Artistas mexicanos en Nueva York (1920-1936)

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Diego Rivera, José Clemente Orozco, Rufino Tamayo, Carlos Chávez, José Juan Tablada, Miguel Covarrubias y David Alfaro Siqueiros, fueron algunos de los artistas que vivieron intensamente la primer gran aventura que dio a conocer al mundo el arte mexicano, todo desde el centro más brioso, dinámico y moderno del joven siglo XX: Nueva York.

La Babilonia de Hierro fue el título que el poeta y escritor José Juan Tablada dio a sus crónicas neoyorkinas (1920-1936), textos empapados de la delirante modernización de la urbe, con sus enormes rascacielos, el cinematógrafo parlante (la primera proyección comercial de una película con sonido sincronizado se dio en Nueva York en abril de 1923), el diabólico automóvil, los anuncios luminosos, el lascivo jazz y el radio que un amigo de él compró en la exorbitante cantidad de $1,200 dlls. Fue una época en que las mujeres por fin votaron, los Yankees compraron a Babe Ruth por medio millón de dólares, comenzó la Era de la Prohibición y más tarde vino el fatídico garrotazo de la Gran Depresión.

Tablada ya había estado en Nueva York refugiándose de los sinsabores de la Revolución. Con el gobierno de Carranza, el poeta pudo regresar a México a trabajar como diplomático en Sudamérica, hasta 1920, cuando usó todas sus triquiñuelas para que lo regresaran a Nueva York, pues estaba recién casado con la hija de una familia cubana bastante pudiente, afincada en N.Y.

Tablada, Orozco y Chávez.
De izquierda a derecha: José Juan Tablada, Clemente Orozco y Carlos Chávez.

José Juan Tablada fue el primer mexicano en hablar en el extranjero del arte prehispánico y popular, además de promover la obra de sus amigos artistas, como Rivera, Orozco y Covarrubias. Todo el florecimiento artístico que surgió por la política de José Vasconcelos se dio a conocer en Nueva York gracias a Tablada. Fue lo que llamaron Nacionalismo, una gran estrategia para incorporarnos a la modernidad al grito de lo indígena es lo nacional.

Una vez dominado el inglés, Tablada comenzó a vivir de sus escritos, un quehacer periodístico prodigioso que ejerció por más de cincuenta años y donde México era el tema principal. Se convirtió en colaborador asiduo de la célebre e influyente revista The Arts, donde el otro colaborador extranjero era un tal Pablo Picasso.

El golpe de suerte llegó en 1923, cuando ascendieron a Subsecretario de Relaciones Exteriores a su pariente y cuatazo, Genaro Estrada. A partir de entonces Tablada contó con el apoyo oficial del gobierno de México para sus proyectos. Estrada, esmerado escritor por su parte y un político en ascenso con gran visión para el talento nacional, siempre ayudó a muchos artistas.

También fue Tablada el primero en promover al caricaturista y pintor Miguel Covarrubias. El “Chamaco” Covarrubias llegó a Nueva York en 1923, con el eufemístico cargo de agregado cultural. Estrada le dio boleto de ferrocarril en coche cama y seis meses de viáticos. En la ciudad de hierro compartió habitaciones con el multifacético Adolfo Best Maugard, uno de los principales ayudantes de Vasconcelos en el macroproyecto cultural mexicano. Covarrubias y Best Maugard vestían todas las noches como dandys para saltar a la vida nocturna: Martinis con los millonarios del Uptown, bailongos con los negros del Harlem.

Covarrubias y Maugard.
Miguel Covarrubias (izquierda) y Adolfo Best Maugard (derecha) (Fotografía: Colecciones Digitales UDLAP).

A Covarrubias le fue retebien en Nueva York, pues hizo mucho dinero con sus caricaturas e ilustraciones para revistas como Vanity Fair, New Yorker y Vogue. Esto lo llevó a codearse con la crema y nata: los Vanderbilt, los Rockefeller y los Whitney. En 1924 tuvo la primera exposición de sus caricaturas con un éxito rotundo. Para el año siguiente “el Chamaco” se cotizaba alto. José Clemente Orozco, entonces viviendo allá casi de la caridad, escribió no sin cierta envidia a su amigo pintor, Jean Charlot: “Covarrubias hizo ventas por valor de más de 3,000 dólares (…). Cada dibujo se vendió en 300 dólares, es decir, en más que el de Picasso, que sólo estaba a 250 (…) ¡Está ganando un dineral!”.

Con la publicación de sus dibujos dedicados a los negros (Negro Drawings, 1927), Covarrubias se convirtió en uno de los primeros etnodibujantes del mundo: “El primer artista importante en Estados Unidos que haya concedido a nuestros negros algo que se parezca a una atención reverente (…)”, decía el panfleto de su exposición. La Enciclopedia Británica lo incluye en la lista de “maravillas” de artistas del blanco y negro.

Covarrubias
“Chamaco” Covarrubias.

