violencia contra la mujer

#UnDíaSinNosotras: El virus detrás de la violencia de género

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Una Voz Especializada desde el Extranjero

En esta ocasión cedo mi espacio a la pluma de mi sobrina Valentina Prida, una destacada psicóloga de la Ibero, interesada profundamente en los estudios de género y su impacto en la sociedad, que tiene la ventaja de analizar el fenómeno del #UnDíaSinNosotras desde la perspectiva de Chicago, donde actualmente radica. Valentina es maestra en Psicoterapia de Pareja y Familia por la Adler University de esa ciudad, con especialidad en Emotionally Focused Therapy, y es miembro de la American Association for Marriage and Family Therapy y de la Delta Kappa International Marriage and Family Therapy Honor Society.

Le hice esta invitación ante el llamado que ella misma nos hizo a los hombres de México a unirnos a esta lucha, y ante la impotencia que siente al estar fuera de México. Intento de esta manera contribuir con mi solidaridad a visibilizar la vulnerabilidad que padecen cientos de miles de personas por la violencia de género en México, y a invitar a que más hombres nos sumemos a esta causa alzando nuestra voz. Yo alzo mi voz a través de la pluma de Valentina, para darle la potencia que requiere, como una forma de reconocer mi responsabilidad en esta lucha de la que quiero formar parte.


Por Valentina Prida.

Es claro que en México se está viviendo una crisis de violencia hacia la mujer donde el número de feminicidios, agresiones y violaciones incrementa de forma alarmante cada día. Un problema de esta magnitud requiere que se sumen todas las voces posibles. Utilizaré mi voz para unirme a esta lucha desde una perspectiva psicológica y de género, analizando de manera profunda cómo es que hemos llegamos hasta aquí como sociedad, entendiendo la influencia que tienen los sistemas sociales en el comportamiento humano.

valentina prida
Valentina Prida en Chicago.

Es importante resaltar que todos jugamos un rol en esta dinámica de violencia, ya sea como testigos pasivos, abusadores o víctimas. De hecho, estos roles son cambiantes: es probable que el que perpetúa la violencia haya sido víctima y/o testigo de violencia en algún momento de su vida, lo que nos invita a cuestionarnos ¿quiénes son los hombres detrás de estos actos de violencia?, ¿cuáles fueron las experiencias que los formaron como personas? Si pudiéramos entender por qué se sigue repitiendo el mismo patrón, quizá podríamos encontrar una solución social a este problema.

La identidad de México ha sido construida bajo una estructura patriarcal, colocando a los hombres en posiciones de autoridad y de poder. Por su parte, el machismo ha perpetuado al patriarcado como un conjunto de creencias, comportamientos, etc., que promueven y refuerzan la opresión a la mujer, y aunque en teoría, pretende beneficiar al hombre, también lo condena, limitándolo a lineamientos estrictos de comportamiento que pretenden llegar a un ideal inalcanzable de lo que significa ser hombre.

Desde una temprana edad se les dice a los niños que deben de ser fuertes, se les enseña a esconder sus sentimientos y a no pedir ayuda. Muchos hombres crecen en familias donde la violencia es normal. Ver a su padre golpear a su madre es algo común y aunque traten de resistirlo, muchos terminarán repitiendo ese patrón simplemente porque no se les presenta un modelo alterno de masculinidad. Es la ley de la selva en la cual sobrevive el más fuerte. Una de las formas de demostrar esa fortaleza es compitiendo con otros hombres y hacerla evidente también a través de la dominación a las mujeres, abusando del poder que la sociedad les ha conferido. ¿Cuál es el riesgo de no encajar o no pertenecer a esa exclusiva definición de masculinidad? Ser percibido como débil, impotente, manipulable, emocional, etc., con los altos costos sociales que esto implica.

Metafóricamente, este sistema de patriarcado junto con sus principales síntomas, empezando por el machismo, son como un virus con el cual hombres y mujeres en este país nacemos infectados casi sin que nos demos cuenta. Lo que hace más difícil la cura o la lucha contra este virus, es que lo internalizamos y se vuelve parte de nosotros. Unas de las características principales de este virus es que se alimenta de dividirnos como sociedad, nos silencia e impide que nos cuestionemos su impacto.

machismo y violencia de genero
Ilustración: Rachel Levit.

