roles de género

Masculino/femenino: identidad sexual, género social

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Una de la identidades más patentes y primordiales en la mayoría de los seres humanos es su sexo, el conjunto de características biológicas de su cuerpo que les confiere la certidumbre de ser hombre o mujer. Los elementos biológicos involucrados en la identidad sexual incluyen cromosomas, formas de expresión genética, niveles de hormonas sexuales, anatomía de los genitales y características sexuales secundarias. Si bien estos factores tienen fundamentos definidos, el sexo genético, el gonadal, el genital, el hormonal, el psicológico y el comportamental tienen variaciones propias y no siempre coinciden en su conjunto.

cerebro masculino y  femenino
La profesora emérita de neurociencia cognitiva del Aston Brain Centre, Gina Rippon, y su libro sobre la cuestionable noción de un cerebro masculino y otro femenino.

Cada una de estas variables y funciones tiene una relación estrecha con el cerebro y se conocen pequeñas diferencias anatómicas entre los cerebros de hombres y mujeres, en especial de algunos núcleos del hipotálamo involucrados en el control hormonal. Varias diferencias mayores reportadas entre el cerebro masculino y femenino han sido corregidas o no se han corroborado. En general el cerebro humano tiene diferencias de grado y no de tipo entre sexos, “razas,” etnias o personalidades. Un tema interesante se refiere al peso del cerebro, que es un poco mayor en los hombres (ca 1,400 gramos) que en las mujeres (ca 1,250 gramos), incluso si se corrige por el peso corporal. Ahora bien, esto de ninguna manera permite concluir que los hombres son más inteligentes que las mujeres; de hecho se puede llegar a una conclusión distinta pues, con un cerebro 10% más ligero, las mujeres ostentan en general las mismas capacidades cognitivas que los hombres, lo que se puede interpretar como un cerebro más eficiente.

La mayoría de las personas se definen como “mujer” o como “hombre” en coherencia con el hecho contundente de tener vagina o pene y esta identidad conlleva una percepción muy diferente a lo largo de la vida de su sitio y papel en la sociedad. En efecto: hombres y mujeres usan diferentes fuentes de información y estrategias cognitivas para resolver problemas y para conducirse tanto en público como en privado. Es decir: de acuerdo con su identidad sexual, los individuos asumen catálogos de conductas, actitudes, creencias y expectativas que se consideran pertenecientes a cada género y propias de un rol social.

masculino y femenino
Las diferencias anatómicas, mentales y sociales, reales y atribuidas, entre el hombre y la mujer han sido frecuentemente expresadas en las artes, como es el caso de “Adán y Eva”, lienzo de Tiziano pintado entre 1485 y 1490 y depositado en el Museo de Prado (tomado de Wikipedia).

A pesar de la prevalente categoría binaria de “hombre” y “mujer”, está surgiendo la necesidad de definir de manera más específica y concreta las alternativas con las que las personas deciden su sexo o su género. Esto ocurre en particular por la lidia política de personas homosexuales y transexuales, de tal manera que conviene ir más allá de las categorías dicotómicas para evaluar la identidad sexual de un ser humano. Al examinar los casos individuales de acuerdo con las múltiples variables que condicionan la identidad sexual, se pueden emplear nociones más certeras y menos estereotipadas. Más aún: no es raro que las personas introspectivas y autocríticas descubran que pueden poseer o desarrollar actitudes, emociones o formas de pensar que tradicionalmente se ubican como propias del “sexo opuesto”. 

marcha gay
Foto tomada el 17 de mayo de 2019 en Cartagena, Colombia, durante la manifestación del Día Internacional Contra la Discriminación por Orientación Sexual (tomada de Wikimedia).

En las últimas décadas se ha acumulado información científica sobre diferencias entre hombres y mujeres en multitud de tareas, estrategias y capacidades cognitivas. Algunas diferencias son imputables a características físicas del cuerpo (por ejemplo, los varones suelen ser más fuertes y las mujeres más flexibles), pero han llamado más la atención las diferencias de orden cognitivo y afectivo, pues, enfrentados a ciertas pruebas y tareas, hombres y mujeres suelen usar estrategias y habilidades diferentes. Está bien establecido que en algunas pruebas o tareas las mujeres tienen un desempeño mejor y los hombres en otras. Por ejemplo, ellas utilizan señales objetivas para orientarse en un lugar desconocido, en tanto ellos suelen usar un mapeo de puntos cardinales. Pero sucede que tanto unas como otros pueden entrenar las habilidades y compensar las diferencias para alcanzar niveles comparables de ejecución y eficiencia. El hecho de que en diferentes pruebas las mujeres ejecuten múltiples tareas y acciones creativas de manera tan eficiente como los varones, lo cual era de esperarse, muestra que es posible llegar a similares resultados utilizando diferentes métodos y procesos. 

