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El código maya desde Normandía

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Pasé –gracias o a pesar de la pandemia– unos días extraordinarios en Normandía, gozando abrigado de sus playas a veces amplias y en ocasiones no tanto en función de los intrincados vaivenes de las mareas. Miré una hermosa puesta de sol desde un extremo de la bahía de Carolles, teniendo en primer plano las formaciones rocosas donde anidan ostras exquisitas.

Vi en las tardes pasar veloces a los entrenadores de caballos trotones en sus carros que se deslizan sin obstáculo en esa plataforma perfeccionada con cada ola. A veces, las góndolas rodantes, impulsadas por el viento con que suelen divertirse los aventurados en invierno y no me faltó mirar a un atrevido nadador desafiando la temperatura de siete grados en un exterior de menos uno o dos.

Miré desde la Cabaña Vauban el Monte Saint Michel dibujado a lo lejos y desde un ángulo único, en lo alto, observando la bahía de Granville. Sentí la soledad, el frío y la belleza de esas arenas y desfiladreos en un gozo espiritual y material gratísimo.

Las identidades en Francia son tan claras como la geografía que las define. En esta tierra de la baja Normandía las planicies se extienden amplias, gozosas con sus rebaños vacunos, ovinos y equinos. Sus palacios y castillos testimonian de otras épocas, en esta zona de La Mancha, frente a las costas inglesas.

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Cortesía: Gastón Melo.

Vuelven a la memoria las historias de Tristán y su refugio dolorido mientras aguardaba la llegada de Isolda desde Cornualles, vuelven las historias viejas de Vikingos conquistadores. Irrumpen también algunos bunkers intervenidos de grafiti que hacen imaginar las desesperadas y feroces defensas nazis, y las amplias playas los desembarcos ingleses y norteamericanos algún aterrizaje heroico.

Normandía es la más cosmopolita de las regiones francesas, en la dulce Alsacia los franceses se sienten turistas, en Auvernia algo aventureros, en la Costa Azul en su tiempo estival, en Aquitania en un sitio de provedurías ineludibles, como sus vinos y sus viandas de la Dordoña, en los Alpes en su alternancia montañeza, pero en Normandía y en Borgoña, los franceses y, particularmente los parisinos, se sienten en casa. Más del quince por ciento de los parisinos tienen una residencia secundaria a menos de dos horas de París, y Normandía es, por mucho, la región favorita, quizá seguida de las region de Provenza y de Borgoña. Son más de tres y medio millones los franceses que gozan de una residencia secundaria para una población de 60 millones.

El tiempo de la Covid-19 aceleró sin reparos el desarrollo de las tecnologías de teletrabajo y éstas, la facilidad para las personas de poder hacerse productivas independientemente de su ubicación, quizá con la consideración atenuante de los husos horarios.

Así, las personas prefieren trabajar en donde les resulta más cómodo y más práctico. Patrones y empleados han debido rendirse a la evidencia, también que el teletrabajo suele en muchos casos ser más productivo.

Son tiempos donde disfrutar de la naturaleza es un complemento perfecto del trabajo. No hemos aún caído en cuenta de la profunda transformación que este confinamiento nos ha proveído. Los estudiosos del genoma, en unos decenios, reconocerán que la humanidad tuvo en este ciclo un ecualizador: la vacuna.

De esta manera, gracias a mi doble residencia puedo desplazarme hasta ahora entre Francia y México. En Normandía o en París, en México, en Guanajuato o Guerrero, en Veracruz, en Valle, y en Yucatán; en cualquier sitio he podido continuar con mis lecciones de maya. Si bien me hace falta en ocasiones el entorno sonoro para reconocer la lengua; el dislocamiento me ha hecho obtener literatura, documentos, hacer reflexiones, conocer autores y especialistas que sin haber visitado la zona saben más de la cultura que quienes no han dejado jamás de vivir allí.

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Cortesía: Gastón Melo.

Algunas historias son fascinantes como la que narra bien –entre otros autores–  Michael Coe (1992), a propósito del ruso Yuri Knórozov que ingresa a los 17 años, en 1939, a la universidad estatal de Moscú, para estudiar egiptología, literatura japonesa, lengua árabe, sistemas de escritura chinos e historia india.  Siendo su fuerte los estudios comparados, debemos a su maestro Sergei Alexandrovich Tokarev, especialista en pueblos siberianos, de Europa del Este, Oceanía y poblaciones de América, el haberle convidado, tras la lectura del artículo de Paul Schellhas (1945) sobre la imposibilidad de interpretar los glifos mayas a ese trabajo:

—Si usted considera que cualquier sistema de escritura producido por humanos puede ser interpretado por humanos, ¿por qué no intenta romper las barreras del sistema maya?

