Familiares de Jessica confirmaron que el cuerpo de la joven fue hallado a unos 30 kilómetros del lugar en donde fue vista por última vez.
A Jessica Sevilla Pedraza sus familiares la reportaron como desaparecida desde el pasado viernes. No había que perder un solo minuto. Ellos viven en Xonacatlán, Estado de México, entidad que desde hace varios años se erige como la capital del feminicidio en México. Temían lo peor.
Jessica Sevilla tenía 29 años de edad, era madre de un hijo y tenía apenas un mes de haber abierto su consultorio médico. El viernes, en circunstancias que no han sido aclaradas, fue presumiblemente secuestrada y después asesinada con una violencia espantosa.
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La doctora fue vista con vida por última vez en la gasolinera del poblado de San Antonio, en el municipio de Xonacatlán, en el Estado de México. Conducía su auto Mazda color rojo y fue vista apenas a unas cuadras de donde vivía. Horas más tarde, su cuerpo mutilado fue encontrado en un paraje del municipio de Huixquilucan.
Las horas de angustia
Juana Pedraza, madre de la joven, relató más tarde que vio a su hija por última vez a las 2 de la tarde del pasado viernes 4 de agosto, cuando la doctora salió a atender una cita en el consultorio que recién acababa de abrir.
Esa misma noche, una compañera de Jessica se comunicó con ella y le dijo que su hija estaba desaparecida. Juana y sus familiares reportaron de inmediato lo ocurrido a las autoridades pero, conocedores del infierno en que se ha convertido el Estado de México para las mujeres, decidieron iniciar con sus propios medios la búsqueda de Jessica.
El sábado, el cuerpo de una joven decapitada apareció en Huixquilucan. La cabeza de la mujer fue hallada a unos metros, con un disparo de arma de fuego. Las inusuales circunstancias y la brutalidad a la que el cuerpo parecía haber sido sometido causó conmoción entre los habitantes del municipio, acostumbrados a las escalofriantes estadísticas de violencia ejercida contra las mujeres que ostenta el Estado de México.
Los familiares de Jessica habían reportado que el día de su desaparición vestía tenis color beige con flores rosas, un saco del mismo color, blusa manga corta y pantalón liso en mezclilla en tono azul marino. Debido a la violencia que se apreciaba en el cuerpo encontrado el sábado, los peritos sólo tuvieron como referencia los zapatos con flores rosas para suponer que se trataba de Jessica.
Finalmente, el domingo, los familiares de Jessica reconocieron la prenda. No había duda, era ella, se había convertido en una víctima más de la terrorífica ola de violencia que golpea a todos, hombres y mujeres, en Edomex, pero que parece ensañarse con las últimas.
No hay detenidos, sólo dudas, sospechas
En medio de la rabia y el dolor, la madre de Jessica todavía tiene fuerzas para reclamar justicia. Señala que la joven iba acompañada por un hombre que, dijo, “la vio por última vez”, “se contradijo mucho” en sus declaraciones” y “está libre”.
“Mi hija iba acompañada por otra persona, quien no avisó. hay muchas inconsistencias en su declaración”, denunció Juana, según rescata Sin Embargo.
“Una mujer muerta más. Una madre y doctora menos. Torturada con saña, hasta cuándo podremos salir a la calle con la certeza de que ‘no nos tocará’ la puta delincuencia”, afirmó Diana, hermana de Jessica, destaca El Universal.
El infierno para las mujeres en Estado de México
En Edomex, la entidad más poblada del país, la violencia contra las mujeres ya no es sorpresa. Poco a poco, el miedo ha dado paso a la normalización del horror. Datos del Observatorio Ciudadano contra la Violencia de Género destacan que tan sólo en 2016 se contabilizaron 263 asesinatos de mujeres en la entidad.
Para ponerlo en perspectiva, de 1993 a 2005, en Ciudad Juárez se contabilizaron, de forma oficial, 374 feminicidios. Sin embargo, las autoridades mexiquenses insisten en que las cifras del Observatorio Ciudadano no corresponden todas a feminicidios, ya que las muertes de muchas mujeres no cumplen con la tipificación de este delito que se maneja en la entidad.
Mientras tanto, los mexiquenses, las organizaciones civiles y activistas continúan alzando la voz, para que los casos como el de Jessica no se reduzcan únicamente a otra cifra más, a un dígito que se suma inexorable y terrible, a la larga lista de mujeres agredidas en el Estado de México.
