Una primavera con muchos fantasmas

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A poco más de un año de que las revueltas en Túnez y —semanas más tarde— en Egipto incendiaran de esperanzas no sólo a la región del Magreb sino al mundo entero, en torno a la posibilidad real de renovación, apertura democrática y ejercicio real de las libertades más elementales y los derechos humanos en esa región ancestralmente azotada por los regímenes autoritarios más impresentables, la llamada Primavera árabe ha dado —a lo largo de estos doce meses— tanto las señales más alentadoras, como las más sombrías en torno del futuro del llamado mundo árabe.

Luego de un alentador inicio, en que las revueltas populares y pacíficas parecían anticipar una suerte de “caída del muro”, pero ahora en estas latitudes que, hasta el momento, parecían inmunes al contagio democrático que a lo largo del último cuarto del siglo XX se difuminó por prácticamente todos los rincones del planeta, la primavera pronto comenzó a dar visos otoñales y a mostrar su cara menos amigable: desde el terrible episodio en que el indefendible Gadaffi fue ejecutado en medio de una cadena de vejaciones, hasta los más recientes asomos de represión emprendidos por la junta militar que detenta el poder en Egipto desde la dimisión de Hosni Mubarak, la sonrisa que Occidente esbozaba frente a las revueltas árabes fue poco a poco desdibujándose y, ahora, se ocupa —y preocupa— de los muchos riesgos que, en contraparte, dicha ola de inestabilidad política cierne sobre Europa y el mundo entero. Entre tales riesgos destacan, por mucho, tres: el terrorismo, la inmigración y el impacto que las oscilantes economías del Magreb puede provocar sobre el tambaleante Viejo Mundo y Estados Unidos.

En primera instancia, no podemos olvidar que los países norafricanos han incubado en la última década células terroristas que han operado perpetrando atentados en las zonas costeras y, cada vez más, secuestros de occidentales en la región del Sahel. Grupos salafistas argelinos han federado la marca Al Qaeda en el Magreb islámico. Hasta ahora, estos grupos han sido contenidos y no han conseguido sembrar el terror en tierra europea. La transición de regímenes autoritarios, laicos y prooccidentales a sistemas más pluralistas y posiblemente menos estables y brutales en la represión abre nuevas incógnitas.

En lo tocante a la inmigración, la desesperada salida en barcazas de miles de tunecinos rumbo a Italia tras la caída del régimen ha disparado las alarmas sobre posibles éxodos de África a Europa. La lectura más convincente del flujo tunecino de principios de 2011 —así como los subsecuentes fenómenos de migración masiva de egipcios y libios tanto a territorio italiano, como francés y español— parecen reflejar la huida de fieles del régimen temerosos de represalias. Ahora bien, el mayor temor reside en la percepción del surgimiento cada vez más claro de situaciones de caos prolongado que empujen a grandes masas de norafricanos a la salida y, a la vez, el ablandamiento del control policial a la emigración clandestina.

Por último, algo que cada vez resulta más evidente es que, en términos económicos, la transición hacia la democracia no es ni será sinónimo de despegue. Pero tampoco es de esperar un deterioro de la situación de los países impactados por las revueltas. Sin embargo, hay aspectos estratégicos en los que Occidente es sumamente vulnerable a los devaneos económicos del mundo árabe, en particular, en el terreno energético: la tercera parte del petróleo y gas que importa Europa procede de los países del arco árabe-persa. Eventuales escenarios de prolongado caos y violencia podrían por tanto causar serios problemas de abastecimiento. Pero, observan algunos, incluso la simple inestabilidad tiene consecuencias.

Sin caer en fatalismos ni descalificar las bondades que la ola liberalizadora del mundo árabe ha traído, a un año de distancia sus sombras se tornan cada vez más prolongadas y los fantasmas que la habitan parecen tomar mayor fuerza. No es válido, ahora, aventurar pronósticos lúgubres respecto del futuro árabe, pero sí es momento ya de valorar con mesura los verdaderos alcances de esta Primavera que cada vez se torna más fría.

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