Este miércoles 13 de enero, miles de comerciantes del Centro Histórico hacen una manifestación pacífica para poder trabajar y sostener sus hogares.
El Centro Histórico, corazón de la Ciudad de México (CDMX), está perdiendo la intensidad de sus latidos, y lo hace a la par de cada uno de sus rincones, comerciantes y gente. Su tejido muscular se integra por miles empresarios que como Jazmin González hoy únicamente emiten una súplica hacia las autoridades para seguir trabajando y con ello, ser tanto fuente de ingresos en sus hogares como miembros de una cadena productiva que parece no tener fin.
En uno de los locales de la calle República del Salvador, nace la tienda “Bazar de Remates”, un proyecto liderado por Jazmin González, pero que encierra toda una historia familiar. Luego de diez años de vida, el establecimiento experimenta una crisis de permanencia debido a la pandemia de COVID-19 y por supuesto, al semáforo rojo anunciado por el Gobierno de la capital del país.
González concedió una entrevista a El Semanario cuyo principal objetivo fue el de dibujar cómo ese lugar lleno de color y artículos variados que van desde libretas y plumones hasta una inmensa gama de productos para mascotas, poco a poco pierde fuerza por el cierre de actividades no esenciales.
Diez año de trabajo tirados en menos de 365 días
“Bazar de Remates” tocó por primera vez el Centro Histórico hace diez años como un comercio de zapatos. El padre de Jazmin fue el encargado de darle vida, hacerlo crecer e, incluso, transformarlo en lo que ahora es: un espacio de venta al por mayor de cosas dirigidas a mascotas y mercancías que sirven hasta para arreglar el alma.
Previo a la llegada del virus SARS-CoV-2, las venas del establecimiento eran la estabilidad económica y emocional. A base de estantes llenos de productos, sin deudas, con el pago de rentas al día y el cumpliento de sueldos de diez empleados, todo marchaba a la perfección. ¡Hasta pastel y mañanitas había en cada cumpleaños!
No obstante, arribó el coronavirus y de la mano, trajo toda una serie de consecuencias que al principio pudieron sanarse, pero que ahora todavía carecen de vacuna. Fue precisamente la baja de cortinas comerciales y la clausura de espacios la que han puesto en jaque, proyectos como el de Jazmin y su familia.
De acuerdo con la joven, cada emprendimiento del centro es una cadena económica sin un aparente final. De dicha forma, el cierre de negocios no solo afecta a los locatarios directos, sino a proveedores, distribuidores y fabricantes. Eso le pasa a su bazar, que este mes de enero teñido de rojo y tras una década de éxito, está perdiendo fuerza.
“Vemos cómo se está echando a perder todo en menos de un año por esta cuestión del coronavirus”, dijo Jazmin.
Un semáforo rojo malo y el otro peor
Hace casi un año, llegó la COVID-19 a México y arrasó con toda actividad económica. Después, se apoderó la Jornada Nacional de Sana Distancia y le siguió el primer semáforo rojo hasta el 28 de junio del 2020. Con todo ello se formó una atmósfera donde los barquitos financieros empezaron a padecer los fuertes vientos.
Cuando el Gobierno de la CDMX declaró el cierre de negocios no esenciales por primera vez, Yazmin se ayudó de sus ahorros para salir a flote con sueldos, pago de renta y de servicios. Sin embargo, con el alargamiento de la medida, el dinero empezó a escasear. “Todo tiene fin y los ahorros se acaban también”.
Debido a la imposibilidad de regresar a su tienda física, Jazmin optó por fortalecer su negocio en línea, un espacio que creó en el 2018, pero que tuvo abandonado hasta que la necesidad se lo reclamó. Así, la empresaria aprendió a utilizar herramientas como Facebook Marketplace o Mercado Libre, mismas que le permitieron mantener con vida a ese gran Bazar de Remates.
Tiempo después la luz se hizo de nuevo y las autoridades capitalinas dejaron abrir los negocios del Centro Histórico (aunque sea de modo alternado). Con ello, las ventas de Jazmin comenzaron a brillar e, incluso, sus bolsillos iniciaron a aligerarse de gastos. Pero, entonces, ocurrió de nuevo.
Desde el 19 de diciembre del año pasado, el semáforo rojo volvió a adueñarse de la capital del país. No obstante, ahora vino con más efectos adversos para los empresarios y comerciantes del Centro Histórico.
Jazmin comentó que ella como muchos otros emprendedores, tenía depositadas sus esperanzas en las ventas de diciembre. ¿Qué hizo? La joven invirtió gran parte de su recurso en mercancía que no pudo salir del local.
“No dijeron ”agua va” simplemente un sábado dijeron que a partir del lunes ya no se abriría. Me quedé con un montón de mercancía. Hice un pago fuerte y me pregunté “¿Ahora que voy hacer?”, platicó la comerciante.
