La primera pandemia de la globalización. Un mundo abierto e interconectado observa en tiempo real los estragos. La velocidad de respuesta ha de competir con la rapidez con la que el flagelo se expande.
No se trata, desde luego, de la primera epidemia que toma dimensiones mundiales. Cincuenta millones de muertos trajo la gripe española en 1918.
Antes, mucho antes, en lo que se considera el flagelo más grande en la historia de la humanidad, entre 1347 y 1353, la llamada peste negra arrasó con al menos la tercera parte de la población, sólo en Europa.
Compuesta por el verbo krinein, que quiere decir “separar”, “decidir”; y, por otra parte, del sufijo: sis, que indica “acción”, el significado que la Grecia clásica dio a la palabra Krisis, ha pervivido hasta nuestros días como un momento definitorio entre lo aciago y la oportunidad.
La idea que trasmina de la acepción clásica de Krisis se refiere, pues, a algo que se resquebraja, sí, pero en que tal situación llama a la toma de decisiones.
Las crisis, se sabe bien, ponen de manifiesto debilidades y puntos de agotamiento, exhiben flaquezas y riesgos; más, al mismo tiempo, se constituyen como un llamado, decisivo, a la acción de cara a una oportunidad crucial.
La configuración de un mundo en el que la movilidad, de personas y productos, conforma una de sus características esenciales, ha mostrado, con el COVID-19, también el grado en que esta sociedad global se haya expuesta a la súbita propagación de enfermedades de rápida transmisión.
El mundo abierto a las oportunidades de interconexión, de diálogo entre las inteligencias en Red, es también, ni hablar, el mundo abierto al riesgo de la propagación de los flagelos.
Ante la emergencia sanitaria, dos han sido las respuestas más sensatas y con mayor base científica: el retraimiento de la movilidad física y la ampliación como nunca antes de la movilidad virtual.
Una situación inédita que pone de manifiesto una paradoja también inédita: las puertas de las casas, las fronteras se cierran, a la misma vez, que las redes de solidaridad, diálogo, y trabajo colaborativo se abren y ensanchan.
El mundo en Red, lo hemos venido diciendo una y otra vez en este mismo espacio, no es una metáfora, sino la manera en que el siglo XXI ha decidido hacerse presente a todos los niveles de la existencia y la realidad.
El retraimiento social, asilamiento, como se le ha denominado a la necesidad de permanecer sin salir durante el periodo en el que se busca detener los contagios del virus, será simultáneamente el periodo en que más se ensanchen las formas de contacto virtual; de eso no tengamos duda.
En tanto espacio de oportunidad, esta crisis hace emerger una idea de futuro que aceleradamente se ha vuelto presente: un modelo mixto, que se irá extendiendo cada vez más, entre la educación estrictamente presencial y la formación a distancia.
Organizaciones, centros, instituciones educativas que habían avanzado ya sobre la inversión, física y humana que supone contar con plataformas digitales formativas a distancia, hoy ven premiado su esfuerzo.
En la continuidad de sus labores, en la posibilidad de responderles a aquellos sobre los que tienen la principal responsabilidad, sus estudiantes, reside la recompensa que en esta coyuntura puede reclamar quien previó y trabajó con horizonte de miras.
Porque si algo deja claro la presente contingencia es que no habrá punto de retorno. La educación, así vuelva, como volverá, a las aulas, habrá sido tocada de manera definitiva por las formas y perspectivas que demanda la formación en línea.
Y no es sólo contar con una plataforma denominada LMS (Learning Management System), indispensable ciertamente en la administración de contenidos vinculados al proceso de enseñanza aprendizaje.
Sin una ella, desde luego, el tránsito hacia un modelo mixto, que es el que privará por completo en los años venideros, es inviable.
Mas, lo verdaderamente de fondo es que estamos frente a un proceso de transformación de las mentalidades sin precedentes.
La labor primordial por eso no es tanto qué plataforma contratar, frente a lo que ha de significar trabajar con la propia concepción que los educadores tienen de lo que es enseñar y aprender.
Cierto que existen infinidad de herramientas, no pocas incluso gratuitas, a través de las cuales un educador o institución puede alentar la formación en línea, pero suponer que será la herramienta y no el pensamiento el puente hacia una manera de transmitir el conocimiento es, por decir lo menos, ingenuo.
Entre 1351 y 1353, en plena peste negra, entre los muros de una sombría y desolada Florencia, Giovanni Bocaccio dio vida a una de las obras centrales de la historia de la literatura: El Decameron.
Como entonces, ahora, habrá de ser la imaginación, audacia, capacidad para crear, para transformar lo que se imponga a ésta y todas las calamidades por venir.
Ésa, la primavera que en toda circunstancia, por aciaga que sea, no cesa de llegar. Porque la primavera es, también, una decisión de quien asume la crisis como renovación, como oportunidad.
También.
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