¿Cuál es el antídoto para el machismo? Se requiere de una introspección profunda para entender cómo es que el machismo ha influenciado en quiénes somos, nuestros pensamientos y cómo actuamos.

Es necesario abrir un diálogo entre hombres y mujeres para que a través de la empatía podamos entender el impacto que el machismo ha tenido en los hombres y la manera profunda en la que ha dañado a las mujeres. Únicamente, a través de la concientización podremos modificar nuestro lenguaje, pensamiento y acciones, generando un efecto dominó que empieza con nosotros mismos, después en nuestras familias, en nuestras escuelas y trabajos, y eventualmente tendrá un impacto en nuestras comunidades.

Nos encontramos en un punto crítico y crucial de la historia de México. De esta crisis nace la oportunidad de crear una nueva realidad donde las mujeres mexicanas puedan llevar una vida sin miedo y libre de violencia. Es necesario que todos reflexionemos sobre la responsabilidad que cada uno tenemos en este trabajo. Aquellos que cuentan con voces que suenen más fuerte, tienen una mayor responsabilidad de alzar la voz. Podemos sanar a nuestro México de este virus si movilizamos juntos esta lucha.


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Indolencia social ante los feminicidios

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Es imposible no sentirse horrorizado ante casos como los de Ingrid Escamilla o la menor Fátima Aldrighett, pero esto empeora al saber que durante el mes de enero de este año se contabilizaron 73 feminicidios en nuestro país. No es posible imaginar el sufrimiento de las personas cercanas de cada una de las víctimas de la violencia.

El problema es complejo y tiene muchos ángulos, sin embargo, no puedo entender cómo somos tan reactivos y damos peso a estos casos cuando la opinión pública se involucra y, segundo, la manera en que se anuncian y convocan reuniones de diferentes organismos e instituciones para analizar y proponer soluciones. Pareciera que esto apenas estuviera comenzando y no existieran protocolos, políticas, leyes y procedimientos para atender esta situación tan grave, que cobra cientos de víctimas al año y que es sufrido por la mayor parte de las mujeres de este país en una u otra forma.

¿En verdad sólo atendemos o reaccionamos ante la presión? ¿En verdad tenemos que reunirnos como si no existiera nada y tuviéramos que dar los primeros pasos hacia una posible solución?

violencia de genero
Ilustración: Domestika.

La violencia de género es un problema que tiene que ver con conductas sociales aprendidas, aceptadas y normalizadas; el feminicidio no es un primer paso, se llega a través del tiempo y de la impasividad del entorno.

Atender los problemas de conducta social que terminan en estos crímenes atroces debe hacerse en las siguientes cuatro vertientes:

1. Educar; debemos enseñar desde edad temprana el respeto a la vida y a las personas; hacer énfasis especial en mujeres y personas vulnerables. Pero no sólo debemos educar a los menores, la educación debe ser constante, a todas las edades y en todos los ámbitos sociales.

2. Detectar; debemos ayudar y participar para encontrar a esas mujeres que están siendo violentadas y castigar a los agresores; responsabilizarnos en proteger a las personas que en este momento están sufriendo violencia y señalar a quienes cometen estas agresiones.

3. Comunicar; la denuncia es la fuerza más importante de una sociedad, deben existir las vías adecuadas de comunicación para que las mujeres que sufren algún tipo de agresión puedan pedir y recibir apoyo. Cada mujer que sufra violencia debe tener la oportunidad de pedir auxilio en cualquier circunstancia. Pero no sólo se trata de que las mujeres tengan oportunidad de pedir ayuda, cada uno de nosotros debe denunciar los actos de violencia que conozca.

4. Resolver; los casos de violencia hacia las mujeres deben ser resueltos y castigados, si eso no sucede, los agresores llegarán a ser cada vez más violentos, además pueden sumarse nuevos agresores que entiendan que no van a tener un castigo.

feminicidio
Ilustración: Luis Moor.

Todo lo anterior es necesario que esté circunscrito por un marco legal que garantice la protección y seguridad de las víctimas, pero sobre todo ¡debe ser conocido! He platicado con varias mujeres y les he preguntado si saben cómo proceder, a qué tienen derecho, qué seguridad les puede ser proporcionada, a qué organismos, instituciones o lugares pueden acudir en caso de sufrir un acto de violencia, y ninguna ha sabido responder a estas preguntas. Todos debemos tener claro nuestros derechos al respecto y los mecanismos para tener apoyo y ayuda.