La distinción que se ha venido dando entre “sexo” y “género” es útil en muchos contextos para discernir los factores biológicos propios del primer término y los culturales del segundo. Sin embargo, la distinción no es tajante, pues no sólo las características biológicas instigan la identidad sexual psicológica y social, sino que el rol ejercido como mujer o como hombre influyen y modulan la función cerebral y endocrina. Las categorías de “sexo” y “género” no son plenamente separables entre sí, ni distinguen a dos grupos de personas, hombres y mujeres, pues los ingredientes genéticos, biológicos, cerebrales, cognitivos, conductuales y sociales conforman una unidad funcional que corresponde a la identidad sexual.

Francoise Heritier
El libro Masculino/Femenino. El pensamiento de la diferencia de Françoise Héritier, antropóloga del College de France y sucesora de Lévi-Strauss. A la derecha, la autora fallecida en 2017.

La antropóloga estructuralista Françoise Héritier ha reflexionado largamente sobre los fundamentos cognitivos de la dominación masculina en prácticamente todas las sociedades humanas y propone que se relaciona a una oposición asumida de dos sexos, por la cual lo masculino y lo femenino se conciben de manera binaria y esto implica una carga, sea negativa o positiva, de valoración simbólica. La dualidad implícita de “sexo opuesto” y su acepción de “contrario” puede tener diversas derivaciones. Una correlación muy negativa ha sido la dominación masculina y androcéntrica asentada sobre una jerarquía supuesta de privilegios considerada “natural” en las sociedades más diversas y que tiene su manifestación más generalizada en el machismo y más pavorosa en el feminicidio. Si bien esta supremacía ha empezado a revertir con muchas dificultades desde la década de 1960, queda mucho por recapacitar y rectificar para alcanzar una igualdad aceptable.

Una derivación positiva de la oposición binaria es la idea de que los dos sexos tienen capacidades suplementarias, de tal manera que la relación de pareja puede suponer una asociación ventajosa para ambas partes. Desde luego que esta noción ha surgido repetidamente, por ejemplo, en la noción del amor románico, y ha llevado a afirmar a la relación de pareja y al matrimonio heterosexual como el único vínculo posible entre dos personas para formar hogar y familia. También esta suposición ha sido confrontada con éxito creciente a partir de los años sesenta, aunque en general se ha salvaguardado y aún fortalecido la importancia y la necesidad del amor (o esta es mi esperanza).

La división de labores fue seguramente útil y aún necesaria en las sociedades de cazadores-recolectores y en las sociedades agrícolas donde hombres y mujeres llevaban a cabo trabajos disímiles para asegurar entrambos una subsistencia que sería aún más difícil en solitario. Las sociedades urbanas tienen ahora otras opciones para que las personas se asocien de diversas maneras y solventar una existencia que presenta demandas muy distintas a las que enfrentaron sus ancestros. Esto implica un reto formidable que no se limita a la lucha social y política por la igualdad de condiciones, derechos, dividendos y dignidades para todas las personas, sino requiere un desarrollo de la conciencia de cada quien en referencia a la identidad sexual, tanto la propia como la ajena.


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¿Afrenta a la masculinidad? Paternidad durante la pandemia

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Para todos los varones que, transformando su masculinidad
frente al reto que nos presenta la actual pandemia,
asumen nuevos roles en su paternidad confinada.

La crisis sanitaria que padecemos ha modificado la vida de las familias en el mundo. La cuarentena vivida en varios países ha hecho que padres, madres e hijos se mantengan dentro de casa. Esto ha repercutido en la transformación de roles en el núcleo doméstico. En una contribución anterior a esta columna comentaba cómo las madres trabajadoras, además de su jornada laboral fuera o desde casa, deben hacerse cargo del trabajo doméstico, así como de la crianza y enseñanza de los pequeños que no van a la escuela.

En mayor o menor medida, estos cambios también han impactado la vida de los padres. En esta ocasión, y como parte de la celebración del día del padre, quisiera hacer una reflexión sobre el ser padre durante la crisis sanitaria y lo que esto significa para la masculinidad. Mi reflexión se basa en lo que he visto, vivido y oído en mi cotidianidad confinada.

Transformación de la masculinidad

Un padre, producto de la crisis económica generada por la pandemia, se ha quedado sin empleo. Desde hace unas semanas él y su hija de tres años dependen del ingreso de la esposa, quien tiene que trabajar desde casa. Ella debe atender múltiples reuniones virtuales y preparar documentos de trabajo para ser discutidos con sus colegas y jefes. Tiene poco tiempo para cocinar, limpiar y cuidar a su hija. Entonces él es quien debe cubrir estas responsabilidades. Ante la falta de apoyo externo, el padre debe levantar a la niña, hacerle el desayuno, prepararla para que tenga su clase virtual, jugar con ella, hacer la comida para los tres. Después de comer, nuevamente, debe entretener a la pequeña debido a que la mamá tiene que seguir con su jornada de trabajo hasta las seis de la tarde.

paternidad durante la pandemia
Ilustración: Janna Morton.

