Secretos ajenos

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Los barnices de Vermeer, los de Dalí o de los hermanos Bellini. Los pasteles de Degas, que dejaba en el sol por días para lograr las tonalidades. El esfumato de Leonardo, la invención de la cámara oscura y la plumbonacrita que Rembrandt agregaba a sus pigmentos en los efectos de luz y relieve de sus pinturas. Es la obsesión de los investigadores y artistas, descubrir los secretos de los maestros. La investigación, aunque apoya en la autentificación y restauración de obras, es manipulada para reducir al arte a fórmulas y “habilidades manuales”, como si descubriendo el uso de un ingrediente revelara el misterio de la creación de una obra. El desarrollo técnico es consecuencia del concepto del artista y trabaja con los materiales para la resolución de ese problema, y permitir que la obra exista. El asunto es que el arte contemporáneo VIP no tiene secretos de factura, materiales y realización, comenzando por el mingitorio hasta la variedad de performances con papel de baño de Yoko Ono.

ready mades
Performance de Yoko Ono.

El paso del artista, como hacedor de la obra en la que involucraba su intelecto, imaginación y capacidad técnica; al nuevo artista VIP como “pensador” de la obra, que manda hacer, que no hace porque es nada, que ya está hecha porque es un readymade, acabó con la labor humana de crear belleza a partir de la inteligencia. La denostación de la realización de la obra y las técnicas ha arrojado miles y miles de obras carentes del más elemental misterio. Las obras con detritus orgánico lo único que pueden investigar es el ADN de los orines y saber si son auténticos del artista o si contrató a otro para que orinara en el lienzo. El readymade exterminó el proceso cognitivo de la creación y las consecuencias directas son la obviedad, falta de complejidad intelectual y la ausencia de secretos del arte VIP.

Al dejar de ser un reto la conceptualización y realización, la desidia de “hacer filosofía” con ocurrencias, el menor esfuerzo es la virtud de la modernidad. Ser merecedora de una nueva clasificación, como los “conceptuales lúdicos”, que hacen crítica social con chistoretes, es la simple transacción entre un artista oportunista y un académico con deudas. Los investigadores y curadores VIP se jactan de los “complejos procesos” de las obras, documentan con detalle la recolección de chicles pegados en las calles, que el artista separó y volvió a masticar, nos dan la provenance y el calendario de cada “pieza”, le otorgan beca y financiación, y el museo la compra para su acervo. El catálogo lleva un texto sobre la fenomenología del chicle pisado y masticado, sus implicaciones sociales, de género y, además, nos dicen que la obra continúa en proceso. El gran “ingrediente secreto y misterioso” del arte VIP, que tendría que ser sometido a Rayos X, es la poderosa infraestructura institucional que impulsa la abulia intelectual como forma de manifestación artística, son los tratos entre curadores, artistas, galeristas y museos, que colocan a la estupidez en el pináculo de la maestría.

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