Cedo hoy mi columna “Palimpsestos culturales” a Ana Ortiz. Escuchemos la voz de una mujer activista, de una antropóloga joven, Maestra en Estudios Mesoamericanos y Profesora en la Escuela Nacional de Antropología. Hay más voces, pero leer a Ana Ortiz es meternos a la mirada de una militante, marxista, feminista y, que me consta, conoce México en sus entrañas. Su voz es otra voz. Callemos los hombres, muchas mujeres desearán discutir con Ana. Gracias por aceptar escribir en este espacio.
Por Ana Ortiz S.R.
Desde hace algunos días, las conversaciones que he escuchado, los mensajes en mis chats y las noticias que he pescado, han estado inundados de invitaciones, consignas y proclamas hacia un solo sentido: “El nueve nadie se mueve” que va acompañado por el complemento #Un día sin nosotras. En general, en los espacios que frecuento se respira un ambiente de entusiasmo y de explosión organizativa en torno a ese día; con mi pesimismo y “sospechosismo” característico, inmediatamente me llevan a pensar en una llamarada de petate.
Al preguntarle a mis alumnas, a mis compañeras, a mis amigas, a las mujeres a mi alrededor qué piensan y qué van a hacer, encontré dos actitudes generales, una que podría denominar simplemente como la participación entusiasta –ya mencionada–, y otra que denotaba en sus respuestas confusión e incomodidad, revueltas con una dosis de desconfianza y vergüenza, de no poder dar una respuesta definitiva y contundente en este ambiente movido por una legítima indignación. Yo también me sentía así. Pero ¿por qué?
En un momento de iluminación y recurriendo a mis conocimientos históricos, políticos y antropológicos para tratar de analizar la cuestión, un pensamiento me inundó. Me quedé atónita mientras pensaba “¡Nuestras abuelas y bisabuelas se han de estar revolcando en sus tumbas!”. Esta iniciativa que prendió como yesca en la sociedad clasemediera mexicana es una regresión a lo más retrógrado del sistema patriarcal, y está cumpliendo a la perfección con el mandato más refinado e inasible, la absorción del patriarcado en las venas y en las entrañas mismas de las mujeres para perpetuarse. Ahora, y como ha sucedido a lo largo de la historia, somos nosotras mismas las que nos ponemos los grilletes y aceitamos el mecanismo de pensamiento y reproducción machista, no solamente criando machos e impidiendo los vínculos reales de sororidad y solidaridad femenina. Al reflexionar sobre “El nueve nadie se mueve”, lo que me saltó a la mente inmediatamente fue la extra recalcitrante frase machista, “Las mujeres como las escopetas: cargadas y detrás de la puerta”.
¡¿Cómo puede ser que a lo que esté invitando una gran mayoría de mujeres, muchas enmarcadas en organizaciones y grupos feministas, sea a quedarnos quietas y calladas en nuestras casas, incluso cancelando la comunicación mediante medios electrónicos?! ¿Qué hay más desvinculante e inmovilizante que eso?, perdón pero es cagarse en los cientos de luchas históricas, en los cientos de miles de mujeres reprimidas, incluso muertas por luchar y exigir un lugar digno en nuestra sociedad, en nuestro mundo; y no sólo eso, en los millones –sí, aún son millones– de mujeres que hoy no pueden salir de sus casas, ni ir a la escuela, ni a un trabajo, ni al médico, ni juntarse con amigas, o las que luchan todos los días para salir del ámbito doméstico…
Reconozco e intento sumarme a los esfuerzos por hacer un movimiento que involucre a muchos sectores de la sociedad con reclamos y exigencias tan legítimas como las que se plantean como motor del paro, pero justamente por eso la propuesta no puede ser guardarnos y callarnos. Teóricas feministas como Silvia Federici y Rita Segato resaltan la creación de vínculos como el germen creativo y la virtud de los movimientos feministas. Este paro precisamente apunta a lo contrario, al aislamiento. Una cosa es un paro activo, creativo, con acciones unitarias o dislocadas, que realmente confronte y ponga en un predicamento al poder, y otra cosa es irnos a guardar, a callar y a aislarnos por nuestra propia iniciativa y además con la venia del esposo, del patrón, del rector, de los curas y ministros misóginos, violadores y pederastas.
#Un día sin nosotras sólo plantea la ausencia de nosotras con nosotras mismas, el sistema imperante ha intentado invisibilizarnos por siglos siendo que somos parte medular de la sociedad. No nos van a ver en los ámbitos públicos, ¡qué novedad! El patriarcado lo aplaude: menos molestias con las intrínsecamente revoltosas, con las mitoteras, con las sangronas que manchan con su inmundicia.
Como dice Rita Segato: Lo que nos dice que estamos llegando a destino es la reacción de los que nos odian. La reacción violenta de los de siempre es la medida de lo que estamos avanzando. ¿No nos dice nada que empresas, gobiernos, instituciones educativas, televisoras, partidos políticos, entre otros, den su beneplácito disfrazado de apoyo para que todas nos quedemos en casa? Un texto muy esclarecedor de la feminista Laura Mora Cabello de Alba dice: En definitiva, patriarcado, capitalismo y democracia están en profunda relación, siendo el primero el sustento sobre el que se asientan el sistema económico dominante y la forma política e institucional de convivencia del presente. No esperemos que sea legítima la preocupación y el “apoyo” de los pilares del sistema.
Yo no pienso que hay que postergar la lucha de género para cuando triunfe la revolución, esas luchas deben ir a la par, puesto que no se pueden separar patriarcado y capitalismo; Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo lo supieron. Como militante de izquierda he visto cercanamente cómo el patriarcado y el ejercicio patriarcal del poder descomponen y quitan congruencia y probidad a los proyectos políticos más nobles, carcomiéndolos desde dentro. Así como no hay una sola lucha revolucionaria tampoco hay un solo feminismo. Descalificar a aquellas que no hagan paro el 9 de marzo, así como a los esfuerzos reales hechos por muy pocos varones para cuestionar y destruir el patriarcado, únicamente nos lleva a un maniqueísmo que raya en fascismo. No les enseño a mis hijas a odiar a los hombres, les enseño a ser feministas críticas que luchen contra la opresión y la injusticia en su más amplio aspecto.
Ese lunes 9, antes de ir a dar clases, las voy a llevar a la escuela y muy especialmente ese día les voy a explicar que, gracias a la lucha de mujeres valientes, hoy tenemos ese derecho entre muchos otros, y que deben aprender para seguir luchando.
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