Así Knórozov, apunta Coe –a quien traducimos libremente–, con su bono de juventud se aplica a la suprema tarea. Su primer compromiso ya como estudiante de postgrado en Leningrado (…), fue aprender el español del siglo XVI para interpretar el trabajo de descifrado del código en la obra de Diego de Landa. Éste fue el tema de su tesis doctoral y el inicio de una carrera no exenta de la violencia asociada a la Guerra Fría en la que encuentra acérrimos enemigos en el mundo occidental como el británico Eric Thompson.

Es difícil saber y quizá no sea importante, cuál de los dos sabios aportó mayor conocimiento a la cultura maya. La Guerra Fría, sin embargo, favoreció el entusiasmo de las potencias para el estudio de esa cultura.

Knórozov recibió en 1994 la condecoración del Águila Azteca en la Embajada de México en Moscú y nunca conoció el espacio maya. Las comparaciones de Knórozov entre los jeroglíficos egipcios, los ideogramas chinos y japoneses, así como de los pictogramas y logogramas mayas, dieron lugar a descubrimientos extraordinarios.

Considerando que menos del uno por ciento de la población podía leer estos ideogramas, las temáticas debían reducirse a los temas de poder, a fechas memorables, a batallas singulares y gestas de dominación, a premoniciones y proyecciones, a cuentas significativas, como ocurría también en los territorios de Asia o del Nilo en África.

Los logogramas incluyen a la vez valores fonéticos y conceptuales, éste es el gran avance sobre Landa que sólo se había limitado con los instrumentos intelectuales de su tiempo a establecer con acierto un orden fonético y alfabético, y no silábico como fue apuntado por Knórozov. El lenguaje escrito es en todas las culturas un viaje a la abstracción.

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Imagen: La historia de México.

Entre los mayas, cada signo, descubre Knórozov, contiene un carácter consonante/vocal (CV) como en la escritura kana del Japón. También el estudio comparativo con los jeroglíficos egipcios aportó información sobre la forma de la lectura que debía acomodarse a una razón caligráfica y podía de este modo invertirse, asunto conocido desde la época napoleónica con los trabajos de Champollion.

Otros investigadores aportaron la observación de la constante del verbo al inicio y el objeto de la frase arriba a la derecha. Pequeños adelantos y grandes descubrimientos. Una verdadera aventura del conocimiento. Los animales también marcan una guía jerárquica y los números su importancia. De esta forma Knórozov desarrolla para el desciframiento un método que llama de estadística posicional, cuyos resultados fueron sorprendentes y le valieron el reconocimiento de Occidente a través de los muchos artículos que le ponderaban y que elevaron significativamente el encono, entre otros, del británico Eric Thompson.

La escritura maya aparece a Knórozov como una escritura a la vez morfémica y silábica, bastante parecida a la japonesa, que contiene ideogramas chinos o Kanji a los que se les agrega el componente silábico kana, encontrándose en la escritura la posibilidad de incluir diagramas, trigramas, tetragramas, pentagramas y jeroglíficos separados, siendo los trigramas los más comunes en una proporción del 57% –apunta Knórozov–.

Es inimaginable la alegría que el descubrimiento de la palabra “Oeste” o “Este” pudo haber generado en Knórozov y sus seguidores: Lak’in, (Oriente) chik’ in (Poniente) o más aun la emoción de k’ak’ upakal (escudo de fuego), encontrado en las crónicas post coloniales a propósito de un valiente guerrero y redescubierto en los textos mayas de Chichén.

Es sorprendente también, cuando no triste, en la aventura del conocimiento, que la mayoría de estos descubrimientos vienen de tierras lejanas, muchos pensadores que sin haber pisado el territorio le dan el valor y que nos cuesta a veces otorgar a nuestra realidad ensombrecida de política, y obtusa de horizontes. Un reto para las generaciones de mexican@s que sabrán alegrar –esperamos– el conocimiento de sus espacios y su cultura.


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La desconexión digital: el derecho a estar fuera de línea

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La revolución digital nos permite estar conectados todo el tiempo, con sus bondades y desventajas, dependiendo si podemos fijar límites y organizar nuestras tareas.

El confinamiento por la pandemia ha trasladado a nuestros hogares, las actividades que hacíamos fuera de casa, como ir al trabajo o a la escuela; pero en muchos casos, sin establecer duración, dando lugar a que nuestros momentos para comer, de ocio y descanso se hayan alterado.

