Reformas e incentivos para crecer

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Empiezan los preparativos para conformar el Congreso, mediante la selección de los candidatos que contenderán por una curul y de aquellos que sólo deben cuidar que no los atropellen para llegar a disfrutar una experiencia inolvidable. Qué es lo que vayan a intentar hacer una vez sentados en sus cómodos asientos, con su bien equipada oficina, su cuerpo de asesores, asistentes, choferes y previo pago de dietas y viáticos, nadie sabe, aunque todos quisiéramos ver cambiar algunas cosas que impiden que la economía crezca más que el triste tres por ciento que nos espera este año. Todos sabemos que crecer es condición necesaria y a veces suficiente para corregir, al menos parcialmente la pobreza, ya que se generaría empleo y si este es del tipo formal, el efecto sería mucho mayor, directamente al bienestar de los trabajadores y sus familias.

La economía crece muy poco porque falta inversión y mientras el gobierno anuncia con bombo y platillo inversión extranjera directa muy cuantiosa, la mala noticia es que necesitamos un flujo por lo menos cinco veces mayor al acumulado en los cinco años de la presente administración, distribuidos en todos los sectores, no nada más en lo más rentable y en la industria de exportación.

Ya han sido mencionados por muchos los aspectos que requerimos cambiar para que nuevamente sea atractivo invertir en el país, aunque algo que debería espantarnos, mucho, es que algunos de los futuros legisladores tienen sólo imágenes borrosas de lo que son aquellos cambios, que les llaman reformas, pero que no conocen a fondo. Deberíamos espantarnos, porque existe un riesgo enorme de que hagan las cosas de tal forma que el resultado sea algo peor a lo que tenemos. Ejemplos sobran en este sentido, por lo que ensayaremos otro enfoque en esta ocasión, concentrándonos en los incentivos y la falta de ellos. El país requiere, por ejemplo, producir al menos unas treinta millones de toneladas de maíz por año y debería ponernos a pensar el hecho de que en los mejores años de cosecha alcanzamos 25 millones, pero luego, sorpresivamente, sólo logramos 22. Quiénes ganan y quiénes pierden es algo que cuando lo podamos responder sabremos en donde están los incentivos que hay que cambiar. No requerimos ni una reforma agraria, ni laboral, ni nada por el estilo.

Si alguien se concentrara en armar las cadenas productivas de todos aquellos bienes que exportamos y de los que importamos, podríamos saber cuáles son los aspectos de la cadena que falta atender en el país y sabríamos cuáles son los incentivos que hay que cambiar. Puede ser que sólo se trate de un mercado de algún insumo que no funciona, o está dominado por algún monopolio, o bien, sólo se requiere permitir la entrada sin arancel de algunos productos, o que se otorgue financiamiento para expandir la producción de algunos otros que ya producimos, pero cuya oferta es insuficiente.

Existen algunos otros aspectos más complejos, como el fiscal o el educativo, que requiere un análisis un poco más profundo y que implican cambiar incentivos que afectar a grupos o personas con intereses muy poderosos y aquí la gran pregunta a todos los que se aprestan a despachar desde insurgentes o en San Lázaro, es si en verdad están dispuestos a abordar el problema y entrarle con decisión. México y los mexicanos estamos cansados de la simulación y de las explicaciones relativas a los tiempos políticos y demás guarradas, que en fondo nos llevan a los intereses personales de cada uno de los personajes. Todavía es tiempo de arrepentirse.

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