Del noviazgo y matrimonio: la invención del amor (I)

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Con el propósito de que la especie perdure, desde el inicio de los tiempos, ha existido la necesidad biológica de que mujeres y hombres se relacionen como pareja funcional biológica. La duración y finalidad de un vínculo, que en principio debe ser instintivo, varía dependiendo de la época y hoy en día de las circunstancias individuales. Las condiciones para la procreación han cambiado tanto que ya ni siquiera depende de la concreción de una relación sexual coital en la que dos gametos se fusionan. Antes era indispensable, hoy no lo es más. Y te preguntarás ¿qué tiene que ver esto con la invención del amor? Verás: siendo (como somos) seres complejos, esta vinculación no ha podido limitarse al puro hecho biológico de la unión de los cromosomas por vía natural, no, nada tan sencillo podía mantenerse en el nivel de un acto exclusivamente instintivo. Los seres humanos construimos historias y cultura en torno a todo lo que nos involucra y la unión de un óvulo y un espermatozoide no puede ser la excepción. Todas las formas culturales se han manifestado con relación a esta necesidad de mantener la supervivencia de los seres humanos. Los ritos de cortejo se han sofisticado, reconocido y/o validado en función de la cultura dominante en cada etapa de la evolución del hombre (y la mujer).

El amor es una construcción cultural y en cada período histórico se ha desarrollado una concepción específica del amor. Hoy en día, cuando se realiza esta referencia, se hace siempre desde la idea de un amor romántico cuya base es la manifestación de una atracción física que promueve la búsqueda de afinidad entre dos personas para cimentar un sentimiento y, a partir de éste, una relación que busca permanencia en el tiempo.

Ahora bien, el sentido y significado de estas relaciones se ha modificado en función de las creencias sociales, de las necesidades económicas y de preservación de una cultura dominante que rige a los grandes grupos humanos. El primer receptáculo conceptual del origen del amor de pareja requiere de un sustento sólido. De esta manera, se atribuye a los dioses y seres mágicos, es decir, hay una mitología del amor.

Es así como se estableció que “cuando la Tierra era plana, las nubes estaban hechas de fuego y las montañas alcanzaban el cielo”, existían tres tipos de seres, todos con dos caras unidas en una sola y gigantesca cabeza ubicada sobre un gran cuerpo que tenía dos pares de piernas y dos pares de brazos. Estos rostros no interactuaban entre sí, lo observaban todo y se manifestaban como seres poderosos y superiores. Los “hijos del Sol” (dos hombres unidos), las “hijas de la Tierra” (dos mujeres unidas) y los “hijos de la Luna” (una mujer y un hombre unidos) no tenían temor de Dios. Por lo menos de ninguno de los vigentes en aquellos tiempos. Thor, Zeus y Osiris se ocuparon de separar a estos especímenes en seres individuales como somos hoy, sólo personas con un rostro, un par de piernas y un par de brazos. Es increíble lo que los Dioses asustados pueden hacer para controlar a sus propias creaciones. El temor de los creadores ante su propia obra los obliga a replantearse el proyecto humano, sumar fuerzas y dividir en dos mitades separadas para siempre a aquellos seres mitológicos. Apartados unos de otros, sin poder reconocerse, sentían un dolor en el corazón que les obligaba a buscar la unión con otro ser que les generara una sensación de completud nuevamente, ese dolor que se aliviaba al reunirse, se denominó amor.

mitologia del amor

Mitológicamente la aparición del amor se remonta prácticamente a la creación de la Tierra, ese es un pretexto para explicar un modelo de relación que ha imperado por siglos y que, sin embargo, no era el vigente hace unos 5 o 7 millones de años cuando los hombres prehistóricos establecían relaciones amorosas que consistían en un vínculo poligámico para poblar la tierra. Es así como, en aquellos entonces, una hembra mantenía relaciones con varios machos que competían por la cópula con todas las hembras posibles del clan. Los conceptos de pareja, familia y fidelidad no existían todavía. Lo que era fundamental, al hacernos bípedos, era cuidar a los bebés que eran delicados y vulnerables al nacer. Los cachorros humanos necesitaban de la protección de los adultos para desarrollarse. De esa manera se empiezan a interesar en la monogamia. El instinto de supervivencia de la especie hace que el macho procure el cuidado de una sola hembra para que los productos generados de su relación sobrevivan, por lo menos hasta ser autosuficientes.

El cambio de nómadas a sedentarios hace unos 50 mil años, facilita el que se pueda fincar una relación de pareja heterosexual y estable. Ellos eran cazadores, ellas recolectoras y vivían en una cueva de forma permanente. Tenían “domicilio conocido” y fijo que todos los miembros del clan identificaban, conocían, reconocían y respetaban. Asumimos que, dado que tenían el mismo cerebro que nosotros, experimentaban las mismas emociones y sentimientos (celos, deseo, ternura, pasión) que actualmente experimentamos en nuestras relaciones amorosas. A saber, el registro es inexistente y esta teoría de base biológica se revisa desde un contexto cultural actual en el que la propiedad privada impera como criterio de relación.

En la segunda parte de esta invención de amor cruzaremos épocas, países y culturas. Egipto, Grecia y Roma, desde la Edad Media hasta el renacimiento y el amor victoriano. Seguiremos analizando e intentando comprender, ¿cómo fue que nos organizamos para tener los distintos vínculos que formamos ahora?

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