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La nueva normalidad digital que llegó para quedarse

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Hace algunos días la revista The Economist, en su publicación “Hacia una nueva normalidad 2021–2030”, destacó 20 puntos que imperarán este año y que seguirán desarrollándose en todo el mundo, que tienen que ver con los cambios en las dinámicas personales, políticas, económicas, sociales, culturales y tecnológicas como resultado de la pandemia.

Entre estos aspectos, destacan que varios campos como el trabajo, la educación o la salud continuarán a distancia, que será estratégico invertir en nuevas tecnologías, que aumentará el comercio en línea, que habrá nuevas formas de brindar noticias, y que el manejo de los datos personales será más delicado.

El uso de tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) para interactuar, participar y llevar a cabo actividades cotidianas no es algo nuevo para los llamados “nativos digitales”, generaciones que han nacido o crecido en una sociedad de la información en donde estas herramientas facilitan su vida.

Normalidad digital
Imagen: Yorokobu.

En particular llama la atención como las TIC han impactado en las personas más jóvenes. En el Informe sobre el Estado Mundial de la Infancia 2017, la UNICEF señalaba que uno de cada tres cibernautas era menor de 18 años, siendo el grupo que rondaba entre los 15 y los 24 años el más conectado.

En México, la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2019 del INEGI, reportaba que el 70.1% de la población de seis años o más usaba Internet, el 75.1% teléfono celular y el 43.0% computadora.

La BBC News publicó una lista de los 10 youtubers con más ingresos en 2019. Quedé sorprendida al ver que estaba encabezada por un niño de tan soóo 8 años, que facturó 26 millones de dólares haciendo reseñas de juguetes en su canal “Ryan’s World”.

De acuerdo con el estudio Personalidades Influyentes 2016, realizado en México por la agencia Provokers para Google y la revista Expansión, los internautas más jóvenes confían más en los creadores de contenido en YouTube que en anuncios tradicionales. Las marcas de ropa que usan, la música que escuchan, las películas que ven, las páginas de Internet que visitan, o los lugares a los que viajan son algunos de los temas en los que influyen en los consumidores.

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Imagen: Luis Maram.

Lo digital llegó para quedarse en esta nueva normalidad. Si bien, nos ofrece grandes ventajas al acercarnos en tiempo y espacio, también nos invita a ser conscientes sobre los contenidos que compartimos y que consultamos.

Nos corresponde a todos los actores sociales, a las instituciones, a las empresas; y con especial mención, a los órganos de transparencia y de protección de datos personales, a los de telecomunicaciones y de competencia económica —como el INAI, el INFOCDMX, el IFT o la COFECE—, asegurar que las tecnologías potencien y, por ningún motivo, limiten derechos de las personas. La autonomía de estas autoridades es clave para cumplir esta misión.

Nos toca garantizar que los entornos virtuales sean seguros, para proteger la confidencialidad, integridad y disponibilidad de los datos que se tratan y de la información que en ellos circula.

Este 9 de febrero, en el Día Internacional por una Internet Segura, sensibilicemos la importancia de aprovechar las TIC con responsabilidad y respeto a los demás; para utilizarlas de manera creativa en favor del desarrollo, la igualdad e inclusión; con un enfoque que fomente los puntos de encuentro, la empatía y tolerancia en la diversidad; para que podamos construir resiliencia y paz que tanto necesitamos.


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Instantáneas del 2020. Afectaciones en la vida cotidiana y familiar a causa de la pandemia

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Este texto ha sido escrito a varias manos. Recoge la vivencia de jóvenes latinoamericanos estudiantes de posgrado que han coincidido en un espacio de formación-reflexión en la Universidad Nacional Autónoma de México– quienes nos relatan la forma en que sus vidas, sus rutinas y la vida en sus entornos más próximos y más lejanos se han visto afectados. Los autores son: Laura Andrea Ferro Higuera, César Armando Quintal Ortiz, Marissa González Ramírez, Aldo Iván Orozco Galván, Gloria García-Aguilar, José Andrés Villarroel López y Ana María Herrera Galeano. Mi papel ha sido tan sólo facilitar la coordinación de los relatos contados.    

Laura Beatriz Montes de Oca Barrera.


