Un Gulliver Victoriano

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En abril de 1862 a un escocés inquieto se le ocurrió irse a dar un viaje que poca gente se animaba a iniciar en esos tiempos: se embarcó para Singapur con pocas ganas de volver a las islas donde llueve todo el tiempo.

Autorretrato soldados
Autorretrato soldados

 

 

De esta forma, John Thomson empezó un largo peregrinar de casi una década, que sería seguido de otro más, por las enigmáticas tierras del Oriente desconocido.

Quizá fue éste el primer fotógrafo en internarse en las selvas del sudeste asiático para fotografiar ruinas de imperios milenarios; tal vez fue él el primer europeo en viajar por toda la China con una cámara al lomo y un perro fiel al flanco; se afirma que fue él quien por vez primera se atrevió a eternizar los rostros orondos de los miembros de las familias reales de aquellas tierras de nombres impronunciables.Avezado e innovador, curioso e incansable, Thomson terminaría convirtiéndose, a su vuelta a Europa, en el referente sine qua nondel retratista de tipos humanos de culturas lejanas.

Pareja de nobles
Pareja de nobles

 

 

Cuando llegó a Asia, pisando por primera vez Singapur, Thomson se dedicó a fotografiar comerciantes europeos radicados en ese lugar, por entonces muy distinto de la civilizada tierra de orden y perfección en que hoy se ha convertido.  Poco después sintió que esto era poco relevante, y empezó a fotografiar paisajes, tipos populares, acontecimientos cotidianos y artefactos desconocidos casi por completo en Europa.

Chinos en barra
Chinos en barra

 

En 1865, se dice, el británico leyó un relato de Henri Mouhot que le despertó un vivo interés por conocer la mítica ciudad de Angkor.  Fue a partir de esa vivencia literaria que se apresuró a entrevistarse con el rey de Tailandia en busca de un permiso para entrar a la zona de Cambodia.  En ese mágico país haría múltiples retratos, se enfermaría de fiebre, y vería fugazmente a la parca arrepentirse de llevárselo de paseo.

 Pago de Isla
Pago de Isla

 

En el año de 1867 volvió a su tierra natal.  No tardó en aburrirse.  Al fotógrafo le había picado el bicho de la fascinación por lo exótico.  Así que como un doctor que de rutina y por compromiso pasa a ver a sus clientes, como un cumplido pariente lejano que ha tachado de la agenda la obligación de hacer la veloz visita a la vieja tía, se apresuró a despedirse de los suyos una vez más.  Dicen muchos que en sus ojos brillaba la amenaza del no retorno.  Al estilo del emblemático viajero de Jonathan Swift, Thomsonbrincó del muelle al barco con el impulso de las alas de Hermes en los talones.  Se puso como destino una ciudad llamada Hong Kong.  En ese lugar fijó un muy inestable pied-à-terre,y desde ahí emprendió extenuantes viajes a lo largo y ancho del continente en el que la gente se asustaba cuando un hombre blanco y de barbas les disparaba divertido con un artefacto que jamás habían visto.

young-cantonese-boys

 

Tampoco en su desenlace dejó de parecerse a Gulliver: en detrimento de servir de material para la elaboración de la crónica de un aventurero con fin trágico, negándonos así definitivamente, a nosotros los morbosos, el regocijo de leer un cuento de final misterioso, este padre del periodismo fotográfico se murió a los ochenta y cuatro años, de forma apacible y poco ruidosa, en su casa de Edinburgo.

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