violencia

Desert Music

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El arte es para vomitar a la realidad, para llevarla adentro, tocando lo más oscuro y sacarla, tal vez más terrible, tal vez más insoportable. La existencia no tiene tiempo, ni siquiera es nuestra, pensamos que la vivimos, que le damos un sentido y desde ese punto en que no podemos cambiarla nos demuestra que estar aquí, que ser lo que creemos que somos, es una ilusión de nuestra vanidad. Entonces llega el arte y nos enfrentamos a algo que nos deja vivir, sentir que se puede cambiar un ápice nuestra insuficiente condición. La pesadilla intemporal y eterna de la frontera mexicana, ese lugar del tránsito penitente, en el que la degradación se concentra infranqueable, agujero claustrofóbico del que sólo se escapa con un poema, canta William Carlos Williams, ante un cadáver sin piernas y sin brazos que podría ser un huevo o un montón de harapos, “¿Cómo decir lo que ha de ser dicho?”, “Sólo el poema”.

“Sólo el poema” y el poema está sólo, y el arte está sólo y la creación está sola, y vivimos esta realidad, la padecemos, mentirosos decimos que la gozamos, falseando creemos en lo que hemos hecho de nosotros y en el puente entre El Paso, Texas, y Ciudad Juárez, el poeta ve un cadáver. “Sólo el poema medido con exactitud, imitar y no copiar, la naturaleza: no copiar la naturaleza”, el arte no copia, imita, observa, aprende, se traga eso que desea y lo vomita, y ahí está la obra, ahí está la realidad y así, como leer un poema o como ver un dibujo, entendemos algo, intuimos que por fin, eso de tan insoportable tiene explicación, tiene que estar ahí, en ese instante y ser para nuestro ser, ser para el arte.

poema williams
William Carlos Williams, escritor estadounidense (Fotografía: LitKicks).

Los que no quieren ver dicen con parca ignorancia “pintura retiniana” negando la presencia de los sentidos en la contemplación, los sentidos que nos obligan a tragar esa realidad y nos empujan a asimilarla pedazo a pedazo con un poema o un dibujo. Detenidos, esperamos el símbolo que contiene esa cotidianidad que no soportamos, balbuceamos la metáfora que la sublima, refugiados en el artificio de la forma, podemos soportar lo que nos es dado, lo que nos ha condenado, y acumulamos en la memoria poemas, imágenes, música que significan el todo que nos acorrala, y así, adoramos aquello que aborrecemos. La prostituta que baila grotesca, los gringos borrachos y a Williams “se le atraganta el poema” porque debe salir, debe ser expulsado así con la violencia en que entró esa suciedad, ese cadáver. “No consigo escapar”, “No consigo vomitarlo”, “Sólo el poema escrito, el verbo lo trae al ser”. La belleza, la presencia misma de la obra, es un cuerpo destazado, el artista toma sus pedazos y los lleva al color, los reúne en palabras, los desbarata en música, y sobrevivimos gracias a esos despojos.

El arte, sacarlo todo, no cargarlo dentro, dejarlo atrás convertido en poema, en algo que ya no es ese momento, que es todos los momentos, que se queda ahí, triunfando sobre este espanto que no comprendemos, “una agonía de la autoconciencia” y que nos seduce, nos convence, de que esa agonía tiene sentido, recompensa y final, mientras alarga el camino sin salida.

Violencia de género e injusticia social: crece encono de la acción colectiva

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Acciones colectivas frente a situaciones límite

¿Por qué en fechas recientes miles de mujeres se han movilizado en las calles de las ciudades mexicanas armadas con palos, martillos, pinturas y cadenas exigiendo un freno a la violencia machista al grito de el violador eres tú? ¿Por qué millones de mexicanos votaron el año pasado por una opción política que prometía cambios en torno a la justicia social? Estas preguntas, por muy disímiles que parezcan, tienen un elemento en común a la hora de responderlas. Ambos fenómenos parten de una fuente de indignación y enojo frente a situaciones límite de violencia de género o injusticia social. Tales situaciones límite se ilustran con cifras como las siguientes:

~ En México, la violencia machista acabó con 3,742 mujeres en 2018, lo que significa más de 10 víctimas diarias (Reina y Zerega, 2019).
~ El 66% de las mexicanas mayores de 15 años ha sido víctima de violencia según una encuesta de 2016 sobre relaciones en el hogar (Barragán, 2019).
~ De enero a septiembre de 2019, dos mil 833 mujeres han sido asesinadas en México; pero, de esta cifra, sólo 25.6% (726 casos) son investigados como feminicidios (homicidio por género), mientras que los otros 2,107 asesinatos, son calificados como homicidios dolosos (Animal Político, 2019).
~ En México, 4 de cada 10 personas son pobres, es decir 52.4 millones de mexicanos o 41.9% de la población (Riojas y Ortega, 2019).
~ La pobreza se agudiza en el sureste del país (tres estados concentran el 20% de individuos en esa situación), y afecta a pueblos indígenas, adultos mayores, personas con discapacidad, así como niños y adolescentes (Riojas y Ortega, 2019).
~ Según cifras de 2018, el 48.8% de la población mexicana tiene un ingreso inferior a la línea de pobreza; mientras que 16.6% está por debajo de la línea de pobreza extrema (CONEVAL).

