George Bush

Bush manda mensaje a Biden: ¨Espero tenga éxito, su éxito es el del país¨

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El expresidente republicano, George W. Bush, quien acudió a la toma de posesión de Joe Biden el pasado miércoles, expresó sus deseos de éxito a la nueva administración que inició ¨su éxito, es el éxito del país¨

Bush, a través de un comunicadofue uno de los primeros referentes republicanos en aceptar y felicitar a Joe Biden por su victoria en los comicios de noviembre pasado.

En aquella oportunidad el expresidente que sirvió a su nación entre 2001 y 2009, aseguró que ¨el pueblo estadounidense puede confiar que, el resultado de esta elección fue fundamentalmente justa¨

Durante el acto inaugural de Biden, Bush acompañado de los expresidentes demócratas Bill Clinton y Barack Obama, expresó su deseo de que la nueva administración de Biden reunifique al país

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¨Creo que si los estadounidenses amaran a sus vecinos como les gustaría ser amados a sí mismos, mucha de la división de nuestra sociedad acabaría¨, dijo Bush. 

En ese sentido, Obama sostuvo que hay muchas cosas que unen a los norteamericanos y que pueden pasar por dificultades cuando se trabaja unidos como nación. 

¨Todos descubrimos que somos mejores cuando vamos en la misma dirección¨, argumentó el expresidente. 

Por su parte, Bill Clinton dijo que esto se trata de un nuevo comienzo, de unirse amigos y vecino y hacer lo mejor posible para que todos se mantengan unidos

En este corto mensaje de los tres expresidentes, Obama fue quien tuvo las últimas palabras, reiterando sus buenos deseos y felicitaciones a Joe Biden y Kamala Harris

¨Estaremos disponibles, de cualquier forma, en que podamos como ciudadanos para ayudar a sacar a nuestro país adelante¨, concluyó Obama. 

Allende, Bush y el 11-S: el trasfondo del terror

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Los de mi generación atestiguamos giros insólitos de la historia por interés geopolítico, la mayoría oxigenados por el rechazo al otro y por lo que J. William Fulbright llamó: la arrogancia del poder. En el tiempo coincidieron dos actos terroristas que trastocaron la noción de certidumbre: el golpe militar contra el presidente de Chile, Salvador Allende Gossens, y los ataques kamikazes contra emblemáticas infraestructuras de la superpotencia mundial.

El golpe y asesinato contra el presidente Allende fue una tragedia anunciada. En 1970 ese político socialista ganó la presidencia de Chile como candidato de la coalición Unidad Popular (UP). Ese triunfo avanzó la idea de llegar al socialismo por una vía pacífica sin chocar con el empresariado. ¡Objetivo imposible de lograr!

Su gobierno intentó mitigar la desigualdad y pobreza, además de acotar el poder de las trasnacionales: nacionalizó la minería del cobre, las telecomunicaciones, estatizó el transporte y sectores claves de la economía además de acelerar la reforma agraria expropiando tierras e indemnizando, aumentó salarios y congeló precios de mercancías, entre otros. ¡Un reto al capital!

Salvador Allende y Augusto Pinochet.
Salvador Allende y Augusto Pinochet.

Martes 11 de septiembre de 1973, 07:30 a.m. El presidente, advertido de la sublevación de la Armada en Valparaíso, llega a La Moneda con su guardia personal. Copan el palacio tropas golpistas mientras el mandatario informa por radio de la rebelión. A las 07:45 a.m. emisoras opositoras transmiten la Primera Proclama de las Fuerzas Armadas golpistas.

Disparos de francotiradores e intenso ataque de tanques que incapacita a defensores del edificio leales al gobierno. Allende rechaza la oferta de un avión para exiliarse y transmite en Radio Magallanes su discurso conocido como “Se abrirán las grandes Alamedas”.

