El Mediterráneo oriental es escenario del resurgimiento del perfume cuando el imperio bizantino está en su apogeo. La entonces Constantinopla, es sede de una civilización árabe sumamente refinada y que, además de aportar nuevas esencias al repertorio (ámbar gris, almizcle o agua de rosas), agrega una nueva forma de procesar las fragancias: el alambique. Los perfumes y los aromas son tan importantes en esta cultura que en el Corán se hace referencia al almizclado olor del paraíso. Además Mahoma era conocido como un apasionado de los perfumes.
Mientras tanto, las consecuencias de las Cruzadas y de los viajes de Marco Polo y las misiones comerciales de Italia propiciaron el aporte de nuevas técnicas y materias primas que vendrían a enriquecer el panorama de los aromas en Europa. Evidencia de ello queda en pinturas y grabados donde parte del ajuar de cuidado personal de los ricos de la época incluía unas figurillas de arcilla que se denominaban “pajaritos de Chipre” o, en su defecto, pequeños sacos con polvos aromáticos que, al quemarse, desprendían las esencias de su contenido que bien podía ser musgo, roble o almendra. El humo, al liberarse por los pequeños hoyos en la figura de barro, aromatizaban el ambiente dosificando la cantidad de fragancia.
Además del uso de las fragancias para el placer de los sentidos, en los conventos se cultivaba una farmacopea de los aromas para utilizarlos de forma medicinal que eran colocados en vasijas perforadas que se portaban en el cuello o la cintura, y se les introducía la esencia y plantas aromáticas que se consideraran necesarias para el tratamiento del enfermo. Estas vasijas, denominadas “pomander”, fueron realizadas en todo tipo de materiales para todo tipo de bolsillos, es así que algunas eran rústicas y manufacturadas en madera, mientras que otras eran verdaderas piezas de joyería fabricadas en oro y plata con incrustaciones de piedras preciosas.
En este devenir del perfume por Europa, es Felipe II quien reconoce en Francia la profesión de perfumista lo que permite el surgimiento de las primeras escuelas con el sistema de maestros y aprendices.
Para el siglo IV, se genera una derivación importante en el desarrollo de los perfumes. Esto sucede en la corte húngara cuando la Reina Isabel de Hungría, que sufría de dolores reumáticos y otros varios problemas de salud a sus más de setenta años, recibió un elixir compuesto de aguardiente y flor de romero que la rejuveneció de manera tan notable que esta “Agua de Hungría” se volvió un referente, no sólo por los beneficios que proporcionaba, sino porque por primera vez se utilizó un alcohol como base para la manufactura de perfumes.
Los siglos XV y XVI llegan con un resurgimiento de las artes en una añoranza de la cultura grecoromana. Es el Renacimiento en el que las ciencias y la estrecha observación de la naturaleza toman especial relevancia convirtiendo a Florencia en cuna del movimiento que se extiende por toda Europa. En estos siglos se abren nuevas rutas marítimas, se agregan nuevos ingredientes como el alcanfor, las pimientas, el jengibre, el aloe. Es, adicionalmente, el momento de la invención de la imprenta. El cambio es paradigmático porque ahora las diferentes recetas, preparaciones y mezclas pueden ser impresas y difundirse con mayor facilidad.
El gusto italiano es reconocido y valorado por los grandes perfumistas que marcan tendencia desde Venecia donde, además de elaborar fragancias, se comienza a perfumar la marroquinería para quitar el apestoso olor de las pieles. Asimismo, la peste se hace presente y la importancia de la higiene en la ropa utilizando al perfume como complemento.
Entre la moda y la salud, el desarrollo de los perfumes con base de mirra, rosa o lirio se vuelven poderosas armas de seducción. Las técnicas como el enflorado o el alambique de vidrio son más y mejor conocidas, así como las cualidades de los componentes. De esta manera, el perfumista se especializa y es cada vez más calificado. De Florencia y Venecia, los Medici van llevándolos a Francia y España. Muchos se instalan en París y se ponen de moda los guantes perfumados en toda la región. Estos guantes eran objeto de deseo y símbolo distintivo de la época.
La perfumería sigue triunfando y es emblemática en la época del Barroco en Versalles y las cortes de Francia y el resto de Europa en los siglos XVII y XVIII. En la época de oro de la corte de Luis XV, se le identificaba como “la corte perfumada”, ya que se encomendaba a los criados bañar de perfume a palomas que se soltaban a volar durante las fiestas para que dispersaran los aromas que humedecían su plumaje.
Dada la inclinación a la ciencia iniciada en el Renacimiento, y ya durante el Barroco, el florecimiento de las profesiones reguladas como los perfumistas, guanteros o botanistas, generan métodos de trabajo que, en el caso particular de la perfumería, permiten el desarrollo de las primeras clasificaciones de olores de acuerdo con sus propiedades. Esto, sumado a la mejora de pureza en los grados de alcohol, permite la creación de fragancias más delicadas que se consiguen a través de mejores técnicas de extracción y destilación. Por supuesto que estas técnicas tenían aplicación en el desarrollo de otros productos como medicamentos, licores y bebidas varias que dieron, a su vez, crecimiento a otras áreas de la producción y de la creatividad humana. Es así que las bebidas, los vinos, cognacs, hasta el café, se clasifican también por sus cualidades aromáticas. Y bueno, éste ha sido hasta el momento un largo recorrido por la historia del perfume. ¿Les parece bien si continuamos en la próxima edición y mientras decantamos un buen vino o nos tomamos un delicioso cafecito? Hasta la próxima.
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