En un panorama así, no es extraño que las mujeres, por un lado, estén furiosas y que, no vislumbrando otra alternativa mediante la cual fueran escuchadas, se lanzaran a las calles a protestar con muestras de gran enojo contra la violencia de género -haciendo referencia a las marchas anteriores cuando se manifestaban sólo con gritos, una alumna de la UNAM argumenta “¿De qué servía que gritáramos? ¿De qué sirvió hacernos las buenas? Nos están matando, carajo” (Reina y Zerega, 2019)-. Por el otro lado, tampoco es extraño que millones de mexicanos, hartos de que los políticos siguieran robando impunemente, mientras amplios sectores poblacionales no contaran con las condiciones mínimas para vivir dignamente, hayan votado por un candidato que prometía la tan anhelada justicia social.

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Ilustración: Golden Cosmos.
Desigualdad: de la naturalización del problema

A lo largo de los años hemos encontrado discursos que justifican la violencia de género o la pobreza en México con frases como: “la culpa fue de ella por vestirse así” o “son pobres porque quieren”. Estos discursos se fundamentan en una desigualdad estructural, de género y socioeconómica, que atraviesa a toda la sociedad mexicana. Tal desigualdad ha provocado, de un lado, la naturalización de la violencia y la injusticia social. Con ella, las violaciones o los asesinatos de mujeres, así como las contrastantes tasas de desnutrición o mortalidad entre el campo y la ciudad aparecen como escenarios “normales” en la vida de México. Pero, del otro lado, la desigualdad también ha gestado encono social. Impulsadas por movilizaciones globales o arropados por las palabras de un carismático líder, quienes han vivido la violencia y la pobreza en carne propia o la han visto de cerca han encontrado en las manifestaciones feministas y en el voto/apoyo a un candidato/gobernante que promete una transformación, una vía para sacar el enojo contenido durante años.

Es por ello que no resulta raro encontrar entre las mujeres que se manifiestan y entre los seguidores del presidente, palabras y acciones de ira difíciles de comprender si no consideramos el contexto más amplio. Lo lamentable es que también, y como contraparte de este encono social, encontramos palabras y acciones de quienes no comparten tales sentires. De ahí que, en el discurso y la práctica, estemos viviendo una polarización de visiones que parecen irreconciliables. De un lado están las mujeres que gritan, golpean, pintan y cantan para acusar a los (potenciales) delincuentes que las atacan; mientras que, del otro, están los hombres (y algunas mujeres) que las acusan de ser ellas mismas violentas y exageradas en su reacción. De igual forma, de un lado están los seguidores del presidente quienes alaban todas las acciones tomadas por su líder a la vez que descalifican cualquier crítica en su contra y, del otro, están los adversarios que buscan el menor resquicio para criticar, con o sin razón, al presidente y sus seguidores.

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Ilustración: Victor Solís.

¿Qué hacer en un escenario con estas características? ¿Debemos tomar partido e incrementar las filas de aliados o adversarios? Sin duda alguna, si nos sentimos agraviados eso haremos. Pero ¿hacia dónde llegaremos como una sociedad enojada, como una sociedad polarizada? La respuesta no es sencilla. Lo cierto es que frente a situaciones límite parece que ya no hay vuelta atrás. Lo que hemos estado viendo los últimos dos años en términos de acción colectiva (con protestas o con el voto) también se puede leer como el despertar de una sociedad que, a pesar de estar agraviada, por décadas permaneció en la sombra, dormida e indiferente frente a situaciones tan lamentables como la violencia de género y la injusticia social.


Fuentes consultadas:
Animal Político-Redacción (2019), “Suman casi 3 mil mujeres asesinadas en México en 2019; solo 726 se investigan como feminicidios”, Animal Político.

Barragán, Almudena (2019), “La frustración y el enojo: la ruta para denunciar el abuso sexual en México. Cuatro mujeres relatan las dificultades para llevar ante la justicia sus casos de abuso sexual”, El País.

Reina, Elena y Georgina Zerega (2019), “Las mexicanas gritan basta a la violencia machista. Miles de manifestantes exigen poner fin a la violencia machista, que acaba diariamente con la vida de 10 mujeres en el país”, El País.

Riojas, Cristóbal y Ariadna Ortega (2019) “4 de cada de 10 mexicanos son pobres, anuncia el Coneval”, Expansión.

Frontera, violencia y conflicto

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Ha cobrado relevancia y atraído la atención la ola de enfrentamientos que desde hace varias semanas suceden muy cerca de la línea divisoria. Es la frontera norte de México, en donde se han registrado eventos de gran violencia por parte de grupos fuertemente armados.

