El cuerpo secuestrado

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El cuerpo humano despojado de simbolismo padece la simplificación pedestre de nuestra actualidad puritana y utilitaria. Expulsado de los rituales y la sacralidad, está degradado en arma políticamente correcta, sin espacio en el arte, la literatura y la poesía. Invadidos por la ideología, abordar el cuerpo como tema obliga a limitarlo a las consignas que lo hacen aceptable, si está en una exposición es porque representa al feminismo, a las víctimas de alguna masacre o desastre, es parte de algún colectivo o grupo marginal, es decir, ya no es cuerpo, es fachada de un eslogan. La utilización que hacían la publicidad y la pornografía ha quedado reducida a una anécdota pasajera comparado con la manipulación de la mojigaterías políticas y sociológicas.

Erotismo.
‘Desnudo’, Carlos Alonso (s/f).

El Romanticismo fue el último refugio de nuestro cuerpo, las voluptuosidades del Barroco se difuminaron con las primeras revoluciones sociales, el fatal presagio de la Venus del Espejo de Velázquez, apuñalada por una psicópata feminista, gritó que el desnudo, el erotismo, el amor, el placer acabarían con el totalitarismo social y puritano. La filósofa Hannah Arendt dice que en el totalitarismo se borran los límites entre lo público y lo privado, y es lo que estamos viviendo, el cuerpo en las redes sociales es mercancía gratuita, el exhibicionismo masivo ha convertido al deseo en hostigamiento del sobre-ofrecimiento, barato e inmediato. El arte contemporáneo VIP encubre su falta de audacia y trasgresión con la politización, pudibundo e impotentes para abordar el erotismo, lo justifican con asuntos de género o violencia.

En la literatura se ha llegado a la censura más extrema, Dante y Petrarca, Pierre Louys, Buñuel y Sade, estarían denigrados en delincuentes al nivel de la escoria de Jeffrey Epstein. La ideología es más puritana que las religiones, el arte sacro alcanza altos niveles de erotismo. Las narraciones míticas, desde la Biblia a las Metamorfosis de Ovidio, son lecturas que padecerían la censura de los Estudios de Género. El extremismo de la sobre oferta y la sobrepolitización enajenó al cuerpo de su sacralidad erótica, estamos obligados a vernos como una sociedad sin privacidad y sin deseos, que nos auto utilizamos y explotamos para satisfacer las necesidades ideológicas de las redes sociales o la sociología timorata.

Dreams.
‘Dreams’, Helene Funke (1913).

Encontramos más placer en la censura que en la transgresión, somos sirvientes de nuestros miedos, los artistas y escritores son sus propios censores, ya no necesitan que un tribunal lea sus libros o vea sus obras, basta la enajenación de cumplir con los requisitos sociológicos para “invitar a la reflexión” para acercarse a nuestra naturaleza. El cuerpo devaluado es el mismo en lo público y lo privado porque ya no hay “cuerpo privado” en el performance, la instalación o el video “artístico” está tan descastado como en las redes sociales, y la ideología que los ampara es la misma, la cobardía es la constante.

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