Debemos dejar de estar persiguiendo sombras, no podemos jugar con la vida, seguridad y tranquilidad de millones de mujeres en México, seamos serios y responsables. Tengo claro que la solución no está en manos de una persona, institución o gobierno, pero si está en las manos de cada persona, institución y gobierno tener la voluntad de solución, no politicemos, no acusemos, no señalemos, no culpemos a otros por lo que sucede. La violencia de género es un fenómeno de violencia social que debe ser atendido en cuanto antes y de manera urgente.

Mientras escribo esto, millones de mujeres están siendo violentadas, agredidas y humilladas. Hoy existen protocolos, leyes y cursos de acción ante el problema de violencia de género, debemos difundirlos y ejecutarlos, para poder recibir retroalimentación de las mujeres.


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Más atole con el dedo

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Me ofende y molesta el protagonismo de los diputados de la República quienes, después del horrendo crimen de la niña Fátima y aprovechando vilmente la ocasión, se nos quieren presentar como adalides del derecho y de la justicia con una estúpida propuesta para aumentar las sanciones al delito de feminicidio en el Código Penal Federal.

Esto me parece una burla, porque cada entidad de la República tiene sus propios códigos penales y me parece que en todos los Estados se ha legislado ya sobre el tema del feminicidio.

Siendo así, la aplicación en los hechos, del Código Penal Federal en casos de feminicidio es francamente limitada. Trataré de explicar.

A lo largo de la conformación de nuestro país, surgieron primero diversos “territorios federales”, que más o menos son los que luego se convirtieron en Estados de la República. Los últimos tres territorios federales que en épocas recientes quedaban, eran el de Baja California y el de Quintana Roo, que en 1974 pasaron a ser dos entidades más del país.

El último territorio federal, lo era la capital de la República, es decir, el Distrito Federal, que en 2016 pasó a integrarse como una entidad más (la número 32) mediante el decreto del expresidente Peña Nieto, entidad que ahora se llama Ciudad de México.

supuesto voto femenino
Ilustración: Nexos.

En este orden de ideas, tendríamos que preguntarnos, ¿cuántos territorios federales nos quedan en el país, en donde sea aplicable el Código Penal Federal?

Pues bien, todas las islas mexicanas al no ser entidades federativas, se consideran territorios federales. De acuerdo con el INEGI, México tiene poco más de 3,000 islas de las cuales sólo 81 están habitadas por apenas casi 295,000 personas, esto en un país con más de 130 millones de habitantes.

De igual forma, se consideran territorios federales las embajadas mexicanas en el extranjero, por lo que de darse un feminicidio en una embajada, sería de aplicación el mencionado Código Penal Federal. Otra posible hipótesis es que se cometiera un feminicidio en instalaciones federales, IMSS, ISSSTE, PEMEX, etcétera.

En el resto de los casos, al existir una legislación penal en cada una de las entidades de la República, de cometerse el homicidio de una mujer, tendríamos que ver si dicha entidad de la República reconoce o no el delito de feminicidio.

En concreto, nuestros legisladores nos están dando atole con el dedo, pues saben –o deberían saber– que al aumentar la pena en el Código Penal Federal, el impacto es mínimo, pero como dije, aprovechándose de la ocasión, se quieren presentar ante nuestros ojos como adalides de la justicia. Nada más falso e hipócrita.

Nuestros hipócritas diputados con 415 votos a favor y 1 en contra, aumentaron la pena de 60 a 65 años de prisión para quien cometa un feminicidio, pero solamente en el ámbito federal. Digo y sostengo que son hipócritas, pues ellos saben que dicha modificación legislativa no tendría impacto en las diferentes entidades federativas, incluso no cambiaría nada en la misma Ciudad de México, escenario de los últimos y horrendos crímenes feminicidas como el de Abril Pérez, Ingrid Escamilla, Yaneth Rubí, Angélica Brisel, Annick Torres, o el más reciente, la pequeña Fátima.

Son hipócritas nuestros legisladores porque saben –o deberían saber– que, de acuerdo con los más recientes datos del INEGI, en 2018 hubo al menos 3,752 muertes de mujeres por homicidio, lo que dividido entre los días del año nos da un promedio escalofriante de 10.3 mujeres muertas por día. Ciertamente que este dato no refleja feminicidios, pues el INEGI al menos para 2018 sólo habla de homicidios cometidos en contra de mujeres.

feminicidio
Ilustración: Adan Vega.