Si bien las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) desafían las fronteras de espacio y tiempo generando beneficios; pareciera que con el uso de plataformas digitales, se nos exigiera tener el don de la ubicuidad, de estar al mismo tiempo en todas partes.

Pareciera haber una necesidad incontrolable de convocar y atender eventos o reuniones virtuales como si su cantidad se tradujera en resultados. Pareciera que nos hubieran impuesto el deber de atender requerimientos a cualquier hora para demostrar que trabajamos y que somos productivos.

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Imagen: Marichoo.

En el estudio Exhausted, but Unable to Disconnect: After-Hours Email, Work-Family Balance and Identification, realizado por las universidades de Lehigh y Estatal de Colorado en 2017, se descubrió que, en promedio, las personas gastaron ocho horas a la semana, el equivalente a un día de trabajo extra completo, respondiendo correos electrónicos y mensajes de su empleador después del horario laboral.

Estas dinámicas reflejan un traslado de ineficiencias de planeación que existían en el mundo presencial hacia el entorno digital, que debería ser innovador. 

Ya de por sí, en el caso de México, de acuerdo con el Informe de la OCDE Average annual hours actually worked per worker de 2020, nos hemos caracterizado por ser el país donde más tiempo se trabaja con un promedio de 2,137 horas al año, lo que representa 414 horas por encima de la media.

Al respecto, en 2019, la OMS reconoció el síndrome de desgaste profesional o burnout como parte de la Clasificación Internacional de Enfermedades, el cual provoca un estado de agotamiento derivado de un estrés crónico en el trabajo.

La hiperconexión digital ha traído problemas en la salud y bienestar de las personas; por lo que resulta necesario encontrar la manera de aprovechar las TIC para administrar mejor nuestro tiempo, y no ser esclavos de su uso.

Para lograr este equilibrio, el derecho a la desconexión digital en el ámbito laboral se presenta como una alternativa, pues se refiere a la autodeterminación que tienen los empleados para no responder después de su jornada, y el deber del patrón de abstenerse de realizar disposición alguna en tal sentido.

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Imagen: Annemarie Grisen.

Así, por ejemplo, en Francia, desde el 1° de enero de 2017, entró en vigor el derecho a la desconexión que obliga a las empresas a negociar la forma en que sus trabajadores usan los dispositivos electrónicos para cubrir sus actividades laborales, prohibiendo su uso productivo fuera de éstas.

En México, el 11 de enero 2021, se publicó en el Diario Oficial de la Federación, la reforma a la Ley Federal del Trabajo que regula el teletrabajo considerado como una forma de organización laboral subordinada que consiste en el desempeño de actividades remuneradas, en lugares distintos al establecimiento del empleador, porque no se requiere la presencia física de las personas, dado que usan las TIC.

En este cambio legislativo se incluyó la referencia al derecho a la desconexión digital para garantizar a los trabajadores el respeto a su descanso, permisos y vacaciones, así como a su intimidad personal y familiar fuera del tiempo de trabajo.

Como dice una frase que leí por ahí “casi todo vuelve a funcionar si lo desconectas un momento, incluso tú”. Quienes trabajamos, una vez concluida nuestra jornada, tenemos derecho de distraernos en lo que queramos, y en el caso del entorno digital, a estar fuera de línea, para disfrutar de nuestro tiempo y espacio.


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La oficina invertida

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Siempre he trabajado en un esquema “híbrido”: una parte del tiempo en casa y otra en las oficinas de mis clientes. Hace 30 años, cuando empecé a trabajar así, mi situación era privilegiada, ya que muy pocos de mis pares podían hacerlo. También era bastante complicada: comunicarme con mis colegas desde casa era difícil, interactuar con ellos de otras formas era prácticamente imposible. Todavía recuerdo mis primeras incursiones en internet: esos largos segundos escuchando los pitidos del módem, deseoso de que ahora sí se diera el milagro de la conexión.

Hoy, la situación es muy diferente. La tecnología nos permite interactuar a distancia de formas mucho más diversas y eficaces; cada vez son más las actividades que podemos hacer desde casa y el espacio virtual nos es más familiar cada día. La pandemia aceleró la adopción del teletrabajo y mostró su factibilidad y sus beneficios. Al parecer, esta situación es en cierto grado irreversible: si bien las oficinas tendrán todavía un lugar, éste sólo será una parte de nuestro espacio de trabajo.

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Imagen: Sara Vilas.

