La fatiga de vuelo y la seguridad

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Recientemente, un experto en seguridad y factores humanos en la aviación fue contactado por un grupo de especialistas en salud hospitalaria para que les auxiliara en introducir en sus operaciones cotidianas procesos y procedimientos de  seguridad de muy alto nivel.

El especialista realizó algunos análisis y concluyó que, en el rubro de la operación de hospitales, los procedimientos de minimización de riesgos están tan por debajo de los usados en la aviación que, si este tipo de transporte utilizara los mismos parámetros, eso equivaldría a que cada tercer día hubiese un accidente que involucrara una aeronave de más de 300 pasajeros.

El dato es escalofriante, aunque no hay que olvidar que el número de operaciones aéreas es significativamente menor que el de actividades hospitalarias, así como la cantidad de personas involucradas. Sin embargo, sí nos da una idea de lo importante que es en el rubro del transporte aéreo el tema de la seguridad y el apego a los procedimientos.

Aunque en general se acepta que la aviación es el medio de transporte más seguro del mundo, frecuentemente se olvidan las razones de este título. Que lo olviden o lo ignoren muchos otros sectores no es tan importante, como el hecho de que hay empresas aéreas e incluso autoridades de algunos países que no tienen la conciencia sobre las razones concretas de esta característica y, por lo tanto, no siguen los lineamientos que han permitido al transporte aéreo ser un verdadero líder en materia de seguridad.

Una pequeña historia de 100 años

¿Cómo llegó el transporte aéreo a ser tan eficiente en materia de seguridad? La verdad es que –como en los casos más emblemáticos de la historia- se hizo de la necesidad, virtud. Y es que el avión fue desde su nacimiento un medio de transporte que tuvo que abrirse paso en medio de la incredulidad y la suspicacia de los pasajeros.

Mientras que los automóviles, los trenes e incluso los barcos pertenecen a la vida normal del ser humano (al final la tierra y el agua son elementos de sobra conocidos y las estadísticas de accidentes se pierden entre la normalidad del uso cotidiano), el avión fue siempre un aparato extraño.

De hecho, para poder volar es necesario establecer condiciones un tanto antinaturales, como la presurización, el permanecer sentados el 99 por ciento del tiempo de transporte, bien asegurados por el cinturón respectivo y la sensación de estar a merced de un elemento tan caprichoso como el aire con su cambiante clima.

Todas estas condiciones son difíciles de digerir y al iniciar los primeros vuelos comerciales fue necesario ir estableciendo rutinas y protocolos que permitieran dar a los pasajeros la sensación de estar protegidos.

Por otro lado, tanto los aparatos de vuelo como los sitios donde un avión puede aterrizar no son algo fácilmente replicable, así es que la industria del transporte aéreo tiene mucho menos actores que cualquier otro medio o industria y desde sus inicios fue fácil establecer la comunicación suficiente para que todos ellos decidieran colaborar en un sistema que ofreciera a los usuarios ese marco especial de alta seguridad.

Al ir avanzando, la industria del transporte aéreo se acostumbró a compartir información relevante, así es que cuando existe cualquier incidente o accidente es posible tener acceso a la información de los factores que contribuyen a que se dé y de las recomendaciones que las autoridades en la materia establecen, las cuales usualmente son adoptadas por todos los fabricantes de aeronaves.

Así, a lo largo de los años (no demasiados pues el transporte aéreo comercial no cumple aún ni sus primeros 100 años), ha sido posible ir documentando todos los procedimientos e ir estableciendo, al mismo tiempo, normas de seguridad que todos adoptan.

El asunto es tan especializado que en el mundo de la aviación es fácil identificar las buenas y mejores prácticas, así como aquellos individuos y empresas que cumplen con los estándares o que, incluso, los establecen.

Estirar la liga

Sin embargo, como toda ley del péndulo, en la aviación global se han vivido etapas más o menos rigurosas y ha habido períodos donde las regulaciones se hacen más estrictas. Recordemos que después del 9/11 todos los aeropuertos internacionales endurecieron sus procesos y la vigilancia se ha hecho por momentos muy poco tolerable. Pero también ha habido períodos donde la presión de los elementos costo y comercialización, así como el concepto llamado “facilitación”, que consiste en agilizar los procesos para optimizar los tiempos de uso de aeronaves y apoyar el crecimiento del tráfico aéreo, han hecho que las normas se relajen, o que la liga se estire.