Los relatos que a continuación plasmamos reflejan “instantáneas” de nuestras vidas alrededor de la pandemia provocada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2. Como muchos jóvenes hemos sufrido, de manera directa o indirecta, la enfermedad y las repercusiones sociales, económicas y emocionales. El año 2020 ha quedado grabado en nuestras memorias y nuestra intención en este texto colaborativo es compartir vivencias que seguramente encuentran correlatos con las experiencias vividas por los lectores.

Al principio nos tomamos muy en serio las medidas sanitarias

Desde finales del mes de marzo de este año, como en diferentes países de la región, México comenzó a tomar medidas estrictas de confinamiento y distanciamiento social como estrategia para mitigar los contagios de la enfermedad Covid-19, esto conllevó que mi esposo y yo nos quedáramos en casa de manera permanente desde ese momento y hasta el mes de junio. Durante ese periodo, tratamos de salir lo menos posible, al punto de que ya ni siquiera durante varias semanas, particularmente yo, salía a la tienda más cercana. Creo que los dos nos tomamos muy en serio algunas de las medidas y recomendaciones que todos los días se publicaban en los periódicos, en las redes sociales o en la “hora de Gatell”.

Fueron instantes que, al recordarlos, creo que los dos nos tratábamos de informar continuamente para alimentar la esperanza de que en pocas semanas esto iba a terminar. Sin embargo, iban transcurriendo las semanas y las fechas tentativas de apertura se iban recorriendo: primero se tuvo contemplado regresar a una “nueva normalidad” en mayo, después a mediados de junio y, al ver que los niveles de contagios no cesaban, ya no se continuó estipulando una fecha del fin de la pandemia.

esperando fin de la pandemia
Imagen: Lisk Feng.

La necesidad económica y el encierro

A principios de la pandemia, durante los primeros días de abril, la comunicación con mi familia en Yucatán fue a través de llamadas telefónicas y videollamadas. Mi mamá decía que los comercios y los centros religiosos cerraron sus puertas y que las calles se percibían desoladas. El mercado, corazón de la ciudad, también clausuró sus entradas, en parte porque fue precisamente este lugar donde se avivaron los contagios. En ese tiempo, la mayoría de las personas acataron la regla de permanecer en casa, pero, la necesidad económica los forzó posteriormente a abandonar el encierro.

Los comerciantes ocuparon banquetas y las partes delanteras de las casas se adaptaron como espacios para ofrecer frutas y verduras. Otra característica notable en esa pequeña ciudad fue que las redes sociales jugaron un papel importante como plataforma para ofrecer alimentos u otros servicios. Los comerciantes, que antes del Covid-19 recurrían a relaciones convencionales de comercio, cara a cara, adoptaron las redes sociales, en especial Facebook, como mecanismo para ofrecer sus productos y servicios y disminuir los impactos negativos de la contingencia sanitaria en sus entornos familiares.

Espacio, vivienda y encierro

Vivir en un departamento de 65 m² con otras dos personas es todo un desafío a la capacidad de convivencia, al estado de ánimo y a la privacidad. La excusa que teníamos antes del Covid-19 resultó ingenua: el espacio es suficiente, pues nuestro día a día se desarrolla principalmente fuera del departamento. Con la contingencia sanitaria, el departamento, la vivienda y la casa se adaptaron como espacios óptimos para nuestras actividades económicamente remuneradas. Ello nos da una pista de qué tan importante son esas actividades, al fin y al cabo, son las que nos permiten pagar una renta y acceder a los alimentos, una suerte, debe decirse, que no muchos tienen. La estrechez del departamento se volvió mucho más obvia durante los meses de abril, mayo y junio, al grado que decidimos mudarnos a otro lugar. Nuestra decisión también se animó por la creciente oferta de departamentos que abandonaron las personas que retornaron a sus entidades de origen.

Septiembre y octubre fueron meses en que mis amigos y yo nos dedicamos a buscar un departamento. La experiencia fue cansada e interesante. Me sorprendió cómo la pandemia afectó la dinámica de rentas de departamentos y cuartos para estudiantes y trabajadores en Ciudad de México, muchas personas perdieron sus trabajos o se les recortó su salario, por lo que pagar una renta se volvió inviable. Los anuncios de “renta” o “venta” aumentaron en la colonia. En ese proceso encontramos arrendatarios flexibles y empáticos ante la situación económica que desencadenó la pandemia pero, también, arrendatarios inflexibles, desconsiderados y poco solidarios.

mudarse en cuarentena
Imagen: Grace Wu.