Esta perspectiva plantea la pregunta de cuáles actividades deberíamos hacer en casa y cuáles en la oficina, es decir, para qué si vale la pena reunirnos en un mismo momento y lugar. Un modelo tomado del mundo de la educación que puede ayudarnos a construir una buena respuesta es el del Aula invertida (Flipped Classroom). Éste propone invertir (intercambiar) las funciones pedagógicas del aula y del trabajo en casa (la “tarea”). Responde a la evolución tecnológica que permitió documentar el conocimiento de maestros, maestras y especialistas en medios digitales, sobre todo videos, que los alumnos pueden ver en casa. 

Los alumnos solíamos ir a clases para “recibir” la información y el conocimiento que las maestras y los maestros “vertían” en nuestras mentes a través de sus exposiciones. Hoy existen plataformas con recursos abundantes, acerca de cualquier materia, con los que podemos sustituir estas exposiciones (un buen ejemplo es Kahn Academy:). Si podemos recibir el conocimiento en casa (“de tarea”), ¿para qué querríamos ir al salón de clases? La respuesta es: para practicar con esos conocimientos, para resolver problemas, para comentar y debatir y, sobre todo, para colaborar con nuestros pares. Actividades de aprendizaje fundamentales que antes nos dejaban de tarea o que, de plano, no hacíamos. 

De la misma manera, la oficina invertida dejaría para la casa todas las actividades de baja interacción. Por ejemplo, ver presentaciones, consultar informes, participar en juntas informativas, registrar información, colaborar sobre documentos o tener conversaciones sencillas. La oficina sería entonces el espacio para las conversaciones complejas, de alta interacción, que necesitan de la energía, la espontaneidad y la magia que sólo surgen del contacto en vivo.

oficina invertida
Imagen Ka Lee.

Se me ocurren tres razones para ir a una oficina: 

Conectar con las personas. Somos seres sociales. Las conexiones interpersonales son el tejido de la organización. Los encuentros en Zoom no pueden replicar la intensidad y la calidad de la conversación que sucede acompañada de un buen café o una comida agradable.
∙ Colaborar informalmente. ¿Cuántas conversaciones espontáneas disparan intercambios relevantes para la organización? El pasillo y los espacios de café son indispensables para relajarnos un momento e intercambiar ideas que pueden llegar a crear grandes proyectos. 
∙ Cambiar de espacio. Pasar todo el tiempo en el mismo espacio y con las mismas personas puede llegar a ser difícil. Salir a la oficina, estar unas horas en otro espacio, frente a otras caras, puede ayudar. 

Aquí me surge otra pregunta: ¿cómo deben ser los espacios, reales y virtuales, de la oficina y de la casa para liberar todo el potencial de la oficina invertida? Las cadenas interminables de videoconferencias, con mala calidad de conexión y peor calidad de interacción, no son la respuesta. Otras experiencias del entorno educativo pueden ser útiles también para responder a esta pregunta. Por ejemplo, la ludificación (me resisto a decir “gamificación”, aunque ésa es la palabra más común), puede aportar mucho al diseño de la parte virtual de la oficina invertida. Dejo este tema para otra ocasión. 


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Liberar a la inteligencia escondida

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Roberto es experto en seguridad informática. Tal vez no lo sabe, pero es quien mejor conoce, en su empresa, los métodos, las técnicas y el marco normativo de su campo de trabajo. Por eso, lo invitan a las juntas donde se discuten los nuevos productos, servicios y procesos que se desarrollan en la organización. Sin embargo, Roberto suele pasar el tiempo de esas juntas callado, con la mirada baja y con la mente en otra parte. Un día, después de una de esas juntas, María, la jefa de Roberto, lo sorprendió en el área de café mientras le comentaba con sorna a su compañera: “esta idea de contrataciones en línea, obvio, no podrá salir a tiempo. Nuestros sistemas no cumplen con ninguno de los requisitos necesarios para que nos lo autoricen”.

María sintió un vacío en el estómago. ¿Qué habría pasado si no se hubiera enterado por casualidad? ¿Cuánto más habrá callado Roberto en esa y en otras juntas? ¿Y cuántas otras personas hacen lo mismo? ¿Qué costos habremos pagado y cuántas oportunidades habremos perdido por no saber lo que sabemos?

En las organizaciones existe una inteligencia escondida. Enterrada bajo el miedo, la timidez, el abuso de poder y de control, la dificultad para expresarse, el apego al statu quo, y quién sabe cuántas cosas más. Entre más autoritario sea el estilo de liderazgo en la empresa, el entierro es más profundo. Así, escondida, esa inteligencia no interviene en la toma de decisiones ni en la construcción del futuro de la organización. Las empresas pagan millones de dólares a consultoras para que les digan, a través de abrumadoras pilas de láminas de PowerPoint®, lo que sus propios colaboradores conocen mucho, mucho mejor.

