Quisiera ser Senador

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Dicen que no hay envidia de la buena y quien lo dice tiene toda la razón del mundo, porque cuando supe el monto de los aguinaldos que se repartirán este año nuestros ínclitos legisladores, me comencé a sentir poseído por el deseo de lo que no poseo.

De ninguna manera reniego de mí carrera, porque desde muy temprana edad, siempre supe que quería ser abogado; sin embargo, no puedo dejar de reconocer que la grilla también me llamaba la atención desde muy temprana edad y la verdad, se me daba con una naturalidad pasmosa.

Mitotero como siempre lo he sido, mi primera experiencia con la grilla fue en tercero de secundaria, cuando mi querido amigo Checo, hijo de un prominente político de la época, me invitó a formar parte de su planilla para la sociedad de alumnos.

La fórmula resultó ganadora y fue en ese momento, que sin darme cuenta, comencé a disfrutar de los privilegios que da el poder. Una de las muchas dispensas que teníamos los miembros de la sociedad de alumnos, era la posibilidad de faltar a clases, sin necesidad de falsificante previo, con el pretexto de hacer colectas de periódico para la escuela.

La grilla también rindió frutos en la preparatoria, porque como parte de la sociedad de alumnos, los organizadores de la fiesta de graduación nos agenciamos las mejores mesas del salón de eventos y desde luego, obtuvimos un descuento sustancial en nuestros boletos para el reventón.

En la grilla universitaria, nos pasó lo que a Fox; hicimos sobre las rodillas una muy buena campaña y cuando arrasamos la elección, en lo único que nos pudimos poner de acuerdo durante nuestra administración, fue en organizar la fiesta de graduación, cuestión en la que dicho sea de paso, ya éramos expertos. En un emotivo gesto republicano hacia el electorado estudiantil, pagamos dos horas de los mariachis que nos despidieron el último día de clases y aprovechando el fuero del que gozábamos, de contrabando, introducimos generosas porciones de bebidas espirituosas para tan emotiva celebración.

Analizando en retrospectiva mis antecedentes en la grilla estudiantil, francamente no sé en qué fregados estaba pensando cuando salí de la universidad y aquí entre nos, yo creo que debí de analizar con más calma el dedicarme a la grilla profesional, porque después de todo, lo que hacen nuestros legisladores, es prácticamente lo mismo que mis cuates y yo hacíamos en la sociedad de alumnos, o sea, nada.

De hecho, creo que el error que cometí al no dedicarme a la grilla profesional, fue uno de mis grandes desaciertos en la vida, porque ni siquiera es tan difícil ser Senador de la República.

Para ser profesionista y tener un empleo razonablemente bien pagado en una empresa, es necesario tener estudios universitarios, con maestría y doctorado, además de dominar por lo menos otro idioma, lo que significa pegarle al estudio por lo menos durante 25 años.

En el caso de los Senadores de la República, lo único que tiene uno que hacer, es tener 25 años de edad cumplidos el día de la elección, sin que sea siquiera necesario saber leer y escribir.

El sueldo, como todo mundo sabemos, no es malo y el horario de trabajo es flexible. El escaño es lo suficientemente cómodo como para echarse un sueñito en horas de trabajo y nadie les puede decir nada, porque gozan de fuero constitucional.

Tienen un séquito de ayudantes personales, asesores, cuentas de gastos exorbitantes, automóviles, choferes y celulares, entre otras prebendas y que además, no pagan de su bolsa.

A ojo de buen cubero, de acuerdo con las cifras que se han manejado en los medios de comunicación, cada uno de los 128 Senadores de la República, van a recibir, entre aguinaldo, fondo de ahorro, apoyo al personal, atención ciudadana y sepa Dios que otras prebendas más, algo así como cuatrocientos cuatro mil pesos, libres de polvo y paja.

Otro tanto igual recibirán los 500 Diputados Federales, lo que suma poco más ó menos doscientos cincuenta y cuatro millones de pesos.

Con estas cifras de gasto, alcanzaría para repartirle un millón de pesos a todos y cada uno de los ciento veinte millones de mexicanos que vivimos en el país y todavía sobrarían ciento treinta millones para repartirse entre los seiscientos veintiocho legisladores federales, lo cual les representaría a cada uno de ellos, la nada despreciable cantidad de doscientos mil pesos para sus chuchulucos decembrinos.

Yo creo que todavía estoy a tiempo de corregir el camino y lanzarme a la grilla profesional.

Después de todo, muchos de los prohombres legislativos que a diario vemos en los medios de comunicación haciendo declaraciones de la manera en que van a resolver los problemas del país, tienen más de 20 años en el poder legislativo y no han resuelto nada.

Se aceptan apoyos para lanzar la candidatura ciudadana.

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jose luis

muy buena observacion SOLO hay que corregir alcanzaria repartirle 1 peso a cada mexicano y no 1 millon como lo dice en su texto porque 1 millon por 120 millones de mexicanos son algo asi como $120,000,000,000,000.00 de pesos que si es una cantidad exorbitante no lo creen !
saludos

Con estas cifras de gasto, alcanzaría para repartirle un millón de pesos a todos y cada uno de los ciento veinte millones de mexicanos que vivimos en el país y todavía sobrarían ciento treinta millones para repartirse entre los seiscientos veintiocho legisladores federales, lo cual les representaría a cada uno de ellos, la nada despreciable cantidad de doscientos mil pesos para sus chuchulucos decembrinos.

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