La voz que sanó al rey

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Sin duda la voz humana es uno de los instrumentos musicales más maravillosos que al escucharla impacta directamente el organismo y las emociones. Las vibraciones de las cuerdas vocales se perciben no sólo por el oído, también en muchas partes del cuerpo, algunas hasta relacionadas con el sistema inmunológico. Por lo mismo no es novedad decir que una voz proverbial, o angelical, pueda llegar a sanar a una persona, sobre todo de sus emociones encontradas.

Tenemos el caso de Carlo Broschi, el famoso Farinelli, uno de los más importantes sopranistas del siglo XVIII. Broschi, nacido en Italia en 1705, además de su talento fuera de serie, mantuvo una prodigiosa voz juvenil por medio de una castración a temprana edad, práctica común durante el auge del bel canto en Europa. La misma Iglesia Católica, que había prohibido esta costumbre, so pena de excomunión, siguió utilizando castrados en sus coros hasta comienzos del siglo XX.

Farinelli era un prodigio artístico que tenía una extensión vocal de 3 ½ octavas. Podía cantar hasta doscientas cincuenta notas en una sola respiración y sostenía una sola nota por más de un minuto. ¡Un Dios, un Farinelli!, gritó en una ocasión una mujer en uno de sus conciertos, y a continuación se desmayó.

sopranista
‘Carlo Broschi, il Farinello’ (Pintura: Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid/Ministerio de Cultura).

Sin embargo, después de haber pasado por una fuerte experiencia emocional, junto con continuas depresiones, la fama y fortuna dejaron de interesarle. Entonces decidió abandonar todo, incluyendo su pirotecnia vocal, para concentrarse en seguir estudiando, cambiando su estilo hacia una calidad de expresión e intimidad profunda que hasta entonces no se habían escuchado.

Pero antes de seguir: ¿en qué consistía la castración del chamaco? Pues comenzaba con un gran ¡auch!, al amputar los testículos con la finalidad de prevenir el acceso de las hormonas del crecimiento. Con esto se mantenía la voz “juvenil’; pero lo que daba el portento a la voz era que conforme la persona crecía su capacidad pulmonar se ampliaba: voz de muchacho con pulmones de adulto, y por supuesto un gran talento.

En aquella época los padres del niño cantor eran los principales promotores de que se le practicara el procedimiento, pues con ello esperaban acomodarlo en un buen coro, donde además de mantenerlo pagaban bien, a veces lo suficiente para mantener a toda la familia. Esto llevaba a pasarlos a cuchillo a temprana edad, la mayor de las veces a los ocho años. Pero también hubo casos contrarios, como cuando el padre del compositor Joseph Haydn, de oficio carretero, impidió a tiempo que castraran a su talentoso hijo de nueve años, siendo éste cantor estrella de la prestigiada Catedral de San Esteban, Viena.

músico
Joseph Haydn (1732 – 1809).

La poca higiene y lo arriesgado de la operación dejaba más muertos que futuras estrellas del canto. Pero en caso de que el niño sobreviviera comenzaba de inmediato un riguroso entrenamiento musical, que podía durar hasta diez años. Hacia 1700 el sistema de una escuela de canto en Roma era verdaderamente exhaustivo, con más de diez horas diarias de prácticas y clases, sin nada de juegos.

Por supuesto, no tardaban en llegar los efectos secundarios de la castración: hipogonadismo, pene infantil, sofocos constantes, pérdida de vello corporal y de la barba, adiós a la libido, problemas de desarrollo muscular, engordamiento de las caderas, glúteos, senos, etc. Y en cuestión emocional la vida del castrati podía ser una pesadilla, sobre todo al no poder llevar una vida sexual normal. No eran hombres ni mujeres, tendían a ser volátiles, irritables, caprichosos ad nauseam y demandantes, y si eran admirados hasta la exageración por su talento vocal en el escenario, abajo de él eran satanizados y tratados como freaks.

Regresando a nuestro sopranista. En 1737 Farinelli, entre las espectaculares giras que daba, pasó por España, donde decidió instalarse unos meses con la intención de descansar. Pues nada, se quedó más de veinte años. Por entonces el rey de España, Felipe V, el primer rey Borbón, atravesaba por una depresión aguda, una de muchas. Cosa curiosa, pues le apodaban el Animoso.

rey de España
Felipe V (1683 – 1746).

Su abuela, la gran Isabel Carlota, Duquesa de Orleans, había inculcado en el joven el amor por la música y la literatura, artes que fomentó durante su reinado, hasta que sus constantes desánimos lo llevaron a aislarse cada vez más. Lo que hoy conocemos como un cuadro clínico de depresión, los médicos entonces se lo atribuían a los “vapores” melancólicos, mismos que trataban con todo tipo de curanderías, desde aplicarles sabandijas chupasangre, hasta obligarlos a comer ojos de oso bailarín de tap.