Llena de incertidumbre, Jazmin intentó “sobrevivir” a este segundo cierre. Acató la medida de “quédate en casa” y hasta atendió a su esposo, quien enfermó gravemente de COVID-19.
Jazmin explicó que a principios de diciembre, su pareja contrajo el virus SARS-CoV-2. Agregó que fue una situación muy compleja debido a que tenía que gastar en hasta cuatro tanques de oxígeno por día, mismos que no quiso pedir al Gobierno a fin de dejarlos a la gente que realmente lo necesita.
Sin regalos de reyes para sus hijos, con las tarjetas a tope y sacando lo necesario para sueldos y comida, la joven no se ha dejado vencer por la batalla, pero cada vez le cuesta más. Sobre todo, porque el color rojo en la Ciudad de México no tiene una fecha de término.
Resulta que Jazmin paga 120 mil pesos de renta por su local en República del Salvador. A ello se le suman los pagos del agua, la luz y por supuesto, los salarios de esos empleados que ahora considera parte de su familia.
Y es que la empresaria comentó que tiene diez trabajadores. Con alegría en su voz puso de manifiesto que ha hecho hasta lo imposible por mantenerlos contratados. ¿La razón? Ya son una fracción de su vida, forman parte de todos sus días.
Lo más triste ahora reside en que la joven, tal cual lo están haciendo muchos de sus compañeros, se está “comiendo su mercancía”. Es decir, vende únicamente para obtener el costo de sus gastos, pero ha dejado de invertir en más productos.
Con las deudas encima y los llamados de atención del señor que le renta su espacio, Jazmin ha pensado en dejar morir su negocio, ese que lleva el esfuerzo de las personas que tanto ama. Pero, ¿cómo le ha ayudado el Gobierno?
Gobierno y grito de auxilio pacífico
De acuerdo con Jazmin, los 10 mil pesos que está ofreciendo la administración de Claudia Sheinbaum Pardo son insuficientes para empresarios como ella, que gastan cientos de miles de pesos al mes. Por esto, su única petición es que las autoridades le permitan trabajar siguiendo todo el protocolo sanitario: uso de cubrebocas y careta; aforo al 30 por ciento, toma de temperatura y sanitización de pies.
Jazmin señaló que al momento en que truena un negocio en el Centro Histórico, lo hacen decenas de personas más. La joven expuso que quienes ahora piden ayuda, son gente honesta y trabajadora que únicamente necesita seguir laborando.
“Solo pedimos que nos dejen trabajar, por favor”. Somos fuente de trabajo. Los empresarios somos necesarios para levantar al país. Somos gente honesta que pagamos impuestos y servicios y que tenemos la necesidad de trabajar y sacar adelante a nuestras familias”, dijo Jazmin.
A la población de la CDMX, la empresaria hizo un llamado a fin de darse cuenta de que el coronavirus no está en el Centro Histórico, sino en cualquier lado. En este sentido, advirtió que el cuidarse es responsabilidad de todos. “La enfermedad existe, solo hay que aprender a convivir con ella”.
Bajo este escenario, este miércoles 13 de diciembre, Jazmin y alrededor de 2 mil comerciantes del corazón de la ciudad realizaron una manifestación pacífica. Unidos por una noble causa y haciendo uso tanto de caretas como cubrebocas unirán sus voces en un grito de auxilio.
A las 10 de la mañana, entre Avenida Juárez y Eje Central, miles de empresarios lucharon por su derecho a seguir trabajando. Bajo lemas como “Salvemos el Centro”, sus habitantes únicamente quieren la apertura de sus locales.
Cabe mencionar que fue la necesidad económica y hasta emocional, la que orilló a organizar dicho movimiento. Por medio de redes sociales como Facebook y WhatsApp, los emprendedores comenzaron a levantar y juntar sus voces desesperadas.
La agrupación se compone por miembros de todos los giros comerciales. Tiendas de música, restaurantes, papelerías, mercerías, negocios de artículos para mascotas entre muchos otros, desean que se les voltee a ver.
“Que la gente sepa que no estamos haciendo esto solo para molestar. Somos fuente de trabajo y queremos seguirlo siendo”, apuntó Jazmin.
A final de cuentas, el Centro Histórico late en gran medida por sus negocios, empresarios y locatarios. Esas personas que desde años se apoderaron de sus rincones y que ahora temen perderlos.
Para Jazmin, “aunque suene cursi” el centro del país es su vida. Ama a la gente que acude a él porque son seres humanos trabajadores, con visión y ganas de salir adelante.
No obstante, como ella, hay miles de comerciantes que desean volver a ese escenario donde se pueda trabajar. Anhelan ese lugar de convivencia que no incluya la incertidumbre del ¿qué vamos a hacer mañana?
“Queremos volver a ese Centro Histórico donde se puede trabajar, porque la gente relaciona al centro histórico con el trabajo. Para mí el Centro Histórico es mi vida, me encanta, gracias a él mi tienda es lo que es y espero seguir aquí”, concluyó la empresaria.