Saturación y organización del tiempo en el encierro

Durante este tiempo de pandemia, en el caso de mi entorno familiar, conformado por mi compañero, su hijo, nuestra perrita y yo, el estar insertas la mayor parte de nuestras actividades en los ámbitos académico y de docencia nos ha permitido, afortunadamente, permanecer más tiempo en casa y salir únicamente a lo indispensable, continuando con nuestras tareas desde casa haciendo uso de la tecnología. Sin embargo, esto ha devenido también en una serie de situaciones a las que nos hemos ido adaptando los miembros del hogar. Uno de los mayores problemas que enfrentamos en casa diariamente es lo relativo a la organización y administración de nuestro tiempo. Contrario a lo que pensamos al inicio del confinamiento, que tendríamos más oportunidades para realizar actividades lúdicas dentro de casa, esto no ha sido así.

Hemos vuelto a realizar las labores que hacíamos antes de la pandemia, pero ahora desde casa y en condiciones más complejas, las cuales implican la necesidad de dominar las herramientas tecnológicas, por lo que demandan más tiempo para llevarlas a cabo. Vivimos pues en una saturación constante de actividades a distancia que nos ha llevado a una acumulación de tareas y trabajo, sin mencionar el aumento de los quehaceres domésticos, como sucede en toda casa en la que todos sus miembros permanecen más tiempo en ella.

Vivir desde el miedo, la nostalgia y la incertidumbre

Poder estar encerrado es un privilegio cuando otras personas se ven obligadas a salir de casa para poder sobrevivir, ya que deben exponerse continuamente a un contagio al viajar diario en transportes atestados. Así, por extraño que suene, tengo el privilegio de poder estar encerrado. Pero mi pareja no. Ella, enfermera, ha vivido desde el miedo: a estar expuesta a la enfermedad en su trabajo, a que sus compañeros y compañeras enfermen, a trasladar la enfermedad a casa. De mi parte, el miedo a la infección disminuyó un poco al reducir mi exposición a noticias e información sobre el desarrollo de la pandemia, sin embargo, es imposible que se vaya del todo cuando me enfrento a la imposibilidad de abrazarla cuando llega a casa. Su exhaustivo proceso de limpieza y desinfección antes de poder saludar es un recordatorio diario de que el problema es real.

Por lo tanto, en mi vida familiar, el mayor impacto del Covid ha sido a nivel emocional: miedo, de ver las cifras cada vez mayores de contagios y decesos, de salir a la calle, de desconfiar de cada persona al verla como potencial fuente de contagio; nostalgia, por estar alejado de personas queridas, por la pérdida de un estilo de vida, por no poder volver a mi ciudad natal; incertidumbre, por no poder saber qué tan cerca está el final; pesar, por el alejamiento de las personas, por tener que estar a la distancia, porque un abrazo, antes una muestra de afecto, es ahora un factor de riesgo.

encierro y pandemia
Imagen: Nate Kitch.

Consecuencias del encierro en adultos mayores

La parte de la familia que yo integro inició la cuarentena reportando desde cuatro ciudades diferentes: Pereira y Bogotá, Colombia; Ciudad de México, México; y Los Ángeles, California. Por la edad avanzada de mis tíos, ejes de la familia, la cuarentena comenzó con los achaques y padecimientos propios de su adultez y con la noticia de que todos eran población de riesgo. Las medidas de aislamiento iniciaron con las restricciones de movilidad severas impuestas a las personas adultas mayores, en contra de las cuales mis familiares se quejaban y protestaban. Manifestaban su resistencia desobedeciendo cotidianamente las imposiciones con alguna salida, algún encuentro.

Después de esta etapa de alarma y control a los adultos mayores, vino el momento de acompañar las consecuencias del encierro, el deterioro en la salud de mis padres y tíos. La falta de movilidad hizo aún más lentos sus movimientos, sus cuerpos más pesados y menos flexibles, acentuando su edad en cada paso para transformar las actividades de la casa en retos cotidianos, que los jóvenes muchas veces no vemos: subir las escaleras, bañarse, calentar el agua para el café, tender la cama. Movimientos anodinos que cobraron especial importancia y que evidenciaron su vejez y el desgaste físico y emocional que esta provoca.

