La palabra “yo”: abstracción central y avispero semántico

Lectura: 6 minutos

Cuando era muy pequeño escuchaba en casa hablar en gallego a mi padre con un primo mío, ambos inmigrantes en México. Recuerdo vivamente una ocasión cuando, al percibir con frecuencia la palabra eu, les pregunté qué quería decir. Me respondieron que eu en español era yo. Sin saberlo, había detectado un caso claro y llano de toda lengua natural: la palabra yo (Ich, Je, I, Io, Ja, 我, etc.) es eje, referente y factor constante e indispensable del discurso humano. El asunto que surge ahora es conocer el uso y atisbar el significado de esta voz distintiva de la autoconciencia.

El Corpus de Referencia del Español Actual (CREA) de la Real Academia Española, ha identificado las palabras más frecuentes en español en 140,000 documentos y textos producidos entre 1975 y 2004 en todos los países hispanoparlantes. Las más frecuentes son voces elementales y constantes del discurso como de, la, que, el, en, y. El infinitivo más frecuente es ser en el lugar 39, seguido por sus derivados: son en el 40, fue en el 43 y era en el 45. En el lugar 51 está mi y en el 56 yo. De esta forma, la expresión más habitual de la lengua podría ser yo soy, fundamento de un sinfín de locuciones de identidad personal, que bien se pueden sintetizar en la rotunda declaración inversa: soy yo.

Miguel de Unamuno
Miguel de Unamuno pintado por Joaquín Sorolla en 1912.

Es importante distinguir dos usos de la palabra “yo” en español: el pronombre que constituye la primera persona en singular, con sus variantes me, mi, conmigo, y el sustantivo que se refiere a una persona individual distinta de sus semejantes. En su libro Del sentimiento trágico de la vida, el filósofo español Miguel de Unamuno expone estos dos usos con característica contundencia: “Y yo, el yo que piensa, quiere y siente, es inmediatamente mi cuerpo vivo con los estados de conciencia que soporta. Es mi cuerpo vivo el que piensa, quiere y siente.” Advierto que el primero es un pronombre que corresponde a la subjetividad del hablante, en tanto que el segundo es un sustantivo (“el yo”), una entidad que el filósofo define en un apto plumazo: un cuerpo consciente. Pero no se trata de cualquier cuerpo humano, sino de uno particular, “mi cuerpo vivo”, el que posee la persona llamada Miguel de Unamuno, algo de su primordial y exclusiva propiedad. En unas cuantas frases este gran pensador de nuestra lengua pone sobre la mesa los platillos que debemos digerir en referencia al yo del discurso: yo pronombre y sujeto, yo sustantivo y objeto, yo posesivo y propietario, yo nombre propio, a los que se sumarán el yo onírico, el yo lírico y varios yoes más, personajes todos de un escenario que remite a Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello publicado en 1925. Espero que estos yoes que indago no queden suspendidos como vagos personajes sin propiedades ni referentes.

yo pirandello
Portada de “Seis personajes en busca de autor”, una alegoría de los varios yoes de Pirandello o bien de posibles facetas de la personalidad humana.

El yo como objeto fue tratado extensamente por Jean Paul Sartre en su primer libro, La trascendencia del Ego de 1936. Para el existencialista francés el yo no es el centro de la conciencia ni tampoco se puede identificar con ella, más bien es un objeto que sólo puede ser analizado como una proyección de la conciencia, como sucede cuando Unamuno dice “el yo que piensa quiere y siente” aunque para Sartre la proyección es esencialmente mundana y social. El problema está en estipular la naturaleza de ese yo, objeto de estudio y análisis. En este asunto se han planteado un continuo de posibilidades que van desde un extremo metafísico o espiritual cuando se considera una esencia perdurable y nuclear de cada persona, como sería la noción religiosa y dualista de alma, un elemento incierto y polémico llamado sujeto, o bien, un ser individual tangible y empírico como lo manifiestan diversos pensadores a partir de Sartre y recientemente varios teóricos desde una cognición situada.

yo ego y sarte
Portada de “La trascendencia del Ego” (1936) de Jean-Paul Sartre, y fotografía de su autor por ese tiempo.

