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Garantizan abasto de pescados y mariscos para Semana Santa

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La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) informó que hay abasto suficiente de pescados y mariscos de producción nacional para el periodo de cuaresma 2021 que inicia en México.

En esta temporada, que comprende también la Semana Santa, se prevé comercializar alrededor de 325 mil toneladas de productos pesqueros y acuícolas de todo el territorio nacional.

La dependencia, en ese sentido, asegura que se podrá abastecer con el apoyo de productores de pequeña escala que realizan su labor en las zonas costeras y en cuerpos de agua dulce

El organismo de agricultura recomendó consumir productos extraídos de los mares, ríos, lagunas y granjas acuícolas del país, que aportan alto valor proteínico y vitaminas al ser humano.

La SADER expresó que las especies disponibles para consumo en esta temporada son atún, sardina, tilapia, jurel, curvina, cazón, lebrancha, lisa, cojinuda, pargo, mojarra, lenguado, robalo, botete, camarón y sierra, entre otros.

Por su parte, La Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) resaltó que en México se produce una amplia variedad de alimentos de alto valor proteínico, excelente sabor, y que se pueden adquirir desde precios que inician en 20 pesos el kilogramo y hasta en cien pesos por kilogramo, dependiendo de la especie y región productora.

La Conapesca destacó que las familias mexicanas pueden tener acceso a una gran variedad de alimentos altamente nutritivos, gracias al trabajo de los productores de pequeña y mediana escala, que no se ha detenido a pesar de la contingencia sanitaria por el COVID-19.

Covid-19: Una verdadera Cuaresma

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#Covid19 #Cuaresma

Recuerdo, cuando era niño, que al llegar la Cuaresma mi abuelita me decía que eran tiempos de guardar. También recuerdo que mi mamá ponía varios papelitos en un recipiente, papelitos que los cuatro hijos sacábamos y que cada uno de ellos tenía actividades específicas que normalmente no haríamos, pero que por ser Cuaresma la realizábamos ofreciéndole a Dios nuestro “trabajo”.

En la religión católica la Cuaresma son aquellos 46 días que recuerdan a los 40 días que ayunó Jesucristo en el desierto. Esos días inician el miércoles de ceniza y terminan en la víspera del domingo de resurrección. Durante ese período algunos hacen ayunos, otros penitencias, otros no comen carne los viernes, pero en general, el católico practicante debiera hacer algunos sacrificios y guardarse. No necesariamente la frase se refiere a que se esté literalmente guardado en algún lugar, sino que son tiempos de austeridad, de gastar menos, de ser más humildes y de recordar los últimos días del Cristo que moriría en la cruz y salvaría a los hombres, abriendo las puertas del cielo. El pasado 26 de febrero fue el miércoles de ceniza, marcando el inicio de la Cuaresma de este año. Casi el mismo día empezamos con el coronavirus en el país, cuando se dio a conocer el primer caso de un hombre contagiado que venía de Italia.

Debo decir que, aunque fui criado como un católico, tengo ya muchos años de no ser practicante. No soy, por así decirlo, un fan de las iglesias (de ninguna); sin embargo, hay muchas cosas que me gustan de las religiones y, particularmente que en la Cuaresma católica se invite a que participemos de una época de recato, sacrificio y veamos por los demás, siempre se me ha hecho algo muy plausible. Lo que me llama la atención es cómo ha coincidido el período de la Cuaresma con la crisis de COVID-19, que nos ha hecho –más por fuerza que por ganas– comportarnos como lo dictaría la Cuaresma católica. Nos hemos guardado, estamos haciendo sacrificios importantes todos los días y hemos visto actos de solidaridad y de pensar en los demás en una sociedad que, incluso adelantándose a su gobierno, ha tenido a bien, hasta el día de hoy, contenerse y cuidarse.

Sin duda los caminos de Dios son perfectos y esto que está pasando debe darnos muchas lecciones de vida. En México, un país eminentemente católico, ni los más ortodoxos pensaban en la Semana Santa como una época de guardar; por el contrario, la gente salía a disfrutar de las playas, los balnearios y los más acaudalados viajaban al extranjero para descansar con la familia y con los amigos. Qué bueno que se tengan esos momentos de vacaciones y yo espero que esa posibilidad de salir se normalice en los próximos meses; sin embargo, no podemos ni debemos olvidar lo que ahora nos ha pasado y valorarlo. Esta Cuaresma obligada nos invita a ser más generosos, más compasivos, más solidarios y reflexivos. Ya lo dije en mi artículo anterior, pero debo insistir en que este sacrificio debe darnos nuevos bríos para ver las cosas importantes de la vida y no perdernos en lo superfluo y mundano.

Entender que lo que se disfrutaba hace algunas semanas y que hoy no tenemos de forma absoluta, es la libertad. Esa libertad absoluta que ahora se ve limitada no la teníamos identificada, la dábamos por un hecho y ni siquiera le dábamos importancia. Ahora, en nuestras casas, la extrañamos.

La Cuaresma nos recuerda que hay que ponernos límites, que hay que hacer sacrificios y, sobre todo, que hay que pensar en los demás. No le hemos prestado la debida atención, aunque cada año se celebre. Tuvo que venir una pandemia para que viviéramos la Cuaresma. Ojalá nunca se nos olvide y seamos seres humanos más sensibles y humildes.

Realmente, si entendemos el fondo de lo que significa la frase “tiempos de guardar” sin fanatismos, pero sí con conciencia, saldremos de esta pandemia mucho más fortalecidos como sociedad y cada uno en lo individual. La crisis económica que seguramente se derivará después de la crisis médica, irremediablemente nos hará ser más austeros y conscientes en nuestros gastos. Si estamos preparados en términos espirituales de que se puede vivir más simple, estaremos bien; si nos quedamos pensando en lo que perdimos, en que ya no podemos gastar en A o B y nos lamentamos, no habremos aprendido nada de esta Cuaresma obligada y nos sentiremos mal.

Que el COVID-19 nos deje muchas enseñanzas y que la Cuaresma nos las recuerde cada año.


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