eutanasia

El panorama mundial sobre muerte asistida al iniciar el 2020

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En el año pasado hubo avances importantes en la defensa de la libertad y dignidad al final de la vida. En diferentes países se dieron cambios legales para permitir que un médico ayude a morir a pacientes que ya no quieren vivir con el sufrimiento que sin remedio les causa una enfermedad. En este artículo haré una revisión de lo sucedido en ese tema a nivel mundial y de lo que se espera alcanzar en el año que inicia.

En 2019, en dos estados de Estados Unidos se aprobó una ley para permitir que un médico ayude a morir a un paciente que se encuentre en estado terminal: en Maine y en Nueva Jersey. Con ello, en este país suman 9 los estados (Oregón, Washington, Vermont, California, Colorado, Hawái y Montana), además del Distrito de Columbia, en que los ciudadanos pueden contar con ayuda al final de su vida para decidir cuándo es el momento de dejar de vivir y poder hacerlo de manera segura, sin dolor y en compañía de las personas que deseen. Sin embargo, en el año pasado también fue necesario realizar un arduo trabajo en California y Montana para que no se prohibiera la ganada Aid in Dying[1]como buscaban los opositores. Por otra parte, para 2020 se espera que prosperen los grandes esfuerzos que se han hecho en diferentes estados, de manera que Nueva York, Nuevo México, Massachusetts, Minnesota o Illinois podrían sumarse a los estados que ya permiten la muerte asistida.

Australia Occidental se convirtió en el segundo estado de Australia en permitir la muerte asistida, después de que en 2017 lo hiciera el estado de Victoria. Muy similar a como sucede en Victoria, podrán recibir esta ayuda los oesteaustralianos adultos con enfermedades terminales que sufran dolor y se calcule que tengan menos de seis meses de vida, o un año si su padecimiento es neurodegenerativo.

protesta de muerte asistida
Fotografía: ABC.

Si cumplen los requisitos, podrá tomar medicamentos que les proporcione un médico (correspondería al suicidio médicamente asistido) y, sólo en caso en que se vean impedidos para realizar esta acción por sí mismos, podrá ser un médico o un enfermero quien aplique una inyección que cause la muerte del enfermo (correspondería a la eutanasia). Se dará un periodo de dieciocho meses para implementar la ley y así puedan prepararse los médicos y enfermeros que serán los únicos autorizados para dar la ayuda. También en Australia, los estados de Queenslandy Tasmania están considerando impulsar cambios legales para permitir lo que en este país se ha llamado Voluntary Assisted Dying.

Siguiendo por ese lado del mundo, en Nueva Zelanda el parlamento aprobó, con 69 votos a favor y 51 en contra, un proyecto de ley de eutanasia, el cual está sujeto a un referéndum nacional que se celebrará en 2020. Las encuestas de opinión pública muestran alrededor del 70% de apoyo para este cambio de ley, por lo que se espera que el referéndum sea sólo una formalidad.

En Europa también se dieron avances, seguidos de sucesos en que activistas pusieron en riesgo su libertad al ayudar a otras personas a tener la muerte que deseaban para terminar con una vida que su enfermedad hacía insoportable. En España, Ángel Hernández ayudó a morir a su compañera, María José, cuando ambos vieron que no se aprobaría la ley de eutanasia que venían esperando. Ángel actuó e hizo pública su ayuda confiando en que eso serviría para reactivar el debate sobre el tema. Así sucedió y llegaron un millón de firmas al Congreso para pedir despenalizar la eutanasia. Actualmente la situación judicial de Ángel sigue pendiente de resolverse, mientras que en España se espera que el Gobierno ahora sí cumpla con lo nuevamente acordado y apruebe nuevos derechos que profundicen el reconocimiento de la dignidad de las personas, entre los que se incluye el derecho a una muerte digna y a la eutanasia. Por lo pronto, en las Islas Baleares, una de las comunidades autónomas de ese país, de las que Mallorca e Ibiza forman parte, el parlamento aprobó una propuesta de ley para despenalizar la eutanasia.

fabo muerte asistida
Marco Cappato con Valeria Imbrogno, compañera de DJ Fabo.

