la conquista del espacio, facilitando los viajes a esa dimensión y teniendo como meta final la colonización de la Luna y de Marte. Por lo pronto, desde 2002 este empresario ha desarrollado la compañía Space Exploration Technologies Corp., conocida como SpaceX, que provee servicios de transporte espacial. La empresa ha revolucionado la industria espacial al inventar un cohete que puede re-utilizarse, regresando a la tierra una vez cumplida su misión y pudiendo emprender nuevos viajes al espacio, lo que además, abarata el transporte extraterrestre. SpaceX ha completado más de cien viajes al espacio y recientemente hizo su primer traslado de astronautas de la NASA a la Estación Espacial Internacional, lo cual no tiene precedentes, pues anteriormente no había habido una colaboración público-privada espacial de este calibre.

En el campo de la investigación de la Inteligencia Artificial, Elon Musk en asociación con otros emprendedores creó la empresa sin fines de lucro OpenAI (2015), cuyo objetivo es “avanzar en el campo de la inteligencia digital de una manera en que sea posible beneficiar a la humanidad como un todo, sin las limitaciones de tener que generar retornos financieros” (traducción propia). La empresa ofrece acceso gratuito a sus resultados de investigación de IA y además de los avances propios en este terreno espera contribuir a la seguridad de dicha IA y evitar que grupos poderosos la monopolicen.

El fin último de esta compañía no está del todo claro porque es una tecnología en marcha, que avanza a pasos agigantados y a lo que contribuirá la empresa. Pero cuando la IA supere la inteligencia humana, OpenAI quiere asegurarse que esa inteligencia se usará con buenos propósitos. Más recientemente (2020), OpenAI ha comercializado una Interfaz de Programación de Aplicaciones (o API, por sus siglas en inglés), que son un conjunto de funciones y procedimientos que pueden ser usados por otro software. Con ello la empresa deja de ser puramente altruista y logrará así tener fondos para financiar la I+D de OpenAI.

No menos importante es la incursión que está haciendo Elon Musk en el desarrollo de interfaces cerebro-computadora, para lo cual fundó la empresa Neuralink Corporation (en 2016). Acerca de sus actividades, se puede leer en su página web: “Estamos creando el futuro de las interfaces cerebrales: estamos construyendo dispositivos que ayudarán a personas con parálisis y estamos inventando nuevas tecnologías que expandirán nuestras habilidades, nuestra comunidad, y nuestro mundo”. La idea es que puedan tratarse problemas neurológicos estimulando el cerebro en forma directa. Están diseñando el primer implante neuronal que permitirá a las personas controlar los aparatos digitales y la computadora desde el cerebro con sólo pensar qué quieren hacer.

Viendo la impresionante capacidad de Elon Musk de empujar la frontera del conocimiento en tantas direcciones diferentes y cruciales, no sorprende que desde 2006 haya recibido más de 25 reconocimientos de los más diversos organismos: ambientales, aeronáuticas, aeroespaciales, exploradores, entre muchos otros. Hay que agregar a los logros tecnológicos de Elon Musk que muchas de sus innovaciones las ha compartido, pues al ser de fuente abierta, quedan a disposición del público para emplearlas de diversas formas y para que otros también puedan realizar avances adicionales a partir de esos nuevos conocimientos. Por último, también es necesario reconocer que la motivación de muchos de sus inventos tienen que ver con resolver algunos problemas importantes que enfrenta la humanidad como el cambio climático, la contaminación, y las limitaciones que enfrentan muchas personas con problemas físicos que les impide usar los medios digitales, entre otros.

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Imagen: Compote.

Dicho esto, retomemos el tema de quienes desarrollan la innovación actualmente. Es el sector privado en los países desarrollados el que realiza la mayor parte de la I+D (los países emergentes con la gran excepción de China, no contribuyen mayormente a ello). Las empresas privadas asumen el 60% de tal esfuerzo en Singapur, el 78% en República de Corea, y 72% en Estados Unidos. El sector público en realidad tiene más importancia de la que parece porque provee buena parte del apoyo de investigación básica, la educación y la infraestructura que se necesita. La pregunta, entonces, es: ¿debería continuar esta tendencia o debería el sector público asumir un rol más activo en orientar el avance de la tecnología para que ésta realmente responda a las mayores necesidades de la humanidad?

