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La pandemia sigue regalando espectáculos naturales

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Espectáculos naturales durante la pandemia del covid-19

Continúan los espectáculos naturales durante la pandemia del covid-19 y en esta ocasión logran captar en video el mayor conglomerado de tortugas verdes del mundo.

La naturaleza continúa deleitando y maravillando regresando a tomar posesión de los espacios que el ser humano ha desocupado por mantenerse en confinamiento durante la crisis sanitaria de la pandemia del coronavirus.

En el último capítulo de estas hermosas historias, el Departamento de Medioambiente y Ciencia del estado de Queensland (Australia) compartió imágenes de 64 mil tortugas marinas que llegaron en diciembre a la isla de Raine para aovar, después de que un nuevo estudio revelara que observar a las tortugas desde el aire es el método más eficaz de medir su población.

La isla de Raine alberga a la colonia más grande de tortugas verdes del mundo, que tradicionalmente eran contadas desde un barco.

El departamento comparó los resultados recibidos con esta técnica con los obtenidos tras un análisis fotograma a fotograma de imágenes de dron, y se reveló que la cifras de la observación tradicional subestimaban en mil 73 veces la población real de los animales. 

“Usar el dron es más fácil, seguro, mucho más preciso, y los datos pueden ser guardados inmediatamente y permanentemente,” comentaron desde el Departamento esta nueva tecnología para observar a la especie, considerada en peligro de extinción.

Las imágenes muestran “el mayor conglomerado de tortugas verdes en el mundo” y “documentan el número más alto de tortugas” desde el inicio del Proyecto de Recuperación en la isla de Raine, según afirmó Anna Marsden, la jefa ejecutiva de la Fundación de la Gran Barrera de Coral.

Cuidar la tierra, actitud ética para preservar la humanidad

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Este 22 de abril se ha conmemorado el cincuentenario del Día Internacional de la Madre Tierra, bajo un contexto global actual de aislamiento social, trastorno de las habituales rutinas humanas y la búsqueda “desesperada” de concienciación por parte de diversas organizaciones ecologistas y líderes políticos hacia todos los habitantes del orbe a fin de detener las injustificadas acciones que atentan contra la naturaleza y que tarde o temprano causan efectos nocivos para el bienestar social; como la tala indiscriminada de árboles sin regeneración de estos, incendios forestales de magnitud considerable y las políticas extractivistas que se encargan de cambiar gradualmente las ecologías comunitarias –reduciendo comunidades verdes y acrecentando la economía de capitalización de los recursos–.

En lo personal, me parece inaudito cómo se incendian parcelas boscosas en diversas latitudes y la falta de “interés” de las fuerzas de seguridad en establecer mecanismos estratégicos que conduzcan a la identificación y sanción de estas atrocidades que atentan contra el derecho de tener un medio ambiente sano. Bajo mi punto de vista, el problema aquí reside básicamente en interpretaciones culturales “sesgadas” en torno a nuestra relación con la naturaleza, y con los valores éticos de concebir el buen uso de los recursos naturales como derechos comunitarios. Por eso amerita respuestas multidisciplinarias a estos asuntos que lastiman la posibilidad de establecer relaciones armónicas entre el hombre, la naturaleza y el género animal.

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Ilustración: XPLAI studio.

En el escenario de esta crisis sanitaria global, es sorprendente ver la calidad de material gráfico de imágenes que recorren el mundo en donde animales de diverso origen anatómico se mueven a espacios “colonizados” por el hombre, lo cual demuestra que el goce de sus “derechos” está supeditado a nuestras ejecutorias.

Al respecto, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, subraya que “Debemos actuar con decisión para proteger nuestro planeta tanto del coronavirus como de la amenaza existencial de las perturbaciones climáticas”. Me parece que el jefe de la instancia global hace énfasis en la toma de decisiones, lo cual va desde nuestras propias iniciativas en los espacios comunitarios hasta los macro espacios desde los cuales se puede tener un impacto mucho mayor, tomando en cuenta los diversos recursos con que cuentan las institucionalidades estatales.  

Por otra parte, pienso que esta efeméride es una posibilidad de visibilizar, reflexionar, cambiar conductas nocivas en contra de la naturaleza y movilizar esfuerzos desde los diversos niveles, en una especie de interconexión comunicativa ambiental integrada, a través de la cual se patentice nuestra voluntad de incorporar la “ética por la naturaleza” en todas nuestras acciones.

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Ilustración: Marisa Maestre.

Bajo mi punto de vista, las diversas distracciones a las que nos vemos diariamente expuestos impiden profundizar en el pensamiento crítico sobre si lo que hacemos a favor de nuestro hábitat natural es lo mejor, es decir, tomar todo “a la ligera”, conduciéndonos entonces muchas veces en una perniciosa “complicidad por omisión” de los “ecocidios” que afectan nuestra humanidad. Lo hemos visto recurrentemente en diversos países.

En conclusión, como propone António Guterres, “En este Día de la Tierra, sumen sus voces a la mía para exigir un futuro sano y resiliente para las personas y para el planeta”. Esto es lo que creo que debe ser la política humana, alcanzable de unificar y focalizar las más variadas ideologías en torno a la regeneración medioambiental.

