La relación causa-efecto es ampliamente conocida en el budismo, forma parte de las enseñanzas de las Cuatro Nobles Verdades y se encuentra en el fundamento de su práctica. Esta comprensión de la realidad es de gran utilidad para todos independientemente de la confesión religiosa o carencia de la misma, y de alguna manera se pone intencionalmente en la práctica cuando se tiene un objetivo en el horizonte.
Causa-efecto es un binomio que permite comprender el flujo de la vida. Este proceso, en perenne movimiento, es el autor de las condiciones de vida personales y comunitarias. Analizarlo facilita mirar al pasado, presente y futuro de forma objetiva. En efecto, hacia el pasado faculta observar las causas que fueron tejiendo la historia personal. En el presente, permite ver y comprender las causas que se encuentran en el pasado como precursoras y orquestadoras de la realidad actual. Hacia el futuro habilita proyectar un destino, reconocer los elementos necesarios para llevarlo a cabo, ordenarlos en la secuencia conveniente y trabajar en las causas correspondientes para llegar a la meta propuesta.
Sin embargo, las causas son más complicadas pues siempre se encuentran en el entramado relacional de la existencia en donde la acción de uno afecta ineludiblemente en el entorno y en los demás; de igual forma, las acciones de los otros y las condiciones del ambiente influyen la realidad individual. En esta interdependencia e interrelación es posible y necesario ampliar la comprensión de la propia existencia con el fin de encontrar caminos nuevos.
Las condiciones hacen referencia a las posibilidades que brindan los otros, el contexto y el momento concreto para llevar a cabo un objetivo específico. En este sentido, no sólo interviene en la historia personal las causas que se encuentran en el pasado, sino que existan las condiciones adecuadas para desplegar los recursos desarrollados.
En efecto, independientemente del cuidado con el cual se ha construido cierta certeza existencial, siempre hay condiciones ajenas a la persona misma que influyen para estimular o inhibir el proyecto de vida. Esta comprensión es importante mantenerla siempre en mente a la hora de interpretar la realidad propia, y se hace especialmente primordial en este momento de la existencia donde para muchos las consecuencias de la pandemia son adversas o al menos problemáticas.
Las consecuencias, entendidas como los hechos o acontecimientos que resultan de otros, son la suma no sólo de las causas personales y comunitarias que intervinieron en su desenlace, sino de las condiciones que los facilitaron o las inhibieron. Así, causas, condiciones y consecuencias son un trinomio en constante flujo en donde la forma como se asumen las condiciones y consecuencias se transforman en las causas del futuro.
Reconocer este proceso sumado a la habilidad de evaluar las condiciones reales que emergen de la realidad, junto con la flexibilidad para adaptar las expectativas y los objetivos, son elementos fundamentales para el desarrollo de un presente satisfactorio en la medida que la situación lo permite.
Indiscutiblemente la emergencia sanitaria alteró la realidad y las expectativas de futuro de muchos. Lamentar la situación, angustiarse, quejarse o simplemente esperar, dejan una sensación de insatisfacción, enojo y sufrimiento que de suyo no contribuyen a recrear la realidad. En cambio, observar situaciones que presentan condiciones adversas como ésta y jalar la energía que produce este revés, permite enfrentarlo como reto. Es decir, en vez de lamentar aquello que no está en el horizonte y añorar el pasado o la ilusión perdida, se trata de combinar lo que sí hay para sacarles el mayor provecho posible. Esta actitud abre nuevos horizontes, permite encontrar nuevos caminos, empodera a la persona y la hace dueña de su propia historia.
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