En todo caso, esta continua lucha ha permitido a que en la aviación convivan ambos elementos –seguridad y facilitación- y que en medio de ello se dé el crecimiento y la eficiencia del transporte aéreo.

No obstante, al dejar de ser tan riguroso con las regulaciones existentes o con los procedimientos establecidos, también ha tenido sus consecuencias nefastas. Está comprobado que los consumidores recuerdan con mayor facilidad un accidente de aviación, que cualquier otro ocurrido en un medio de transporte, aunque tenga tanta difusión como el del crucero Costa ocurrido recientemente en Italia.

Una de las razones de ello es que –al tratarse de accidentes donde se involucra un gran número de fatalidades- su difusión es amplia, las imágenes muy impresionantes y los seguimientos informativos son extensos, de larga duración y con un alto contenido emocional pues los pasajeros involucrados tienen deudos en diferentes puntos del globo.

Asimismo, los protocolos de investigación son estrictos, rigurosos y se informa de los avances y de los dictámenes finales con amplitud, especialmente en los países que tienen autoridades estrictas. Las armadoras son también de los actores más interesados en tener claros todos los puntos pues es obvio que su prestigio se encuentra en juego.

La presión que ha ejercido la competencia que las aerolíneas de bajo costo pusieron sobre las empresas tradicionales en materia de costos y de tarifas, presión que ha sido más o menos compensada gracias a la introducción de tecnologías que han contribuido a abatir los costos, ha provocado que en muchos casos se hayan relajado los estándares, sobre todo los laborales lo que repercute directamente en el fenómeno llamado fatiga de vuelo.

La fatiga de vuelo es uno de los peores enemigos de la seguridad. Hace unos años, y como consecuencia de las desregulaciones de la industria en los Estados Unidos y otros países, muchas aerolíneas comenzaron a recortar sus beneficios laborales. En otros países (recordemos Taesa), se recurre a jornadas extendidas o a horas extras que repercuten directamente en la falta de descanso de las tripulaciones.

Y aunque en Estados Unidos, por ejemplo, no se llega al exceso en jornadas, sí hubo abuso de algunas aerolíneas regionales en el recorte de salarios. El problema de ello es que muchos tripulantes –aunque aman volar y lo hacen por vocación-, también necesitan incrementar sus ingresos y algunos recurrían a trabajos extras en otras industrias, para completar el salario.

Un caso emblemático sucedió hace tres años, cuando un vuelo de Colgan Air, una regional estadounidense, se estrelló cuando sus dos tripulantes perdieron el control del vuelo por exceso de fatiga.

Este caso, que sólo fue una gota que derramó el vaso, motivó que la Agencia Federal de Aviación (FAA) estableciera criterios más estrictos en las jornadas y en los mínimos salariales e incrementara la vigilancia en el cumplimiento de estándares.

El caso contra Colgan Air todavía es una prioridad y la FAA ha estado siguiendo especialmente el caso de esta aerolínea regional porque las formas de darle la vuelta a la legislación son tan infinitas como el apetito de ganancias.

Lo interesante es que el tema está otra vez en la palestra. Y como siempre en los temas de gran industria y de aviación en particular, lo que suceda en las naciones desarrolladas será la pauta para lo que se haga en nuestro país.

Esta es una buena noticia. La pauperización de los profesionales de la aviación no ayuda en nada a la buena marcha del transporte aéreo. El costo de no tener profesionales bien capacitados, tripulaciones con el descanso reglamentario y con amplia experiencia que accedan a niveles de vida acordes con ello, así como autoridades de alta especialización y en general un sector muy bien preparado y bien pagado, es muy superior a lo que se pueda “ahorrar” en costos con un supuesto fin de apoyar al consumidor.

El consumidor necesita primero saber que su transporte aéreo es seguro y que está en las mejores manos, y el costo de las tarifas tiene posibilidades de bajar si se recortan excesos en muchos otros rubros.

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