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Autobiografía: un yo presente espía y relata a un yo pasado

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La autobiografía es un género o un venero muy importante de la literatura donde no sólo se ventilan las nociones del yo, el sujeto, la verdad, la historia o la visión del mundo, sino que está en juego ese gran tema de la memoria que es el recuerdo y el olvido. Además, tres modos de identidad convergen y se enredan entre sus líneas: el autor, el narrador y el personaje. En efecto: una persona de carne y hueso (el autor: un yo verídico o empírico) cuenta su vida en primera persona (la voz narrativa: un yo poético o literario) cuyo protagonista (el personaje: un yo narrado o relatado) es… ¡el propio autor! En “El pacto autobiográfico” el ensayista francés Philippe Lejeune define a la autobiografía como un “relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia, poniendo énfasis en su vida individual y, en particular, en la historia de su personalidad”. Subrayo persona real porque una persona concreta escribe verazmente su vida, aunque esta intención sincera se encuentre constreñida por la fidelidad y accesibilidad de los recuerdos, así como por la capacidad para expresarlos, para no mencionar las motivaciones que sesgan el texto de formas impensadas. Subrayo también la historia de su personalidad, pues elucidarla supone el característico desdoblamiento de la autoconciencia: un yo presente espía y relata a un yo pasado o… a varios yoes.

autobiografia lejeune
Portadas del libro de Lejeune sobre la autobiografía. Original en francés y traducción al castellano.

Se ha debatido si la autobiografía es una narración histórica o una ficción, aunque algo asume de ambas, quien la emprende no sigue los rigurosos métodos de un historiador, ni el creativo camino del novelista. Los críticos posmodernos no consideran a la autobiografía un género literario, sino una forma de elaborar textos que ocurre en muchas obras, sobre todo en las que expresan auto-referencia, algo difícil de precisar. Hay quien estipula que todo escrito literario es autobiográfico por el hecho de estar escrito por una persona desde su propio mundo y su punto de vista.

Acudamos a las ciencias cognitivas para ver si sus paradigmas y modelos arrojan alguna luz sobre la autobiografía y si esta práctica narrativa, a su vez, ilumina los procesos y la estructura de la autoconciencia. La ciencia cognitiva inicial asume que se representa e interpreta el mundo mediante el lenguaje y que estos actos del habla se comparten de múltiples maneras. El agente de esta intención comunicativa sería un yo relativamente definido y estable. Pero, como hemos visto, en las corrientes más actuales, el yo no se considera una unidad definida y definitiva, sino un proceso multidimensional que cambia por la construcción en marcha de una autobiografía implícita, cuya finalidad es proporcionar un sentido a la experiencia y una organización a la propia identidad. También se ha dicho que quien produce una autobiografía no es el yo, sino la elaboración de la autobiografía construye o constituye al yo. Podemos entrever que la narrativa de la propia vida y la autoconciencia son dos sistemas cognitivos dinámicos de alta jerarquía que se enlazan y refuerzan mutuamente, la primera como subsidiaria de la segunda.

En cada persona la historia de su vida se organiza mediante un mapa mental que no semeja una línea de tiempo histórico en la que se identifican puntos salientes, como son las cronologías relevantes que se presentan en un libro de historia. La mente no construye el tiempo pasado como una flecha cronológica sino en trayectorias, como la secuencia laboral, las aficiones y hobbies, la vida sentimental o la familiar que, al ser rememoradas se disponen mediante indicadores internos y externos. Desde luego estas líneas pueden encontrarse, entrelazarse y empalmarse, o bien la persona puede ordenarlas cronológicamente al contar o escribir su vida.

linea del tiempo
“Línea del tiempo” en la historia de la medicina, siglos XV al XVI. El modelo de “línea de tiempo” consiste en una flecha que corre hacia la derecha con intervalos fijos y marcas de eventos salientes. Aunque tiene elementos en común, la memoria autobiográfica no se mapea de esta forma (ver texto; imagen tomada de: Docsity).