Repito, poco más de 10 mujeres al día fueron asesinadas en 2018. La historia de asesinatos de mujeres no es nueva en nuestro país y creo que nuestros hipócritas legisladores lo saben –o deberían saberlo–. Así, si bien siempre han existido homicidios en contra de mujeres, nuestra historia reciente nos ofrece datos escalofriantes. Recordemos las muertas de Juárez (1993) quienes son quizá el precedente más importante para el surgimiento del delito de feminicidio. Recordemos también que fue en 2009 cuando por primera vez se responsabiliza internacionalmente al Estado mexicano en términos de feminicidio.

Efectivamente en 2009, la Corte Interamericana condena al Estado Mexicano “por la falta de diligencia” en torno a las investigaciones relacionadas con la desaparición y asesinato de tres mujeres: Claudia Ivette González, Esmeralda Herrera Monreal y Laura Berenice Ramos Monárrez, en lo que se conoció como el caso del Campo Algodonero.

De ahí a la fecha lo único que ha sucedido es el incremento constante de la violencia en México, y muy específicamente de la violencia en contra de las mujeres. Concluyo diciendo que, aun e imponiendo la pena de muerte, mientras los niveles de impunidad sigan como hasta ahora, con casi un 98% de delitos no sancionados, nuestros hipócritas legisladores saben –o deberían saber– que nada va a cambiar. Mientras a nuestro presidente le importe más su fraudulenta rifa del avión que la muerte de nuestras mujeres, el problema seguirá incrementándose.


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Asesinos

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Es indignante presenciar el espectáculo grotesco del Estado y su indiferencia ante los asesinatos de mujeres. ¿Por qué protegen a los asesinos? ¿Por qué solapan y encubren la impunidad? ¿Es un asunto ideológico, es parte de sus “creencias”, pretenden que los asesinatos se detengan milagrosamente? Es muy fácil matar en este país, la impunidad es una motivación muy grande, recomendar “jalones de orejas y rezos nacionales” debe ser para los criminales una invitación a que continúen masacrando vidas, y se deben retorcer de la risa cada vez que escuchan esos razonamientos. Pues van a seguir matando, el maltrato y el asesinato a las mujeres es parte de la idiosincrasia nacional, que se niegan a cambiar. Mientras en los pueblos originarios sigan repudiando a las mujeres que quieren estudiar y casando a la fuerza a las niñas, truncando los estudios por los embarazos adolescentes, la violencia va a continuar.

El populismo multicultural se niega a educar y condenar esas “tradiciones”. Mientras sigan culpando a las mujeres por su forma de vestir, van a seguir las violaciones. El poder de no hacer es ominoso, ofensivo, esa inacción es deliberada, no se aplican las leyes, no se investigan los crímenes, no hacen nada, la ineficiencia es encubrimiento. Las mujeres no tenemos que convencer de que somos seres humanos, que merecemos justicia, respeto y paz, eso lo debería saber el Estado, y parece que cada hora hay que recordárselos. En vez de tirar el dinero en publicaciones feministas que no leen ni las escritoras que publican ahí, en vez de pagar comisiones que viajan a los congresos internacionales de feminismo, inviertan en educación y en procuración de justicia.

violencia contra las mujeres
Ilustración: Juan Serrudo.

No están haciendo nada, no hay campañas, no hay acciones en las escuelas, las adolescentes sufren violencia con sus novios, las golpizas ya son parte de los noviazgos en todas las clases sociales. Imaginemos que desapareciéramos todas las mujeres del país, todas, incluso las que solapan al Estado y su dejadez, incluso las que mienten y dicen que nunca han padecido acoso o racismo en sus trabajos, ¿qué van a hacer los machines sin nosotras? ¿Se van a golpear entre ellos? ¿Van a ser felices gritando que ahora sí, ellos son los reyes del país, de su casa y de los trabajos? ¿Se van a sentir reivindicados, van a sentir que por fin son libres? ¿Se van a insultar y degradar entre ellos?

