Victoria ultrajada

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La destrucción, el exhibicionismo de la violencia con “causa”, enaltecer el vandalismo a través de consignas, no sólo distorsiona los fines de esa “lucha” sino que, además, pone en el mismo nivel de desprecio al que protesta con el motivo de su protesta, es decir, imitar los métodos los iguala en los fines. En agosto y en septiembre dos manifestaciones y protestas feministas dañaron gravemente las escalinatas y la base de la columna del Ángel de la Independencia, en la Ciudad de México. La victoria alada es una mujer, es un símbolo y una obra de arte, fue vandalizada, violada y mancillada por mujeres en su protesta.

Los asesinatos y violaciones en contra de mujeres son deleznables, es una patología social, y la indolencia de las autoridades para convertirlos es complicidad, pero la destrucción de una obra no aporta nada en la búsqueda de justicia, porque repite el abusar de lo más vulnerable e indefenso. Las mujeres compartimos la violación a lo más vulnerable con el arte público, vandalizan el Ángel porque no es susceptible de respeto, como nos sucede a las mujeres. En nuestro estatus social, las mujeres tenemos que “defendernos” constantemente, defendemos nuestro cuerpo, nuestra profesión, nuestro prestigio, a diferencia de los hombres que lo tienen ganado, nosotras lo debemos obtener con mucho esfuerzo, y a veces no lo conseguimos y es cuando abusan de nosotras, física, moral o psicológicamente. Las mujeres necesitamos un vigilante, un hombre a lado para que nos respeten, por eso las casadas en su apellido son “mujeres de”, son de un hombre y él tiene derecho a matarla o a mantenerla. Al arte público le pasa lo mismo, lo respetan metido en una jaula, en una barrera, incluso toda propiedad pública, como es “de todos” merece ser vandalizando.

Destrozos.

La violencia se traslada de los seres humanos a los objetos, es la destrucción como privilegio de la fuerza, de la impunidad de sentirse superiores a lo que se golpea, se pinta o se mata. Las pintas, la cobardía del anonimato al hacerlo encapuchadas, exhibió una conducta que más allá de tener un ideal tiene un sistema que goza de la complicidad demagógica. El Ángel ha sido vandalizando por las protestas de todo tipo, hasta los fanáticos del fútbol dejan la huella de su barbarie, que lo hagan con una causa justa o arbitraria en nada cambia los hechos, es el uso de la violencia. Al Estado le conviene más patrocinar el berrinche y ser condescendiente con todas las “causas”, en lugar de aplicar leyes que protejan los monumentos y las obras de arte. Lo escribo como mujer que ha sufrido la violencia, por mi forma de pensar y por ser mujer, lo que hicieron denigra a la razón y se suma a la violencia social que nos ahoga.

El Estado “restaurará” el monumento, argumentará que no hay cargos porque no son represores y las protestas se quedan despojando la dignidad a la causa. El hecho de que lo hayan perpetrado mujeres, por una causa femenina y lo hagan sobre la escultura de una mujer no es denuncia, no es una victoria, es otra vez una víctima y un victimario.

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Verónica

Completamente de acuerdo con usted Avelina. Una triste experiencia.

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