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Imagen: Dribbble.

Casos como el de Roberto muestran que no basta con meter a las personas en salas de juntas para liberar su inteligencia y su conocimiento. Es necesario, en cambio, diseñar y conducir esas juntas de la manera adecuada. Con el aumento (irreversible) del teletrabajo y la consiguiente invasión de zoombies en el mundo corporativo, el problema, sin duda, va a crecer. En este contexto, la capacidad de liberar a la inteligencia escondida puede ser un factor crítico para florecer en el nuevo entorno laboral.

La buena noticia es que existen técnicas para resolver el problema. Un muy buen ejemplo es el que describen Henri Lipmanowicz y Keith McCandless en su libro “The Surprising Power of Liberating Structures”. Las “estructuras liberadoras” que el libro describe:

Son un conjunto de 33 métodos o formas de enfocar, conducir y organizar el trabajo en grupo, que ayudan a que todos los participantes se involucren, aporten y, por tanto, emerja el conocimiento colectivo del grupo.
Se pueden aplicar en grupos de diferentes tamaños y para actividades con diversos propósitos.
Funcionan en entornos presenciales y virtuales.
Y, lo mejor de todo, no exigen conocimientos especializados de facilitación, cualquiera de nosotros puede aprender a manejarlas con un poco de práctica.

La mayor parte del tiempo que pasamos en juntas y reuniones de trabajo (y en la escuela también, por cierto) hacemos 5 tipos de actividad (que Lipmanowicz y McCandless llaman “las cinco grandes”): presentaciones, discusión libre, discusión dirigida, lluvia de ideas e informes de seguimiento. Algunas de éstas, como las presentaciones o la discusión dirigida, centralizan demasiado el control y no dan espacio a la participación de los demás. Por el contrario, otras como la discusión libre o la lluvia de ideas, tienen tan poca estructura que fácilmente terminan en desorden, se desvían del propósito y son dominadas por las personas más poderosas o extrovertidas. Ninguno de esos extremos ayuda a liberar la inteligencia escondida.

encontrar soluciones
Imagen: Behance.

Las estructuras liberadoras están diseñadas para incluir a todos y liberar la contribución de cada persona al éxito del grupo. “Las estructuras liberadoras son métodos para un propósito: mejorar el desempeño… Puedes estar seguro de que sin importar con cuál estructura liberadora pruebes o en qué situación, generarás resultados sorprendentemente mejores de los que esperabas” (1: Lipmanowics & McCandless, The Surprising Power of Liberating Structures, 2014). Empiezan a surgir evidencias de que el trabajo en casa puede ser el más productivo (2: “Does working from home make employees more productive?”, The Economist). Sin embargo, como sabemos bien quienes hemos padecido una inmensa fatiga después de un día lleno de videoconferencias improductivas, la colaboración a distancia plantea retos que nos exigen mejores herramientas para diseñar y hacer el trabajo.

Ya sea que coordines a equipos de trabajo o que participes ellos, necesitas enriquecer tu caja de herramientas. Las estructuras liberadoras son un buen lugar para comenzar. Todo lo que necesitas saber para empezar a usar las estructuras liberadoras está disponible en internet. Aquí encontrarás instrucciones sobre cómo y cuándo usar cada una de las estructuras. Prueba alguna en tu próxima junta importante y déjate sorprender por las realidades que pueden emerger cuando se libera la inteligencia de tus colaboradores.


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El espacio de trabajo del futuro: lo mejor de dos mundos

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Como consultor de comunicación organizacional en Contexto, el trabajo con mis clientes en los últimos meses me ha llevado a reflexionar sobre cómo serán las oficinas en el futuro. Después de todo, la COVID-19 ha cambiado la forma en la que nos desenvolvemos en el trabajo. Cuando termine la pandemia, ¿seguiremos trabajando en los mismos tipos de espacio que antes?

Algo afortunado durante esta emergencia sanitaria es que estábamos más o menos preparados para continuar con el trabajo corporativo desde nuestros hogares. Pero si es así, ¿por qué no lo habíamos hecho antes?, ¿por qué seguimos dedicando 2, 3 o 4 horas al día a transportarnos entre el trabajo y la casa?