En el caso de Elon Musk, varios de sus inventos e innovaciones responden a prioridades sociales y otros innovadores también han hecho importantes contribuciones, pero los retos son enormes y no se puede esperar que la iniciativa privada responda a todos ellos espontáneamente. Los gobiernos que tienen una visión de conjunto de los grandes problemas de la sociedad necesitan tomar más responsabilidad.

Algunas personas como Arati Prabhakar, nada menos que ex Directora de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada en Defensa (o DARCA por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, y que ahora dirige una ONG –Actuate– que se enfoca en ubicar las innovaciones que pueden resolver los mayores problemas sociales, considera que la I+D e innovación debería poder responder adecuadamente a cuatro retos fundamentales: generar datos e información confiable; una verdaderamente buena salud para toda la población; oportunidades para cada persona (superar la desigualdad); y mitigar el cambio climático.

Se necesita un ecosistema de innovación que ayude a enfrentar estos retos sociales y los genios tecnológicos como Elon Musk deberían ser parte de un esfuerzo colectivo para resolver los problemas más apremiantes de la humanidad. Pero los gobiernos también deberían asumir un mayor rol para que la tecnología que producen los actores privados se orienten más a resolver los problemas urgentes de la sociedad. Y, por cierto, si no lo hacen por falta de recursos sería hora de cobrar, para este fin, los impuestos necesarios a los grandes gigantes tecnológicos que han producido multibillonarios.


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Sueños para alcanzar el espacio

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A la memoria de Luis Bosch
(Un niño eterno corriendo, andando en moto,
sonriendo y abrazando al mundo).

El futuro: el universo palpable

En días pasados, en medio del encierro, salimos del planeta: despegamos y visitamos la Estación Espacial Internacional; vimos en la lejanía nuestra azulada, redondeada  y nebulosa tierra, llena de una aparente vida pacífica que entre nubes oculta la infamia y la épica de nuestra humanidad: su empatía y su lucha por la conquista del mundo y del otro. Al dejar la mesosfera, entre destellos de estrellas, descubrimos nuestra pequeña estatura en el universo infinito.

Si Julio Verne hubiera estado sentado junto a mis hijos estoy seguro que, como ellos lo hicieron, hubiera creado una nueva nave envuelta en una ficción igual de sorprendente. Los niños comenzaron a jugar con cartón y palos, cintas y papel aluminio. Elías descubrió su ingeniero aeroespacial y se envolvió con cinta plateada para protegerse de los polvos cósmicos, me dio instrucciones de cómo ir armando la nave: cada parte era un compartimento secreto. Con la naturalidad del locutor que ve lo extraordinario y lo lleva a lo cotidiano, Jerónimo narró cada momento de esa epopeya: un meteoro se estrellaba en el fuselaje y nos sacudía; un planeta a la derecha tenía anillos y polvo cósmico; un cometa por encima de nosotros elevaba la temperatura y teníamos que apretar un botón para regularla;  la fuerza de aquel planeta nos jalaba a su centro, chocábamos y veíamos colores de gases salir de sus carcomidas superficies. La suya era una obra de ingeniería perfecta, más rápida y resistente que la imperfecta maravilla de la pantalla que proyectaba Space X, pues nos llevó a Júpiter y Saturno, se metió a un hoyo negro y juntos salimos ilesos en muy poco tiempo. El tiempo del juego, al igual que el tiempo sagrado, envuelve con su luz y hace de un segundo varios años; de varios años luz de la imaginación se logra un destello de vida en el limitado confinamiento terrestre. El tiempo infinito de la magnífica aventura del juego deforma el presente: es como un telescopio que agranda la vista y nos acerca a objetos distantes o como un caleidoscopio que llena de colores una vida monótona.

la luna, julio verne
Ilustración: ABC.es.

Los niños nos lo enseñan a diario: el futuro sin sueños no existe. Somos una especie que sueña, que piensa el futuro y al imaginarlo lo crea. La historia de la humanidad es también la historia de nuestros sueños, de cómo los llevamos a cabo. Los visionarios imaginan los sueños y los hacen realidad. Si hay algo sagrado es el soñar.