El pasado rememorado no tiene la consistencia o la claridad de la experiencia presente, pero adquiere nuevos significados que modelan y se anclan en la conciencia de sí por varias razones. Una es el hecho de que cualquier incidente recordado ha sobrevivido al olvido, lo cual constituye un filtro de información que opera fuera de la voluntad y tiene relación con otras funciones mentales, como la atención, la motivación, la emoción o el sistema de creencias. Otra razón que liga al recuerdo con la autoconciencia se refiere a que cada evocación asienta y aclara al recuerdo, porque mientras más se evoca es más fácil recuperarlo y porque, con cada evocación, suele sufrir ajustes e inferencias que lo resignifican. En suma: la memoria autobiográfica no sólo recapitula vivencias pasadas protagonizadas por un yo previo, sino que, al hacerlo, restaura y moldea al yo presente. De esta manera es posible afirmar que el conocimiento sobre uno mismo derivado de la evocación, interpretación y acomodo de la propia historia es propiamente autonoético, porque rastrea y borda el saber sobre uno mismo.

Más aún: la memoria autobiográfica se integra al autoconocimiento porque dispone las experiencias individuales en marcos sociales y culturales. Este tipo de memoria surge en los infantes junto con la adquisición del lenguaje y se afianza en la adolescencia mediante una narrativa que se enriquece en el diálogo y la vivencia sociales. En efecto: la estructuración autobiográfica durante la adolescencia se conforma al patrón de socialización y al uso que el/la joven hace de pautas y símbolos culturalmente disponibles. Al establecer un nicho al yo en el tejido social, las narrativas familiares contribuyen al desarrollo de la memoria autobiográfica y se ha observado que los padres con una narrativa personal pulida y articulada tienen hijos con la misma capacidad.

Pedro Tzontemoc
El fotógrafo Pedro Tzontémoc y su libro “Identidad en el laberinto de la memoria”.

Un ejemplo manifiesto de esta autoreferencia contextual es el libro “Identidad en el laberinto de la memoria” del fotógrafo mexicano Pedro Tzontémoc, quien despliega su búsqueda de identidad en la historia de su familia proveniente de la emigración gallega a México. El artista estuvo expuesto a esta tradición en su infancia y juventud no sólo en su núcleo familiar, sino en el contexto del amplio árbol genealógico que lleva el apellido Díaz desde una pareja de campesinos de la montaña lucense, casada hacia 1865, hasta cientos de descendientes en varios países de Hipanoamérica (la diázpora, en la que está incluido el que esto escribe). Las fotos de lugares y personas que Pedro Tzontémoc ha tomado y recolectado constituyen la cartografía de un mestizaje forjado en el laberinto de esta estirpe familiar y de los paisajes contrapuestos de México y Galicia.

El Diario de Ana Frank
El Diario de Ana Frank fue traducido al castellano en 1955. Está disponible de forma gratuita en la red porque se han cumplido más de 70 años de su muerte en el campo de concentración de Bergen-Belsen (Imagen tomada de: El Universo).

La memoria y la narración autobiográficas parecen cumplir una función de autorregulación y homeostasis, muchas veces en el marco de conflictos que requieren ser comprendidos. Llenan así un cometido que rebasa al individuo, sus memorias y sus intenciones personales porque un objetivo manifiesto en casi todas las autobiografías es comunicar a otros yoes el yo del autor. Se ha dicho que Michel de Montaigne inauguró la conciencia moderna de un yo que escribe sobre sí mismo; parecería necesario agregar que este yo relator necesita a otro yo receptor que lo pueda escuchar y comprender. Al iniciar a los 13 años su entrañable e inmortal Diario, Ana Frank resuelve meridianamente este cometido:

“A fin de evocar mejor la imagen que me forjo de una amiga largamente esperada, no quiero limitarme a simples hechos, como tantos hacen, sino que deseo que este Diario personifique a la amiga. Y esta amiga se llamará Kitty”.