11:00 a.m. Allende insta a un grupo de mujeres, entre ellas sus hijas, y funcionarios a abandonar el palacio. 12:00 p.m. Inicia la acción militar más emblemática del golpe: cuatro aviones Hawker Hunter lanzan al menos 20 bombas durante quince minutos sobre La Moneda y estalla un incendio. Aún se ignora la identidad de los pilotos –se dijo que eran estadounidenses–, pero un pacto de silencio militar impidió el intento de la Justicia por esclarecer ese hecho.

golpe de estado Chile
Golpe de Estado en Chile, 1973 (Fotografía: Opinión).

El golpe liderado por Augusto Pinochet destruyó la tradición democrática de Chile, si bien ese año, la mitad de los oficiales del país había egresado de la Escuela de las Américas y eran afines ideológicamente a Washington.

El terreno para la asonada se abonó por meses cuando escaló la tensión por la acometida de la derecha y sus aliados extranjeros. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional suspendieron empréstitos, firmas estadounidenses congelaron inversiones; se multiplicaron las protestas, cacerolazos, huelgas y paros mientras crecía el rumor de un golpe inminente.

La reacción de los trabajadores fue ejemplar. Ante el desabasto crearon Juntas de Abastecimiento y precios para barrios populares y formaron Cordones Industriales que coordinaban fábricas –sólo el de Cerrillos, al sur de Santiago, controló 250 factorías y talleres–. Para la analista Claudia Ferri, aunque el Golpe mostró el rostro más salvaje del capitalismo, también estimuló la auto-organización de los chilenos “la más desarrollada del continente”.

Estadio Nacional, Golpe de Estado Chile
Estadio Nacional de Chile convertido en campo de detención (Fotografía: Periódico Diagonal).

Tras convertir el Estadio Nacional en campo de detención de 30,000 partidarios de la UP, vinieron 17 años de asesinatos selectivos, miles de detenidos, el terrorista Plan Cóndor pactado por dictaduras del Cono Sur y la impunidad eterna de Pinochet.

El terror no se detendría.

Martes 11 de septiembre de 2001 a las 08:45 a.m. en el corazón financiero de Manhattan: choque, estruendo, vidrios saltan por el espacio, gritos de pánico, corren los neoyorquinos. Vieron un Boeing 767 estrellarse en la torre norte del World Trade Center, símbolo del poder financiero occidental. 09:03 a.m. Otro avión se incrusta en la torre sur; la destrucción confirma que se globalizó la amenaza. Era el aciago comienzo del siglo XXI.

Por primera vez el mayor poder planetario y el centro del imperio sufría, por lo que con prepotencia sin igual se lanzó contra los países que quiso, sin temer su respuesta, describió el analista Franz Hinkelammert. En su cruzada antiterrorista, Occidente actuó con igual radicalismo que los fundamentalistas islámicos.

Todos vimos la expresión impávida de George Walker Bush cuando su jefe de gabinete, Andrew Card, le dijo al oído: “La nación está siendo atacada”. Eran las 09:05 a.m. y los niños leían en voz alta en una escuela de Tampa, donde Bush dejó pasar casi siete minutos sin reaccionar. Tomó el libro Mi mascota, la cabra y fingió leerlo, hasta que decidió qué hacer.

Hoy sabemos que cuando hacía blanco el más feroz ataque terrorista en Nueva York y Washington, el hombre más poderoso del país –y del mundo– se resguardó por ocho horas en el Air Force One. Escoltado por tres cazas voló sin destino ocho horas con 65 pasajeros y con 70 cajas de alimentos y 12 kilos de plátanos en sus bodegas.

El Congreso estadounidense lo autorizó a perseguir a sospechosos y éste confirió facultades extrajudiciales al servicio de inteligencia exterior (CIA) para secuestrar y torturar. Se reformaron leyes para violar derechos humanos sin parecerlo y se instituyó la sociedad de la vigilancia mientras miles de toneladas de explosivos –más que en Vietnam– caían en un solo día sobre las desoladas montañas afganas de Tora Bora. Ahí, en un túnel la superpotencia usó su arma más letal: la bomba de seis toneladas BLU-82 o Daisy cutter.

