Pandemia y Educación: Drásticas Lecciones

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Graciela Moguillansky* y Claudia Schatan.

Se estima que 1.5 mil millones de estudiantes en el mundo estaban privados de asistir a sus escuelas en el momento más álgido del confinamiento experimentado hasta ahora. De este universo, casi un tercio – 463 millones– no tenía acceso a una educación remota desde su casa, mientras que en América Latina la pandemia de coronavirus provocó el cierre temporal de miles de colegios, afectando a 160 millones de estudiantes, al tiempo que un porcentaje no despreciable pertenece a centros educativos sin herramientas tecnológicas a su alcance (UNICEF).

Es por ello que, para continuar la instrucción a todo nivel, la incorporación de la digitalización en los sistemas de educación es de suma urgencia. Pero mientras que ajustarse a una enseñanza remota desde casa vía Internet u otro medio de comunicación no significa un desafío demasiado grande para muchos estudiantes y maestros, ello es todo un reto o, de plano, una imposibilidad para otro sector grande de la población.

En la práctica, estamos al borde de dos puntos de inflexión en sentidos opuestos: para aquellos maestros y alumnos más preparados no sólo en el manejo de medios digitales, sino de sistemas educativos innovadores, la pandemia podría ser incluso un estímulo para incorporar métodos de última generación de aprendizaje; pero para los sectores inmersos aún en sistemas más tradicionales de educación, lo que es común en estratos socio-económicos más desfavorecidos, la presente situación podría significar un gran retroceso en el proceso de aprendizaje.

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Imagen: Connectas.

1.Sistemas prometedores de enseñanza antes y durante la pandemia

Existen escuelas, especialmente en los países desarrollados, pero también algunas exclusivas en los países en desarrollo, donde se habían introducido nuevas formas de aprendizaje, que ya incluían el trabajo digital intensivo de maestros y estudiantes mucho antes de la pandemia y que preparan a los alumnos a ser bastante independientes en su instrucción. Estos son los que menos problemas estarían teniendo para adaptarse a las circunstancias actuales.

La revolución tecnológica por la que atravesamos desde hace años ha estado demandando un capital humano muy diferente al que se forma en sistemas tradicionales de enseñanza. Se necesitan niños y luego jóvenes que tengan mayor capacidad de reflexión, flexibilidad y creatividad y que puedan insertarse en sistemas productivos tecnológicamente cambiantes y de creciente complejidad. Los sistemas digitales han servido para que los estudiantes aprendan por su cuenta una parte importante del currículum académico mientras las clases presenciales se dedican a los aspectos más analíticos de la enseñanza.

Si la educación tradicional, como muestra la Taxonomía de Bloom, consiste en seis pasos: recordar, comprender, aplicar, analizar, evaluar y crear, las cuales mayormente deben realizarse en clase, con el enfoque más moderno de enseñanza, la idea es que los primeros tres pasos se lleven a cabo antes de la clase presencial (para lo cual puede accederse a los materiales de forma virtual con anticipación). El sistema más socorrido dentro de este nuevo enfoque es lo que se llama The Flipped Classroom (o de “aula invertida”, en español) que es “un modelo pedagógico que transfiere el trabajo de determinados procesos de aprendizaje fuera del aula y utiliza el tiempo de clase, junto con la experiencia del docente, para facilitar y potenciar otros procesos de adquisición y práctica de conocimientos dentro del aula”. Ello libera tiempo de clase y los estudiantes se enfocan más al aprendizaje activo a través de preguntas y discusiones que estimulan la exploración y la generación de ideas. A través de este modelo, los alumnos tienen una participación mucho más activa en su aprendizaje, y los maestros tienen un rol de guía en lugar de transmitir el conocimiento en clase a un conjunto de estudiantes que reciben en forma pasiva los contenidos del programa de estudios.

The Flipped Classroom
Imagen: The Flipped Classroom.

Nótese que la capacidad misma de innovación o de adaptación de nuevas tecnologías es actualmente fundamental para el avance de los países en la revolución tecnológica 4.0, por lo que una enseñanza que incentive el talento creativo entre los estudiantes, es muy importante. El profesor por tanto, crecientemente actúa como un facilitador del aprendizaje y ayuda a los alumnos a “enfocar-explorar-reflexionar-aplicar”.

A nivel de técnicos superiores y universitarios, también se han revolucionado los métodos tradicionales de educación en varios países. Un ejemplo es el sistema de aprendizaje basado en problemas (ABP) que requiere que el profesor sea sólo un guía en el proceso de aprendizaje, mientras los estudiantes aprenden a través del descubrimiento. Además, ante los problemas que se plantean en el ABP los estudiantes pueden encontrar múltiples soluciones, lo que estimula su capacidad creativa e innovadora.

En la práctica, los sistemas de educación descritos son aún una excepción en países en desarrollo y tienen acceso a ellos sólo una pequeña élite. Sin embargo, la expansión de las redes de Internet  han ayudado a la comunicación digital para la educación, sin que ello garantice un método de enseñanza avanzado. En un trabajo reciente (CEPAL- UNESCO) para siete países de América Latina, se muestra el tipo de tareas que entre el 50 y el 80 por ciento (dependiendo del nivel socioeconómico al que pertenecen) de los estudiantes de 15 años realizaban en 2018 utilizando medios digitales, entre otras: emplear sitios web de aprendizaje, realizar tareas escolares en una computadora; descargar o subir material en la página web de la escuela o navegar por ella; usar redes sociales para la comunicación con profesores y otros estudiantes sobre tareas escolares. Éste es un avance, pero la mayoría tiene mucho camino que recorrer aún.

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Imagen: Compartir Palabra Maestra.