No resulta extraño que contingentes de la delincuencia organizada se enfrenten con las fuerzas de seguridad o con grupos contrarios, tampoco es novedoso el alto índice de criminalidad en determinadas regiones del norte del país tradicionalmente identificadas con actividades ilegales dada su ubicación geográfica.

 Lo que sí resulta sorprendente es la cercanía de los últimos eventos, la inexplicable motivación, la perversidad mostrada en los ataques y la capacidad de fuego que han exhibido los sicarios.

narco libro
Ilustración: Ricardo Figueroa.

 Indudablemente, el caso más monstruoso que se ha registrado es el artero crimen en contra de los integrantes de la familia LeBarón que ha generado no sólo el natural repudio social a la brutalidad, sino que ha condicionado temas de la relación bilateral con el gobierno estadounidense y ha puesto sobre la mesa, de manera preocupante, el tema del terrorismo. Los eventos violentos que se han presentado en Nuevo Laredo entre criminales y fuerzas del orden no difieren mucho de otros que se han registrado en diferentes entidades, pero, tanto el doloroso caso de Bavispe, Sonora, como el más reciente sucedido en Villa Unión, Coahuila, no acaban de encuadrarse plenamente en el perfil de otros ataques, a los que parece, nos hemos venido acostumbrando.

En el caso de Bavispe, la agresión que aún hoy se especula, a pesar de la evidencia, si fue confusión estuvo dirigida sobre mujeres y niños con terrible saña. En el asunto de Villa Unión, una pequeña población con unos pocos miles de habitantes, el ataque poderosamente armado, fue dirigido ostensiblemente contra el edificio municipal sin importar que en el inmueble hubiera civiles. En ambos casos existen, más que certidumbres, lucubraciones, suposiciones que atribuyen la posibilidad de represalias o de la intención de tomar el control en zonas específicas para favorecer sus actividades delictivas, dada la cercanía con la frontera.

Sin embargo, la naturaleza de ambos sucesos mueve a la suspicacia y de alguna manera refuta esta interpretación, toda vez que, si ésa fuera la intencionalidad, lo menos que buscarían los criminales sería “calentar el área” y atraer sobre sí la atención de la autoridad con la lógica respuesta para saturar la zona con efectivos militares o policiales, amén de la cooperación de autoridades norteamericanas.

La característica común de los recientes eventos es precisamente la cercanía con la frontera norte, la espectacularidad de las acciones y el poder del armamento empleado. Se va haciendo común la utilización de ametralladoras antiaéreas y fusiles de francotirador de calibres .50”, propias de las fuerzas armadas, así como de vehículos acondicionados con blindajes diversos de los que disponen las bandas delictivas que fueron evidentes desde el culiacanazo.

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Ilustración: Patricio Betteo.

La temporalidad de los acontecimientos en la frontera coincide con la posición que ha expresado el gobierno de Estados Unidos con respecto a la situación de la inseguridad y la violencia en México. El país vecino ha ofrecido tanto colaboración como el envío de tropas, lo que ha despertado ámpula y ha sido rechazado abiertamente por el gobierno mexicano pero, evidentemente, no pueden desestimarse las declaraciones del mandatario norteamericano sobre la posibilidad de incorporar a los cárteles del narcotráfico mexicanos en su lista de grupos terroristas.

No sabemos si es coincidencia, la doctrina enseña que los grandes conflictos entre naciones vecinas se han producido a partir de incidentes fronterizos que, en muchas ocasiones, no tiene mayor trascendencia.

No resultaría ocioso dedicar un buen tiempo a la reflexión y poner atención prioritaria a la observación y cuidado de ese espacio común que nos une y divide.

Las fronteras son simultáneamente puntos de encuentro y zonas de conflicto, con gran envergadura y repercusión en todos los temas de la Seguridad Nacional.

¡No estás sola!

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Como cada 25 de noviembre la ONU hace un llamado a detener la violencia de género.

En redes sociales se usan las tendencias #DiacontralaViolenciadeGenero y #DíaNaranja para difundir las acciones a realizar por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la mujer, mismas que se encuentran respaldados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y que incluirán 16 días de activismo contra la violencia de género.

A través de una comunicado la ONU detalló que el programa Únete de aquí al 2030’, será resaltada durante la jornada, para invitar a llevar a cabo tareas a nivel mundial para concientizar, promover y compartir conocimientos e innovaciones que contribuyan a la erradicación de la violencia contra las mujeres.

“La violación, la violencia sexual y el maltrato son fenómenos que afectan a mujeres y niñas de todo el mundo, en tiempos de paz o de guerra. Las cifras exactas de violaciones y agresiones sexuales son sumamente difíciles de confirmar como consecuencia de la osadía e impunidad con las que cuentan los agresores, el estigma que sufren las sobrevivientes y el silencio que sigue a la agresión”, expresó ONU Mujeres.

