¿Qué está pasando en Europa?

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La crisis en la zona euro se ha mantenido en el punto de atención de los inversionistas de todo el mundo. Esto se debe principalmente a dos problemas: en primer lugar, al menor crecimiento de su economía y que se traducen en menor consumo, menor producción y por lo tanto menor crecimiento. Y en segundo lugar, a los altos niveles de endeudamiento que presentan países como Italia, España, Portugal, Grecia y la zona euro en general. La preocupación radica en que si los países no crecen, ¿cómo van a pagar las deudas y en qué va a desembocar todo el asunto?

En cuanto al menor crecimiento de la economía, los últimos datos disponibles indican, efectivamente, que la recesión en Europa se está agravando: de marzo a abril el índice del sector de servicios disminuyó de 49.2 en a 47.9 puntos, por debajo del nivel esperado de 49.3; el índice del sector manufacturero disminuyó de 47.7 a 46.0, también por debajo del nivel esperado de 48.1 unidades, y el índice compuesto disminuyó de 49.1 a 47.4, por debajo del estimado de 49.3, donde una lectura por debajo de 50 puntos índica que la actividad del sector está en contracción.

En relación con los altos niveles de endeudamiento de algunos países en particular y de la zona euro en general, vale la pena explicar el concepto de dos de los puntos más importantes: el déficit presupuestario y la deuda pública. El primero se da cuando los gastos realizados por un país son mayores a sus ingresos. Por otro lado, la deuda pública es el conjunto de pasivos que tiene el Estado con sus acreedores ya sean internos o externos. Ambos índices se miden en relación con el PIB para facilitar la comparación entre los países.

Un déficit presupuestario y una deuda pública elevados prueban que el país que los registra ha tenido por algún tiempo gastos públicos mayores a los ingresos que genera. Los factores determinantes de ese déficit pueden ser internos o externos, pueden estar bajo el control de las autoridades o fuera de él, pueden estar asociados a la reducción de los ingresos (por ejemplo, como consecuencia de una reducción del ritmo de la actividad económica) o al aumento de los gastos, puede deberse a un aumento en los gastos financieros o a una reducción de los ingresos fiscales.

Lo cierto es que mientras no se resuelvan los problemas que dieron lugar al déficit, el país tiene que  emitir más deuda, aumentando así la deuda pública y, en consecuencia, el monto a erogar por concepto de intereses. Y si la deuda llega a ciertos niveles considerados por los inversionistas como de alto riesgo, aumentan las tasas de interés y por lo tanto se registra un nuevo incremento en las erogaciones, que complica aún más la situación inicial.

Y esto es justamente lo que está pasando en varios países de la zona euro: En el período 2007-2011 España pasó de un superávit del 1.9% a un déficit de 8.5%, mientras que la deuda se incrementó del 36.1% al 68.5% del PIB. En el mismo periodo, Italia pasó de un déficit del 23.5% al 62.4%, mientras que su deuda subió del 103.6% al 120.1% del PIB. El déficit de Grecia se incrementó de 14.5% a 19.6%, mientras que su deuda pública pasó de 105.4% a 165.3% del PIB. En la zona euro como conjunto, el déficit pasó de 0.7% a 4.1%, mientras que la deuda pública subió del 66% al 87% del PIB.

De esta forma, tanto los efectos de la recesión económica como las consecuencias de los altos índices de endeudamiento de los países incrementan el temor de los inversionistas. Si a esto le agregamos los desacuerdos entre los países involucrados sobre las decisiones que se deben tomar para enfrentar los problemas, el panorama se complica aún más.

La experiencia nos dice que una crisis producida en un país puede afectar a otros países y al mundo entero debido a los vasos comunicantes que las unen. El impacto final depende de la vulnerabilidad específica de cada economía frente a shocks provenientes del exterior. El peso relativo de los países europeos en la economía mundial y el riesgo de que la recesión actual se traduzca en una fuerte ralentización del comercio mundial lleva a muchos a proyectar una desaceleración del crecimiento económico global, la cual  afectaría a todos los países.

Es muy pronto para saber si la crisis actual seguirá agravándose. Es cierto que para algunos países el panorama es sombrío y no se ven signos de recuperación en el corto plazo, aunque esto no significa que la situación actual desembocará forzosamente una recesión prolongada. De hecho, es importante mantener una perspectiva razonablemente optimista en relación con las medidas que se han tomado para resolver la crisis e identificar aquellas que conlleven a un cambio de tendencia hacia la recuperación del crecimiento.

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