Hoy, 2 de marzo de 2020, se escribe un nuevo capítulo de la historia del estado de Israel, del moderno estado. Hay elecciones legislativas y el primero de la lista que saque más votos tiene el privilegio de ser el candidato a Primer Ministro.
Es la tercera elección legislativa para formar un gobierno, pues hay un empate que no permite a uno armar el gobierno y, de acuerdo a varias opiniones, estamos en camino de una cuarta elección. Por la diferencia de horas, aquí en Colombia son las 9:00 de la mañana, y según una noticia que irrumpe en mi computador, hasta las 14 horas en Israel votaron un poco más de 30%. Señal por la que mucha gente ya está absolutamente apática, y si no la mayoría, una gran parte de los votantes.
No sabemos quién será el ganador y es posible que vuelva a ser Netanyahu, quien, a propósito, en dos semanas comienza el juicio por corrupción. Es raro y difícil de comprender cómo una persona con acusaciones de corrupción, que no podría ser director de un colegio, ni siquiera viceministro, tenga la posibilidad de volver a ejercer su cargo de Primer Ministro. Ya hemos vivido eso en el pasado con Ariel Sharón, que una comisión investigadora determinó que no podía ser Ministro de Defensa por su participación en la tragedia de “Sabra y Chatila”, ocurrida en Líbano, en septiembre 1982, y a pesar de ello, se convirtió en Primer Ministro.
El desarrollo del nivel moral en Israel es triste cuando pensamos que los mismos discursos de Netanyahu, condenando a su antecesor Ehud Ólmert, no tienen ninguna validez sobre sí mismo. No sólo el nivel moral, sino el concepto democracia en manos de los elegidos miembros del Parlamento, que tenían la posibilidad de votar por un miembro digno para salir de este terrible embotellamiento que ha construido Benjamín “Bibi” Netanyahu.
Como no puedo agregar nada nuevo, salvo manifestar mi pena, recordaré el pasado o más bien mis manifestaciones del pasado. En el capítulo 16 de mi serie “Mi sionismo y yo” escribí lo siguiente:
En el año 1990 abandoné el trabajo de auditoría (que venía haciendo ininterrumpidamente desde 1975), pues sencillamente me aburría. No había relación entre los diversos temas tan oscuros que salían a luz y las cosas que podíamos publicar. Publicar, en la práctica, representaba que otro auditor reciba el trabajo.
Era la época del Ministro del Interior Derhi, quien luego fue preso por corrupción. Desde entonces hasta hoy, el tema de la corrupción solo fue agravándose.
Son 30 años transcurridos desde ese momento, el Ministro Derhi volvió a ocupar las mismas posiciones anteriores y nuevamente se investigó su enriquecimiento –aunque no sé en este momento que pasó con las investigaciones–.
En el año 2011 publiqué una nota calificando al gobierno de Netanyahu como el peor de Israel, y del mismo extraigo un punto del cual el Primer Ministro siempre ha estado orgulloso, como es la economía, el PIB, la ocupación, etc.: Estos días el Primer ministro se pavonea que la economía de Israel está fuerte, es verdad, pero sólo la economía de los ricos. La distribución de los ingresos es pésima, casi un crimen de lesa humanidad. Siempre encontramos mensajes sobre la inteligencia de los judíos –y sus 174 premios Nobel–. Bueno, eso funciona también aquí, la propaganda suele adormecer al pueblo –¿o idiotizar?–.
En el año 2011 publiqué sobre la evidente decadencia de la inteligencia judía; transcribo lo que señalé en aquella ocasión:
Por suerte no dependo de ningún millonario y no debo pedir disculpas a nadie. El viernes renunció un presentador de noticias, Gay Zohar, para evitar leer una disculpa, aparentemente no necesaria, por una nota que se hizo sobre el millonario Sheldon Edelson. No vi la nota y no vi la renuncia. No será la primera vez que un medio de comunicación se disculpa por equivocarse. Temo que esto proviene del poder que tiene el capital sobre la independencia de los medios de comunicación. Un escrito mío del año 2006 finaliza así:
Hace muchos años me acompaña la sensación
que también los medios de comunicación
están presos del capital, pues sí, también les pertenece.
Lo que leemos ya no está libre de intereses.
Termino con una nota positiva sobre Benjamín Netanyahu, escrito en el 2017 : Es un eterno luchador por la paz, él desea la paz con los palestinos. Eso lo dijo muchas veces y, claro, cuidando la seguridad de Israel. Aparentemente los múltiples asentamientos en Cisjordania vienen a garantizar ambas cosas, pues en muchas oportunidades he leído, e incluso comentado, que sostiene o sostienen que los asentamientos no son un factor que impida la paz, y tanto colonos como palestinos conviven en paz y armonía.
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