Piénsalo, ya no estamos en el siglo XX cuando lo que nos ataba a los escritorios era una cosa muy sencilla: el papel. Toda información organizacional se registraba en papel, y viajaba en los clásicos sobres amarillos, teníamos inmensos espacios para archivar información, la gestión documental y los tiempos de respuesta era una pesadilla, y sólo podíamos soñar con la tecnología de videollamadas en tiempo real que usaba Súper Sónico para comunicarse con el Señor Júpiter, o Bruce Wayne para hablar con sus compañeros desde la Baticueva.

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Imagen: Haley Tippmann.

La tecnología se ha desarrollado a una velocidad inimaginable. Nos permite generar y enviar información con un solo clic y colaborar con nuestros equipos en documentos en tiempo real (yo, por ejemplo, en este momento estoy escribiendo en un documento en la nube). Podemos vernos en videollamadas y usar una amplia gama de herramientas para colaborar y mantenernos conectados.

Pero, si el papel era lo que nos ataba a las oficinas, entonces la respuesta a mi primera pregunta sería otra más: ¿un mundo sin papel puede llevarnos a un mundo sin oficinas? Creo que no del todo, y permítanme ponerme imaginativo por un momento.

Las videollamadas son una gran herramienta, pero también pueden ser un medio demasiado frío o contrario a la creatividad y al trabajo en equipo. Entre fallas técnicas, cámaras apagadas y la necesidad de una interacción mucho más ordenada le terminamos por restar a las experiencias en equipo. La realidad es que la espontaneidad que permite un espacio físico con varias personas reunidas es muy difícil de igualar. La conexión virtual aún no permite la calidad de conexión interpersonal que se puede dar en espacios presenciales. 

Creo que hemos creado en la narrativa colectiva una falsa concepción de que las videollamadas son la herramienta que nos llevará al verdadero trabajo a distancia. Y por supuesto que ayudan, pero también pienso que no lo son todo. Entonces, ¿cómo se verán los espacios de trabajo del futuro?

Me parece que el espacio de trabajo del futuro será: 

Híbrido.
Digital.
Enfocado en resultados.
Descentralizado.

multitask
Imagen: Alicia Borges.

Híbrido

La oficina con la que podríamos alcanzar ese ideal es un híbrido. Me gusta pensar que podríamos implementar varias medidas para aprovechar lo mejor los dos mundos: el presencial y el virtual.

Imagínate edificios corporativos mucho más pequeños, con menores gastos inmobiliarios y de servicios, que funcionen como un centro de reunión para el trabajo en equipo, más que como el centro del universo. Según The Economist, en su artículo Is the office finished? (https://www.economist.com/leaders/2020/09/12/is-the-office-finished),  este modelo cambiaría incluso el panorama urbano, al que tanto nos hemos acostumbrado con sus grandes torres corporativas llenas de escritorios, hacia uno más amigable para un estilo de vida más centrado en el bienestar de los trabajadores, mejor movilidad e incluso algo de recreación.

Digital

El trabajo en casa, por otro lado, nos permitiría no sólo aprovechar las tan solicitadas videollamadas, sino combinar diferentes tecnologías, que ya tenemos hoy en día, para lograr un equilibrio entre vida personal, oficina presencial y trabajo remoto: espacios inmersivos, juegos, juntas formales e informales, realidad virtual, realidad aumentada, recorridos en línea, con el desarrollo tecnológico de esta era las posibilidades son casi ilimitadas.

tele trabajo
Imagen: El Colombiano.

Enfocado en resultados

Una de las razones por las que, a pesar de toda la tecnología, el mundo corporativo se había negado a migrar a las casas es la necesidad de control. Tener a sus colaboradores a unos cuantos pasos les da una sensación de control a quienes ocupan puestos gerenciales y directivos. 

Pero ahora ya no es la época de los Tlatoanis. Debemos transformarnos ante la posibilidad de una gestión basada en resultados y una mayor autonomía de los individuos y los equipos para gestionar sus actividades diarias. Esto me lleva a mi siguiente punto.

Descentralizado

Si abrazamos de verdad un modelo de trabajo híbrido, podríamos aprender a desarrollarnos en una dinámica de liderazgo que libere y aproveche el talento de los equipos, con puestos directivos y gerenciales que definan líneas de trabajo y cultura, con un rol de apoyo a equipos autogestionables, empoderados en todos los aspectos para la toma de decisiones sobre su trabajo.

En cualquier caso, es importante que las organizaciones construyan las capacidades de comunicación y colaboración de sus colaboradores y equipos de trabajo necesarias para florecer en un entorno así. Si lo logran, tendremos lo mejor de los dos modelos de trabajo y el resultado podría ser muy favorecedor para los trabajadores. Si Bruce Wayne y Súper Sónico tenían lo mejor de los dos mundos en sus programas de aquel entonces, ¿por qué no tenerlo nosotros ahora?