El pasado: la conquista del universo distante

A mí no me tocó vivir cuando Neil Armstrong pisó la Luna. Siempre lo imaginé como un momento mágico; lo más cercano en mi niñez fue ver volar al Challenger y lo vimos desaparecer en un helicoide humeante y triste: una ilusión encendida en llamas.

Recuerdo cómo el mito del espacio se hizo más grande con el tiempo. En la alcoba de la vieja y  apacible casa de mi abuela en Tuxpan, Jalisco, ella resguardaba los libros viejos de mi tío el arqueólogo. Una vez me atreví a entrar –sin que ella se diera cuenta y tomé la llave que estaba oculta tras un frasco lleno de alacranes macerados con alcohol y marihuana (diseñados para espantar las almas y curar los males)–,me recosté en la cama de mi ídolo, abracé un Cantinflas de peluche que tenía junto a la almohada y comencé a ojear sus libros. Me sentía un pirata profesional y silencioso, asaltaba el mejor tesoro de la región. Me llamaban la atención aquellos libros de cuero, de papel ajado y pastas duras, de guardas marmoleadas y enigmáticos patrones: cafés, rojos y azules que te llevaban a un acto hipnótico al abrir el libro. Agarré uno al azar. Me atraparon una foto de un daguerrotipo lunar y una fecha remota: 1890. Tomé el libro en conjunto con una cuenta perforada, que no sabía lo que era pero que estaba acomodada con detalle sobre el librero, encima de un basalto poroso y simple, un metate. Ahí yacía esa cuenta blanca y ajada, parecida a un onix viejo y pulido pero cacarizo que semejaba a esa luna del libro que acababa de atesorar. Me pareció un acto poético tomar ambos, pues para mí la cuenta de piedra era un símbolo: como tener un pedazo de la luna en la tierra. Simplemente puse en mi ojo la cuenta y por el orificio simulé un telescopio para mirar a su madre, la luna. A ambas las guardé y atesoré. Nunca nadie supo hasta que estaba en la prepa que confesé aquel crimen a mi tío. Él sonrió y me preguntó si me había gustado el libro. 

Aprendí de la Luna con teorías viejas. Se hablaba de posibles lagos en su zona posterior, que eran pura imaginación, pues fueron los rusos en 1957 que por vez primera le tomaron una foto y le ganaron una apuesta al francés Henri Maire, el famoso productor de vinos, quien les tuvo que enviar botellas de Champagne, casi contrabandeadas para cruzar la muralla que dividía al mundo capitalista del socialista, y resarcir así su deuda con los descubridores. En el libro de la luna se describía a sus cráteres con el mismo misterio que yo veía la luna o con el mismo misterio de la foto creada en la expedición Rusa del 57, que semeja más a una radiografía del hermoso universo interior del útero de una embarazada, que al retrato escultórico de un astro galáctico.  La astronomía se quedaría en mi mente con ese viejo libro, pues de vez en cuando abría mi cofre del tesoro y lo olía y veía sus grabados.

la luna, espacio
La primera imagen de la parte posterior de la Luna, año 1959 (fuente: Museo Kosmos).

Cuando muchos años después visité Moscú (como parte de una expedición arqueológica)  me hospedaron en el hotel Cosmos y no quise desperdiciar la oportunidad: tenía un día para ir a ver a Laika. Siempre me pareció intrigante conocer su historia. La primera perra que orbitó la Tierra. Sé que fue sometida a pruebas, rescatada de la calle fría y hostil del invierno moscovita porque eso era ya prueba de su fuerza. Después de arduos entrenamientos sería lanzada al espacio. Se describió, años después, que la heroína Laika murió al sexto día, cocinada dentro de la lata intergaláctica, con temperaturas altas y sin la gravedad que la pusiera en el suelo. Una muerte volátil y gaseosa. Aquel acto fue una continuidad de la historia bíblica en la que el dios judeocristiano da permiso para jugar con los animales domésticos y salvajes. Ellos fueron creados, cuando dios dijo “quiero que haya en la tierra todos los seres vivos” y acto seguido crearía al hombre diciendo: “hagamos ahora al ser humano tal y como somos nosotros. Que domine a los peces del mar y a las aves del cielo, a todos los animales de la tierra, y a todos los reptiles e insectos”.  Al parecer su designio dictó desde hace milenios ese poder para dominar a tal profundidad a los animales que llegaríamos a sacarlos de la tierra y jugaríamos con ellos en el espacio. La imagen de Laika es un instante de ese infame acto de imperfecta humanidad en el que la ciencia parece estar más que justificada, pues la religión le dio permiso. Los rusos lanzaron varios perros: algunos regresaron con vida a la tierra y se resguardan en el museo Cosmos.