De acuerdo con el País , desde 1981, en Latinoamérica se conmemora cada 25 de noviembre el día contra la violencia de género. Ya que los movimientos feministas de la región, acuñaron esa fecha en honor a las dominicanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, tres hermanas asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por orden del dictador Rafael Leónidas Trujillo, del que eran opositoras.

Años más tarde, en 1999, la ONU se sumó a la jornada reivindicativa y declaró cada 25 de noviembre Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en honor a las hermanas Mirabal.

Cuando la ambición es más grande que la dignidad

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#Ambición #Dignidad

Cuando en las últimas semanas hemos visto pifias como la detención de Ovidio Guzmán, masacres como las de los niños y mujeres en la frontera entre Chihuahua y Sonora, datos que revelan niveles de inseguridad mayores en prácticamente todos los rubros, reporteros “levantados” que luego aparecen muertos, descubrimientos de fosas llenas de cadáveres en Jalisco y declaraciones como la del Secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana donde, palabras más palabras menos, dice que “si su renuncia sirviera, entonces la daría”, me pregunto ¿por qué no ha renunciado Durazo?

Su renuncia, por decir lo menos, serviría para que alguien más ocupe su lugar. El cargo no lo puede ejercer más de una persona. Hoy no lo ejerce nadie, pero lo ocupa un sonorense que no ha tenido la capacidad de, siquiera, contener la inseguridad que azota a nuestro país.

México es uno de los países más inseguros y violentos del mundo, eso no es nuevo; es también producto de malas políticas públicas que, en materia de seguridad, se dictaron en gobiernos pasados. Sin embargo, un nuevo gobierno, que probablemente fue elegido precisamente porque la gente estaba harta de las malas decisiones de los gobiernos anteriores, no puede echarle la culpa al pasado de lo que hoy, a casi un año de gobierno, no han podido –qué digo resolver– ni siquiera contener.

La ola de violencia, impunidad y desfalco que estamos viendo por parte del crimen organizado es producto de un ambiente permisivo que está más preocupado por encontrar culpables de cuello blanco por actos de corrupción, que a todas luces es necesario, antes que salvaguardar la integridad física y las garantías de las personas.

Lo graves es que pareciera que los mexicanos hemos perdido la capacidad de asombro cuando escuchamos que hubo un muerto o treinta; lo oímos con absoluta normalidad, ya es parte de nuestra cotidianidad. Sin seguridad no hay nada y es lo único que el Estado no puede delegar ni subrogar. Es su obligación principal.

El origen de cualquier Estado, en el periodo histórico que se quiera revisar, es para proteger su territorio y proteger a sus ciudadanos. Aquí, por muchas razones de todo tipo, como la falta de educación y de oportunidades laborales, la pobreza, la corrupción, la impunidad, etc., se ha incrementado la inseguridad, el encono, la violencia y el deterioro del tejido social. Los últimos gobiernos no han hecho su parte y éste, que apenas tiene un año, tampoco. No he visto una sola propuesta seria para combatir al crimen organizado, bajar la incidencia delictiva, mejorar los sistemas de justicia, pero al final eso no importa, podríamos no ver propuestas, pero sí acciones. Es más, yo soy de los que prefiero mil veces a las acciones sobre las propuestas, porque de las últimas ya hemos visto muchas por décadas que no pasan de ahí, y se quedan en meras propuestas. Sin embargo, no vemos acciones; y si las hay, deben ser muy pobres porque no estamos viendo resultados. Espero de corazón que lo de la Guardia Nacional sí funcione, pero hoy no se ve cómo.

El responsable de la seguridad pública es el Secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana… y no está dando resultados.

En materia de seguridad no hay tiempo, se nos acabó hace mucho. Nuestros hijos no pueden estar por las calles de sus ciudades sintiéndose inseguros. El patrimonio de las personas no puede estar en riesgo por la amenaza de un cobro de derecho de piso, una extorsión o un robo. Las inversiones no pueden seguirse inhibiendo porque no se ve una aplicación clara del Estado de Derecho y no se percibe seguridad física ni jurídica. El tiempo se agotó y, si no hay un verdadero cambio en la política de seguridad, muy pronto no tendremos mucho qué ofrecer como país a los de afuera, pero sobre todo, a los de adentro.

Somos muchos más los mexicanos que queremos vivir en paz, sin enconos y con tranquilidad. Somos muchos más los mexicanos honestos y trabajadores, que los ladrones, asesinos y secuestradores. El gobierno tiene que entenderlo, en el ciudadano tiene a su mejor aliado y a éste se debe. El gobierno está hecho por ciudadanos mexicanos como todos los demás y no por ser la “autoridad” pueden sentir que son de otra casta, de otro planeta o casi entes religiosos. Aquí todos somos iguales, con la diferencia de que los que se contratan para un puesto público como el de Secretario de Estado, tienen la enorme responsabilidad de responderle a un mayor número de mexicanos y sus resultados tienen el escrutinio de todos los ciudadanos.

