¿Tennessee, quién?

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Amigos queridos:

Mi entrañable Beto Juárez me invitó a salir, ahora sí teníamos un buen rato sin vernos, así que se ufanó en buscarnos la mejor experiencia teatral. Fue por los boletos muy temprano para garantizar la entrada de la muy demandada obra “Tennessee en cuerpo y alma”.

Teníamos cierto recelo por el elenco, pero la autora Ximena Escalante prometía un texto de bueno a maravilloso. A mediados de este año montaron “Las relaciones sexuales de Shakespeare y Marlowe” de la misma autora y me pareció un texto provocativo, arriesgado y sobretodo interesante. Lo que no me encantó es que era petulante, de estos textos en los que si no eres un erudito en el tema, te quedas un poco fuera de la jugada. Yo no lo era, pero mi amigo sí. Así, caché muchos detalles que me habían pasado de largo, gracias a sus comentarios puntuales. Sin embargo, la trama en general era entendible para todos.

En este caso me pareció que ocurrió todo lo contrario. El argumento principal es el encuentro del escritor Tennessee Williams con uno de sus personajes emblemáticos, Blanche DuBois, protagonista de “Un Tranvía llamado Deseo” una de sus obras más conocidas ya sea por el texto, el montaje teatral o las películas.

El anhelo antiguo del encuentro entre el artista y su creación, lo encontramos desde los mitos griegos con Pigmalión. Esta fantasía recurrente la hemos visto varias veces y al menos yo, no recuerdo un sólo caso en que se necesitara un intermediario que no fuera la fantasía.  En esta obra, el contacto lo hace una médium, quien pretende darle un cariz cómico y rompe con la intimidad que se podría haber logrado a través de una relación onírica o de alter ego.

Más allá de mis preferencias, lo que sí resulta imperdonable es la reducción psicológica con que se caracteriza a los personajes. Miren que encasillar a un hombre de la complejidad de Tennessee Williams a un gordo bonachón quién padece un bloqueo creativo, me parece un descaro. Obvio, no podía dejar de mostrar su alta dependencia con el alcohol y los estupefacientes, así como su homosexualidad. Claro, de su genialidad para mostrarle al pueblo estadounidense que había otros mundos distintos a los del sueño americano, no se habló nada.

Omitió la encarnecida crítica que hizo sobre la nueva axiología que surgió tras la Gran Guerra, basada en la búsqueda de la felicidad a través del consumismo, mostrando como nadie a seres atormentados e infelices, vacíos de ellos mismos que se recobran a momentos, que a través de su vulnerabilidad se vuelven tan humanos, tan cercanos, tan queribles. Esto le valió no sólo fama y premios, también lo convirtió en un paría de una sociedad que no podía dejar de admirar su genialidad para mostrar el mundo de los marginados, ni de odiarlo por ponérselo de frente.

A Beto le indignó mucho la interpretación de la Señora Cantoral en el papel de la DuBois, a mí en realidad no me pareció tan mala, creo que el problema principal radica en el texto. Por buen o mal cocinero que seas, si los ingredientes están podridos no puedes realizar platillo alguno.

Las críticas que he leído sobre la obra son halagüeñas. Tal vez la admiración que siento por Tennessee, el cariño que profeso por Blanche o lo incómodo de la silla en que te sientas durante la función, marcan este matiz poco amable. Nadie mejor que ustedes para juzgarlo con sus propios ojos.

Les mando un fuerte y apretado abrazo.

Claudia

Teatro en Casa del Lago UNAM, viernes 20 hrs, sábado y domingo 19 hrs.

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