Luz

Lectura: 4 minutos

Una mujer de largo mantón color perla sostiene a un niño barrigón que se tapa los ojos mientras los demás (uno desnudo de pelos pajizos, y tres niñas de mantas de diversos colores) caminan en desorden hacia él con gestos absortos, cual si estuvieran en el medio de un sueño místico o siendo movilizados por un amuleto que nos ha sido prohibido.  Otra niña observa el espectáculo con ojos entrecerrados.  Atrás, en la parte baja de la playa, más acá de donde rompen las olas que de agua cristalina pasan a ser espuma color de nube, las madres que acompañan a sus hijos se entretienen mientras el día pasa, pensando seguramente que de algo hay que morir.  La luz está en todas partes: dejando su huella en el reflejo perfecto, inversamente perfecto, de la mujer del camisón color hueso y el niño regordete; en las pisadas de la niña más cercana al que se cubre los ojos, esa del vestido azulado y la coleta atada en carmesí; en las siluetas más lejanas; en la arena pastosa de agua; en las olas mismas y en las sombras que se definen con delicadeza de líneas.  Es verano.

Verano
Verano

Del mar parece venir emergiendo, cual si de una bestia del rebaño de Neptuno se tratara, ese tordillo robusto de escondidas crines y brillo en el cuero.  Lo jala corto del almartigón un niño desnudo, de no ser por ese sombrero cuyas pesadas alas le ensombrecen el lomo y el cuello.  La arena más seca se mancha a lo largo con el rastro oscuro de seres en movimiento, de seres venidos del mar.  Los cascos relucen.  Las olas que no han roto reflejan los rayos del sol en mil direcciones.  Los pies mojados del niño, trazados de blanco por una paleta sensible, han mutado en espejos temporales.

Caballo baño
Caballo baño

Se han puesto a comer cuando han visto tranquilo el mar y se han sentido liberados de las preocupaciones de la pesca más temprana.  Frugal almuerzo les impide conversar… tal vez nada tendrían tampoco qué decirse, víctimas de ese fenómeno que atormenta a quienes se conocen ya demasiado bien.  La proa de la barca es una inundación de luz de media mañana.  El mar, infinitamente azul, se pierde con un cielo de tonos que existen únicamente gracias al sol que, sin estar presente, deja su vestigio en cada trazo del pincel.

Comiendo barca
Comiendo barca

Sorolla, pintor de playas, pintor de nobles.  Pintor de costumbres, de jornaleros y realismos sociales.  Sorolla, el del traje blanco y las barbas largas.  Sorolla el valenciano.  Sorolla el maestro del efecto lumínico, el del trazo que brilla, el de las sombras perfectas y el cromatismo alegre.

No era don Joaquín un obseso del mar.  Pero convengamos que nada podía hacer mejor que retratar con su pincel lo inmediato, lo propio, lo familiar.  Nacido y criado en Valencia, el joven Sorolla se convierte pronto en experto reproductor de los efectos quebrados por el agua que tanto ha observado durante toda su infancia en las costas mediterráneas.  Luego vendrán los encargos de los nobles… en playas, en bosques, en jardines, en salas y en espacios íntimos e inconfesados.

Experto dibujante, Sorolla impregna de color sus lienzos con trazos que en muchas ocasiones parecen casi accidentales – nunca demasiado largos, al menos no antes de entrar en contacto con los impresionistas – y que a pesar de su aparente simpleza generan composiciones de cromatismos que cierran en un todo circular y surgen con el desparpajo de una luminosidad honesta y sin rubores.

Allá al fondo está Elena, sentada en un espacio que dentro de unas horas seguramente se mojará por completo.  A medio camino rumbo al mar más hondo un peñasco se vuelve obstáculo de olas y generador de espumas que se convertirán luego en mazacotes sinceros de pintura blanca, cuando el hombre que estudia el paisaje de rayos de luz que se entrecruzan tras chocar con el agua logre decidirse a congelar el movimiento.    Es tan sólo una instantánea.  Tan sólo es un instante el que quedará del pincel de Sorolla cuando el óleo haya secado sobre la tela.  Y tan sólo es un instante el que tiene el valenciano para hacerse dueño de un rayo de luz que existe ahora, pero que desaparecerá sin haber tocado del todo el vestido blanco de esa mujer sentada en una playa de Biarritz.

Instantánea
Instantánea
0 0 votos
Calificación del artículo
Subscribir
Notificar a
guest
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
0
Danos tu opinión.x