Hoy tenemos claro que, en materia de seguridad, el gobierno está reprobado y tiene que haber cambios. Todos queremos a nuestro país, tanto aquellos que están dentro del gobierno como los que estamos fuera. México nos identifica y nos ha dado todo. Un funcionario público tiene la enorme responsabilidad de dar buenos resultados porque sus decisiones (buenas o malas) afectan el desarrollo del país en los ámbitos de su competencia. En materia de seguridad, sus decisiones nos afectan a todos.

El privilegio de servir en el gobierno debe de aprovecharse para poner todas las aptitudes de uno al servicio de la nación y si no se está capacitado para cierta función, tener la humildad de aceptarlo y buscar nuevos horizontes. Las consecuencias de detentar puestos de alta envergadura y trascendencia para la vida de un país y hacerlo mal, es prácticamente una traición a ese país que te ha dado todo.

Los que no puedan, que por favor, por dignidad y por el bien de México, se vayan a hacer otras cosas.

La delincuencia: monstruo de mil cabezas

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Estimados lectores, hoy tengo un malestar, siento rabia, odio, rencor e impotencia, por lo que pasa todos los días en nuestra área conurbada (CDMX–EDO. DE MEX), sí, todos los días los ciudadanos que utilizan el transporte público, es decir, nuestra gente trabajadora, incluidos varios compañeros de oficina o plantas, útiles al país, que pagan impuestos y, por qué no decirlo, a veces o muchas veces explotadas, tienen que ser víctimas de unos cobardes, que en lugar de ponerse a trabajar, deciden subirse –y últimamente ya no es necesario hacerlo– a las combis o micros, y a punta de pistola y con palabras altisonantes atracan a los pasajeros; y cuidado y no les entreguen lo que te piden, ya que tu vida depende de ello.

 ¿A dónde hemos llegado?, ¿por qué esta bola de infelices no se enfrentan y tratan de robar a alguien que realmente les deje dinero? –y no es que incite a que lo hagan, sucede de facto y por supuesto que es también condenable–, la respuesta es simple, y se ha visto cuando lo han intentado. Esa clase social va protegida, armada, tiene influencias, conocidos y, claro, ante esto, es mejor quitar relojes, celulares, anillos, aretes, carteras, etc., de poco valor, para ir a venderlas por casi nada, ¿ésa es una forma de vida?, ¿qué tipo de gente se atreve a hacer algo así? Pero, sobre todo, ¿por tan poco? No me imagino cómo pueden decirle, ya sea a su madre, esposa, concubina, amante, o lo que sea, “ahora vengo ‘voy a trabajar’”, simplemente es un descaro.

Creo que todos y me refiero a “TODOS”, estamos hartos de esta situación y que nos hayan prometido resolver dentro de los primeros tres meses de gobierno. Vemos con pena que cada día la delincuencia va en aumento, sin ninguna respuesta de las autoridades. Ya no se dice nada, ¿acaso piensan que el pueblo está de acuerdo que si bien les va, los asalten cuando menos una vez a la semana, o al mes?, ¿para eso dieron su voto?, ¿fue tal el engaño? Aunque a muchos no les agrade, es evidente que no hay avance, bueno, hay que aclarar el punto, “NO” hay avance para reducir la delincuencia, o mejor dicho, encontramos “AVANCE” de la delincuencia. Todavía hay opiniones (minoritarias, desde luego) que piensan que estuvo bien lo de Sinaloa –los admiradores del gobierno–, dicen que se actuó con una demostración “sabia” de cordura, con el fin de evitar mayores daños a la población. Es absurdo, si eso fuera cierto, me pregunto, ¿por qué autorizó el operativo?, ¿quién cree qué un movimiento así no puede ser autorizado por el jefe del Ejecutivo y comandante supremo de las Fuerzas Armadas?, ¿acaso hay o existe personal que no está de acuerdo en que sus órdenes sean coherentes, cuerdas, atinadas, como para brincarse ese paso?, ¿tenemos títeres en las dependencias?

Combi de la muerte.
Ilustración: El Colombiano.

Si partimos del “yo tengo otros datos” es muy probable que exista. Haya funcionarios, colaboradores molestos, enojados, a disgusto, pero, por favor, ¿un movimiento así?, no lo hubiera autorizado ni el propio presidente Calderón, no podemos cerrar los ojos a la realidad y lo que es peor, “el mensaje enviado”, eso no tiene reversa y desde luego que las células de los malandros, malandrines, o como quieran llamarlos, están en todos lados y tienen vía libre para perpetrar sus fechorías, y lo peor es que lo vemos diariamente, ya no causa sorpresa y cuidado, esto es un mal irreversible, no tiene vuelta, para la gente normal, es común, es normal, es un hecho cotidiano y “NO”, desde luego que no lo es, no podemos ni debemos permitirlo, asumir que es un mal irreversible de la sociedad es bajar los brazos, es aceptar que NO hay nada por hacer y que estamos destinados a vivir con miedo, con angustia, con la incertidumbre de qué pasará mañana.