La narrativa del museo Kosmonautiki en Moscú es una narrativa heroica y nacional heredera de finales del siglo XIX: en ella se describen los logros de la conquista espacial como una fuerza conjunta de una nación poderosa e industrial: oda a los elementos funcionales de la epopeya humana. Metal, materiales fuertes, diseños firmes, hombres estoicos. Una muestra flamante del estoicismo soviético es un electrocardiograma tomado a Yuri Gagarin 35 minutos antes de que se convirtiera en el primer hombre en orbitar la Tierra. Su ritmo cardiaco no presentaba excitación alguna. Se monitoreo su corazón antes, durante y después: la emoción no invadió a la razón.

El presente: el turismo espacial

El sábado 30 de mayo en que junto con mis hijos vimos el despegue de la cápsula Dragón de Space X, llamó mi atención su narrativa: contraria al estoicismo y funcionalidad soviéticas, la narrativa empresarial norteamericana ve al sentimiento como el cemento de la memoria. En el mundo-imagen, en el mundo streaming: no nos despegamos de la pantalla. Vivimos lo que los astronautas iban viendo en tiempo real. Sus trajes, ya no eran esas deformes lonas gruesas e impenetrables; la moderna estética diseñada por el mexicano José Fernández quien también diseñó los trajes de otros superhéroes como Batman, Superman, los X-Men– es una estética de una era espacial comercial: muestra de una nueva narrativa cósmica de la modernidad humana, llena de sensibilidad y estética.

George Méliès, la luna
Película “Viaje a la Luna”, George Méliès, 1902.

Cada escenario y comentario de la nueva narrativa espacial va dirigido a promover la conquista comercial del espacio. Las narrativas nacionales fueron rebasadas por las empresariales. Cuentan que cuando Space X se acercó a José Fernández y le habló de crear un traje espacial para la compañía, éste pensó que era para un nuevo film. Entonces el escultor de vestidos había ya diseñado varios cascos (el de Thor, algunos para el líder de los Black Eyed Peas y muchos más); el equipo de la empresa aeroespacial le solicitó terminar su propuesta en dos semanas, él sólo se comprometió a tener un casco. En la licitación otros cuatro mostraron ofertas de trajes y diseños, pero cuentan que sólo el casco de Fernández capturó a Elon Musk. Una vez creada la obra, que tardaría seis meses en ser ideada, el traje pasó un proceso de ingeniería inversa para pasar del prototipo estético a la realidad mundana de las cualidades funcionales. Un camino inverso al de los rusos. El New York Times sacaría un artículo en el que diría que esos trajes son como smokings para el espacio  (SpaceX Suit Is Like a Tuxedo for the Starship Enterprise: It also may herald the return of wearable tech). El titular se basa en el hecho de que Elon Musk dijo algo así al ver el diseño de Fernández: “Cualquiera se ve mejor con un esmoquin, sin importar su tamaño o forma… cuando las personas se pongan este traje espacial se verán mejor que sin él, como en un esmoquin, se verán heroicos”.

