Las bibliotecas privadas o particulares

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Hace unas cuantas semanas mi amigo Alberto Lifshitz, que es un gran médico lector entusiasta y un hombre muy culto, además de un amante de los libros como yo, me invitó a visitar una biblioteca en la que estaban obsequiando libros, por supuesto que acepté acompañarlo y mi entusiasmo fue aún mayor cuando me enteré de que la biblioteca que visitaríamos era la que había pertenecido al Dr. Ricardo Pérez Gallardo.

biblioteca privada

El Dr. Pérez Gallardo fue mi profesor de Historia y Filosofía de la Medicina en 1967, siempre he guardado de él un recuerdo cariñoso con un profundo agradecimiento. Era un profesor sumamente respetuoso, cosa no siempre común en la época; sus clases, por supuesto, a la usanza de aquel momento, eran conferencias magistrales perfectamente logradas en las que se destacaba su profundo conocimiento de la materia y su muy amplia cultura. Al terminar el curso nos invitó a comer a su casa de campo a diez o doce de los compañeros, éramos unos cuarenta en total, lo que constituyó para mí una enorme distinción, aunque la mayor vino al final, cuando nos despedíamos y nos llamó a dos o tres y nos regaló un libro de su autoría con una dedicatoria cariñosa, lo he conservado desde entonces con gran respeto y agradecimiento.

El Dr. Pérez Gallardo ejerció muy exitosamente su carrera de médico, siempre con la fama de hacerlo con una marca humanista que lo distinguía. Llegó a tener un hospital privado, El Notre Dame, que funcionaba alrededor de su éxito profesional, como muchos hospitales privados de la época. Desarrolló también con gran éxito su faceta cultural y fundó en 1957 la Sociedad de Historia de la Medicina, de la que fue su primer presidente. Publicó varias antologías de escritores médicos mexicanos, una de las cuales es la que tengo firmada por él, así como algunas otras obras. Fue famosa la tertulia que periódicamente se llevaba a cabo en el último piso de su hospital, a la que asistían distinguidos médicos de la época, y en la que se hablaba de cultura, de literatura y un poco de medicina, ésta se extendió durante mucho tiempo y, al parecer, el Dr. Pérez Gallardo dejó inconcluso su proyecto de crear una Sociedad de Escritores Médicos. Yo asistí a unas cuantas de estas sesiones como mirón sorprendido y, entre otras cosas, pude observar su biblioteca, o quizá parte de ella, que permanecía en el salón como testigo mudo de las sesiones, perfectamente ordenada, limpia y muy amplia. Por todo ello, me entusiasmó enormemente visitar la biblioteca y quizá poseer alguno de sus libros. El Hospital Notre Dame hace ya algunos años que no pertenece a sus dueños originales y pasó a ser parte de uno de los consorcios, que, a la manera actual, manejan los hospitales privados.

Pérez Gallardo
Portada de Antología de escritores médicos mexicanos.

Mi amigo Alberto y yo asistimos a la que había sido su casa en la colonia Condesa, donde fuimos gentilmente atendidos por uno de sus nietos, posteriormente llegó uno de sus hijos, ambos nos explicaron que la casa iba a ser destinada a otros usos y que querían deshacerse de los libros dejándolos en las mejores manos. Nos trasladamos a dos o tres bodegas y revisamos algunas mesas en un patio, en donde los libros permanecían en el más absoluto desorden, en pilas polvosas, en absoluto desarreglo, mezclándose libros de medicina con libros propiamente de literatura, algunos en francés, idioma que al parecer dominaba don Ricardo, la mayoría en español, aunque algunos en inglés. Yo descubrí un montón en el que estaban ejemplares de las antologías de las que arriba me he referido y los solicité, había muchas piezas de literatura y grandes ejemplares que coleccionan obras artísticas, además de muchos libros de medicina. Nuestros anfitriones tenían prisa y nosotros también, no sé si nosotros la fingimos, así que nos retiramos, quedando de hacer una segunda visita que nunca llegó, mi amigo esgrimió algunas excusas y no insistí, tampoco asistí solo, aunque pude hacerlo. Al final, me expliqué que había sido porqué me embargó una gran tristeza por ver en tal desorden y descuido una biblioteca que unos años antes yo había visto tan cuidada y ordenada.

libro de escritores médicos mexicanos

Nos hago una crítica a los herederos del Dr. Pérez Gallardo, he estado pensando y creo que las bibliotecas privadas o particulares son un proyecto absolutamente individual, por lo que cuando el dueño desaparece el espacio carece de sentido, orden y concierto. La biblioteca individual constituye un archivo y un proyecto, de lo que se ha leído, de lo que se tiene pendiente por leer, de lo que se quiere releer. Probablemente sea también un monumento a la soberbia. Pero me parece que es sitio de meditación, reflexión, descanso y, llegado el caso, de creación, siempre alrededor de los libros. Las bibliotecas privadas de los grandes autores o pensadores no son como a continuación expongo, pero las de la gente común y corriente, amante de los libros, sólo tienen un orden, un sentido y un concierto dado por su propietario; por qué guarda libros repetidos, por qué tiene primeras ediciones, después de buscarlas, por qué tiene más libros de ciertos autores que de otros que a otras personas les pueden parecer más importantes, todo esto sólo puede ser explicado por los intereses propios. Por qué algunos son guardados por intereses temáticos (yo sólo guardo aparte las biografías, los libros del Holocausto y los referentes a la Guerra Civil Española), por qué a veces los cambiamos de una sección a otra, como parte de orden mental variable, sólo lo puede explicar el dueño. Mi manía de notar si falta algún libro con sólo entrar u observar si el orden ha sido variado me ha parecido a veces una obsesión que debería corregir, tarea que he abandonado cuando me he enterado que a varios de mis amigos les sucede lo mismo. ¿Por qué seguir guardando libros de arte en nuestra época en la que prácticamente todas las cosas pueden ser buscadas en internet? Sólo puede ser explicado por el propietario y su gusto por hojearlos (y ojearlos) periódicamente.