Lo debería responder el Estado que nos quiere asustadas, indignadas o muertas, su negligencia así lo demuestra. La denuncia es todo lo que tenemos, las mujeres que mienten y dicen que nunca ha sufrido violencia física o verbal por ser mujeres, que niegan que tenemos un lugar menor en la sociedad, las que lucran con las políticas falsas de promoción y cuotas, también son responsables de esto, y deben asumirlo, cada centavo gastado en feminismos partidistas y de enchufe político repercute en la nula administración de justicia. El Estado debería rezar por sus burócratas, sus amigos y seguidores, recen mucho, para que su dios les perdone su negligencia.


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9 de marzo ‘Un día sin mujeres’ y sin represalias

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Gobierno no sancionará a funcionarias que se una a un día sin mujeres

La convocatoria para protestar en contra de la violencia de género y los feminicidios en México es clara ‘el nueve nadie se mueve’ y propone un paro nacional para dejar al país ‘Un día sin mujeres’.

La iniciativa fue presentada por distintos grupos de activistas feministas en redes sociales y, ante la ola de violencia y asesinatos en contra de las mujeres, ha tomado gran fuerza avivando la amenaza de marchas masivas y ausentismo laboral en protesta a la falta de seguridad en el país.

Se ha invitado a que las mujeres no asistan a trabajos, escuelas, centros comerciales o realicen actividades habituales y salgan a las calles a defender el derecho a la vida, protestar en contra de los feminicidios y levantar la voz por las mujeres que han sido víctimas de violencia.

Un día sin mujeres paro nacional 9 de marzo
Foto: Redes Sociales

Ante esta situación, la jefa de gobierno de la ciudad de México, Claudia Sheinbaum, indicó que no habrá ninguna sanción ni represalias para las trabajadoras de la administración capitalina que se una al paro nacional femenil convocado para el lunes 9 de marzo.

“Hay caso 300 mil trabajadores del gobierno de la Ciudad de México, la mitad de ellos son mujeres, en mi caso yo estaré en la oficina, soy Gobierno, tampoco puedo desentender de lo que pasa ese día, pero hacemos un llamado para las trabajadoras del gobierno que se quieran unir, pueden hacerlo sin ninguna represalia” dijo Sheinbaum.

Todos somos responsables de los feminicidios

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Apuntar y diagnosticar culpables desde la pasividad e inconsciencia nos muestra claramente que todos formamos parte de los feminicidios.

El homicidio en razón del género se denomina “gendercide” en inglés. Fue acuñado por la feminista estadounidense Mary Anne Warren en su libro de 1985 El homicidio en razón del género: las implicaciones de la selección por sexo. Este término se considera neutral sexualmente hablando, en el que las víctimas pueden ser hombres o mujeres. Hay una necesidad de una denominación neutral dado que el asesinato por discriminación sexual es tan malo cuando las víctimas son varones (androcidio) como cuando son mujeres (feminicidio).

Hoy en día el feminicidio ocurre en su mayoría por un “aprovechamiento” de la fuerza física del hombre sobre la mujer. Esto genera un abuso y, por ende, estamos viviendo un sentimiento de enojo que se vuelve generalizado en un ambiente contemporáneo, en donde por décadas se ha luchado por la igualdad de género. 

feminicio y abuso
Ilustración: Isabel Gómez Guizar.

Desde este contexto podemos observar que cada vez que un hombre se aprovecha, por el simple hecho de creer que es más fuerte que la mujer, está abriendo las posibilidades de un feminicidio. Esto no sugiere que en todos los casos lo vaya a perpetuar hasta llegar a terminar con una vida, lo que sí sucede es que se genera un inconsciente colectivo de miedo y debilidad por parte de las mujeres que lo reciben y con esto se abren las posibilidades a nivel colectivo. Como sabemos, nuestros miedos y emociones polarizadas atraen las posibilidades más cercanas a que sucedan.

Desde un piropo mal intencionado, una mirada con intención sexual, o simplemente compartir una foto de una mujer desnuda que genere deseo, abre las posibilidades para fortalecer la creencia de que los hombres podemos tomar a las mujeres como objetos, fortaleciendo inconscientemente las posibilidades de un feminicidio. Claro que, si la fotografía fue generada por la mujer con la intención de que la deseen, ella estaría formando parte de todo el proceso. El hecho es que no nos damos cuenta de lo que construimos día a día hasta que nos topamos con una situación como la que hoy se presenta en México.