La guerra al terrorismo, asimétrica por naturaleza, cobró víctimas entre comunidades azotadas por la pobreza, desigualdad y antidemocracia. En los años siguientes, el mundo se familiarizó con la aniquilación –por drones operados en Estados Unidos– de personas en Pakistán, Yemen y otros rincones del mundo, mientras se reportaba la destrucción de “campamentos y refugios de Al Qaeda”.

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Fotografía: El País.

Hubo beneficiarios, los contratistas privados. A los que Alejandro Vélez Salas denomina “el último eslabón de la cadena del capitalismo antropófago” en su Tesis doctoral Perspectiva ético-política del 11-S.

La base naval de Estados Unidos en Guantánamo, Cuba, se transformó en Centro de Detención de alta seguridad para unos 700 acusados de terrorismo, la mayoría musulmanes, y que según el politólogo Alexander Bahar fueron torturados sistemáticamente. Hoy sólo aloja unas 40 personas, la mayoría pasó ahí más de 15 años y se estima que el Pentágono gastó en ellos 540 millones de dólares en 2018 por lo que críticos estadounidenses estiman que es la cárcel más cara.

Guantanamo
Fotografía: Impakter.

A 19 años de los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono hay una realidad: la Cruzada contra el Terrorismo fue fallida. Tardó 10 años en localizar y asesinar a Osama bin Laden, presunto autor intelectual del ataque. Además, fue ineficaz para prever el auge del Estado Islámico, ni llevó la paz y seguridad a su país o al mundo.

En México, el efecto de la cruzada de Bush fue dramático. Todo se securitizó y la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN) modeló la relación. Con la creación del Homeland Security Department se endureció la política migratoria y se fortalecieron grupos de odio como los minute men. En Naciones Unidas, nuestro embajador Adolfo Aguilar Zínser rechazó la invasión a Irak en 2003 y se manifestó a favor de la diplomacia. Eso disgustó a la Casa Blanca.


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A 30 años de la Guerra del Golfo

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Este año marca el 30 aniversario de la Primera Guerra del Golfo. En esos años desapareció el mundo bipolar: Estados Unidos (EU) ya no es el hegemón y rivaliza con  China –segunda potencia económica y primera en tecnología de 5G–, y con Rusia, heredera del poder militar y energético de la Unión Soviética que desintegró Mijail Gorbachov. Ya no existe la Europa unida, próspera y humanista; mientras África y Asia emergen como actores de peso estratégico en América Latina, cayeron las dictaduras militares pero la derecha se empodera.

Sin embargo, el caos se pavonea en Medio Oriente, región vital para la geopolítica de EU, pese al relevo de dirigentes non gratos (sea por asesinato o derrocamiento). Desde entonces, la crisis se instaló en la región con mayores reservas energéticas y con los choke points –puntos clave para el transporte de mercancías– más estratégicos del planeta. Sólo rivaliza en gravedad la pandemia por Covid-19 que desde el 11 de marzo pasado confinó a más de 7 mil millones de personas para evitar el daño letal. Así, la paz y la seguridad globales son aún remotas.

Saddam Hussein
Saddam Hussein, Julio 2004.

Hace tres décadas, el 2 de agosto de 1990, el presidente de Irak, Saddam Hussein, ordenó a sus 200,000 tropas invadir al pequeño –pero rico Estado árabe– de Dawlat al-Kuwayt (Kuwait). Sus objetivos eran: tener salida al Mar Pérsico, no pagar la deuda de 20,000 millones de dólares al pequeño Estado, controlar la tercera reserva mundial de crudo y frenar la producción petrolera kuwaití y saudita  para que no bajara más el precio del hidrocarburo.

Occidente articuló la Operación Escudo del Desierto y George Bush ofreció al Congreso el 11 de septiembre de 1990 un Nuevo Orden Mundial que no llegó. En contraste, las corporaciones energéticas relevaron –en poder e influencia– a los Estados; palestinos y kurdos aún carecen de un Estado propio, en 2003 Estados Unidos retornó a Irak para liquidar a Hussein. Legado de ese rompecabezas geoestratégico fue la irrupción al sur del Mediterráneo, en 2011, de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), para cerrar el capítulo Muammar el Khadafi en Libia. Sin embargo, en 2013 Occidente era ya incapaz de vencer al Estado Islámico y su radicalismo.

