La semana pasada asistí a la reunión de la red de pobreza y desigualdad capítulo México, que es básicamente un encuentro de investigadores especialistas en estos temas. Al final de la reunión se organizó una mesa de debate sobre la pobreza y la política social en México.
Al igual que en otras ocasiones, el debate fue intenso. Esta situación es normal pues si bien todos coincidimos en la necesidad de eliminar la pobreza y atenuar la desigualdad, el consenso es menor en el camino que se debe seguir para lograrlo.
El tema es muy amplio y es un riesgo tratarlo en tan poco espacio. En este sentido me ocuparé en esta ocasión de tres paradigmas de la política social en México que en mi opinión han limitado el alcance de las políticas públicas para disminuir la pobreza.
Primero, creo que el error que hemos cometido en los últimos años es centrar el combate a la pobreza en políticas antipobreza y no en políticas de empleo complementadas con políticas antipobreza muy focalizadas a personas en condición de vulnerabilidad.
La mejor forma de permitir a las personas salir de la pobreza es con empleos. Una economía que no crece, no genera los empleos requeridos por las familias. La falta de oportunidades laborales ha sido una de las mayores decepciones de los jóvenes que se gradúan de Oportunidades.
Pero el empleo no sea crea por decreto. Las economías necesitan funcionar con mínimas distorsiones al ahorro, la inversión y la productividad con mercados competitivos que incentiven la innovación y la inversión, y de esta forma el empleo. La falta de competencia en importantes sectores es en mi opinión el principal obstáculo en México para mejorar el bienestar de todos, en particular de los más pobres.
Además, existe evidencia que la falta de competencia en importantes sectores en los cuales los pobres compran productos y servicios, como en las telecomunicaciones o el transporte foráneo de pasajeros, afecta de forma desmedida el precio que tienen que pagar por ellos.
En este sentido, sería muy bueno que ya se apruebe la reforma a las telecomunicaciones que actualmente se discute en el Congreso y que busca mejorar los niveles de competencia en esta industria. Incrementar y cuidar la competencia en otros sectores debería ser una agenda permanente. La Comisión Federal de Competencia ha identificado cuáles son esos sectores.
Otro paradigma que me preocupa es que las administraciones creen que la ineficacia de muchas políticas públicas radica en la implementación y en las personas que las implementan y no en el diseño. Por ejemplo, por años se han repartido despensas para los pobres con nulos resultados de mediano y largo plazo. ¿Por qué ahora tiene que ser diferente? La inercia en muchos programas sociales, aun existiendo evidencia de su fracaso, es muy común. Cualquier excusa que se quiera emplear no debería ser aceptada por la sociedad.
Finalmente, creo que otro paradigma que ha limitado la política social es la falta de reglas claras en las facultades y responsabilidades de la federación, los estados e inclusive los municipios. Por un lado, algunos programas sociales se sobreponen en una lógica que pareciera una competencia, generando distorsiones importantes; por el otro, la falta de responsabilidades y de reglas claras entre los distintos órganos de gobierno limita la transparencia y la rendición de cuentas. El mejor ejemplo, los escándalos de dinero del Seguro Popular en Tabasco y Chiapas.
Así, en mi opinión se debe enfocar todo el esfuerzo gubernamental en promover empleos, con políticas que promuevan la inversión y la competencia. Deben seguir existiendo programas sociales, como Oportunidades, para pobres, especialmente en las zonas rurales y para grupos vulnerables, como huérfanos, o adultos mayores indigentes, pero no deben ser el eje.
Solo para terminar, en el seminario concluimos que en los últimos años habían habido importantes avances en los temas de transparencia y evaluación. Sería fundamental que a futuro no hubiera retrocesos en estos aspectos.
