La denominación “prensa vendida” hacía referencia a medios de comunicación tendenciosos, que se venden al mejor postor, tergiversan los hechos, desinforman a la opinión pública y, desde luego, manipulan por consigna.
Recordemos la crueldad con que se actuó contra los jóvenes mexicanos del Movimiento del 68, la mayor parte de la prensa era sumisa e incondicional al gobierno y los acusaron de criminales, de pretender dar un golpe de Estado y les fabricaron todo tipo de delitos, para desacreditar su causa y generar animadversión hacia ellos.
Ser estudiante, en esa época, constituía uno de los peores crímenes y todo, como consecuencia de la manipulación de la población mediante conductores y periodistas que los estigmatizaban por consigna, mientras los dueños de los medios recibían prebendas y concesiones del Estado. Así crearon un ambiente hostil para quienes luchaban por la democratización de la educación, entre otros ideales legítimos.
Con el tiempo, los mismos críticos que tanto lastimaron al estudiantado descaradamente se convirtieron sin pudor en adeptos y reconocieron la grandeza de la ideología universitaria del 68, ¡vaya cinismo!
Recuerdo este pasaje oscuro de nuestra historia, porque la manipulación noticiosa y las campañas negras de desprestigio del pasado están más vigentes que nunca en México, sobre todo, cada que hay elecciones.
La lucha intestina por el poder desata todo tipo de campañas sucias y escarnios en los medios informativos que se prestan a ello, especialmente en tiempos electorales, para golpear, desprestigiar y deshonrar a los aspirantes que hacen sombra.
No importa que hayan sido grandes amigos y compañeros de partido, la obsesión por el poder anula cualquier afecto, “el hueso” es primero que nada y “los amigos” pueden convertirse en acérrimos enemigos.
Ahí está el caso de actual Presidente de la República, quien fue desprestigiado con el eslogan: “un peligro para México”, mediatizado con tanta efectividad en la campaña presidencial de 2006, que inhibió el voto y sirvió para fraguar el fraude electoral en su contra. Aunque seis años más tarde, vino el rebote por el pésimo desempeño presidencial.
Otro ejemplo de estas campañas negras se desató en estos días en distintos medios de comunicación, impresos y electrónicos, para difamar y bajar de la contienda interna por el gobierno de Guerrero al senador con licencia Félix Salgado Macedonio.
Retomo su caso, porque es ilustrativo del impudor y la saña con que son capaces de tratarse los contrincantes políticos, compañeros de partido, para minar la imagen de quien va adelante o ya ganó una candidatura partidista interna, como es el caso de Macedonio.
Pero la vigencia de las campañas negras está en la llamada “prensa vendida”, porque ahí toman gran fuerza con la compra de conciencias y espacios informativos privilegiados.
Muchos medios, prestigiosas incluso, se prestan a este juego sucio e inequitativo donde solo tienen cabida el que paga, dejando en la indefensión al agraviado.
En el caso Salgado, el punto central de la campaña negra en su contra es una añeja acusación por violación revivida perversamente ahora, 20 años después, para utilizarla con claros tintes políticos y bajar a quien ya fue electo candidato para la gubernatura de Guerrero por su partido.
La acusación se reactivó ahora como un arma de golpeteo político para poder juzgar y condenar a Salgado, pero en los medios, no en tribunales, donde deben de dirimirse todos los asuntos judiciales.
Los juicios mediáticos pasan por alto los más elementales procedimientos legales, y sentencian al inculpado sin acopiar pruebas, evidenciando su intención política, al exigir que se actúe al margen de la más elemental justicia.
El recurso contra Macedonio es abyecto, porque lo razonable era denunciar el caso en su momento y desde antes de que fuera electo senador, pero el único fin de revivirlo es el escarnio, empleado como último recurso para acceder al poder de manera ruin, lo que retrata la ambición y dimensión política de sus adversarios.
Todos los puntos de vista son respetables, no se trata de formular una defensa a ultranza de ningún candidato, lo que sí deben ponderar los medios, sin excepción, es difundir con absoluta objetividad, sin descontextualizar, con las voces de todas las partes involucradas, todos los temas donde subyace un interés político coyuntural, más que evidente.
El propio Presidente de la República, de manera impecable, dijo sobre este caso que en épocas de elecciones salen a la luz pública todo tipo de falsedades, acusaciones y agravios.
Tiene razón el mandatario, es muy normal, pero es, también, inmoral y poco ético. Sería bueno trabajar la idea de legislar para desterrar estas prácticas políticas que muestran el bajísimo nivel de la política y sus protagonistas en México.
Los mexicanos queremos oír ideas, propuestas, políticas públicas innovadoras, debates de altura entre los candidatos y aspirantes, estamos hartos de descalificaciones, pleitos y shows mediáticos.
Por lo que toca a los medios de comunicación, cuya misión es informar y transmitir con oportunidad, contexto, objetividad, equidad, pluralidad e imparcialidad la noticia, es decir, con absoluto rigor periodístico, es recomendable que en tiempos electorales se impongan un código de ética para desterrar la llamada prensa vendida que tanto daño nos ha hecho a todos los mexicanos.
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