La jurista y activista por los derechos humanos Mónica Bayá, opinó que el feminicidio es el asesinato de mujeres por parte de hombres “por el hecho de ser mujeres” y está sustentado en el odio, desprecio, placer o en el sentido de propiedad sobre las mujeres. Este efecto paradigmático masculino, en la mayoría de los casos, viene del estado histórico de compararnos y creer que somos más fuertes físicamente.

El reto es cómo poder atender el feminicidio desde un punto centrado y no polarizado por los roles masculinos y femeninos. No es un tema que puedan sacar solas adelante. Los hombres debemos ser parte constructiva de una nueva relación entre el hombre y la mujer. Ya hay esfuerzos integrales que llevan décadas avanzando, sin embargo, hoy estamos en el mejor momento para impulsar un proyecto de consciencia colectiva que comience a liberar las creencias y comportamientos que participan como contexto de un acto como el feminicidio.

Cruz del feminicidio
Ilustración: Darío Castillejos.

Todos los eventos que se hagan para llamar la atención siempre sumarán presión social para la búsqueda de soluciones. No obstante, se debe incluir un proceso de consciencia que permita que no se queden “sólo como experiencia de las marchas” o, por ejemplo, en la gran propuesta de un día sin mujeres para el próximo 9 de marzo. Es necesario una continuidad de mensajes, actos, eventos y participación de más personas para poder lograr el cambio de consciencia. Al final todos somos actores de este escenario actual que nos muestra cómo es que hemos actuado en el pasado y del resultado que hoy reprobamos.

Tenemos la oportunidad de hacer un esfuerzo de consciencia integral. Es momento de incidir en los paradigmas de los hombres y de las mujeres. El hombre rompiendo los suyos para sumarse al respeto y acompañamiento a la mujer, y la mujer en creer que realmente puede y tiene las capacidades para liderar y atender los grandes problemas que hoy enfrentamos en el planeta. Ninguno por arriba del otro, ninguno en contra del otro.

No será corto el camino, pero sí será necesario pasar del enojo social al coraje con voluntad para hacer que suceda. Asumamos el enojo naturalmente, aceptando que no nos gusta lo que estamos viviendo, y hagámonos todos responsables en autoreferencia de lo que está pasando. Sólo así y desde ahí, encontraremos un camino que permita construir una nueva relación del hombre y la mujer para un mejor futuro juntos. La posibilidad de hacer un cambio evolutivo con un salto cuántico del ser humano será por el camino de la consciencia. 

Yo quiero muchos días de hombres y mujeres juntos, ¿y tú?


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Violencia contra violencia. Terror cotidiano en el México de hoy

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Evidentemente el panorama es desolador, la violencia campea por doquier, con una variedad de rostros y formas que acusan la descomposición paulatina y creciente que aqueja a la sociedad, bajo el acecho del crimen en cualquiera de sus expresiones y con un altísimo grado de impunidad.

Se atribuye con insistencia a la decisión de declararle la guerra al narcotráfico, lo que desató el enfrentamiento armado y abierto de los cárteles e incendió regiones enteras del país con una violencia inusitada. Se ha cuestionado enfáticamente la fallida estrategia de confrontación a la delincuencia organizada empleada por gobiernos anteriores, involucrando directamente a las Fuerzas Armadas, y se ha conminado a los criminales, como nueva estrategia, a portarse bien. En contraparte, recientemente se ha instruido a la Guardia Nacional a conducirse con respeto a los delincuentes que también son seres humanos.

Pero ni las medidas de contención abierta, ni los pacíficos y amables llamados al orden, parecen haber funcionado para llevar a los violentos al camino del bien y de la moral. Los mexicanos se mueren en cantidades de miles y, no estamos en guerra.

violencia y saldo rojo
Ilustración: Vanguardia.

A ese rostro de la violencia, al que parece nos fuimos habituando cual rana en agua hirviendo, al del enfrentamiento entre grupos rivales, con miles de balazos por el control de plazas, que al fin y al cabo “se mataban entre ellos”, se fueron sumando, poco a poco, otras formas de agresión a la convivencia social, no nuevas, pero sí en una cuantía en constante aumento: el asalto a mano armada en la vía o en el transporte públicos, la violación y homicidio de mujeres, feminicidios, secuestro y extorsión, entre los más comunes, que, vistos en conjunto, dan forma a un ambiente de pavor que se antoja imparable, implicando con más frecuencia a mujeres y niños como víctimas del terror cotidiano.