Posdata: De acuerdo a datos periodísticos, desde principios de 1970 el planeta ha perdido más del 30% de su biodiversidad “agravado por el calentamiento global provocado por la actividad humana”. Es interesante acotar que fue en 2010 en un cónclave internacional en Guanajuato, México, que se abordó tempranamente lo relacionado a la mitigación y adaptación de las personas ante el cambio climático. La poetisa argentina Mabel Russo nos dice al respecto “Cuidar la vida en la Tierra no es difícil de lograr, si todos nos damos cuenta de que es nuestro gran hogar”.


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Naturaleza, innovación, error y negocio: Big Data, la mutación del deporte

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Nunca antes en la historia humana se dispuso de tal cantidad de datos. La huella de los números. La capacidad para procesarlos. El mundo, todo, y en todo, dibujado en trazos que unen unos puntos con otros, establecen marcas, estadísticas, probabilidades. Big Data.

Si la naturaleza humana es errar, se trata de controlar o, al menos, disminuir el riesgo de que ello ocurra en el momento menos oportuno.

La estadística no es una ciencia nueva, eso se sabe. El registro, acumulación, resguardo y relación de unos datos con otros es tan milenaria como la invención de la escritura misma.

De lo pequeño sacar lo máximo. Algo así podría definirse esta disciplina capaz de obtener conclusiones sin necesidad de registrar todos los casos y aun menos de que las cosas sucedan.

En ampliar el resultado obtenido de lo observado y llevado a números y constantes, radica la seducción de esta capacidad para recopilar, procesar, analizar e interpretar lo que de otro modo sólo serían números y más números.

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Imagen: Pinterest.

Datos particulares, pues, capaces de desplegarse como fenómenos colectivos en una cuantía suficiente como para establecer conclusiones que, al menos, aparezcan como lógicas; probables, o altamente probables, en el lenguaje de quien opera estadísticamente.

Si por naturaleza asumimos la manera de relacionarse con dos elementos, metáforas, de la propia vida humana: el tiempo y el error, hasta hace poco, al menos, la naturaleza de los deportes era consustancial a ellos mismos.

Así, más allá de la tradicional diferencia entre deportes de conjunto e individuales, la tradición deportiva establecía respecto al tiempo su primera diferencia realmente sustancial.

Deportes sin tiempo límite, el beisbol o el tenis, por ejemplo. Frente a deportes cuyo desarrollo asemeja, en sí mismo, el cronómetro de la vida que corre contra la propia vida. Deportes de tiempo límite. El box, el futbol, tanto soccer como americano, el basquetbol, entre otros.

El tiempo está ahí, se acepta en ambos casos, mas podemos actuar (vivir) a nuestras anchas, se dice en unos deportes; el tiempo es el verdadero enemigo por vencer, el rival es un pretexto, se dice en cambio en los que un conjunto puede no ser capaz de resistir un fatídico último minuto.

En cuanto a la relación con los datos y las estadísticas, también asoman diferencias. De suerte tal que la capacidad, obsesión, genio, ciencia o quiera llamársele a eso que une a los norteamericanos con la recopilación de datos, ha estado presente de manera rotunda en los deportes que eligieron como encarnación de su identidad.

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Imagen: Spindox.

Sin ser norteamericano, por supuesto, pero sí una leyenda en la narración del beisbol, el “Mago” Septién hizo legendarias aquellas libretas, plagadas de datos, que lo acompañaban en toda transmisión.

La intromisión de los registros en números de asistencias, pases certeros, en cambio, a pesar de que de unos años acá se ha vuelto habitual en las transmisiones del todo el mundo, no deja de asomar como una extrañeza cuando no una absoluta inutilidad.

La relación entre tecnología y deporte no es nueva, eso es evidente.

El cambio en los materiales de las pelotas o implementos con los que se juega, aparejado a la variedad de aparatos y cacharros para entrenar, se suman a la cada vez más certera intervención de lo tecnológico en el tema de la medicina del deporte.

 A la mitad del camino entre práctica atlética, espectáculo de masas y negocio audiovisual, los deportes más populares del planeta, particularmente el futbol, son escenario y laboratorio de la omnipresencia tecnológica.

Zapatos, vestimentas, alimentación, por una parte, y repeticiones, sonidos para alertar si un balón entró en la portería, aparatos de intercomunicación, forman parte de un repertorio de recursos tecnológicos que se amplía.

Más allá de lo que suceda en cada cancha, sin embargo, el mayor impacto provendrá, sin duda, de lo que la Big Data traiga consigo. 

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Imagen: Pinterest.

Si en algún momento la figura de los visores hizo a algunos de ellos agentes de jugadores legendarios, el desarrollo de tecnologías logrará, como tituló recientemente la Revista Retina, que forma parte del periódico El País, que los algoritmos se lesionen menos y anoten más.

Formar o contratar jugadores o competidores a ciegas, de acuerdo con ello, quedará reservada para los nostálgicos o los no pocos que hacen negocios personales a costa de ilusiones ajenas.

La tecnología, dice Retina, promete cambiar el deporte para siempre: ciencia de datos, telemetría y biometría, inteligencia artificial, realidad virtual y aumentada para llegar más lejos, más alto, más fuerte (y mucho más inteligente) que nunca.

En esto, empero, como en cualquier otro ámbito, la cuantía de los datos no es el fundamental, por supuesto, sino qué se hace con ellos, de qué manera se insertan en este caso en la naturaleza de cada deporte.

Es decir, como ellos mismos son testigos de la relación indisoluble entre lo humano y el tiempo, y como los datos mismos dan forma a nuevas formas en que el error, igual que la materia, no desaparece sino que se transforma.

En el tiempo y errar, somos datos, sí; pero también más.


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