En Italia, Marco Cappato, quien es miembro de la Associazone Luca Coscioni[2], fue procesado por acompañar a Fabiano Antoniani, conocido como Dj Fabo, a una organización suiza a morir por suicidio asistido en febrero de 2017. Antoniani había quedado tetrapléjico y ciego tras un accidente de tráfico. A finales de diciembre, un tribunal de Milán absolvió a Cappato basándose en el fallo del tribunal constitucional que en septiembre había dictaminado que no siempre era un delito ayudar a alguien con un sufrimiento intolerable a suicidarse.

mapa de eutanasia y suicidio asistido
Fuente: Elaboración propia (Asunción Álvarez).

En este mapa podemos ver los lugares en el mundo en que se permite alguna forma de ayuda para morir. Cuesta trabajo decidir si estamos ante un vaso medio lleno o medio vacío. La visión optimista del vaso medio lleno funciona, porque es un hecho que poco a poco se van dando cambios que respaldan lo que la mayoría de los ciudadanos quiere en las diferentes sociedades. Pero es difícil no ver también el vaso medio vacío, porque resulta complicado de entender que en tantos países se prohíba la muerte asistida, una opción de terminación de vida que daría tranquilidad a todas las personas, porque están enfermas o porque saben que probablemente lo estarán.

De permitirse la muerte asistida, sabrían que, en caso de necesitarlo, podrán elegir una manera digna, rápida y confortable de morir. Así, mientras llega ese momento, se sentirán más fuertes y confiados para dedicarse a vivir el tiempo presente. El vaso debería estar lleno cuando se trata de defender una libertad tan fundamentalmente humana: elegir sobre la propia vida que incluye elegir sobre la propia muerte; decidir si se quiere seguir viviendo o si prefiere morir cuando uno se ve atrapado en una forma de vida de la que no tiene nada que disfrutar y sí mucho que padecer.

Cabe mencionar que en todos los continentes ha habido movimiento. En la isla de Taiwán, en China, el legislador del Partido Nacionalista Chino, Jason Hsu, presentó en noviembre pasado un proyecto de ley sobre “un final de vida digno”, la cual, de aprobarse, sería la primera ley para permitir la eutanasia en Asia. Hsu mencionó que, de acuerdo con una encuesta reciente, existe un gran apoyo a la eutanasia entre los taiwaneses.

Por su parte, en Latinoamérica, en Perú, Ana Estrada, psicóloga de 42 años que padece polimiositis, una enfermedad muscular crónica y degenerativa, está haciendo una campaña para modificar la ley para que se permita la muerte asistida, y a las personas que se encuentren en su situación, puedan morir cuando lo deseen mediante la ayuda de un tercero. Estrada sabe que su lucha no será nada fácil en un país predominantemente católico, en el que ni el aborto ni el matrimonio homosexual están legalizados.

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Ana Estrada (Fotografía: Infobae).

El debate también es difícil en países en que se respaldan las libertades personales para que una mujer decida si quiere o no continuar con un embarazo y las parejas puedan unirse en matrimonio sin importar su sexo, países en los que tampoco parece que la religión determine las políticas públicas. El derecho a decidir cómo y cuándo morir sigue sin permitirse en el Reino Unido. Noel Conway, quien padece esclerosis lateral amiotrófica, se suma a la lista de muchos otros conciudadanos que no han logrado ver respaldado su deseo de terminar su vida con la ayuda de un tercero al solicitarlo en los tribunales. Piensa que la legislación de la muerte asistida es inevitable y será algo muy bueno, pero no acaba de llegar:

Considero que este cambio es enormemente beneficioso para las personas como yo, que padecemos de condiciones terminales que nos provocan mucho sufrimiento, para nuestros seres queridos, quienes se encuentran en situaciones terribles por nuestras leyes crueles y para la sociedad en su conjunto, que estaría mucho mejor protegida bajo la legislación de muerte asistida que el sistema actual.