La impunidad ha producido, de manera consecuente, incentivos para los delincuentes. La miseria de sanciones legales, que no llega al diez por ciento de los delitos denunciados, tiene un efecto directo sobre el comportamiento criminal. A la falta de efectividad del sistema de procuración y administración de justicia, tradicional en nuestro país con la corrupción asociada, debe añadirse el efecto adverso de las reformas de 2008 que introdujeron el sistema de oralidad; y que a la fecha no ha terminado de cuajar, además de ser seriamente cuestionado por ofrecer la llamada “puerta giratoria” a los delincuentes, que encuentran facilidades en las fallas de procedimiento de los abogados, reales o artificiales, para evadir la acción de la justicia y pretendió ser subsanado por las nuevas reformas que no tuvieron paternidad ni denominación de origen.

El reclamo por el aumento sensible en la incidencia de homicidios comunes o por razones de género en contra de mujeres pasó, en breve tiempo, del activismo mesurado de colectivos feministas, a la protesta abierta, recurrente y agresiva, que en no pocos casos ha rayado también en extrema violencia y ha debido ser contenida por la fuerza pública con el empleo de contingentes policíacos integrados por mujeres, situación que ha abierto el debate sobre la pertinencia de la movilización violenta para exigir, precisamente, acciones contundentes contra la violencia.

impunidad y corrupcion
Ilustración: Nueva Tribuna.

Sin embargo, el clima de inseguridad y de violencia que se padece en prácticamente todo el territorio, con su hemática cauda depredadora, se erige como razón suficiente para justificar los modos y los medios que diversas organizaciones han elegido para visibilizar sus demandas y exigir respuestas. Los abundantes casos sin resolver y los atroces asesinatos de fechas recientes de una joven mujer y una pequeña de apenas siete años, son más que suficientes para justificar la indignación, no sólo de los colectivos, sino de toda la sociedad.

México padece una enfermedad profunda, una epidemia que se expande, contaminando perceptiblemente todos sus órganos y su sangre, un cáncer perverso y contagioso que, a medida que crece, hace más difícil su tratamiento y extirpación. Los antídotos prescritos en el pasado, es verdad de Perogrullo, no han surtido efecto y hasta hoy, tampoco las nuevas recetas. Se llama corrupción, las evidencias están a la vista y no requieren de mayor demostración. El Galeno debe aplicarse.

 La criminalidad se nutre de la tolerancia, de la indiferencia, de la ambición, de la connivencia, de la omisión de la autoridad, pero también de la indolencia, de la pasividad, del miedo y de la distracción de las sociedades.

El horno no está pa’ bollos, prudencia y acción.


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Justificar lo injustificable: ni una más, alto a los feminicidios

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Hace unos días, oí por casualidad parte del discurso de una diputada. No sé de qué partido era ni cómo se llamaba. Ahora me arrepiento de haber cambiado de canal para no seguir escuchando palabras que me amargaban la tarde. Sin embargo, lo poco que oí fue suficiente para romper el pacto que había hecho conmigo misma de evitar escribir sobre política y cosas peores en esta columna. En el pedazo del discurso que me hizo cambiar de opinión, la diputada defendía la postura del gobierno federal en el caso de los feminicidios.

No se puede defender lo indefendible. Basta de utilizar el pasado para justificar lo injustificable. Los feminicidios no surgieron con este gobierno. De acuerdo. La descomposición social ha sido un proceso de años. De acuerdo. Las voces de las mujeres han sido silenciadas durante décadas. Cierto. Pero no se trata de historia, se trata de lo que está sucediendo hoy en nuestro país. Del riesgo que implica ser mujer en México hoy. No es necesario ver, escuchar o leer noticias para saber que los medios no exageran. Todos conocemos a una –o varias– mujeres que han sufrido algún tipo de violencia. En el medio de transporte, en el trabajo, en la escuela, en la calle, en casa. De día, de tarde o de noche.

Las estadísticas pueden manipularse, la realidad está ahí. Los feminicidios deberían estar a la cabeza de las prioridades del gobierno. La discusión sobre los derechos de los delincuentes es válida, pero no si opaca el tema de fondo. Las víctimas se acumulan, ése es el fondo. ¿Y la primera dama, no tiene nada qué decir al respecto? ¿O a ella también la han silenciado?


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