Y bien, ahora estoy en casa, con mi familia, pero, y ¿mañana?, ¿cuándo salga a trabajar?, ¿llegaré al trabajo?, ¿podré regresar a convivir con mi familia o pasaré a ser un número más de la estadística de crímenes sin resolver?, ¿un caso más para el archivo?, ¿tan poca cosa vale mi vida para las autoridades? Empero, ¿qué pasaría si se tratara de un familiar, pariente, amigo, compadre, de algún Secretario de Estado?, ¿funcionaría el sistema para ellos?, ¿pasarían a la estadística?, ¿estoy seguro que no?, eso les sucede sólo a los de la clase media para abajo, y si no, ¿por qué las cárceles están llenas de personas con delitos, algunos mayores, que tal vez su error fue no cumplir el pacto con el influyente, pero la mayoría, por un delito menor, propició su ingreso al penal?, ¿estorbaban?, ¿no aceptaron colaborar con ese monstruo llamado “CORRUPCIÓN”?, ¿pensaron que podría resolver el caso y no caer en las garras del mismo? ¿Seguirá siendo un problema difícil de ver, entender, comprender pero, sobre todo, de resolver?

La maquinaria es enorme, hay personas de poder metidas hasta el fondo y difícilmente se logrará avanzar. Hoy vemos que después de muchos años de denuncias, abusos, extorsiones, hay uno, dos o tal vez tres personajes en investigación, pero ¿son sólo tres los que nos han llevado al caos que tenemos?, desde luego que no, entonces ¿por qué si ya se inició un proceso, no seguirlo hasta las últimas consecuencias? Una vez más es dar “atole con el dedo”, el monstruo es enorme, nadie lo puede tocar, al menos hasta hoy. 

Hay intereses creados de muchos años, el sistema es, por eso, “el sistema”, no sabemos cuántas cabezas tiene y si cortamos una, cuántas saldrán después fortalecidas, ya que tomarán experiencia del pasado y evitarán caer en el mismo error de las anteriores.

Criminalidad.
Ilustración: Manrique.

Realmente es alarmante la cifra de robos a compatriotas según UNO TV y con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). El Estado de México es una de las entidades con mayores asaltos con violencia al transporte público.

En el primer semestre del 2019 ocupó el primer lugar con 4,769 robos registrados, de los cuales sólo hubo una denuncia. Claro, los ciudadanos no creemos en las instituciones, ni quienes las manejan. Lo vemos, nuestro sistema en tan vago, sucio, y si logran meter a alguno de estos tipos a la cárcel, saldrá a las pocas horas o días, ya que el supuesto delito no está considerado como grave, y para “el sistema” no hay nada que perseguir.

Cuántas veces hemos leído que capturan a estos tipos portando armas para uso exclusivo del ejército, que supuestamente representa una pena por ese simple hecho y vemos por desgracia que tampoco pasa nada, no importa de dónde las saquen, compren, roben, etc., el caso es que la justicia no llega para ellos, la cuestión es ¿por qué?, ¿es parte de la impunidad que vivimos?, ¿cuando llegará el día que la justicia sea igual para todos?, sí, ¿para todos? También tenemos otros sujetos que no roban, pero peor aún, raptan y mutilan a sus víctimas para ejercer presión sobre los familiares y conseguir que paguen el rescate solicitado, e incluso así, llegan a quitarles la vida. 

¿Qué tipo de ente es el que sin remordimiento alguno actúa de esa manera con un ser humano? Sólo porque la víctima tuvo visión, trabajó, se esforzó y logró tener una mejor posición, un patrimonio logrado con esfuerzo, para que de la noche a la mañana se lo quiten y la vida también. Estoy seguro que tú, apreciado lector, conoces casos o has tenido familiares que han pasado por esto que es inaceptable, que deja una marca para siempre, pero sobre todo, surge un sentimiento de rabia de impotencia, de la falta de resultados, y como decía hace un momento, de pasar a ser un número más de la estadística de casos sin resolver.

Mi pregunta, y tal vez sea la de muchos, ¿dónde comienzan mis derechos como persona, ciudadano? ¿Dónde terminan los de ellos como delincuentes?

Y, como siempre, ¿ustedes qué opinan?

Abominación de conmoción global

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A principios de esta semana, concretamente el 4 de noviembre, la humanidad ha padecido una sacudida a las conciencias –de una u otra manera– con el atentado criminal que dejó como resultado el asesinato de nueve integrantes de la familia LeBarón, en el norte mexicano, en el tránsito de Chihuahua a Sonora. Autoridades que investigan el caso dejan entrever, como principal hipótesis, que hubo una confusión en el atentado a la familia mexicana-estadounidense con filiación mormona, pues afirma que esta actividad delictiva había sido planeada como una emboscada entre bandas rivales relacionadas al narcotráfico, algo que niegan los parientes.