libro de escritores médicos

David Huerta, brillante y polifacético escritor, justa y ampliamente reconocido y premiado, quien, además, es hijo de otro gran escritor también llamado David Huerta, nos hace saber que su mundo ha transcurrido rodeado de libros; ha escrito que las bibliotecas privadas son un lastre del que es necesario desprenderse antes de morir.

Es posible que esto sea cierto, varias formas se me ocurren, una de ella es inmiscuir a alguien querido en sus contenidos, su orden y motivaciones, hijos, nietos, alumnos. Otra forma puede ser venderla, al precio que sea, a uno de los libreros de viejo, todos los amantes de los libros tenemos relación con alguno de ellos. Y que el rompecabezas sea roto y forme parte de una nueva biblioteca. Lo que debemos intentar es que no pase al olvido. Alguna vez con mi amigo Alberto hemos platicado del futuro de nuestros libros y entre bromas y veras hemos dicho que la suya terminará en Donceles y la mía en Álvaro Obregón, que es donde están, respectivamente, nuestros libreros de viejo favoritos. Pero un día, comentando esto en casa, uno de mis nietos dijo rápidamente, “abuelo, no te preocupes nosotros la vamos a cuidar” y el otro replicó, “y a usar”. Tranquilo estoy.

Camiseta sobre las bibliotecas

No me referiré a las bibliotecas creadas como artículos de decoración en despachos para dar impresiones, la mayoría de las veces, falsas.

La biblioteca digital quizá venga a resolver el dilema y quizá sólo haya que transferir un disco duro, que también puede ser o no abandonado. Pero los enamorados de los libros seguiremos acumulando papel.

Como mencionaba, un proyecto pendiente de don Ricardo Pérez Gallardo fue la Sociedad de Escritores Médicos Mexicanos. Hace no mucho tiempo Federico Ortiz Quezada lo intentó, pero, entre que era un plan muy personal y el inconveniente de que él enfermó, ha quedado pendiente. Públicamente invito a Alberto Lifshitz y a Manuel Tovilla a que lo reintentemos, cuenten con mi participación.

Lecturas recomendadas:

Ricardo Pérez Gallardo. Antología de escritores médicos mexicanos. Editora Latinoamericana. México. 1966.

Rodríguez de Romo C. Martínez-Barbosa X. In Memoriam. Ricardo Pérez gallardo. Bol Mex Hist Fil Med. 2000;4:1.

David Huerta. Contra las bibliotecas privadas. El Universal, 8 de julio 2009.

José G. Moreno de Alba. Bibliotecas de mexicanos. Bibliotecas privadas. UNAM. México. 1992.

Bibliotecas de la Ciudad de los libros. Artes de México. Número 108. México. 2012

Giussepe Molteni, Roberta Motta. Vivir con los libros. Océano. México 2013.

Corina Armella de Fernández Castello. Entre Libros. Landucci. México 2008.

James P. Campbell Will Pryce. The Library. Thames & Hudson. United Kingdom. 2015.

Juan Cruz. Markus Dohle: El libro de papel seguirá vivo dentro de 100 años, El País. 1° de mayo 2015.

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Ma Imelda Hernández Reyes

Por demás interesante y nostálgica !!!!!

Marcela Braun

Me queda claro Dr Ramiro que uno debe aprender a liberar e del apego y así dar el fin que uno desee, en ese momento a lo que poseemos.
Muchas gracias y saludos

Dr es interesante es el que UD trate las bibliotecas particulares o privadas, es todo un tema y un problema.
Gracias por dar a conocer la existencia de la ordenada biblioteca del Dr Pérez ordenada.
En verdad es triste el fin que tienen estas bibliotecas formadas con gran interés por sus dueños, las cuales van formando un acervo que a lo largo del tiempo resultan de gran valor como UD menciona. Se encuentran libros de gran valor bibliográfico y monetario.
Al final los herederos no las valoran o no les interesa, por lo que las venden, inclusive las desintegran.
Es verdad ahora todo lo encuentra uno en internet, pero no hay como sentir el libro en las manos y poder hojearlos e incluso hacer alguna anotación al margen.

Juan Carlos Arguelles Ximenez

Cuanta nostalgia Doctor, siempre un tema interesante el apego a lo material. Quizás el heredar el habito de la lectura sea mas importante que heredar el libro en sí, motivar a los hijos o nietos (o como lo hizo conmigo) a que formen su propia biblioteca personal y continúen una tradición. Opino que en su caso, (ya que conozco su biblioteca) sería un placer ir por algunos ejemplares muy interesantes con los que se que cuenta, complementando con algún concierto u opera. De lo que no me queda duda es que sobra quien este dispuesto a cuidar y ayudar a que crezca su biblioteca.

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