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A través de la pantalla

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En los últimos meses, la colaboración y la comunicación en las organizaciones vivieron una profunda transformación porque la interacción entre las personas se ha dado a través de Internet. Por medio de la pantalla aprendimos recursos, dinámicas y herramientas que jamás hubiéramos volteado a ver a no ser por este confinamiento. Esta situación ha modificado las formas de conversación y colaboración en los equipos de trabajo, lo que nos plantea nuevos retos y oportunidades.

Cuatro ideas que me parecen dignas de reflexión en este momento son:

1. Poder construir espacios más igualitarios e incluyentes: A la distancia, desarrollamos la empatía para vernos más como personas que como trabajadores, ya que nos encontrábamos en los entornos de nuestra vida cotidiana y no en el disfraz de los escenarios corporativos que sostienen y refuerzan relaciones verticales de poder. Esto propicia espacios y esquemas de colaboración más horizontales. La junta, a modo de ejemplo de varias prácticas, necesita distanciarse de protocolos donde el poder se ejerce de manera vertical y, por tanto, inhibe la participación de todos. El lugar de una “cabecera” omnipotente que pueda dominar a todos los asistentes de la sesión inhibe una interacción más activa y creativa entre los colaboradores. Los métodos y las herramientas de colaboración abren posibilidades amplias para descentralizar el poder.

reuniones por la pantalla
Imagen: Mayumi Takahashi.

2. Entrenar la atención en ambientes multiseñales: Una característica de los tiempos actuales es la presión de hacer varias tareas a la vez. Esta situación se agudiza con una tecnología atiborrada de aplicaciones y sistemas de comunicación que siempre demandan respuesta rápida. Ahora, encima de esto, la información del mundo laboral coexiste con la del mundo personal y familiar. Es imposible dar marcha atrás a los avances tecnológicos y a estos ritmos de vida. El reto ahora será enfocar nuestra atención en una sola tarea en un ambiente multiseñal y, de esta manera, apostar más por la calidad que por la cantidad de trabajo.
3. Cuidar el bienestar emocional de tus colaboradores: Las oficinas ofrecen muchos espacios informales para conectar con personas con las que colaboramos. Los encuentros en el área de café, por ejemplo, nos daban la oportunidad de saber sobre los estados de ánimo de nuestros colegas y reaccionar a ellos. En la distancia, perdemos estos espacios. El seguimiento del estado de ánimo por parte de los líderes y entre los colaboradores será esencial en el desarrollo de las organizaciones. Tener videoconferencias con las cámaras encendidas o dejar un espacio en la agenda para compartir estados de ánimo pueden ayudar en este sentido.

reuniones a traves de la pantalla
Imagen: Michael Byers.

4. Procurar espacios de convivencia informal en los equipos de trabajo: Cuando empezó la pandemia, uno de los factores que elevó los niveles de estrés en los trabajadores fue la falta de espacios donde las personas pudieran interactuar de manera informal: ir por un café, sentarse a platicar sobre la domesticidad o compartir chismes. El trabajo a distancia volvió más evidente la necesidad de cuidar y mantener las relaciones personales entre los integrantes de una organización. Uno de los retos más importantes en este momento será encontrar espacios de convivencia informal entre los trabajadores en formatos de trabajo híbrido o a distancia para no perder el enriquecimiento de las relaciones personales.

Para muchas personas esta nueva forma de interactuar será una realidad permanente y, por lo tanto, habrá que generar nuevos esquemas de interacción. La existencia y permanencia de las organizaciones no sólo dependerá de su capacidad de adaptarse a las circunstancias económicas, sino de hacer transformaciones profundas que promuevan la colaboración genuina y formas de comunicación más eficientes.


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Home Office en la playa

Lectura: < 1 minuto

Ahora tendrás las facilidades para trabajar vía remota desde Cancún, Puerto Vallarta y Los Cabos.

Con la campaña “Home office” en la playa, Gran Plan de Aeroméxico y sus socios comerciales, invitan a los clientes a cambiar el concepto de trabajo en casa, combinando sus actividades con los atractivos que ofrecen importantes destinos de playa en México.

Los clientes de Gran Plan pueden elegir viajar a Cancún, Puerto Vallarta o Los Cabos desde ahora y hasta el próximo 18 de diciembre. Los 3 destinos tienen una amplia oferta de actividades turísticas y culturales.