En un principio, esta noticia es un reflejo de cómo muchas veces en nuestra región latinoamericana, la autoridad es rebasada, por ejemplo, en estrategias de grupos al margen de la ley que atentan contra la seguridad ciudadana, pero también en la pérdida progresiva de territorios (lo que obviamente se traduce en una regresión hacia la “ley de la selva”, producto de la falta de intervención preventiva y reactiva de los estados como los nuestros en la afirmación de una verdadera soberanía, y es aquella que busque asegurar que la ciudadanía y los habitantes de una u otra demarcación tengan la garantía de desarrollar sus diversas actividades cotidianas sin temor de ninguna naturaleza).

Desde la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo,se quiere desmarcar de los señalamientos ante cierta indefensión de amplias capas poblacionales, al dejar entrever que el armamento “es de fabricación y procedencia norteamericana”, poniendo de nueva cuenta en el debate público una solución integral ante el tráfico de armas. Ya observamos la retórica “menos migración” desde el sur mexicano (exigencia estadounidense) y, menos armas desde el norte estadounidense (exigencia azteca) a finales de la reciente primavera, en el contexto de una crisis migratoria que crece y decrece, producto de la mayor o menor amplitud o volatilidad desesperanza en estos grupos humanos.

A mi parecer, el deleznable acto criminal contra seres humanos amerita repensar los territorios (tanto físicos como del pensamiento), pues observamos que las rutinas periodísticas han sido –en mayor o menor medida– “remecidas” por información como ésta, que pone en tela de duda la legitimidad y el fiel cumplimiento, como una obligación constitucional, del servicio público de las fuerzas del orden a favor de la seguridad e integridad ciudadanas.

Tolerancia.
Ilustración: Tolerance.org.

Por otra parte, el siempre polémico Donald Trump ha endurecido su discurso y ha ofrecido apoyo militar a su contraparte mexicana Andrés Manuel López Obrador, para atajar la situación de violencia desprendida desde ese escenario e incluso ayudar a “desaparecer de la faz de la tierra” a los traficantes de drogas, pero parece no importarle el autocuestionamiento que debe hacerse en relación al trasiego clandestino de armas que muchas veces han cuestionado las autoridades mexicanas y son remarcadas ante esta situación. De acuerdo con datos del mes de agosto de la Secretaría de Defensa Nacional (SEDENA), cada año ingresan a la República mexicana (de manera oculta) más de 200,000 armas de todo tipo.

El dignatario estadounidense ha demostrado, por ejemplo, ya sea por acción u omisión, ser simpatizante “a toda costa” de instancias defensoras del derecho a portar armas como la Asociación Nacional del Rifle. En algún momento, en el contexto de macro-eventos de violencia perpetrados en tierra anglosajona, los principales defensores de armar a la ciudadanía, han sugerido en reiteradas ocasiones: “contra un tipo malo armado, un tipo bueno armado”. Lo cual denota una irracionalidad motivada, antepuesta a todo principio lógico de paz, pues como se ha dicho de antaño, “la violencia engendra violencia”, y contra esta sólo se puede avanzar en base al trabajo contra la desigualdad y marginalidad y a través de la integración. Es decir, romper fronteras, no construirlas.

En conclusión, lo que ha pasado en México concierne al mundo en tanto se ha permitido visibilizar la falta de acciones a ciertos eventos violentos como este, pero también posibilita la observancia de que (distraídos en nuestros entornos laborales-sociales como nos encontramos), no nos permitimos muchas veces reflexionar en torno a la necesidad de potenciar y canalizar una mayor exigencia ciudadana en torno a la solución de estos asuntos.     

P.D.: La dinastía LeBarón se establece en corredor fronterizo del lado mexicano a finales del siglo XIX, después de ser perseguidos en Estados Unidos debido a sus tradiciones religiosas mormonas, en particular la vida poligámica.

División de opiniones

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Hasta hace no mucho tiempo, todos los periódicos tenían una página en que hacían una crónica taurina, especialmente los lunes, casi siempre tenía una extensión de una página, algunos diarios la tenían en la sección deportiva y otros en la cultural. La mayoría de la prensa escrita prescinde de la sección actualmente. Se usaba un lenguaje muy particular especialmente para los comentarios de los festejos sucedidos en otras plazas de la República, que tenían que ser breves, concisos y descriptivos, por ejemplo, “faena preciosa”, “estocada en lo alto”, “oreja”; o “buenos derechazos”, “pinchazo en lo alto”, “estocada”, “vuelta al ruedo con fuerza”. Pero se utilizaban dos que, además de muy breves, eran muy descriptivos, uno era silencio, que quería decir que no había interesado a nadie en la plaza, y el otro división de opiniones que significaba que una parte de los aficionados habían aplaudido la faena del torero y la otra lo había silbado, no se sabía si era 50 y 50, o 60 y 40, o 70 y 30. El caso es que una parte lo había ovacionado y la otra lo había abucheado.