noel conway
Noel Conway (Fotografía: Shropshirestar)

Suele argumentarse que los cuidados paliativos, los cuales son excepcionales en este país, hacen innecesaria la muerte asistida, pero entre los mismos paliativistas se reconoce que no pueden evitar el sufrimiento en todos los casos y, por eso, las personas deben poder elegir el adelantar su muerte. Pero no todo son malas noticias en el Reino Unido. El Parlamento de la Isla de Man anunció que en enero de 2020 debatirá la conveniencia de permitir la muerte asistida. Por otra parte, el año pasado, el Royal College of Physicians cambió su posición ante la muerte asistida que antes era contraria y ahora es neutral.

El debate para permitir la muerte asistida en los diferentes países no podrá avanzar mientras no se acepte que es necesario respetar las diferentes posiciones que existen al respecto, tanto las que están a favor como las que están en contra, sin querer imponer unos a otros que cambien convicciones basadas en creencias y valores personales. Pero sí es imprescindible subrayar que quienes desaprueban la muerte asistida tienen la opción de no elegirla si ésta es legal, mientras que los que se mantienen a favor de ella, no podrán hacerlo en la medida de que siga siendo ilegal. ¿No es más justo que existan las dos opciones y que cada quién decida lo que más convenga a sus intereses y valores?

Iniciando este año, uno de mis deseos es que también México esté pronto en la lista de los países que respaldan la libertad para morir de la mejor manera posible. Contando con todas las opciones necesarias.


Notas:
[1] En Estados Unidos, quienes defienden que las personas tengan control en el final de su vida y reciban ayuda para elegir el momento en que quieren morir no utilizan el término suicidio médicamente asistido, como estrictamente se definiría una acción así. Consideran que el término suicidio, está muy estigmatizado y se asocia a una muerte irracional, violenta y que deja mucho dolor en las personas cercanas, todo lo opuesto de lo que respaldan: una muerte racional, sin dolor y que los familiares y amigos apoyan.
[2] Luca Coscioni fue un economista y político italiano que padeció esclerosis lateral amiotrófica y fundó esta asociación para defender la libertad de investigación, así como otras libertades civiles y derechos humanos que incluyen las elecciones al final de la vida.

Eclipse solar deslumbra en navidad

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Durante la navidad parte del continente asiático presenció el fenómeno astronómico donde la Luna cubre al Sol.

El tercer eclipse solar de 2019 y último de esta década se registra este jueves a lo largo de un camino de 118 kilómetros de ancho, que cubre Malasia, Singapur, Indonesia y Filipinas.

Las personas en Indonesia pueden observar el fenómeno del eclipse solar anular, con algunos de los mejores lugares de observación, incluso en el distrito de Siak, provincia de Riau y la ciudad de Singkawang, provincia de Kalimantan Occidental, destacó la agencia Antara.

El evento astronómico tendrá una duración máxima total de cinco horas con 18 minutos, durante la cual la Luna cubre la luz del Sol, pero su fase más esperada es de poco más de tres minutos.

Durante esos tres minutos y medio la Luna está más alejada de la Tierra y, por lo tanto, se ve más pequeña que el Sol, dejando un delgado anillo alrededor del borde del disco solar, que pudo ser visto en Asia, oriente de África y norte de Australia.

El eclipse anular inició al noroeste de Al-Hofuf, en Arabia Saudita, y se podrá ver también en Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Omán; cruzará el mar de Arabia y volvió a tocar tierra en el sur de la India y el norte de Sri Lanka; se adentrara después en el Sudeste Asiático atravesando la isla de Sumatra (Indonesia).

Colaboración relacionada: Eclipses, supersticiones y mediatización

Los observadores en Jaffna, el norte de Sri Lanka y el estado indio de Tamil Nadu, fueron algunos de los primeros en Asia para presenciar el evento, con el eclipse en su punto máximo que ocurre allí durante unos tres minutos poco después de las 9:30 hora local.