La Operación Tormenta del Desierto detonó la revolución en las tecnologías de la información. Al primer minuto del 15 de enero de 1991, tras vencer el ultimátum de la Resolución 678 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CS) para que Irak se retirara sus tropas, CNN cubría en vivo los primeros bombardeos de la ofensiva aliada contra Irak. Así, millones atestiguaron los daños causados por misiles Patriot estadounidenses y Scud iraquíes mientras se masificaba el uso de la World Wide Web.

Guerra del Golfo Pérsico
Misión de la Fuerza Armada (Fotografía: Thumbnail).

El gran beneficiario del colosal despliegue bélico de Occidente fue el Complejo Industrial Militar, como denominó al sector Dwight ‘Ike’ Eisenhower el 17 de enero de 1961. La aeronáutica Lockheed disparó sus dividendos tras las misiones de su fantástico avión furtivo F-117 Nighthawk –ideado años atrás por el matemático ruso Pyotr Ya Ufimtsev, invisible al radar enemigo con base en su teoría de la distracción–. También General Dynamics ganó multimillones con su avión de ataque e interceptor F-111 Aardvark y sus misiones de bombardeo y guerra electrónica.

Instituciones especializadas y analistas sostienen que la del Golfo ha sido la guerra más cara y le atribuyen un costo de 20,000 millones de dólares. Sin embargo, en septiembre de 1991 la Oficina General de Contabilidad de EU (GAO) indicó que requerirían 47,5 mil millones de dólares para equipos y otras necesidades, así como 48,3 mil millones para operación. En 2011 un análisis del Departamento de Defensa estimó que costó 61 mil millones,

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Misil Scud, utilizado durante la Guerra del Golfo.

En su estudio, Costos de las Mayores Guerras de EU, para el Servicio de Investigación del Congreso (junio 2010), el especialista en presupuestos de Defensa, Stephen Daggett, estimó que desde la Guerra de Independencia hasta las de Irak y Afganistán, se ha gastado el equivalente a más de un trillón de dólares. Él valuó la guerra de Vietnam en 738 mil millones de dólares, en 102 mil millones la Primera Guerra del Golfo, en 1,147 millones de dólares la segunda guerra en Irak y Afganistán. En síntesis, el Departamento de Defensa aseguró en 2011, que en Irak hizo un gasto directo de 757,800 millones de dólares, aunque un estudio de la Universidad de Brown la cifró en 1,7 mil millones de dólares.

 En 43 días, al frente de una coalición de 39 países, EU emprendió una campaña aérea cuya intensidad superó la norma histórica y que la GAO describió como la mayor campaña desde Vietnam. Unos 1,600 aviones realizaron 40 mil vuelos de ataque y 50,000 salidas de apoyo; el tonelaje de bombas detonadas equivale al 85 por ciento del promedio diario lanzado sobre Alemania y Japón en la Segunda Guerra Mundial, refiere la estratega australiana Nicole Brangwing.

El 27 de febrero de 1991, todas las tropas iraquíes se habían retirado y ardían por incendios intencionales unos 650 pozos petroleros en Kuwait. Un día después, se anunciaba el fin de las operaciones contra Irak; la Resolución 687 del 3 de abril estableció el compromiso de destruir todas las armas de destrucción masiva (ADM). No obstante, 12 años después, el Pentágono retornaba al país del Tigris y el Éufrates, ahora al frente de una Guerra contra el Terror, sustentada en la falacia de la amenaza AMD. Y en 2006, Saddam Hussein –el sátrapa favorito de Occidente en los ochenta porque se confrontó por 10 años con Irán–, moría ahorcado tras el fallo del Tribunal Supremo iraquí. En marzo de 2013, una investigación de la británica BBC determinó que las mentiras de dos informantes iraquíes sustentaron la premisa de los dirigentes occidentales, de que Saddam poseía ADM.

Guerras, mentiras y dinero; la constante del siglo XXI.


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