         Creo que en este momento desde el punto de vista social y político transcurrimos por un estado de División de Opiniones. Estoy convencido de ello por algunos comentarios surgidos a partir del terrible asesinato ocurrido en los límites de Sonora y Chihuahua, en el que fueron masacrados tres mujeres y seis niños, varios de ellos recién nacidos; sobrevivieron varios pequeños, alguno herido de gravedad, y fueron rescatados después de un terrible periplo de uno de los sobrevivientes. Toda la prensa trató el caso como una verdadera aberración inútil y exagerada, el gobierno ha dado diversas explicaciones y ya detuvo a un sospechoso. Creo que la mayoría estamos de acuerdo que matar, y en particular de la forma que lo hicieron, a tres mujeres y a seis de sus hijos, es un hecho execrable, y que independientemente de los motivos que los asesinos pudieran esgrimir es el colmo de la violencia inane.

lebarón.
Fotografía: El Universal.

         Desafortunadamente en el transcurso de los días he escuchado algunos comentarios, unos públicos y otros privados, que sin justificar menosprecian los hechos. Hace poco un paciente en mi consultorio me hizo comentarios que me dejaron sorprendido y quizá abatido. En mis entrevistas con mis enfermos no acostumbro tener conversaciones de índole política, sin embargo, en esta ocasión el paciente sacó el tema de la seguridad y el desperdicio de tiempo, recursos y el prestigio que este crimen le ocasionaba al gobierno de la 4T. Me dijo de manera clara que en tal incidente, siendo las víctimas miembros del grupo de los LeBarón, seguramente estaba justificado por sus antecedentes; me quedé atónito y evité hacer comentarios.

Uno o dos días después, en el elevador de un hospital al que asistía a pasar visita subió un cirujano muy capaz, exitoso de edad media, acompañado por dos de sus alumnos o ayudantes, y a voz en cuello, les comentaba algo parecido, que el Secretario de Seguridad y menos el Presidente de la República, debían desgastarse por un crimen en que las víctimas eran miembros de un grupo como los LeBarón. Además, para colmo, me he enterado que Pilar Montes de Oca, la ex directora de Algarabía, expresó en sus redes sociales que no sentía ninguna pena por las muertes de las mujeres y los niños y que incluso podrían haber llegado a tener un final peor.

En ninguno de los tres casos tengo una explicación para que se justifique o subvalué un crimen de la magnitud de lo sucedido. Mi paciente es un hombre serio, trabajador responsable, al que conozco desde hace muchos años y me parece que es incapaz de violencia alguna; el cirujano es un profesional trabajador, dedicado, exitoso y muy dedicado a la enseñanza de las generaciones jóvenes. Y Pilar Montes de Oca es una lingüista destacada que ha emprendido, con muy buenos resultados, el proyecto editorial de Algarabía, una revista con publicaciones diferentes, originales, incluso provocativa, y emergente, pues así como aborda aspectos del lenguaje, incluye muchos otros temas de interés para el público. Es diferente incluso en su formato. Yo tuve la oportunidad de escucharle en una sesión de la Academia de Escritores Médicos, ya que ella es hija de un destacado médico que trabajó muchos años en el IMSS; la plática resultó muy entretenida, es una conferencista extraordinaria, muy divertida y enriquecedora, por eso no concibo ¿por qué y cómo se atreve a poner en sus redes sociales comentarios de esa índole? Simplemente no tengo explicación.

Pilar Montes de Oca.
Pilar Montes de Oca, ex directora de Algarabía.

Al parecer los comentarios surgen por los orígenes de la comunidad de La Mora (Sonora) y la familia LeBarón, que viene de una escisión de una comunidad mormona del sur de Estados Unidos –por cierto, acontecida a finales del siglo XIX y principios del XX–, y que hizo que los pobladores se establecieran en Sonora, Chihuahua y Ensenada. Es un hecho que los fundadores tuvieron inicialmente problemas y que estos fueron resueltos de manera violenta, pero se han convertido en comunidades muy trabajadoras y exitosas. Si a todos nos juzgaran por la violencia que nuestras comunidades religiosas han tenido, no habría quién lanzara la primera piedra. Si a los católicos nos condenaran por la pederastia de los curas irlandeses o de Cotija, nadie alcanzaría el perdón de nadie.

Creo que la División de Opiniones se debe a la fuerza y al éxito de las conferencias matutinas del presidente de gobierno, en ellas con su muy particular lenguaje, marca líneas, crea programas y establece verdades que sus seguidores acatan sin analizar, valorar, es decir, sin chistar. La otra causa es parecida, que la izquierda en todo el mundo acepta teorías, juicios e incluso toma actitudes sin examinar, con una disciplina partidaria que les impide pensar mejor. Para enterarse de estas formas de disciplina y las consecuencias de desobedecerlas, les recomiendo leer Autobiografía de Federico Sánchez de Jorge Semprún.

Lo cierto es que independientemente de las causas, motivos, o explicaciones que se vayan descubriendo en los crímenes, estos son barbáricos, injustificables y, además, inútiles.

Lecturas recomendadas:

https://bit.ly/2CF5EkV

Jorge Semprún. Autobiografía de Federico Sánchez. Planeta. Barcelona. 1977.