El efecto del anillo durará más tiempo al este de la isla indonesia de Pulau Gin Besar, según el sitio web de noticias de astronomía Space.com, pero, si el clima lo permite, también debería ser visible alrededor de las 13:35 horas en Sumatra y Sarawak en Indonesia. En Singapur a las 1:25 hora local, y desde el sur de la ciudad de General Santos en Filipinas a las 2:20 horas.

El eclipse anular de Sol es uno de los tres tipos de eclipse que existen, los otros dos son total y parcial.

El próximo eclipse solar total tendrá lugar el 14 de diciembre de 2020. En América Latina podrá verse desde algunas zonas del sur de Chile y Argentina, así como en el suroeste de África y Antártica.

Con información de la BBC.

Necesitamos la comunicación del médico para elegir el mejor final

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Aunque no sabemos cómo nos va a tocar llegar al final de nuestra vida, es muy probable que nos toque vivirlo en un contexto de atención médica, a menos que tengamos una muerte repentina, causada por un accidente, un acto violento o una condición médica, en la que no se haya podido hacer nada para morir mejor o peor. Por el contrario, si el final llega cuando estamos recibiendo atención médica para atender una enfermedad, las complicaciones que causa la edad avanzada o las secuelas de un accidente, hay mucho que se puede hacer para que la última etapa de nuestra vida y el mismo momento de morir sea mejor. Esto significa que también se pueden hacer mal las cosas con la consecuencia de que las personas tengan un final de vida indigno y con un sufrimiento innecesario. En muchas ocasiones esto sucede porque los médicos, a veces por solicitud de los familiares, no tienen con el paciente la necesaria comunicación (cuando éste está consciente y tiene la capacidad para decidir) y se le oculta que ya no hay forma de evitar su muerte. Sin el conocimiento que necesitaría, aprueba o simplemente sigue recibiendo tratamientos que se supone que le van a curar hasta que llega un momento en que la situación se hace insostenible.  

El documental Consider the Conversation: A Documentary on a Taboo Subject fue realizado en 2009 por Michael Berhagen y Terry Kaldhusdal con la idea de ayudar a las personas a darse cuenta de lo importante que es hablar sobre lo que queremos para el final de nuestra vida. Este documental está organizado en capítulos que presentan diferentes aspectos del tema a través de entrevistas, tanto de pacientes que están en una situación terminal, como de médicos, psicólogos, trabajadores sociales y personas especializadas en cuidados paliativos. Al principio también vemos entrevistar a personas que están caminando por la calle. Sin escuchar la pregunta, podemos adivinarla: “¿cómo le gustaría morir?”. Después de recuperarse de la sorpresa, hombres y mujeres de diferentes edades van contestando y, con algunas variantes, todos dicen que querrían morir en su casa, acompañados por sus familiares y sin dolor. En realidad, ésta no es una respuesta que nos sorprenda.

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Fotograma del documental “Consider the Conversation: A Documentary on a Taboo Subject”.

Nos llamaría la atención (aunque éste termine siendo un escenario frecuente) que dijeran que quieren morir en una unidad de cuidados intensivos que mantenga la función de sus órganos vitales con todo tipo de aparatos, encontrándose aislados y desorientados o inconscientes. Pero el documental inicia así para invitar a la reflexión: si las personas tienen una idea de cómo quieren morir, de cómo no querrían vivir y de lo que sería una buena muerte para ellas, ¿en qué momento nos perdemos como para que haya tanta gente que muere como no hubiera querido? ¿Cómo es que hay pacientes que reciben tratamiento tras tratamiento que los obliga a permanecer en el hospital o a tener que ir a él con mucha frecuencia, a pesar de que los médicos (y en ocasiones también los familiares) saben que no les van a beneficiar y que su muerte no se va a poder evitar? Al menos parte de la respuesta es que para muchos médicos es más fácil seguir haciendo cosas (indicando tratamientos o estudios) que tener una conversación (“una” es un decir, serán todas las conversaciones necesarias) a través de la cual el paciente pueda conocer su condición médica, así como las probabilidades de éxito de los tratamientos que le ofrecen (muchas veces nulas) como para poder elegir si los quiere o no y decidir cómo y dónde desea vivir el final de su vida. Mientras el médico no comparta con el paciente el conocimiento que tiene sobre su enfermedad, deja al enfermo sin el poder para decir qué quiere y son los otros, médicos y familiares, quienes deciden por él. ¿Querríamos vivir así los últimos días, semanas, meses de nuestra vida, desinformados de algo que los demás conocen?