2. Esfuerzos realizados hacia estudiantes de hogares de bajos ingresos durante la pandemia

Los resultados de las pruebas Pisa anteriores a la pandemia, ya mostraban que los países de América Latina se ubicaban en los últimos puestos del ranking internacional de calidad educativa, fallando en altos porcentajes en los conocimientos y habilidades mínimas esperadas para su edad, para desenvolverse adecuadamente en la vida y en la academia y para enfrentar los retos del siglo XXI. El problema se agrava más con la suspensión de las clases presenciales en casi todos los países de la región, y sobre todo entre los estudiantes de familias de bajos ingresos.

De acuerdo a la especialista de educación del BID, Elena Arias, en América Latina menos del 30% de las familias más vulnerables tiene acceso a computadoras y este porcentaje baja aún más en países como Perú, México o República Dominicana donde menos del 15% tiene acceso a material tecnológico. Esto contrasta con los estudiantes de las clases más pudientes donde el porcentaje puede ser del 80% en todos los países de la región. Lo mismo pasa con Internet, que es esencial para conectarse a estas plataformas

En siete países de América Latina la población estudiantil imposibilitada de “conectarse”  no sólo a Internet, sino que a radio o TV para seguir su educación a distancia es del 9%, pero una proporción bastante mayor tiene limitaciones para hacerlo por falta de infraestructura comunicacional; no cuentan con los aparatos para conectarse; no tienen acceso a plataformas educativas; o porque ni profesores ni alumnos tienen la capacitación para aprovechar las formas de enseñanza más avanzadas.

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Imagen: Universidad de Chile.

Es por eso que se visualiza como altamente preocupante la situación a la que se enfrentará América Latina post-pandemia, en términos de brecha de aprendizaje entre estratos de ingresos altos y bajos y respecto de los países desarrollados. Para reducir esta brecha se pueden adoptar distintos caminos, los que en cierta forma dependerán del liderazgo estatal, plazo definido, instrumentos desarrollados y la disponibilidad del financiamiento requerido.

En el corto plazo para el estudiantado que carece de Internet se ha optado por rescatar viejas tecnologías, implementando estrategias mixtas, las que incluyen la televisión, la radio o materiales impresos. Sin embargo, esto no es suficiente dada la magnitud del desafío. Al respecto un par de datos iluminadores: en Chile, a pesar del potencial que tiene la TV para equiparar oportunidades de aprendizaje, sólo cerca de un 5% de los estudiantes entre los 4 y 12 años ha aprovechado la nueva señal que el Ministerio de Educación creó en el marco de la pandemia, por otra parte, luego de crearse una plataforma educativa especial con material para la etapa de confinamiento, sólo uno de cada cuatro docentes usó con frecuecia esta plataforma. Esto nos señala la importancia que en el corto plazo han seguido teniendo las actividades tradicionales como el envío de guías de trabajo e interacciones simples entre profesores y alumnos. Los medios que más frecuentemente se han utilizado para orientar el aprendizaje han sido los mensajes de whatsapp, los correos electrónicos y las llamadas telefónicas. Las clases virtuales estarían ocurriendo en pocos casos, con muchas dificultades para la interacción en línea. 

Simultáneamente el retorno a clases enfrentará a los docentes a la heterogeneidad de situaciones de aprendizaje, con alumnos que pudieron seguir el currículum, otros que durante la pandemia no pudieron ser conectados por sus profesores, y otros promovidos sin haber asimilado los textos, por lo que en las deliberaciones actuales se propone el rediseño de los planes de enseñanza. En algunos países los ministerios de educación promueven mesas de trabajo, que incluyen a docentes, apoderados y autoridades locales para en conjunto ir enfrentando los problemas, llamando a su vez  la atención sobre la necesidad de comunidades estrechas que valoran y cuidan a todos los miembros, para en conjunto encarar la reorganización de las escuelas, quizás de un modo muy diferente al habitual.

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Imagen: El Correo.

Si bien estas acciones serán de extrema utilidad en el corto plazo, para cerrar la brecha educativa profundizada durante la pandemia tendrán que rápidamente abordar el desarrollo tecnológico. Ello no será una tarea sencilla porque no sólo requiere de financiamiento, sino de la coordinación de políticas de telecomunicaciones, educación y desarrollo social, es decir, abordar el problema en forma sistémica, ejercicio poco usual en la región.

Como lo señala UNESCO, en  este  sentido resulta  prioritario  asegurar  el  acceso a Internet de calidad dentro y fuera de la escuela a estudiantes y profesores con  un  especial énfasis  en  la  población  de  niveles  socioeconómicos  más  bajos  y  los  que  habitan  en  sectores  rurales.  Sin embargo, el impacto de la tecnología en las escuelas depende del manejo que se haga de ellas, por lo que también se requiere la adecuada formación de los docentes y el establecimiento de estándares de calidad que guíen a los usuarios en la selección, uso y desarrollo de recursos educativos.

Al final de la pandemia, los países latinoamericanos necesitarán enfrentar y superar dos grandes brechas educacionales: por una parte la interna, entre sectores más y menos favorecidos en términos socioeconómicos, la cual se habrá profundizado por el cierre de los centros educacionales y la heterogenidad del acceso tecnológico y, por otra, la brecha que se venía ahondando entre las formas de aprendizaje innovativos mayormente adoptados en los países industrializados, consistentes con la revolución tecnológica existente, y los sistemas tradicionales y de baja calidad que dominan a nuestros países. La tecnología misma puede ayudar a superar estas grandes diferencias si hay un liderazgo estatal inteligente, apoyado por las comunidades y se destinan los recursos para lograrlo. Si no, los efectos serán la profundización del atraso de la región.


*Graciela Moguillansky es economista graduada de la Universidad de Chile, consultora internacional, especialista en desarrollo productivo e innovación, fue funcionaria de CEPAL, Naciones Unidas.


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