Duelo familiar y retos tecnológicos

Una de mis tías paternas falleció, junto a mi tío político y mi primo mayor por Covid. Una familiar de la infancia de mi madre falleció y varios hoy se encuentran hospitalizados. Debido a la enfermedad, los cuerpos no son entregados a los familiares tras casi 20 días, ninguno de los ellos recibió visitas en los hospitales y las ceremonias fúnebres se reservaron para los hijos y personas que se encontraban en Bogotá. Además, mis padres son positivos de Covid y mi padre está hospitalizado en un pabellón de medicina interna en aislamiento, donde lleva alrededor de 10 días.

Todo este nuevo momento ha conducido a un reto enorme: la virtualidad fue el mecanismo para expresar el cariño y el duelo, a pesar de ser ajena a las maneras de comunicar de mis familiares. Mi madre lideró la formación digital en mi casa en Bogotá. Ella aprendió a usar Zoom para entrar a los rosarios y grupos de oración en favor de mi primo; aprendió a usar y comentar en YouTube para poder ver la transmisión de las misas fúnebres y la ceremonia de entierro de mis familiares; y extendió su uso del WhatsApp para comunicarse; actualmente recibe llamadas de parte de mis amigos y primos de diferentes ciudades para conocer el estado de salud de mi padre.

El nuevo coronavirus ha puesto a temblar esta estructura familiar. Seguro un nuevo momento vendrá que implicará recuperación y elaboración del duelo. A la distancia, ver los quiebres y grietas que han provocado estos meses no ha sido sencillo. Sin embargo, la mirada más amplia sobre las consecuencias de este temblor ha permitido ver la existencia de una red invisible que apoya a mis familiares, y la construcción de vínculos de familia que sobrepasan los lazos consanguíneos.

velorios en cuarentena
Imagen: The Economist.

El reto de ser madre durante la Pandemia del Covid-19

Después de diez meses comenzada la pandemia por Covid-19, como integrante de una nueva estructura familiar, los retos y oportunidades han sido significativos en la convivencia de 24 x 7. Por primera vez, durante estos escasos 5 años de matrimonio, fui madre, esposa y ama de casa al 100 por ciento. Nunca había tenido la responsabilidad total de mi hogar; esto gracias a la ayuda de manos amigas como mi madre, suegra y personal del hogar que me había apoyado para aligerar este extenuante trabajo.

Uno de los temas más complejos ante esta crisis sanitaria ha sido el desafío de poder ofrecerle a mi hija continuar con su tratamiento médico sin interrupciones. Ella sufrió un accidente cerebrovascular al momento de su nacimiento, lo que le ocasionó una “hemiparesia del lado izquierdo de su cuerpo” esto es, una disminución motora que le afecta tanto en su brazo y pierna como en su desarrollo cognitivo, por lo que tiene que tomar terapia física, ocupacional y de lenguaje obligatoria para su recuperación. El problema radica en que las instituciones de atención en donde acudíamos para su rehabilitación fueron cerradas.

De esta forma, niñas y niños que viven con alguna discapacidad como mi hija han quedado invisibilizados y su tratamiento recayó en los familiares que, muchas ocasiones, no tenemos la capacitación ni los recursos adecuados para brindarle la atención requerida. Ante este escenario yo no podía quedarme de brazos cruzados y dejar que el tiempo pasara. Busqué ayuda, con todo el miedo y estrés ante lo que estaba aconteciendo. Afortunadamente, tuve la suerte de encontrar a tres especialistas que han ayudado a que mi pequeña tenga un avance significativo en estos meses de encierro, y a los que de una forma humilde y sincera reconozco en este texto: Lulú, Joelito y Vero, como les nombra mi pequeña. Su trabajo, literalmente, trasforma vidas: inciden de forma positiva en los hogares en los que trabajan. En nuestro caso nos enseñaron el valor del trabajo en equipo y la importancia de la constancia para una pronta recuperación.

Unión y apoyo familiar durante la pandemia

Si bien, dentro de todas las familias la pandemia provocó desajustes, creo que lo importante es mantenerse unidos y brindarse un apoyo constante. El estar confinado me permitió reflexionar y pasar más tiempo junto a mi familia, porque si bien en tiempos pre-pandémicos estos espacios familiares existían, en diversas ocasiones se veían interrumpidos por compromisos personales y académicos, que lamentablemente eran ineludibles. Así, la pandemia me ayudó a replantearme una serie de preguntas: ¿quién soy?, ¿qué quiero? y ¿de dónde vengo?, las cuales muchas veces en nuestro cotidiano de “tiempos normales” desaparecen o son poco cuestionables.

