Poco antes de la suscripción del Acuerdo Climático de París de 2015, se aprobó la Agenda 2030 de Naciones Unidas que consta de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y 169 metas.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible van desde poner fin a la pobreza, lograr erradicar el hambre, y comprenden la salud y el bienestar; educación de calidad; igualdad de género; agua limpia y saneamiento; energía asequible y no contaminante; trabajo decente y crecimiento económico; industria, innovación e infraestructura; reducción de las desigualdades; ciudades y comunidades sostenibles; producción y consumo responsables; acción por el clima; vida submarina; vida de ecosistemas terrestres; paz, justicia e instituciones sólidas y alianzas para lograr los objetivos.
Se trata de salvar el planeta, nuestro hogar común, para que todos vivamos mejor, procurando que nadie se quede atrás. Esto es, de erradicar la pobreza y el hambre, así como reducir drásticamente las desigualdades. Sin embargo, de los aspectos declarativos a la implementación de los 17 ODS, hay un buen número de dificultades y contradicciones. La declaración sobre la Agenda 2030 sostiene que: contemplemos un mundo en el que el desarrollo y la aplicación de las tecnologías respeten el clima y la biodiversidad y sean resilientes; un mundo en el que la humanidad viva en armonía con la naturaleza y se protejan la flora y fauna silvestres y otras especies de seres vivos.
Para ello es necesario revisar que los ODS armonicen entre sí. Entre los 17 ODS hay tres de carácter ambiental: el objetivo 13 habla de combatir el Cambio Climático; el 14, conservar y usar de manera sostenible los océanos; y el 15, proteger y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, luchar contra la desertificación, la degradación de las tierras y la pérdida de la biodiversidad. Así, de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, los ODS del 1 al 11, son de carácter socioeconómico. El ODS 12 se ocupa del consumo y la producción sostenibles y del 13 al 15 son objetivos medioambientales. El ODS 16 trata sobre la paz, la justicia e instituciones fuertes y el 17 de las alianzas durante el proceso.
Sin embargo, la Agenda 2030 no reconoce que si la consecución de los once objetivos sociales y económicos se basa en estrategias de crecimiento convencionales, esto implicaría que es prácticamente imposible aunque sólo sea de forma parcial reducir la velocidad del calentamiento global, detener la sobrepesca en los océanos o la degradación de la tierra así como la pérdida de la biodiversidad. Esto es, si no hay cambios importantes en la forma en la que se define o supervisa la economía, existen enormes contradicciones entre los ODS socioeconómicos y los ambientales. Tanto los países ricos como los países pobres contaminan el ambiente y degradan la naturaleza, por muy diferentes motivos, Chancel y Piketty observaron que los tres millones de estadounidenses más ricos producen per cápita una media al año de 318 toneladas de emisiones de CO2 mientras que la media mundial por persona ronda las 6 toneladas. Piketty agrega que el 1 por ciento de los estadounidenses más ricos produce alrededor del 2.5 por ciento de los gases de efecto invernadero mundiales. Además, el 10 por ciento de los hogares más ricos del mundo contribuye con el 45 por ciento de las emisiones totales. Para Piketty los hábitos que se deben cambiar son principalmente los de los ricos. Por otra parte, en forma por demás entendible, los países en vías de desarrollo priorizan los ODS socioeconómicos: la erradicación de la pobreza, la seguridad alimentaria, la salud, la educación y el empleo, lo cual es realmente muy positivo. Sin embargo, multipliquemos este esfuerzo por casi 7,700 millones de personas actuales; los 9,000 millones en menos de veinte años y los quizás 11,200 millones de personas que existan hacia finales del siglo XXI. En suma, estas nobles metas hay que lograrlas sin degradar el medio ambiente.
Desde una perspectiva declarativa, la ONU conviene que los 17 ODS deben ser considerados como una entidad indivisible. Pero incluso entre los objetivos socioeconómicos (del 1 al 11) hay importantes contradicciones. Arjen Hoekstra señala que alcanzar la seguridad alimentaria (objetivo 2) entra en conflicto con la disponibilidad de suficiente agua para todas la personas. En suma, los objetivos relacionados con el bienestar de la población dependen de un uso muy cuidadoso de los recursos naturales.
En un estudio reciente Jeffrey Sachs presenta una evaluación cuantitativa de la consecución de los ODS. Los diez países que más han avanzado en la instrumentación de los ODS son europeos: Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Suiza, Alemania, Austria, Holanda, Islandia y el Reino Unido. En tanto que Estados Unidos ocupa el lugar 25, China el 76 y la India el 110. Los últimos diez países son casi todos de África.
En las consideraciones de Sachs, se señala que los países con mejores puntuaciones en los ODS están estrechamente vinculados con el crecimiento convencional que incluye huellas ecológicas desmesuradas. La huella ecológica de un país, estimada anualmente por Global Footprint Network mide el área necesaria para producir los bienes y servicios que consume la población. Este valor es mucho mayor para los países con un elevado nivel de vida. Sachs muestra una paradoja oculta: si todos los países alcanzarán los once o doce ODS socioeconómicos, es de esperar que la huella ecológica promedio asciende de 4 a 10 hectáreas por persona. Esto quiere decir que para los casi 7,700 millones de personas actuales necesitaríamos entre dos y cinco planetas del tamaño de la Tierra.
Otro dato muy preocupante es el Día de la Deuda Ecológica, esto es, el día a partir del cual el consumo de recursos naturales excede la capacidad de la Tierra para regenerar dichos recursos ese mismo año. En 1970, ese día se situaba todavía a finales de diciembre; en 2007, fue el 2 de agosto y se espera que para 2030 se adelante a junio. En suma, del análisis sobre la Agenda 2030 se infiere que el planeta no puede permitirse perseguir por separado estos 17 ODS. Para abordar los objetivos socio-económicos y político-ecológicos en su conjunto, es indispensable diseñar una política coherente. Esto conlleva a revisar a fondo los planteamientos del desarrollo tecnológico, económico y político a nivel mundial.