El destino llevó a Felipe a ser elegido rey de España a los diecisiete años. Si bien era conocido por desordenado, impuntual y trasnochado, siempre fue un gran trabajador. Siendo de origen francés nunca se adaptó a la corte madrileña, comenzando por el idioma: hasta su muerte sólo habló francés. No soportaba España y su tristeza irremisible comenzó a ganarle terreno. Para colmo su primera esposa, María Luisa de Saboya, a quien Felipe amaba profundamente y le era fiel (algo raro en la época), murió de una tuberculosis mal atendida a los veinticinco años.

Vapores más, vapores menos, llegó el momento en que Felipe V dejó de salir de su cuarto, desatendiendo por completo sus obligaciones. La situación se volvió crítica. Para entonces se había casado por segundas nupcias con Isabel de Farnesio, mujer italiana de armas tomar, “de mediana estatura y bonita figura, cara larga, marcada por la viruela; ojos azules centelleantes; graciosa en la conversación; amante de la música, la equitación y la caza; el español es la única lengua que no domina”, según un recuento de la época.

matrimonio real
Felipe V e Isabel de Farnesio (1692 – 1766).

Para aliviarle la melancolía a su marido, Isabel tuvo la brillante idea de mandar llamar al afamado maestro castrati Farinelli para que le cantara al rey desde el cuarto adjunto al del monarca. De manera increíble la mejoría del soberano sorprendió a todos: luego de varias sesiones salió de sus aposentos y al tercer mes ¡hasta se bañó! y atendió asuntos de su corte con los bríos de antes.

Así la reina mandó a llamar al castrati todos los días, durante diez años: el prodigioso cantante llegaba y le cantaba al rey las mismas cuatro arias. Lo que son las cosas: Farinelli, quien sufrió de depresión toda su vida, alivió las tribulaciones de un deprimido.

El último castrado conocido fue Alessandro Moreschi, quien para 1913 prestaba servicios al coro del Vaticano.

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Lucia Yolanda

vaya historia de castrados y deprimidos!!! no cabe duda que solo la música les ayudó!!! gracias Australia por este excelente relato de Farinelli!!! me encanta como escribes, siempre me sacas la sonrisa!!! abrazotes y besotes con cariño

Buenísimo Gerardo. Pero que precio hicieron pagar al pequeño Farinelli por su virtuosa voz. Un abrazo

ANGELES VILLANUEVA

Que interesante relato, que manera ligera y amena de jalar nuestra atención hasta el final del mismo Gerardo, me gusta en verdad!!

Para quien dice que tiempos pasados fueron mejores!!! Seguramente el Rey estaba deprimido porque no se bañaba!!! 🙂

Gracias por esta entrega Gerardo!!

Gerardo Australia

Muchísimas gracias Angeles por su comentario y mil más por leerme!!!, de veras lo aprecio mucho

Alfonso

Como siempre una muy interesante aportación, que nos amplía los conocimientos… Genial como siempre Gerardo Australia

Gerardo Australia

Mil gracias por leer, mi estimado Alfonso!!!

ANGELES VILLANUEVA

Gerardo, yo lo leo porque como negarme a tal placer?, me recuerda (aunque en diferente forma) a Jorge Saldaña aunque yo estaba muy pequeña ya me parecía muy entretenida esa forma de atrapar a alguien en un relato; Quizá incluso me recuerda a Víctor Flores Olea a quien leía hace años en la Jornada, para mí, empezar el día con un buen mate y su relato es ya de por si amenizar ese día, sonreír como si me lo estuviera platicando usted en persona y frente a mí!, le sale tan bien!, que parece que ni se esfuerza que así platica usted de buenas a primeras con un café (porque no creo que con un mate) así de ligero y agradable es. Porque si bien, antes de leerle, desconozco los relatos y después de leerlo, conozco apenas un poco, la sensación tan agradable que me deja, es, como cantaba la negra “uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amo la vida” en las simples cosas. Así que, definitivamente… gracias a usted Gerardo!!

Gerardo Australia

¡Aaaayyyy!, de veras mil gracias y le agradezco muchísimo sus palabras, pues gracias a su comentario a uno lo motiva mucho a seguir compartiendo historias, que tenemos muchísimas.
Una vez más le agradezco de corazón se haya tomado el tiempo de escribirme y por compartir!!!

Qué buen relato!!! Me atrapó desde las primeras letras

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