Tablada fue también el primero en descubrir el talento de José Clemente Orozco. Artista de vida dramática, adversidad y triunfo, Orozco llegó por segunda vez a Nueva York en 1927. Una vez más, Estrada, entonces ya Secretario de Relaciones Exteriores, le pagó el pasaje y le dio tres meses de viáticos. Era diciembre, “(…) hacía mucho frío. No conocía a nadie y me propuse volver a comenzar desde el principio”. Dejando esposa e hijos atrás, Orozco no tardó en emparejarse a la apurada vida neoyorkina: teatros, cabarets, pero sobre todo los clubs de negros (dancings): “Negros de porte muy digno, algunos tan negros como la pulpa del zapote prieto”. Entonces conoció a la periodista Alma Reed, la viuda de Carrillo Puerto, quien se convirtió en su agente. Reed compartía un lujoso departamento en la 5ª avenida con Eva Sikelianós, esposa del afamado poeta y filósofo Ángelos Sikelianós. El departamento también era sede de famosas pachangas literarias, donde Orozco vendía sus cuadros y dibujos de la Revolución mexicana. Con Reed como dealer, las exhibiciones del pintor se hicieron recurrentes. A Orozco le tocó vivir el famoso crash bursátil del 29: “Una mañana algo muy grave pasaba en Nueva York. Las gentes corrían más de lo acostumbrado (…), las sirenas de los bomberos y Cruz Roja aullaban ferozmente (…), todo era mare mágnum (…). Muchos especuladores ya se habían arrojado a la calle desde las ventanas de sus oficinas y sus restos eran recogidos por la policía”. Más tarde Reed y Orozco fundaron la importante la galería Delphic Studios.

Alguien que también tuvo bastante éxito y reconocimiento en Nueva York fue Carlos Chávez, como músico y compositor. En su primera visita Chávez entabló amistad con el importante compositor vanguardista Edgar Varèse, quien lo apoyó comisionándole trabajos importantes, como Energía (1925). Varèse, entusiasmado con el movimiento mexicano, ya había utilizado poemas de Tablada para su Offrandes (1921). Chávez estrenó con calurosa recepción su obra Tres Hexágonos (1925), con poemas de su amigo Carlos Pellicer. El poeta tabasqueño le escribió: “Carlos, si la muerte me dejara vivir quince años más, me iría a Nueva York”. En su segunda estancia, Chávez entabló amistad con el compositor Aaron Copland, una camaradería entrañable que duró más de cincuenta años.

Carlos Chavez y Aaron Copland
Carlos Chavez (izquierda) y Aaron Copland (derecha) (Fotografía: AS/COA).

En esa época Orozco visitaba a menudo a Chávez en su departamento en Greenwich Village: “(…) pequeño pero suficiente para contener un piano”. El departamento lo compartía con el mago del color, Rufino Tamayo. También Chávez y Diego Rivera se veían con frecuencia, pues les unía el ánimo por darle al arte mexicano un empuje fresco.

En 1931 los aviadores Wiley Post y Harold Gatty despegaron de Nueva York para hacer el primer vuelo alrededor del mundo. Lo hicieron en ocho días y quince horas. Ese año el MOMA le encargó a Diego Rivera los murales portátiles titulados Murales para el Museo de Arte Moderno. La muestra también ofrecía obras de una tal Frida Kahlo.

También es el año en que se construye el Rockefeller Center, donde Rivera pintó su Hombre en el cruce de caminos que causó controversia, pues retrata al archienemigo del capitalismo: Lenin. El millonario Rockefeller lo tomó personal y mandó a destruir la obra. A su regreso a México, Rivera pintó el mismo mural en el tercer piso del Palacio de Bellas Artes.

Diego Rivera.
Diego Rivera (Fotografía: Capital Public Radio).

En 1936 David Alfaro Siqueiros creó en Nueva York el Taller Experimental Siqueiros, donde impartió técnicas novedosas, como el action painting y el dripping, que uno de sus discípulos, Jackson Pollock, genio del expresionismo abstracto, supo explotar a vasto. Ese año los New York Yankees ganaron la Serie Mundial de béisbol.

En el único poema que el humorista Enrique Jardiel Poncela escribió, titulado Nueva York (1933), dice:

(…) Agitación. Disparate.
Un anuncio en cada esquina.
“Jazz-band”. Jugo de tomate.
Chicle. “Whisky”. Gasolina.
Circuncisión. Periodismo:
diez ediciones diarias,
que anuncian noticias varias
y todas dicen lo mismo.
(…) Estrellas, actrices, divas
y máquinas automáticas.
(…) Espectáculos por horas.
“Sandwichs” de pollo y pepino.
Ruido de remachadoras.
(…) Hombres de un solo perfil,
con la nariz infantil
y los corazones viejos;
el cielo pilla tan lejos,
que nadie mira a lo alto.
Radio. Brigadas de Asalto.
Sed. “Coca-Cola”. Sudor.
(…) Cemento. Acero. Basalto.
“Garages” con ascensor.
Prisa. Bolsa. Sobresalto.
Y dólares. Y dolor:
un infinito dolor
corriendo por el asfalto
entre un “Chevrolet” y un “Ford” (…).”

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LUIS ENRIQUE AVILA GUZMAN

Muchas Gracias Gerardo, que padre ver como florece el arte cuando unos artistas apoyan a otros, en lugar de la salvaje competencia que finalmente hace que ninguno destaque.

Salvador Segura Levy

Muchas felicidades, Gerardo por tan atinados relatos, muy desconocidos para la mayoría. Un fuerte trabajo de investigación
. Un abrazo.

Gerardo Australia

Mil gracias por leer, querido Chava!!!

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