Otro padre tiene que modificar su dinámica de trabajo para ayudar a su esposa en la crianza y el cuidado de los dos pequeños que tienen, un recién nacido y una niña de dos años. Él ya no tiene tiempo para hacer ejercicio, leer el periódico o hacer una jornada laboral de ocho horas. Ahora debe sortear el trabajo no asalariado con su trabajo asalariado. Papá y mamá intercambian días y horas, entre el cuidado de los niños y el trabajo de ambos. La madre también trabaja desde casa o, al menos, eso intenta. Un par de horas, por el día o la tarde, él cuida a los niños mientras la mamá trabaja. A la hora de comer él alimenta a la niña mientras la mamá hace lo propio con el más pequeño. En la noche él se encarga de dormir a la pequeña mientras la mamá se ocupa del bebé.

En otra familia, ambos padres han quedado desempleados por la crisis generada a causa de la pandemia. Mientras la madre se encarga del cuidado y la crianza de sus dos hijos, un niño de cinco y una niña de dos, el papá ha estado buscando opciones para generar ingresos. Es buen cocinero, así es que se ha lanzado a hacer conservas y encurtidos para ofrecer en el vecindario. Parece que la estrategia económica está resultando exitosa, ya tiene los primeros pedidos.

Una escena más nos muestra una familia donde el otrora padre ausente ahora está, al menos físicamente, presente en el hogar. En esa familia el padre diario salía a trabajar desde temprano, regresando a altas horas de la noche, por lo que sólo interactuaba con sus dos hijos –uno de seis y uno de tres– los fines de semana. No obstante, ahora, con el confinamiento social, este padre debe trabajar desde casa. Esto ha hecho que su rutina se transforme. Si antes consumía tres o cuatro horas en total para trasladarse a su oficina, ahora ocupa ese tiempo para convivir con sus dos hijos. Asimismo, ahora él desayuna, come y cena con ellos y su esposa. Esto, sin duda, ha transformado su rutina, sus hábitos, sus gustos y disgustos. El padre ausente se ha vuelto un padre presente. Si antes era fácil “escapar” de su dinámica familiar con el trabajo, ahora no hay pretexto para no convivir con sus hijos.

Estas ilustraciones de la vida cotidiana nos muestran cómo se modifica la masculinidad de éstos y otros tantos padres en México y el mundo. Debido a que los que aquí retrato son hombres de entre 40 y 50 años, ellos no fueron educados para cuidar y criar niños. Lamentablemente, los tradicionales roles de género aún marcaron su masculinidad: no jugaron nunca con muñecas, pero ahora deben hacerlo para entretener a sus hijas; y, además, deben asumir las tareas de cuidado y crianza que a las niñas se les suele inculcar desde pequeñas. Para ellos, sin duda, es un reto no menor. Su masculinidad se ve comprometida, amenazada… pero están aprendiendo a que siguen siendo “igual de hombres” si no son ellos los proveedores del hogar, si son ellos los que deben cuidar a los hijos, si son ellos los que han de cambiar pañales, si son ellos los que deben jugar a las muñecas.

paternidad
Ilustración: Sua Balac.

Obviamente estas situaciones dejan fuera aquellas familias donde, lamentablemente, los varones no están interesados en transformar su masculinidad para asumir nuevos roles de paternidad. Ahí están los miles de varones que se tornan en una amenaza para las esposas, los hijos y demás familiares que comparten el hogar. Frente al estrés que puede traer el confinamiento, así como al mal manejo de las emociones, estos varones son el enemigo en casa. De ahí que en esta cuarentena hemos visto de manera alarmante la forma en que, en México y América Latina, han crecido las denuncias por violencia intrafamiliar.

Criando nuevas masculinidades

En suma, estas experiencias nos deben dejar una lección para quienes ahora estamos criando hijos e hijas. No podemos seguir reproduciendo estereotipos de género donde los varones no se hagan cargo de labores domésticas, de la crianza de los niños o el cuidado de adultos mayores y enfermos. No podemos seguir pretendiendo que éstas son labores exclusivamente de las mujeres. Además, debemos trabajar con las emociones de nuestros hijos varones a fin de que en un futuro puedan controlar sus miedos, enojos, angustias. Crisis como la que estamos viviendo nos muestran cuán vulnerable somos como especie. La separación de roles y el encapsulamiento de las emociones no nos sirve cuando nos vemos amenazados por situaciones de riesgo y vulnerabilidad como la actual.

No podría asegurar que los padres que ahora están asumiendo estas labores las disfruten. Lo que debemos asegurar para el futuro es que los varones estén preparados para disfrutar tanto el cuidado de los niños como el trabajo en una oficina. Tendremos que enseñar a nuestros hijos e hijas el valor de ambas tareas: aquellas que se hacen fuera de la casa y aquellas que se hacen dentro. No podemos seguir descalificando el trabajo doméstico –aquel que incluye mantener una casa en orden y también el que se hace con la crianza y cuidado de hijos y otros familiares– a expensas del trabajo profesional o de algún otro oficio extradoméstico. Tenemos que inculcar en las niñas y los niños el valor que tienen ambos esfuerzos.

De esta forma estaremos criando mujeres y hombres más plenos, más completos, capaces de afrontar crisis como la que vivimos.


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