Por momentos, en la transmisión de la NASA pequeñas cápsulas casi de infomerciales interrumpen las imágenes para narrar los proyectos futuros. La reutilización de las partes de las naves es un pensamiento económico y no de grandeza ni de poder. Se pasa del poder como símbolo de fortaleza y monumentalidad, al poder hacer como símbolo de pequeños hitos. En el desperdicio del pasado se entierran las naciones en su lucha por la hegemonía; en la reutilización y reciclaje del presente, cada parte se conecta con la misión comercial con el mero objetivo de maximizar recursos para llegar a la meta. El primer hito es que la parte con la que despega la nave regrese a la Tierra, éste se logró ya más de cuarenta veces con el Falcon 9 de Space X.  El segundo hito fue regresar carga de la Estación Internacional: también ya se logró. El tercer hito está por ocurrir y es que la primera misión tripulada regrese de la Estación Internacional. Ya en un par de años se planea tener en la Estación Espacial Internacional habitaciones para huéspedes, sólo costará cerca de cincuenta millones de dólares el asiento o tal vez menos, pues desde la entrada de las empresas a la carrera espacial el costo por asiento se ha reducido en un 30%. La promoción comercial del espacio fomentará y subsidiará la exploración científica, las miradas de Musk y de la NASA están en Marte. La comercialización del espacio es el medio para llevar la primera tripulación humana al planeta rojo. Ese logro, se calcula, será un trayecto de entre cuatro a seis meses. El japonés Yusaku Maezawa, ya se anunció, será el primer pasajero comercial que llegará a la Luna en el 2023.

La mcdonalización  de la carrera espacial permite a una nación en declive rescatar su gran obra: las empresas globales. Detrás de las narrativas se descubre el arte de tejer símbolos y zurcir sueños; el arte de ejecutarlos. Hoy esos sueños se tejen con la urdimbre de las reglas del mercado, pues éste, ya lo ha demostrado, se mete como el agua y perfora todos los rincones de la tragedia y de la epopeya humana.

Rmedios Varo, la luna
“Papilla estelar”, Remedios Varo,1958.

¿Dos narrativas la del mundo nación y la empresa mundo?

Cada cultura imprime en sus héroes y en su historia un sello que es como una huella digital, en sus narrativas se imprimen sus valores, su tiempo, sus paradojas e ideales. Esto me quedó más claro en la clase de Antropología y Literatura, cuando mi maestro comenzó con el puño arriba, como dando un golpe en el aire pero moviéndose más lento que un perezoso. Se desplazaba hacia el frente como en una órbita de en un silencio profundo y mirada extraviada: había logrado nuestra atención, pues veíamos estupefactos su lento movimiento y pensábamos que se había vuelto loco. Entonces dijo: “La narrativa del tiempo es distinto en cada cultura, así se mueve Dragon Ball, he aquí el tiempo japonés”.

El sueño de poblar el espacio no es un nuevo destello en la imaginación humana. Es, más bien, un deseo constante que hemos tenido a través del tiempo. La historia de Friederich Arturivich Zender es una muestra pequeña inmortalizada en las salas del ya mencionado museo del Cosmos. En 1920 en una conferencia que dio Zender –uno de los ingenieros inventores de la propulsión a chorro– habló de la posibilidad de poblar Marte y de viajar a Venus. Fue un creyente de la misión espacial Soviética: llamó a sus hijos Mercurio y Astra. En aquella conferencia, su temor no era la conquista de aquellos planetas, sino llevar la miseria humana a vivir más allá de los confines de la Tierra.

Un camarada de Zender, el diseñador en jefe Sergei Pavlovich Korolyov, cuarenta años después que el ingeniero, hacía una lista de las profesiones que deberían de poblar las superficies de la Luna, de Marte y Venus. Decía que no sólo se necesitarán pilotos, ingenieros, científicos y médicos, sino también periodistas y pasajeros en el espacio. La narrativa soviética presenta los sueños atados a los presupuestos y planes nacionales. La disciplina de hierro forjó hombres con grandes sueños que siempre iban atados a un gran plan maestro. A las misiones espaciales se les llamaba conciertos, como en las sinfónicas, pues había que orquestar a toda una nación.

