La guerra contra el cáncer

Lectura: 4 minutos

 

En palabras del Dr. Ruy Pérez Tamayo y publicado en la revista de la facultad de medicina de la Universidad Nacional,

 

el médico tiene la obligación moral de contribuir (o por lo menos de intentar hacerlo) al universo de información que nos sirve a todos los miembros de la profesión para ofrecer el mejor servicio posible al paciente. No investigar (o por lo menos no intentarlo) es una grave falta de ética médica”.

 

Con este fundamento queda bastante claro que para la profesión médica existe la responsabilidad ineludible de hacer investigación, pero guiados no sólo por la necesidad de publicar para obtener reconocimiento profesional y estímulos laborales o cumplir con un requisito institucional sino para que se traduzca en acciones para cumplir con los objetivos de la práctica de la medicina que no son otros que: “Luchar para que los hombres y mujeres vivan jóvenes y sanos toda su vida y finalmente mueran sin sufrimientos y con dignidad, lo más tarde que sea posible”.

 

Debemos tener en mente que estamos en guerra contra el cáncer. La primera guerra mundial cobró la vida de 31 millones de personas y la segunda alrededor de 70 millones. El cáncer se cobró en el 2008, según datos de la OMS alrededor de 10 millones de vidas por lo que entre el 2008 y el 2019 esta cifra igualará las muertes ocurridas en las dos mas grandes y recientes conflagraciones mundiales.

 

Durante la segunda guerra mundial Vannvar Bush quien fue director de la Oficina de Investigación y Desarrollo Científico creada en 1941 decía que la investigación básica -la exploración difusa y abierta de cuestiones fundamentales era un lujo en tiempos de paz. La guerra exigía algo más urgente y con objetivos bien precisos,  era menester crear nuevas armas e inventar tecnologías que ayudaran a los soldados en el campo de batalla. La tecnología militar inundaba gradualmente la batalla (una guerra de hechiceros científicos). Los hechiceros físicos habían inventado el sonar, el radar, las bombas radioactivas, los “hechiceros químicos armas químicas eficientes y letales los hechiceros biólogos habian estudiado los efectos de la supervivencia a elevadas altitudes, la ingestión de agua de mar, y hasta los matemáticos habían sido convocados para descifrar códigos secretos. El producto la bomba atómica. El New York Times escribió: En tres años se dio al mundo una invención cuyo desarrollo habría implicado quizá medio sigo si hubieras tenido que depender del divismo de los científicos que trabajan en soledad con el deseo de satisfacer sus curiosidades científicas.

 

Como ha dicho el Dr. Varmus, los investigadores han trazado el circuito interno intrincado de la célula humana en extraordinario detalle, han identificado decenas de cadenas moleculares de la comunicación, o “vías de señalización”. Es decir la comunidad científica sabe (o cree saber) casi todos los pasos bioquímicos que una célula sana utiliza para multiplicarse, para detener su crecimiento, y para detectar daños internos y morir en el momento adecuado-, así como muchos de los genes que codifican para estos procesos. Por extensión, sabemos cómo y porque estos mismos mecanismos se descomponen en una célula maligna. De acuerdo a PubMed, la comunidad de investigación del cáncer ha publicado 1,560,000 artículos – Así es: más de millón y medio – en gran medida sobre este circuito y sus genes relacionados, pero de alguna manera, en el camino, algo importante se ha perdido. La búsqueda del conocimiento se ha convertido en un fin en sí mismo en lugar de un medio para un fin y la investigación se ha hecho cada vez más estrecha, tanto que médico-científicos que quieren pensar sistemáticamente sobre el cáncer o el organismo como un todo – o que pueden tener enfoques completamente nuevos – a menudo no pueden obtener financiamiento porque no siguen el paradigma actual de la investigación.

El paradigma actual de la investigación biomédica se basa en gran medida de la aproximación molecular como la única manera de entender los procesos de enfermedad y descubrir nuevos fármacos y marcadores de enfermedad. Por otra parte, la investigación molecular se lleva a cabo utilizando tecnologías cada vez mas sofisticadas y costosas. Esto ha puesto de relieve un tipo de ciencia que a menudo requiere de hipótesis poco creativo imaginación y poco a priori, pero que posee la capacidad para producir rápidamente grandes cantidades de una información que se convierte en promesas para el “futuro”.

 

Farber, que es considerado como el padre de la investigación del cáncer dijo hace algunos años ” No podemos esperar a lograr una comprensión completa del cáncer, los pacientes con cáncer que van a morir este año no pueden esperar. “Farber testificó en las audiencias del Congreso “que la historia de la medicina está llena de ejemplos de curaciones obtenidas años, décadas, e incluso siglos antes de que el mecanismo de acción se entienda”. Sin renunciar a la búsqueda del conocimiento per se, es importante que nuestras investigaciones tengan como prioridad implementar acciones concretas para prevenir, diagnosticar tempranamente o tratar los enfermos con cáncer. La urgencia es real. Uno de cada cuatro de nosotros nos veremos en la situación de ansiar contar con tratamientos efectivos para controlar nuestro cáncer.
A partir de la revolución molecular que inició en la mitad de los 70s la medicina moderna actual utiliza este abordaje para el entendimiento de las enfermedades y el descubrimiento de drogas nuevas. La filosofía molecular determinística (estudios a escala masiva del genoma) ahora más que nunca SACUDE a la comunidad biomédica y se adopta sin reserva. Esta tendencia alimenta también a la industria de las revistas científicas y por supuesto al sinnúmero de compañías que comercializan reactivos y equipos de investigación

Lo más importante es si ésta “big science” impactará notablemente al paciente. Se necesita posicionar al investigador individual en el centro de la escena (recursos, facilidades, etc) para que retome la investigación “centrada al paciente” e innovadora.

La historia de la medicina muestra que el médico de cabecera (aún sin conocimientos de estadística y ciencia molecular) puede ser un apasionado catalizador de grandes descubrimientos por lo que necesita posicionar al investigador individual en el centro de la escena (recursos, facilidades, etc) para que retome la investigación “centrada al paciente e innovadora. Estamos tan preocupados en la práctica basada en evidencias que ¿hemos olvidado nuestra obligación de innovar y descubrir conocimientos que beneficien a nuestros pacientes en un sentido real más que estadístico?

No debemos olvidar que las ideas que son verdaderamente originales por definición, NO pueden ser “basadas en evidencia”.

 

 

0 0 votos
Calificación del artículo
Subscribir
Notificar a
guest
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
0
Danos tu opinión.x