Huella ecológica y vivienda

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Aunque en los últimos años, las políticas de vivienda han intentando en mayor o menor medida, y con mayor o menor éxito, implementar las cuestiones relativas al ahorro energético, como reflejo de una corriente tendente a la construcción de edificaciones sostenibles. Una vez analizados los resultados de las exageradas expectativas generadas en su momento, es tiempo ya de deshacer la ilusión creada, y establecer una visión inexorablemente más amplia desde la cual se construya el nuevo discurso teórico; una nueva filosofía que impregne el pensamiento de las políticas de vivienda y su impacto no solo en el sistema naturaleza, sino en los subsistemas económico y social.

El futuro tiene que planificarse desde la construcción teórica anticipada, con una mayor coherencia, y no con acciones fragmentadas, que olvidan o relegan la exigencia de una planificación desde la complejidad; ese es el verdadero desafío que los arquitectos tenemos frente a nosotros, en lo referido a la elaboración de los programas para construir el espacio privativo, el contenedor de la vida, que en definitiva es la vivienda, y que finalmente es la generadora del espacio colectivo.

Ya que hasta ahora, todos los programas puestos en marcha, respondieron en la mayoría de los casos,  a la necesidad de articular un discurso ético-político “ correcto “, desnaturalizando  el fin último del concepto sostenibilidad. Por ello ahora,  el verdadero problema es saber de que forma las viviendas que se van a necesitar en el futuro, impactarán, no solo en el territorio, en definitiva, saber cual va a ser su verdadera huella, no solo medioambiental, sino también, la económica y social.

Es preciso por lo tanto, reinventar el concepto de sustentabilidad en la vivienda, para dejar de hacerlo desde una perspectiva parcial y arcaica; cuya respuesta es simplemente, la instalación de ciertos elementos constructivos de ahorro energético.  Cuando la verdadera respuesta a una crisis económica y social, tendríamos que hacerla, con el desafío ineludible de interconectar y trabajar en un escenario complejo, donde el impacto social y económico tendrán que estar en el mismo plano de prioridades que las cuestiones medioambientales en la producción de vivienda; estableciendo así, un pensamiento global, y no acciones aisladas, que hasta el momento no han beneficiado más que a las empresas tecnológicas que suministran los productos y los procesos de certificación que utilizamos, y que pueden resultar absurdos sino tenemos en cuenta, el hecho global.

El nuevo paradigma en las políticas de vivienda tendrá que inspirarse en una nueva ecología, basada en una ética económica y social y no solo medioambiental. Las tres tendrán que estar interconectadas,  como principio de una nueva ecología que deberá residir en el reflejo del entendimiento de un contexto compuesto por elementos heterogéneos, en el que no podemos seguir dando respuestas inconexas, que finalmente y en muchos casos no resuelven el problema, sino que a veces, incluso lo pueden incrementar, dada la la huella económica y social que estas tienen. Este equilibrio entre las tres ecologías, será la que marque el nuevo reto; eficiencia social, económica y medioambiental, con un control de todos los procesos, y donde la renovación y rehabilitación de lo construido tendrá que ser uno de los pilares principales sobre los que se sustente este equilibrio, en esa clave de RE que tanto invoco, porque parafraseando a Shakespeare:

Procurando lo mejor, estropeamos a menudo lo que está bien

teresataboas

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