Gran admirador del cine polaco, en 2011 Martin Scorsese fue encargado de seleccionar las que consideró obras maestras entre cientos de restauraciones digitales de la cinematografía de Polonia. Cintas de Kieslowski, Kawalerowicz, Wojciech, Zanussi, Wajda, entre otros, integraron la lista que en su opinión encarna “la descarada libertad creativa en el cine” de la que hablaba el propio Wajda. Se trata, dijo Scorsese, de películas complejas, de gran fuerza visual y emocional, que se comprometen socialmente al tiempo que presentan de manera humana e íntima la visión personal del director. Por su lado, perteneciente al cine contemporáneo, la obra del joven cineasta del mismo país, Jan Komasa, parece corresponder exactamente, desde mi punto de vista, a las apreciaciones de Scorsese recién citadas. Además de la “actuación sobrenatural, electrizante”, que el mismo director norteamericano adjudica a Zbigniew Cybulski en Cenizas y Diamantes (Wajda, 1958), y que en la obra de Komasa la merecerían, creo, los actores principales de sus largometrajes Suicide Room (2011), Corpus Christi (2019) y The Hater (2020).
Miembro de una familia de artistas, la profesión de Jan debió definirse quizá desde su infancia, cuando su padre participó como actor en La Lista de Schindler (S. Spielberg, 1993) y él conoció al director y presenció gran parte del rodaje. A los 21 años comenzó su carrera con el cortometraje Nice To See You (2003) que fue seleccionado en Cannes, y desde entonces no ha dejado de ir viento en popa.
El primer largometraje que escribió y dirigió, Suicide Room (título en España: La habitación del suicidio), obtuvo gran cantidad de reconocimientos y logró difusión tanto en el mercado europeo como en el de Estados Unidos. Se trata de una oscura y poderosa cinta que explora temas como la presión social y escolar en la vida de los jóvenes, el descubrimiento de su sexualidad, la depresión juvenil… En la soledad de su habitación, un adolescente desadaptado y sensible comienza una amistad en línea y descubre un espacio virtual dedicado al suicidio, finalmente un ambiente donde se siente comprendido, un mundo alternativo para personas como él, que no encajan en lo común. La película se puede encontrar en Internet para ver en forma gratuita. En mi opinión, a pesar de la dificultad de la lengua (v.o. polaco, subtítulos en inglés) y de que la narración se hace en gran parte a través de dibujos animados (recurso innovador para una película de su género, y bien logrado), me parece que Suicide Room definitivamente vale la pena.
En 2014 Komasa dirigió el documental El alzamiento de Varsovia, un híbrido documental-narración, realizado a base de filmaciones originales hechas en 1944 por dos jóvenes reporteros de la Oficina de Información y Propaganda del Ejército Polaco. El documental le inspiró la idea para su película Miasto 44 (Ciudad 44) sobre un grupo de jóvenes que se suma al movimiento de resistencia durante la ocupación nazi, confiados en la victoria que, estaban seguros, obtendrían en unos cuantos días. Con un reparto de más de 3000 extras y escenarios logrados a base de 5000 toneladas de escombro, la película se estrenó frente a un público de 12,000 personas en el Estadio Nacional de Varsovia con motivo del 70 aniversario de la Insurrección del 44. En Polonia acumuló larga serie de premios y nominaciones, y en IMDb (Internet Movie Database) tiene una calificación media de 6,7/10.
Corpus Christi (traducción literal del título en polaco, Boze Cialo) es el tercer y un excelente largometraje de Komasa. El guion fue encargado a Mateusz Pacewicz, otro talentoso joven polonés, quien volvería a colaborar con Komasa al año siguiente con el guion de The Hater. La película fue presentada en la Bienal de Venecia donde ganó un premio especial, y fue retenida como una de las cinco nominadas al Oscar para el Premio de Cine Internacional. Además de otras preseas europeas, tanto su dirección como su guion, recibieron el máximo reconocimiento en el Festival de Gdynia, Polonia. Un exdelincuente juvenil que se hace pasar por sacerdote vendrá a revolucionar la visión del culto católico en un pequeño poblado; el guion que a primera vista puede parecer poco original, se convierte, para mi gusto, en una excepcional historia de perdón y redención. Un primer plano del rostro de Bartosz Bielenia, el actor protagonista, es suficiente para intuir la belleza y el valor de la impecable y enérgica secuencia de imágenes que conforman la cinta.
En apariencia diametralmente opuestos, los personajes principales en la obra de Komasa, pienso, guardan similitudes importantes. En The Hater, el joven antihéroe, lo mismo que el Dominik de La habitación del suicidio, es un gran conocedor de mecanismos excluyentes, porque los ha sufrido en carne propia. En su caso, convertido en un maestro de la manipulación, tanto directa como a través de las redes sociales vía Internet, planea su venganza con paciencia y frialdad. No cabe duda que el guion es singular y ambicioso pues descansa en la complejidad de la vida política de un país en el que la sociedad se disgrega en clases: quienes viven en una burbuja de lujo y confían en el modelo europeo, frente a masas de gente perdida y temerosa ante los inmigrantes, la situación económica, y el terror del extremismo; ambiente ideal para conducir la opinión pública en favor del mejor postor.
Komasa observa la realidad de Polonia que no es muy distinta a la del resto del mundo. Si ya estábamos conscientes de la manipulación mediática que ejerce la política, su Hater nos muestra que, para éste, o cualquier otro propósito, la venta anónima de odio es un negocio muy próspero. Quien domine las herramientas de la virtualidad informática tendrá en sus manos el futuro del planeta. The Hater es una película auténticamente polonesa. Ya que por la pandemia no pudo verse en salas, tenemos acceso a ella a través de Netflix. Se trata del último largometraje de un cineasta al que, en mi opinión, hay que seguir de cerca. Sin duda distintos entre sí, los protagonistas de sus películas parecerían representar la evolución del mismo joven, rebelde, desorientado, perdido en la sociedad desigual, injusta y corrupta de siempre. Quizá se trata de una alerta solicitando la actuación responsable de cada individuo, no sea que, más que nunca dueña de las armas y harta de tanta indiferencia, la juventud empiece a gestar vengadores.
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