La convivencia familiar: reto y apoyo

Comencé el confinamiento en familia, platicamos sobre nuestros planes a seguir para los cuidados que se nos indicaba por todos los medios, es decir: no salir a no ser que fuera primordial, el uso de cubrebocas y de gel antibacterial, guardar la distancia si estábamos en público, restringir o evitar las visitas, desinfectar superficies y todo lo proveniente del exterior antes de entrar a la alacena, desinfectar el efectivo y tener un plan de emergencia por si alguien resultaba infectado.

Todo esto fue un poco complicado al principio, puesto que hacía algunos años que no vivíamos todos juntos, además de que nos quedábamos en casa todo el día por varios días. No obstante, me percaté de que la convivencia familiar, a pesar de las diferencias propias de vivir juntos, me ayudaba a sobrellevar la incertidumbre de la situación y los sentimientos negativos que desarrollé como la ansiedad y el estrés ante un hecho que era ajeno a mi control y del cual sólo me quedaba aceptar y adaptarme.


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El sonido del eufemismo

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Se oye el bajar de las cortinas de metal de los negocios pequeños que pugnan por continuar en funciones. En el horario “normal” (el de invierno), la ciudad parece dormir, a eso de las 20:00, al menos en algunas colonias. Por la mañana, desde las 5:00, todo vuelve a la “nueva normalidad”: se oye el metrobús, mi edificio de agita por los camiones de carga pesada que pasan a unas cuadras… Pero se oyen también ambulancias, casi tantas como en mayo. Los sonidos revelan la funcionalidad, pero sabemos que no es así: son eufemismos.

Aparentemente todo ha cambiado y nada ha cambiado. Los que trabajan en negocios, platican con el cubrebocas a media asta en las afueras del local en lo que llega algún parroquiano (sinónimos de una protección y de una esperanza eufemísticas). Quienes trabajamos a distancia, seguimos silenciando el micrófono cuando pasa la camioneta con el pregón: “se compran colchones…”; algo que parece ser la música de fondo de todas las reuniones virtuales, todavía nos hace decir “perdón” y esperar unos segundos a que el ruido se aleje (eufemismo de un pretendido profesionalismo desde el hogar).

También se han sumado pregones nuevos. Recontados en redes sociales, los músicos de la legua del siglo pandémico –los que no tienen eventos sociales en dónde tocar su repertorio versátil– salen a las calles con bocina y pista a destantear a los vecinos que, al escuchar de lejos, no saben si se trata de una fiesta censurable, máxime en las cercanías de diciembre (eufemismo del desempleo).

sonidos de la calle Mexico
Imagen: Milenio.

Uno de esos pregones que se han sumado al ruido cotidiano reza: “Mami, mami, cómprame unos tamalitos de elote”. Otra hija secunda la moción y la madre asiente, diciendo: “está bien hijas, vamos por unos tamalitos de elote. Al fin sólo cuestan siete pesitos” (eufemismo de la pobreza). A fuerza de oírlo a diario desde la temprana tarde, no pude más que terminar detestándolo y analizando por qué todos los pregones de compra se dirigen primordialmente a las mujeres . “Señora, señorita, ya llegaron los bísquetes…” ¿Es que acaso los hombres no constituyen un mercado? ¿Es que las mujeres salen corriendo atrás de la bicicleta para que el “señor” no se moleste? Al mismo tiempo, echa en cara esta detestable costumbre de los diminutivos que tenemos en algunos países de América Latina: no porque sean “pesitos”, valen menos, aunque quizá el tamaño de los tamalitos no sea una pura fórmula de lenguaje. Malditos sean los eufemismos.

Otro sonido que se hizo más presente en nuestro encierro es la campana de la basura. Sus sempiternos ecos son un referente auditivo de esta ciudad. No obstante, el hecho de salir a trabajar nos sustraía de su esfera. Ahora es una marca de tiempo, un aviso, una convocatoria a encontrarse con vecinos que, igual que yo, salen arreglados de la cintura para arriba y ostentan un pantalón de estampado escandaloso, lo mismo que tenis o chanclas. Es decir, un eufemismo de la vestimenta laboral: esa coraza que hoy se convirtió en media armadura para los que no tenemos que salir a ser vistos de cuerpo entero.

colchones y fierro viejo que vendan
Imagen: El Sol de Toluca.

