La cronología de Tlahuelilpan Hidalgo: ¿Por qué no se cerró el ducto?

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La tragedia de Tlahuelilpan Hidalgo ha conmocionado a México y el mundo. Los hechos han sido narrados cronológicamente por las autoridades y explican por qué no se cerró el ducto inmediatamente.

El viernes 18 de enero, a las dos de la tarde, en Tlahuelilpan, Hidalgo, hacía frío. No era un frío inclemente, no como el que se había sentido otro días en la región, ese que hacía que dolieran las articulaciones y los huesos. Era un frío apenas molesto, que no quemaba, pero que tampoco te dejaba tranquilo.

A las 14:30 horas, la Sedena detectó una toma clandestina en el ducto Tuxpan-Tula, a la altura del municipio de Tlahuelilpan. Se trataba, explicaron las autoridades, de una toma ilegal hecha con anterioridad por presuntos huachicoleros y de la que empezó a brotar hidrocarburos.

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Apenas una hora más tarde, alrededor de las 15:45, el número de personas que se congregaban en el lugar rebasaban las 100. La mayoría había venido caminando desde las comunidades cercanas, cargaban bidones, garrafones y botes vacías con los que buscaban hacerse de un poco de combustible.

Otros eran automovilistas que circulaban por la carretera y, al ver la fuente de combustible que se alzaba a metros de altura, decidieron aprovechar su suerte y corrieron, también con bidones, hasta la toma fracturada.

21 elementos del Ejército custodiaban el lugar desde las dos treinta, pero era muy poco lo que podían hacer ante el número de gente que se arremolinaba alrededor de la toma clandestina. Pedían a los ciudadanos que se dispersaran, alertaban sobre los peligros, sobre los riesgos, pero las personas no hacían caso, allí, entre tantos y tantos civiles, la autoridad del Ejército era nula.

El municipio de Tlahuelilpan está habitado por no más de 18 mil habitantes, la mayoría de ellos pobladores de bajos recursos. Desde el fin de semana, los reportes periodísticos y las autoridades estatales se han encargado de dejarlo muy claro: en el ducto fracturado no había huachicoleros, no estaban lo líderes de organizaciones criminales que durante años han lucrado con el robo de hidrocarburos.

Los que tomaban en sus manos el líquido flaméale eran ciudadanos pobres, guiados por la necesidad y por lo que, pensaban, era una oportunidad única para hacerse con unos cuantos litros de gasolina. “Algunos de ellos ni siquiera tenían carro”, han comentado pobladores que no acudieron al llamado o que permanecieron varios metros atrás del peligro.

A las 17:00 horas, personal militar arribaron más elementos militares a la zona para conminar a los pobladores a que se retirases, pero era inútil. Se estima que habían hasta 300 personas en el lugar. El frío, ese frío que se había sentido toda la semana, e había extinguido. Entre tantas voces, chiflidos y risas, lo que allí se vivía era casi una algarabía.

Media hora más, tarde, a las 17:30, arribaron refuerzos de la Sedena, pero tampoco pudieron hacer nada para dispersar a la multitud. A unos cuarenta metros, personas que grababan lo sucedido transmitían en vivo por redes sociales exigían a las autoridades y a Pemex que detuviera la fuga. Conscientes del peligro, denunciaban que una chispa cualquiera podría desatar una tragedia en cualquier minuto.

Finalmente, a las 18:52, esa tragedia tan anunciada ocurrió. No se sabe bien a bien cómo ocurrió. Algunos dicen que un celular cayó a la zanja en la que se encontraba la toma clandestina. Otros dicen que el roce de la ropa sintética, en un lugar que por horas se había llenado de gases inflamables, generó una chispa.

Lo cierto es que en un segundo se liberó el infierno. Y las imágenes que siguieron fueron espantosas, dantescas. Decenas de personas corrían envueltas en llamas. Corrían desesperados tratándose de alejar del fuego. Sus gritos, desgarradores, lo llenaban todo.

A las 20:00 horas, los bomberos de Tlahualilpan llegaron al lugar para intentar sofocar las llamas. Media hora más tarde, arribaron las primeras 16 ambulancias de la Cruz Roja que llegaron al punto de la explosión, y fue cinco minutos antes de las 21 horas el Gobierno de la Ciudad de México envió cuatro helicópteros equipados con ambulancias al lugar de los hechos.

El incendio pudo ser contenido hasta pocos minutos antes de la medianoche y lo que allí se veía eran sólo indicios de los alcances de la tragedia. El verdadero horror se descubrió al otro día, cuando los primeros rayos de sol se abrían pasado para mostrar el terreno calcinado donde fallecieron decenas de personas.

Hasta el momento las cifras oficiales son de 89 fallecidos, de los cuales sólo 9 han podido ser identificado. Se reportan al menos 55 heridos, algunos de ellos muy graves. El sábado por la mañana en Tlahualilpan, sin embargo, lo único que se sentía más fuerte que el frío, que ahora calaba en los huesos como dagas, era el sentimiento de horror y desesperanza que se esparcía como cenizas entre los que acudieron al lugar en busca de algún familiar, de algún amigo.

¿Por qué no se cerró el ducto?

Tras la tragedia, la pregunta que más se ha hecho es ¿por qué no se cerró la válvula del ducto cuando se detectó la fuga a las dos de la tarde? El secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, dijo que no se registraron los niveles de presión que marca el protocolo.

“Pemex no cerró la válvula cuando se detectó inicialmente la fuga en el ducto, porque no se pensó que fuera una fuga relevante”, mencionó en conferencia de prensa.

Es decir, los pobladores estuvieron intentando robar gasolina durante tres horas con 50 minutos antes de que Pemex pudiera cerrar la toma clandestina. Casi cuatro horas de peligroso saqueo, sin que la paraestatal decidiera que ahí, en ese municipio usualmente tranquilo y callado de Hidalgo, se fraguaba el infierno.

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