Hay otro capítulo en este documental en el que se habla de la esperanza, la cual, hay que decir, ha sido sobrevaluada o, al menos, mal entendida. Para ejemplificar su mal uso, se recuerda lo que sucedió cuando se sabía que el huracán Katrina se dirigía a Nueva Orleans. Se escuchaban cosas como “ojalá que se desvíe”, “ojalá que disminuya de fuerza”, expresiones de lo que se deseaba que pasara, pero nadie se ocupó de planear qué hacer si esos deseos no se cumplían. Esto sirve para pensar en lo que muchas veces se hace en la atención médica de pacientes que están en el final de su vida. Se desea tanto que se puedan curar, que se actúa como si eso pudiera conseguirse sólo porque se desea y se deciden tratamientos que sólo se basan en la esperanza. Pero es claro que no es suficiente desear cuando hay datos objetivos que indican que los tratamientos no pueden cambiar el desenlace. Otra cosa es que muchas veces los datos sean inciertos, lo cual puede dificultar tomar las decisiones, pero eso es algo que también tendría que saber el paciente para decidir si quiere apostar sobre un tratamiento que, aunque mínimas, tiene algunas posibilidades de éxito, pero también efectos indeseables.

En su libro Cómo morimos. Reflexiones sobre el último capítulo de nuestras vidas, Sherwin Nuland trata el tema de la esperanza y recomienda a los médicos revisar eso que aprenden muy pronto en su formación: que ellos nunca deben quitar la esperanza a un paciente. El problema es entender que mantener la esperanza es hacer creer a sus pacientes, sea cierto o no, que pueden curarse. Seguramente es lo que querría el paciente que fuera verdad, pero si no lo es, quizá la esperanza consista en ofrecer al enfermo algo que el médico sí pueda cumplir. Decirle, por ejemplo, la verdad sobre su situación al mismo tiempo que le asegura que va a acompañarlo en todo momento y a aliviar su sufrimiento todo lo posible.

morimos

¿Será suficiente para el paciente? Sin duda, para una persona que pensaba que tenía años de vida por delante, esto le parecerá una catástrofe, pero si ya no tiene esos años, no se le debe mentir porque se le quitaría la oportunidad de apropiarse de su final de vida, pasar por el proceso que puede llevar a aceptar su situación y decidir qué quiere y qué no quiere hacer. No es responsabilidad del médico que el paciente logre reconciliarse con lo que le sucede, pues esto dependerá de muchos factores, algunos relacionados con el tipo de enfermedad, el sufrimiento y desgaste que le cause, pero también van a influir la personalidad del enfermo, qué tanto pensó en su muerte a lo largo de la vida y el apoyo familiar y social con que cuente. Lo que sí es responsabilidad del médico es dar el primer paso para que el paciente sepa en qué situación se encuentra para que sus decisiones sean realistas. A menos, claro, que exprese con toda claridad que él no quiere saber nada de su situación y delegue a otra persona todas las decisiones.

