Turner: en los albores de la abstracción

Lectura: 5 minutos

“Introduced to-day to the man who beyond all doubt is the greatest of the age; greatest in every faculty of the imagination, in every branch of scenic knowledge; at once the painter and poet of the day…”

John Ruskin

Se le llama pintura abstracta a aquella surgida del esfuerzo por eliminar las referencias directas al mundo exterior. La abstracción pretende construir un nuevo universo estético no objetivo, de formas descompuestas, simplificadas.

Teóricamente, la abstracción nace y se perfecciona durante el siglo veinte; una corriente que abreva en las creaciones impresionistas y fauvistas de finales del sigo XIX y principios del XX.  Pero hay un referente previo, innegable.  Sin él, la abstracción no se comprende.  Este referente vivó y creó en la primera mitad del siglo XIX, y se llamó Joseph Mallord William Turner.

Turner se formó como paisajista en la tradición natural de su tiempo. Se impresionó con la obra de Poussin y de Claude Lorrain (por este último su admiración fue tan grande, que muchos años después, al donar su colección a la nación inglesa, condicionaría el regalo a que su obra se pusiera siempre cerca de algún cuadro de Lorrain). La obra temprana de Turner es académica, formal y realista, de composiciones ortodoxas, podríamos decir, en su gran interés por reproducir lo que había visto en el trabajo de los grandes maestros del siglo XVIII.

 J.M.W. Turner.  El canal de ChichesterJ.M.W. Turner.  El canal de Chichester

En el año de 1819 viaja por primera vez a Italia, en donde se maravilla con los paisajes bañados de una luminosidad particular e intensa.  Es entonces que empieza a surgir el Turner más singular.  La gloria de la obre turneriana viene a continuación.

Turner, en su madurez, no representa: Turner sugiere.  Turner no pinta las cúpulas de las iglesias de Venecia: las insinúa.  Turner no retrata los edificios incendiados del Parlamento inglés: los bosqueja.  A Turner no le interesan las formas, las líneas y los contornos.  A él le importan los colores, los ambientes, los olores, y la influencia de los juegos de luz que surgen siempre del sol, que es Dios.  El movimiento.  La influencia, sobre escenarios que todo mundo ve, de fenómenos meteorológicos que los demás solamente sienten.  Turner reinterpreta.  En la obra de Turner hay torbellinos de color.  Nos damos cuenta de que estamos en el medio de un acontecimiento climático, y nos sentimos débiles, a merced de la naturaleza.  Viendo una tormenta veneciana de Turner no nos importa ya qué pasa con las cúpulas.  Esas quizá las veamos completas después, cuando todo aquello pase, si es que termina.

J.M.W. Turner.  El barco de esclavosJ.M.W. Turner.  El barco de esclavos

Turner pinta vapores, humos, pinta el calor y pinta el frío.  Refulge todo, en Turner.  El lienzo vibra y no deja de evolucionar.  Un fenómeno meteorológico no se puede retratar en una instantánea.  Una pintura de Turner sigue girando como un huracán, tiempo después de haber secado la pintura.

A Turner le interesan los efectos del agua, de la luz, de todos los elementos de la atmósfera.  Los edificios ya los conoce.  También ha visto la campiña inglesa, y se ha enloquecido con la intensidad del colorido de los paisajes por los que ha paseado.  Ha visto reses y borregos que ha sabido plasmar en lienzos, y árboles bien definidos de siluetas inconfundibles, y ha sido maestro en el dominio de la perspectiva tradicional.  Como Lorrain.  Como Gainsborough y Reynolds.  Todos ellos han visto la gloria arquitectónica creada por el hombre: la Plaza de San Marco y la Iglesia de Santa María la Mayor.  Pero, ¿quién ha visto el aire que corre por entre las cúpulas y lo ha sabido representar?  Quién ha notado la luz que se filtra por entre las ventanas y ha sido capaz de capturarla? ¿Y la brizna que sale del agua y flota muy al ras de las olas que hacen las góndolas en el Gran Canal?  ¿Y las tormentas de nieve?  ¿Quién ha pintado eso?  ¿Quién ha podido plasmar en telas el calor, el humo, los rayos del sol, los vapores, los fulgores momentáneos, los destellos de un atardecer, los olores de una ciudad vieja?  Turner, el osado, es quien se atreve a representar lo que los otros han sentido pero no han podido aprehender.

 J.M.W. Turner.  Lluvia, vapor y velocidadJ.M.W. Turner.  Lluvia, vapor y velocidad

Las torres ahí están, también las proas de los barcos y las plazas públicas.  No hace falta representar eso.  Mejor cojamos en una instantánea que permanecerá por siempre en movimiento la intensidad de aquello que nos tiene a su merced.  Los efectos generados por una naturaleza caprichosa.  Sublime.

Turner es, sin duda, el primer pintor que se anima a llevar la pintura a límites inusitados de abstracción.  Abstracción que, para su tiempo, es vecina de la locura.  Todavía es demasiado pronto para un genio así: la pintura abstracta, conceptualizada como tal, no ha sido formulada aún por los teóricos.  Existe, no obstante, sí, en la mente y en el pincel de J.M.W. Turner.  El pintor de fenómenos rebasa fronteras delimitadas con seriedad.  Se aburre con el sistema tradicional de la perspectiva, e inventa una manera de ver el mundo empapada de perceptibilidad sensorial.

Y entonces, como de sopetón, caemos en la cuenta: no estamos frente a un cuadro de Turner: estamos en medio de un cuadro de Turner.  Que es lo mismo que estar en medio de un tornado de luces y sombras, de humores y vientos y alientos y bocanadas de aire frío y luego caliente, y de nubes que pasan rápido y de barcos que no llegan a puerto porque se mecen víctimas de la violencia de un mar enfurecido.  Pero no vemos el barco, ni las torres, ni el faro ni las olas: vemos el movimiento, la velocidad, la rabia del mar y sentimos la brisa y olemos la sal.

Estamos inmersos en una fiesta de arena, polvo y luz; aire y fulgores que se prenden y luego se apagan.  Quizás, si abrimos bien los ojos sin miedo al polvo esparcido en el aire, podremos ver allá en el fondo una cúpula, o una torre, o un edificio, o un mástil, tal vez.  Podremos ver, entre todo aquello que simplemente se siente, la sutil insinuación de formas y líneas y contornos.  Pero solo un momento, porque así lo ha querido el creador.  Así ha querido que sintamos su pintura, de la forma en que él, tal vez, sentía al mundo.  Nada fijo y todo en movimiento.  Con Turner, nosotros también terminamos siendo figuras evanescentes de un mundo colorido que nunca se está quieto.

 J.M.W. Turner.  Tormenta de nieve.J.M.W. Turner.  Tormenta de nieve

0 0 votos
Calificación del artículo
Subscribir
Notificar a
guest
1 Comentario
Más viejo
Nuevo Más Votado
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Jorge

Excelente narración, totalmente de acuerdo, el maravilloso legado de W. Turner, tan vivo, tan único, tan original, que no puedo evitar sentir cuando lo veo: “ESO es arte”

1
0
Danos tu opinión.x