El racismo cotidiano del siglo XXI

Lectura: 3 minutos

El racismo hacia lo propio está tan enraizado en el imaginario mexicano, que muchas conductas racistas pasan desapercibidas y siguen ocurriendo en el presente.

Ciudad de México.- ¿Por qué en México se aprecia al indígena del pasado, al majestuoso, al que construía imperios, y se discrimina al del presente, al que trabaja en el campo, que anda sin zapatos y habla el español con acento? ¿Por qué valoramos la sabiduría maya, nos recargamos de energía en la pirámide del sol, pero despreciamos a la mujer mazahua que vende dulces en la calle?

El racismo surge con el encuentro de “razas” distintas. En México, se estableció desde la Conquista. Cuando se impuso el régimen europeo no se impuso solamente un sistema político, económico y religioso, se impuso también una raza, con fenotipos como piel blanca, estatura alta y ojos claros, y se asociaron estas características físicas con nociones de superioridad, mientras que los fenotipos de piel oscura, estatura baja y cabello grueso se asociaron con elementos de inferioridad.

Ese encuentro con el otro fundó las conductas racistas en prácticamente toda América Latina, y dio origen a la paradoja de la malinche, esa mujer indígena que prefirió al conquistador europeo, que resume la contradicción de un pueblo que se niega a sí mismo y rechaza su propia raza, escondiéndola, y subyugándose, además, a los poderes extranjeros. Mientras que en otros lugares el racismo se da hacia lo diferente, lo ajeno, lo extranjero, en nuestro país sucede lo contrario, se da en contra de lo semejante, de lo nativo, de lo propio.

En la Colonia, la inferioridad de la raza morena estaba directamente relacionada con su posición en el sistema económico y político. La lucha de Independencia y la Revolución, en realidad, no modificaron esta situación. Por ahí dicen que la Conquista la hicieron los indios y la Independencia los españoles. Lo indígena siguió siendo pensado como inferior, y la raza blanca como superior.

Este autoracismo quedó tan enraizado en el imaginario mexicano, que las palabras indio y María –con la que se nombra despectivamente a las mujeres indígenas- son sinónimos de ignorante e “inculto” y son usadas con tanta frecuencia en todos los sectores de la sociedad que nos parecen normales. Pero lo que es peor aún, la condición socioeconómica que caracteriza a la población indígena se volvió razón de discriminación, como si ser pobre fuera una condición genética, como si provenir de entornos desfavorables fuera voluntario, como si la pobreza fuera algo indeseable como la pedofilia o la corrupción.

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2010, 54.8% de los encuestados consideran que en México se insulta a las personas por su color de piel, lo cual, tendiendo en cuenta que el 64% se considera de piel morena, refleja que un amplio sector de la población es discriminado de esta forma.

En febrero de 1975 fue ratificada en México la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial establecida por la ONU en 1965. Sin embargo, aún hay estados donde la discriminación no está tipificada como delito, y aquellos donde sí lo está, no cuentan con los mecanismos ni los recursos para ejercer la ley.

Las señales del autoracismo y el conflicto de identidad aún se sienten en pleno siglo XXI, cada vez que una joven náhuatl se siente avergonzada de usar su vestimenta tradicional cuando migra a la ciudad y se ve obligada a cambiarla por unos leggings cuando va a pedir trabajo, cada vez que alguien voltea a ver con extrañeza a un grupo de mixtecos hablando su lengua en el metro, y cada vez que campañas televisivas que tratan de “rescatar” tradiciones folclóricas indígenas, utilizan a modelos con rasgos de belleza occidentales.

La campaña “Porque dos son más que uno, sumemos contra el racismo” del Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México, que busca llamar la atención sobre la discriminación hacia los indígenas que han migrado al Distrito Federal y a los pueblos originarios de la ciudad, bajo el lema “No está chido discriminar”, responde a los resultados de la encuesta sobre discriminación del organismo que revelan que los indígenas son el grupo más discriminado en el Distrito Federal, cuya población indígena es de 439 mil personas.

La idea de esta campaña es promover un clima de respeto y aprecio por la diversidad, sin pretender resaltar únicamente los rasgos folclóricos como la vestimenta o las festividades, lo cual reduce la identidad indígena, sino como sujetos de derecho. Hacer visible el racismo endógeno que tan cotidianamente se ejerce, es una deuda inexorable que hemos acumulado durante más de 500 años y que no puede ocultarse más.

0 0 votos
Calificación del artículo
Subscribir
Notificar a
guest
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
0
Danos tu opinión.x