El problema es que muchos médicos no se sienten preparados para comunicar la verdad a sus pacientes cuando ésta se refiere a no poder impedir su muerte. Comparten con el resto de la sociedad una actitud que niega y evita la muerte y con la que hemos aprendido a no hablar de la muerte, a ocultarla, disfrazarla y hacer lo posible porque no se note mucho cuando ya es inminente. Como un efecto más de esta negación, a lo largo de su formación los médicos no reciben un entrenamiento que los prepare para hablar de la muerte con sus pacientes. Así, aunque aprenden de las enfermedades que llevan a la muerte, no se incluye en ese aprendizaje el hecho de que serán personas que ellos van a atender las que padecerán esas enfermedades. Esta dificultad para enfrentar la muerte en su práctica es una de las conclusiones encontradas en un artículo recién publicado en que se estudió cómo viven un grupo de médicos residentes de oncología las situaciones relacionadas con la muerte de sus pacientes: “Los participantes (los residentes de oncología) enfrentan la muerte diariamente sin la capacitación necesaria, lo que parece impactarlos más de lo que están dispuestos a aceptar. Tampoco logran sus objetivos manejando situaciones relacionadas con la muerte como suponen que lo hacen. A pesar de reconocer la necesidad de más capacitación y apoyo para enfrentar mejor la muerte, prefieren continuar aprendiendo de su experiencia”.[1]

Cuando los médicos, en muchos casos con el apoyo de los familiares de los pacientes, deciden ocultar al enfermo que va a morir, lo hacen respondiendo a una buena intención de protegerlo de una verdad que consideran imposible de asimilar (seguramente también se protegen a sí mismos para no tener que hablar de algo tan difícil). Esta percepción de que nadie podría soportar saber de su muerte, es una idea culturalmente determinada que se ha ido instalando en la medida en que las personas se fueron desentendiendo de la muerte para dejarla en manos de los médicos, a quienes toca atenderla y, sobre todo, evitar. En otras épocas en que los médicos podían hacer tan poco para curar enfermedades y la esperanza de vida era tan corta, la muerte era un acontecimiento familiar y entonces se consideraba de la mayor importancia que uno supiera que iba a morir para poder prepararse y dirigir el último acontecimiento de su vida.

Lo indeseable, nos cuenta Philippe Ariès en su obra El hombre ante la muerte, era morir en forma repentina sin darse cuenta; tanto era así, que una forma de maldecir era desear al otro una muerte repentina. Todo lo contario de lo que sucede hoy en que muchas personas consideran que ésa es la “muerte bendita”, la que ocurre sin que uno se dé cuenta. Pero una cosa es morir estando dormido sin ningún dolor, una muerte que algunas personas (pocas en proporción) tendrán, y otra cosa es pretender que una persona, cada vez más enferma, no se dé cuenta de que va a morir. Que no se hable de eso no significa que no lo sepa o lo sospeche, únicamente significa que el enfermo, sus familiares y su médico no pueden hablar de lo que está pasando y acompañarse en lo que todos están viviendo.

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Philippe Ariès, historiador francés.

El médico sólo en parte es responsable de la forma en que pacientes mal informados viven el final de su vida. Los médicos podrían comunicarse mejor con sus pacientes si estos han reflexionado sobre la muerte, no necesitan negarla y, de alguna manera, se han preparado para aceptar que un día la enfermedad o el simple desgaste de la vida los acercará a ella. Por eso, todos necesitamos aprender a hablar y a pensar en nuestra muerte a lo largo de la vida. Ésta, la vida, adquirirá mucho más valor al ser conscientes de que es finita, pero además podremos prepararnos para cuando llegue ese momento en que la medicina ya no pueda hacer nada para evitar nuestra muerte. Entonces, podremos expresar a quienes nos acompañen, a los médicos y familiares, que no queremos que nos oculten nada, pues necesitamos conocer con toda claridad nuestra situación para aprovechar, como queramos y dentro de las limitaciones que la enfermedad imponga, el tiempo que nos quede de vida. Así le podremos dar el mejor cierre a esa obra que fuimos construyendo a lo largo de los años vividos y que merece el mejor final.


Notas:
[1] Álvarez-del Río A, Ortega-García E, Oñate-Ocaña L, Vargas-Huicochea I. “Experience of oncology residents with death: A qualitative study in México”. BMC Medical Ethics, 2019 doi: 10.1186/s12910-019-0432-4