Elon Musk, un sudafricano brillante, emigró a Canadá a los diecisiete años. Estudioso y disciplinado, ha logrado el sueño americano. En Estados Unidos hizo su doctorado y fundó sus negocios. Sus empresas: Tesla, The Boring Company, Space X, OpenAI, Neuralink tienen algo en común más allá de que él sea su principal accionista, persiguen en conjunto un propósito: evitar que la humanidad se extinga  a sí misma. Space X es la encargada de mostrar que es posible llevar a la humanidad a una vida interplanetaria. Tesla ha demostrado que una energía más limpia y menos dañina puede salvar al planeta de la plaga automotriz con un menor impacto en el ambiente. Autos que se manejan sin conductor, autos que dejan una menor huella de carbono; The Boring Company, una empresa encargada del diseño de caminos subterráneos se enfoca en imaginar la ciudad sin tráfico, en descongestionar los centros urbanos, pues imaginar autos voladores es imaginar una humanidad estresada por la contaminación visual y auditiva.

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Imagen: Xataka.

Musk sabe que si logra el sueño de Tesla, entonces la economía de viajar en coche será más viable que el transporte público y eso creará más congestión: es un visionario que ve los problemas que crearán sus soluciones y construye las soluciones a dichos problemas. Musk es uno de los hombres más ricos del mundo y un emprendedor incansable. Su narrativa, sin embargo, aunque reitera el sueño americano, deja abierta hoy una posibilidad: la de las empresas globales y conscientes. Su mente está en la trascendencia de una humanidad que ha destruido su entorno, pero está intentando con la tecnología y la ingeniería transformar elementos de la miseria humana en una epopeya que es la ficción del presente.

En la transmisión de Space X salió el vicepresidente de Estados Unidos a dar un discurso. Trump lo nombró el presidente del Consejo Nacional Espacial. Dicen en una frase el proyecto: “America is leading again in Space”. La narrativa hegemónica de los imperios se pone nuevamente en el mapa. Pence dijo que era un honor hacer historia y poner astronautas americanos con naves americanas en el espacio. Durante décadas la misión espacial estaba dormida, pero con Trump se revive la grandeza americana. Con la ilusión de encontrar un sueño de unión que sobrepase el escenario de la pandemia social y sanitaria que se vive el día de hoy por el coronavirus y por el asesinato de George Floyd. El discurso de Pence busca encontrar un futuro común en la nación más poderosa del mundo.

Por su parte, el presidente Trump dio un discurso en el que se dibuja un mundo maniqueo entre la ley y el orden, y el caos y el desorden. Lamentando lo ocurrido en Minnesota, como un acto equívoco, revela la grandeza americana en la fuerza pública. Un discurso que intenta poner al mundo entre fuerzas de izquierda, caóticas y violentas, y de derecha, de orden y paz.

La duda que se desprende es si Musk gravita su sueño dentro de los confines de la narrativa hegemónica norteamericana, o si más bien con pragmática solidez crea la narrativa de una empresa global, liderada por inmigrantes de raíces diversas que crean hoy las nuevas narrativas de empresas globales. ¿Estamos viendo el declive de la narrativa nacional o su resurgimiento?  En política nada es casual: es año electoral. Veamos hacia dónde nos lleva la narrativa de Space X.

Elon Musk no salió con el presidente y el vicepresidente para hablar de la sociedad entre la NASA y su empresa. El silencio a veces es un gesto que comunica más que el discurso. La duda de su narrativa sigue en órbita.


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Sigue el lanzamiento del SpaceX EN VIVO

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Lanzamiento Spacex 27 de mayo hora México en VIVO

La NASA y SpaceX, de Elon Musk, están preparados para hacer historia con el lanzamiento de la misión Demo-2 en la cápsula Crew Dragon, el primer acercamiento de SpaceX a su objetivo de comenzar una era de misiones espaciales de tipo comercial.

Para la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA) de Estados Unidos este hecho representa un paso importante, al tratarse de su primera misión tripulada hacia la Estación Espacial Internacional (EEI) en suelo norteamericano en nueve años, con lo que estarán un paso más cerca de cumplir con la demanda del Presidente Trump de volver a pisar la Luna en 2024.

El lanzamiento está programado para el miércoles 27 de mayo a las 16:33 hrs. EST desde el Centro Espacial Kennedy, en Florida, y la transmisión podrá seguirse en vivo desde el canal de YouTube de la NASA y su página web.

Lanzamiento SpaceX hora de México

El lanzamiento podrá ser visto en vivo desde México a las 15:33 hrs., tiempo del centro.