Velas Resorts y Grupo Posadas se suman con 9 hoteles y, junto con Aeroméxico, ofrecen una experiencia de viaje, trabajo, estancia y esparcimiento bajo los más estrictos protocolos de salud e higiene.

Se crearon paquetes para estancias desde cuatro noches con tarifas especiales y facilidades como: Internet de alta velocidad, disponibilidad de oficina privada, alimentos y bebidas ilimitados, tours y actividades de relajación, ascenso a la siguiente categoría de habitación y descuentos en hospedaje y alimentos para niños.

Música de fondo

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Una realidad es que todos tenemos que trabajar, ya lo sabemos. Y otra realidad es que, en este periodo de confinamiento, quienes hemos podido quedarnos en casa no dejamos de luchar contra los sonidos del exterior que “invaden” nuestras videoconferencias. “Se compran colchones…”; “bísquetes calientitos”, “la patita de pollo, señora” y el nunca ausente “tamales oaxaqueños” componen el fondo sonoro de nuestras reflexiones de la tarde noche. ¿Y antes? Antes no falta que hagamos espacio y logremos la privacidad requerida para un examen, una reunión importante, porque enseguida uno puede contar con que abajo surgirá el ruido propio de un aserradero, taladrarán la banqueta o bien, vendrá la marimba, la tambora, la trompeta o cuando menos, la tímida vocalización de alguien en un estudio cercano.

La realidad es que ésta es nuestra música de fondo ahora. A muchos nos alegró la marimba en alguna tarde taciturna de sábado; a muchos nos dio pesar ya no tener monedas para arrojarle (por enésima vez) al cilindro que trascendió sus céntricas fronteras y llegó a colonias en donde nunca antes había sido escuchado. Todos estos sonidos entrañan para mí una paradoja: por un lado, representan lo perentorio de nuestra condición; por otro encarnan la lucha por la subsistencia (y vaya que el sonido de la tambora subsiste aun cuando uno cierre todas las ventanas para poder hablar). Son sonidos que me remiten al egoísmo (de unos, de otros), a la fragilidad de la frontera entre el espacio público y el espacio privado y a la encarnizada batalla que se puede representar en la frase: “el que grita más fuerte, gana”.

musica de fondo
Ilustración: Slack.

La realidad es que en la oficina no se oía tanta alharaca… ¿O sí? ¿O sería que el peso de nuestra cotidianidad de aquel entonces nos hizo sordos a los sonidos del entorno? La contingencia nos hizo redescubrir nuestro espacio en casa que, parece mentira, pero para muchos no era tan cotidiano como el de trabajo. En la oficina idealmente no éramos interrumpidos por el ladrido del perro o el grito del niño del vecino. Eso es lo que redescubrimos: a los que habitan alrededor, incluidos los músicos callejeros que llenaron el espacio público con sus notas. Recuerden esto: si están a punto de comenzar una reunión virtual, en cualquier momento el cilindro les puede traer las notas de “Las mañanitas”.

Si la vez pasada decía que los fondos virtuales salvaron a los desordenados o a los de paredes desnudas o descascaradas, contra los sonidos del exterior no hay blindaje: aunque se pueda silenciar el micrófono, tarde o temprano tendremos que hablar. Si damos clase, la experiencia resulta en suplicio. Hace poco una amiga compartió un artículo sobre el cansancio que implican las reuniones virtuales porque, como decía hace quince días, no podemos “leer” ese lenguaje que no es el oral, sino que es el perlocutivo. Si el otro se rasca, si me mira de frente, si voltea para todos lados, está emitiendo señales que estoy preparada para decodificar. Pero cuando veo un minúsculo cuadrito con una imagen de alguien muy compuesto en su fondo virtual y ocultando todo lo que pasa debajo de la línea del busto, lo único que puedo es hacer suposiciones. Si ve hacia abajo, probablemente esté anotando o quizá esté comentando lo que digo, con algún amigo, en WhatsApp. O quizá se esté durmiendo.

Pero los sonidos de fondo que la calle en tiempos de pandemia nos trajo, a diferencia de este nuevo régimen de visualidad, son absolutamente sinceros: nada los tapa, nada los disimula ni vela sus intenciones… aun cuando apaguemos el micrófono, nosotros los escuchamos, invaden nuestro campo auditivo, nos quitan la atención y puede que nos estresen más o, en todo caso, nos relajen. Los sonidos de fondo de la pandemia conquistaron, ciertamente, nuestro imaginario; poblarán nuestro recuerdo, desatarán otros tantos y evocarán los conceptos de lucha, pervivencia y, a veces, hasta solidaridad.


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