En relación a la diferencia entre el yo usado como pronombre y como sustantivo, Wozniak ha intentado hacer una distinción originalmente planteada por William James, entre dos formas de “yo” en inglés: I y me. La distinción de James se basó en que la primera se refiere al self en tanto sujeto de experiencia, en tanto que el me corresponde al self en tanto objeto. En español a veces usamos el pronombre “mi” sin acento (por mi parte), o el adjetivo posesivo “mí” siempre acentuado (esto es para mí). Wozniak argumenta que la distinción surge de otra más básica: la diferencia tácita entre un yo fenoménico cuando el sujeto relata contenidos de su conciencia, y un yo metafísico que se refiere a lo que es la subjetividad en general. Aquello que se investiga como el yo fenomenológico, el sujeto de la experiencia que siente y piensa, ha sido un pantano filosófico, psicológico y lingüístico que no se puede disipar, en tanto que si se aborda como objeto de la experiencia es más tratable, con lo cual coincide con Sartre.

Una manera empírica de aproximarse al yo es por el camino de la lingüística y la semántica, pues los diversos usos del pronombre en primera persona hasta cierto punto revelan la estructura cognitiva del self. Es así que el pronombre en muchos enunciados se refiere al cuerpo del hablante (ejemplo: yo choqué con la puerta); en otros, al propietario del cuerpo o de sus partes (yo tengo dos manos); al director del movimiento voluntario (yo me encaminé al pueblo). El yo también puede aparecer como el punto de vista (yo pude ver y escuchar el tren), el piloto de atención (yo me fijé en el sonido de la campana) o el protagonista de fantasías y sueños cuando la persona divaga o sueña consigo misma (yo soñé que estaba en la playa). A veces el uso de la palabra parece ser una facultad o nivel de la conciencia capaz de observar el proceso mental, una conciencia de sí mismo (yo me encuentro pensando en ti). En algunas ocasiones el yo del discurso no parece señalar a la persona como una entidad orgánica y viva y su conciencia inherente, sino a un elemento más esencial de esa persona, a pesar de todo lo vago que esto parezca (yo soy un alma).

libro del yo
Portada de Entendiendo “yo” lenguaje y pensamiento, y el autor, José Luis Bermúdez.

El diligente filósofo de la cognición y la autoconciencia, José Luis Bermúdez, considera que los enunciados que utilizan el yo requieren comprender que su significado va más allá de la obvia referencia al hablante del pronombre. Es decir, expresan un pensamiento subyacente y necesario sobre el objeto que es el hablante, y esto requiere que el sujeto tenga en mente de manera implícita, pero efectiva, que es una entidad concreta y ubicada en el espacio y el tiempo de forma singular, en el sentido de situarse a sí mismo y de ejecutar acciones particulares en el mundo, siguiendo un camino literalmente “egocéntrico”. Tal voluntad situada no es una noción subjetiva, que se reduciría hasta a un punto o una imagen abstracta, sino el entendimiento de ser una persona concreta, carnal y consciente que se ubica y se define en y por un intercambio estrecho con el mundo. Esta propuesta esclarece el factor situado, espacio-temporal y activo de toda persona que se define por su ubicación y actividad en el mundo. Sin embargo, no queda igualmente claro si los sentidos más intimistas del vocablo yo también se conforman a esta noción más externa, objetiva y situada de la persona. Sería el caso del “¿dónde estoy?” que expresa una víctima de amnesia general transitoria y que sabe de sí, pero no quién es o dónde está.

Los diversos usos del término se refieren a las funciones y facetas de la autoconciencia que se desglosan en esta serie de ensayos, pero también avalan la noción de un sistema central que las unifica o integra: la persona humana. En efecto, los diversos usos del pronombre “yo” indican que el referente es el individuo que lo pronuncia: una persona viva, consciente de sí e interactiva de quien es posible predicar –y a quien es posible atribuir– estados/procesos de orden biológico, mental, conductual y contextual.

0 0 votos
Calificación del artículo
Subscribir
Notificar a
guest
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
0
Danos tu opinión.x