Sin duda, la pandemia nos ha hecho sensibles a muchas cosas. Ha visibilizado (y hecho audible) todo un mundo que teníamos soterrado en la prisa de salir corriendo a trabajar todos los días. Las comunicaciones de las “cifras oficiales” son un eufemismo: sabemos de la tapadera, de la minimización que se lleva a cabo para que la vida y la economía no se detengan, a pesar de que se lleven a muchos entre las patas. Medir el impacto de la pandemia en términos de la ocupación de camas es un eufemismo; quizá ninguno tan necio como el “semáforo naranja con alerta”, que eufemiza a un rojo solferino. Si eufemizar nos ha constituido culturalmente y nos ha hecho familiares con el habla en diminutivo, no creo que nadie esté conforme con que nos minimicen el número de muertos por la pandemia, ni el de desempleados, ni tampoco el nulo crecimiento de la economía con discursos “tranquilizantes” cada mañana. Son eufemismos, en el mejor de los casos. Crímenes en el peor. ¿Podremos con el eufemismo de la “nueva normalidad”?


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Ética y valores en las empresas

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Como pocas veces en la historia, al empresariado en México se le han puesto a prueba su ética y sus valores ante la pandemia del COVID-19 que tan inesperadamente nos sorprendió y enfrentó a situaciones inéditas.

De esta pandemia se escribirán en el futuro muchas historias, buenas y malas, se harán películas, se escribirán libros, tantas cosas que han pasado y, por supuesto, lamentablemente, lo que aún se tendrá que enfrentar.

valores empresa
Imagen: Prensa Libre.

Por supuesto que ha habido y habrá muchísimas empresas que han ayudado a sus colaboradores de manera decidida y muchas veces poco reconocida, pero sinceramente éste ha sido el momento que tanto patrones como empleados han demostrado cuáles son sus valores y su ética. Esta solidaridad es la que está logrando la supervivencia de muchas empresas y los empleos que generan, y sinceramente creo que al tiempo es lo que hará que nuestro querido México y, desde luego, los mexicanos, podamos decir “¡prueba superada!”.

En México tenemos muchas empresas que han dado el ejemplo, que son modelos a seguir y que han hecho lo correcto, sobre todo en una situación como la que estamos enfrentando y en que las ventas se colapsaron y los recursos se escasearon.

La verdad, ante una situación como la que estamos viviendo es difícil mantener el equilibrio, hacer lo correcto, la situación se está poniendo difícil y se pondrán a prueba los valores de las empresas, por ejemplo, si las ventas están bajas y nos ofrecen productos muy baratos, dándonos cuenta fácilmente de que son robados o ilegales, ¿vamos a comprarlos porque otros más están haciéndolo y si no perderemos competitividad?

retos empresariales
Ilustración: BigStock.

Ya en el pasado, en la práctica, esto se ha dado, y ha ido en contra del empleo de los mexicanos, pero lo más grave es el relajamiento que hemos sufrido en la ética y valores en muchas de las empresas y, por ende, en la población en general.

Ojalá por fin entendamos que en un país donde sobre todo las empresas líderes no se comportan con ética y valores correctos, y sus dueños son omisos volteando hacia otro lado, haciendo como que no se dan cuenta del actuar de sus subordinados –conduciéndose manera ventajosa o ilegal hacia el interior o hacia afuera de las empresas–, pocos resultados tendremos al futuro.

Reconozco que hay muchos ejemplos a seguir, pero también muchos que de plano dicen una cosa, pero hacen otra muy diferente. Si en algún momento nuestro país ha requerido para poder salir adelante que todos actuemos con ética y valores superiores, es ahora.


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La educación sacrificada

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No hay condiciones para abrir las escuelas porque los gobiernos no las han generado, no porque la educación sea una actividad inherentemente más peligrosa. Diversos estudios han mostrado que, bajo ciertas condiciones, precauciones y cambios de comportamiento, las escuelas pueden abrir de manera relativamente segura (Schools for Health, Harvard University).[1] En México no se han generado las condiciones necesarias para reabrir las escuelas porque, otra vez, nos damos cuenta de que la educación no es prioridad. Incluso, el responsable del manejo de la pandemia, Hugo López-Gatell, se ha preguntado “¡¿Cuál sería el beneficio de abrir los recintos escolares?!”. Una joya.