Los introvertid@s

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Los introvertidos suelen ser catalogados como personas retraídas o reservadas. Algo que en términos prácticos no suele ser tomado en cuenta para ciertos cargos, como una gerencia importante, o un puesto mayor… pero, ¿estamos haciendo lo correcto?

El mundo empresarial y los retos de la industria requieren colaboradores capaces de solucionar problemas. Líderes que definan soluciones creativas e innovadoras, que sean conocedores del mundo, ágiles de mente y muy importante: que puedan hacerte pensar como ellos para llegar a una meta.

La idea universal de la selección natural de las especies, en donde se diferencian los líderes de los seguidores, es uno de los referentes por excelencia en materia empresarial. Por un lado, las personas extrovertidas son como el sol de una empresa, los que definen los “goles”, los que cierran tratos. Por el otro lado, los más tímidos son los menos indicados para liderar proyectos, para definir estrategias o crear nuevas soluciones. Los que piensan antes de actuar, los que atienden a profundidad los problemas. ¿A cuál de estos dos perfiles contratamos o deberíamos contratar?

La abogada y escritora estadounidense Susan Cain,[1] define que los directivos estamos dejando pasar muchas oportunidades al no tomar en cuenta que la introversión también se asocia con el liderazgo. De hecho, de acuerdo a varios estudios antropológicos, se cree que la mitad de la población mundial es introvertida. Ejemplo de ello lo encontramos en directivos de negocios y empresas de cualquier tamaño; en colegas de trabajo, en la familia, con los amigos, etcétera.

introvertidos y perlas
Imagen: Pinterest.

 Todos sabemos reconocerlos por su capacidad o incapacidad de hacer las cosas a su modo. Los extrovertidos normalmente hablan y luego piensan, los introvertidos piensan primero y hablan después. Los extrovertidos son entusiastas, mientras que los introvertidos son más reservados para sus círculos sociales, los cuales son pequeños en comparación con los extrovertidos, quienes no tienen ningún reparo en compartir sus experiencias con más gente.

En realidad, la introversión en las personas es simplemente un estereotipo al cual estamos acostumbrados por mero prejuicio, porque casi siempre se les encasilla como una persona tímida, o peor aún, como antisocial. En realidad, son personas que mantienen una línea de pensamiento mucho más estructurada, que analiza y funge como mediador de conflictos y, en muchos casos, como solucionador de los problemas complejos.

En este sentido, Mihaela Enache, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la Universidad Oberta de Cataluña, afirma que “cada vez hay más investigaciones que sugieren que el liderazgo no requiere ser extremadamente sociable, los líderes más eficaces no entienden como indispensable el perseguir la notoriedad”. Más bien, tienden a escuchar activamente, mientras mantienen y transmiten la calma en tiempos de tormenta o a la hora de tomar decisiones.

De hecho, en una época donde las paredes dejan de existir y donde cada día estamos más acostumbrados a crear espacios del tipo co-working, es importante entender  que hay personas que necesitan la privacidad para crear, no porque sean antisociales, sino porque es necesario esa calma para escucharse a sí mism@s.

En conclusión, las cualidades de una u otra personalidad tienen que mantenerse y respetarse en todo momento, ya que tanto son necesarias personas extrovertidas, como lo son las introvertidas. Los pensamientos, las ideas y los proyectos seguramente resultarán mejores si encontramos la dualidad de ambas y nos replanteamos la idea de lo que en verdad las personas introvertidas podrían lograr. Así que la próxima vez que pienses que “el mundo es de los aventureros” también reconoce que, en realidad, los aventureros que razonan y analizan las opciones antes de actuar son también rasgos de personas introvertidas.


Notas:
[1] Quiet: The Power of Introverts in a World That Can’t Stop Talking