Desde agosto, la ONU llamó al mundo a dar prioridad a la reapertura de las escuelas donde la pandemia esté controlada. Inicia noviembre y nos seguimos preguntando ¿cuándo estará controlada en México? Increíblemente, parece haber más presión por abrir los estadios que las escuelas. ¿En serio? El máximo organismo mundial (no la FIFA, sino la ONU) advierte sobre la catástrofe educativa que parece estamos empeñados en minimizar. La UNESCO proyecta un abandono escolar de nivel básico que rebasará los 30 millones de niñas y niños globalmente. Este mismo organismo estima que 15.5% de los alumnos mexicanos en el nivel medio superior no continuarán sus estudios, y el mismo porcentaje se proyecta que dejará inconclusos sus estudios de educación superior.

educacion en pandemia
Imagen: The Atlantic.

En cuanto a educación básica, de acuerdo con estimaciones de la Secretaría de Educación Pública (SEP), la decisión de sacrificar la educación tendrá como resultado que alrededor de 2.5 millones de niños y jóvenes no vuelvan más a las aulas. Tan sólo en las escuelas privadas de educación básica, el promedio de deserciones ronda el 50%, según lo ha expresado la Asociación Nacional de Escuelas Particulares. Por su parte, la OCDE ha señalado que el abandono escolar irá acompañado de un aumento del trabajo infantil, los matrimonios forzados y los embarazos tempranos. La ONG internacional Save the Children estima un incremento del 25% en embarazos adolescentes, y por si esto fuera poco, alrededor de 400 millones de niñas y niños han perdido el acceso que tenían a los alimentos escolares; en México está cifra es alrededor de 6 millones niños.

La pandemia de COVID-19 amenaza con deteriorar aún más los resultados educativos. Los niños y jóvenes que necesitan más educación para salir de la pobreza son probablemente los afectados con la decisión de sacrificar la educación. El Banco Mundial advierte que los cierres escolares tendrán implicaciones irreversibles en los aprendizajes, niveles de productividad y los ingresos durante toda la vida activa de los ahora estudiantes. Este organismo calcula que por cada 5 meses que las escuelas permanezcan cerradas, los estudiantes dejarán de percibir alrededor de 16 mil dólares durante su vida profesional.

Pero, aun llevando la educación en línea, ¿están los más pobres realmente aprendiendo en casa? Un estudio realizado por la UNICEF, señala que uno de cada tres niños en el mundo no puede acceder a las clases a distancia. En el caso de México, según la OCDE, sólo el 3% de los hogares más pobres tienen una computadora conectada a Internet (en contraste, 85% de las familias mexicanas más privilegiadas).

Para al menos 463 millones de niños y niñas en el mundo no existe el aprendizaje a distancia. La educación y el derecho de millones de niños y jóvenes a recibir una educación con la mayor calidad posible se ha sacrificado en aras de otras prioridades más visibles, y las autoridades continúan sin generar las condiciones adecuadas para que las escuelas abran, al menos de manera parcial. En cambio, irónicamente, se ha dado prioridad a la reapertura de otros sectores donde los riegos de dispersión de la pandemia son inmediatos e incluso mayores: gimnasios, tianguis, plazas comerciales y bares funcionan ya bajo una nueva normalidad.

educacion en pandemia
Imagen: Keith Negley.

De fondo, lo que se revela es una dramática realidad: la educación no es una prioridad en México. La pandemia, no ha hecho más que magnificar los rezagos y deficiencias históricas del sistema educativo nacional: bajos presupuestos para la provisión del servicio educativo, deshonrosos salarios para los maestros, escaso apoyo para el desarrollo profesional de los profesores, limitado acceso a la tecnología.

El dilema se antoja complejo, pero seamos claros, el problema no es que las escuelas sean centros de “supercontagio”, sino que la educación ha sido elegida por varios gobiernos para cargar con los costos de la pandemia, por ser una catástrofe que no se nota, es silenciosa. Como lo dice el Nobel de Economía, Paul Krugman, las escuelas están siendo sacrificadas para poder abrir los antros.

La diferencia con algunos países europeos es abismal. Por ejemplo, en Alemania, Reino Unido, Irlanda y Francia han vuelto al confinamiento por una segunda ola de contagios; la actividad económica está al mínimo. Bares, restaurantes y centros comerciales están cerrados, sin embargo, las escuelas siguen abiertas. Ésas son las prioridades correctas, en países que apuestan a la educación como la única palanca de desarrollo de largo plazo. 


Notas:
[1] Emily Jones, et al., “Schools for Health: Risk Reduction Strategies for Reopening Schools”, Harvard T.H. Chan School of Public Health & Healthy Buildings Program, junio de 2020.


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