Carlos Díaz Reyes

Afecta pandemia salud mental, algunos piensan hasta en el suicidio

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Un día simplemente te dijeron: ya no puedes salir. El “quédate en casa” se repitió hasta el cansancio, para imponer una sentencia que, de no cumplirse, podía costarte la vida. Tal vez pensaste que sería una semana o dos, pero pasaron tres, cuatro, hasta que los meses se acumularon y, en consecuencia, las pérdidas y la incertidumbre. La pandemia de COVID-19 presentó el contexto ideal para incrementar los problemas de salud mental.

Quienes ya tenían síntomas de algún padecimiento, como el estrés, insomnio o irritabilidad, terminaron por verlos crecer hacia algo mayor. Y quienes no presentaban ninguna de estas situaciones, comenzaron a desarrollarlas en el encierro. Así, la enfermedad que nos obligó a usar cubrebocas e imponer una distancia entre las personas, terminó por despegar otros malestares.

“La pandemia a lo largo de todo este tiempo, nos ha afectado de diferentes maneras”, cuenta en entrevista con El Semanario, José Javier Mendoza Velásquez, jefe del Área Médica en servicios de atención psiquiátrica de la Secretaría de Salud y académico del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “Lo que más ha pasado es el incremento de lo que nosotros identificamos como trastornos ligeros o síntomas psiquiátricos, que no logran establecer un trastorno como tal, no se identifican como una enfermedad, pero que sí son síntomas, como el insomnio, la irritabilidad, el estrés, la ira”.

Circunstancias adversas

Un tamizaje realizado por la UNAM y la Secretaría de Salud, con información de 104 mil 875 personas, reveló que 26 mil 90 reportaron casos de violencia durante la pandemia, con 12 mil 408 incrementando el consumo de sustancias como alcohol y otras drogas. Este escenario va directamente relacionado con los 10 mil 799 casos de depresión y 8 mil 339 de ansiedad generalizada, lo cual también llevó a 5 mil 562 personas a autolesionarse o pensar en quitarse la vida.

No es nada fácil llevar a cabo nuestra rutina cotidiana detrás de cuatro paredes, con toda nuestra familia, teniendo que estudiar y trabajar desde ahí, o incluso luchando por sobrevivir al perder nuestros medios de ingresos. Y a esto sumémosle la posibilidad de contraer una enfermedad que puede ser mortal. Ante todo, la gran cuestión: ¿cuándo terminará? “Generalmente, cuando tenemos un problema, sabemos cuánto tiempo tenemos que aguantar, pero aquí lo único que sabíamos es que cada vez aumentaba. Ante esa situación no había una base que nos ayudara a estar un poco más tranquilos sobre esto”, explica Mendoza Velásquez.

¿Y dónde nos refugiamos de todo esto? ¿A dónde escapamos para despejar nuestra mente? En el alcohol y las drogas que no hacen más que empeorar todo. “Conforme fue aumentando (la cuarentena), fuimos estando más tiempo en contacto con el estrés, con los cambios, con las situaciones distintas que, al final del día, lo único que hacen es acumular experiencias traumáticas en el individuo y pueden aparecer otros trastornos, dentro de los cuales, los que más nos preocupan principalmente son los trastornos más estables como la depresión, el trastorno por estrés postraumático o el trastorno por estrés agudo, el consumo de sustancias y, en su caso, la aparición de otros trastornos emocionales que conducen a la violencia o suicidio”, asegura el académico de la UNAM.

Los más vulnerables

Desde que inició el confinamiento en México en marzo, hubo quienes lo sufrieron más, explica el especialista. “Va a impactar más en personas con mayor vulnerabilidad, en personas que tengan otras condiciones psicosociales importantes, como pobreza, educación, ahí las situaciones todavía son un poco más complicadas”, comenta.

Razones no faltaban para sentirse mal. “Esto todavía se podía complicar más con la vivencia del duelo, sea por la pérdida de una persona, sea por la pérdida de trabajo, sea por la necesidad de desplazarme, todas esas situaciones fueron incrementando riesgos a la salud mental. Entonces, misma historia ocurrió cuando nos ‘desconfinaron’, el volver a la realidad, el volver a salir a la calle, se convirtió todavía en episodios de mayor riesgo”, asegura Velásquez.

El especialista vio muchos casos graves, sobre todo, en el personal sanitario, quienes llegaron a padecer “burnout”, es decir, estrés crónico y extremo. Otra población vulnerable, comenta, fueron los adultos mayores. “En el contexto de la salud mental del adulto mayor, sí había una deficiencia muy notable, porque tanto al adulto mayor como al adolescente, nadie le pidió su opinión, él no participó en la toma de la decisión. Simplemente un día le dijeron, ‘tú ya no sales’ y ya no pudo salir. El adulto mayor tú lo ves así como muy ansioso, con mucha dificultad para adaptarse, enfrentar la vida, hay muchos que todavía, hasta la fecha, siguen sin salir. Y esto ha ido cambiando a lo largo del tiempo, pero hay mucha gente que todavía se mantiene en casa y esa es una situación bastante complicada”.

Contra los prejuicios

Lo importante ahora es identificar los casos graves, cuando hay síntomas que ya no nos permiten realizar actividades cotidianas, para luego romper con los prejuicios que existen contra las enfermedades mentales. “Lo que sería ideal, es echar mano de entender que estas situaciones son muy comunes, son esperadas bajo esta situación, darse el tiempo de reconocer eso”, explica el académico. “Creo que es más importante ser un poco amable con uno mismo, entender que todos lo estamos pasando mal, no es una situación única y que vale la pena pedir ayuda”.

Mendoza Velásquez explica que en esta área existen prejuicios desde el simple hecho de buscar asistencia, hasta el tomar medicamento y las enfermedades en cuestión. “Existe esta creencia de que las personas tienen que resolver sus problemas de salud mental solos y que aquel que pide ayuda es un sinónimo de algo más. Es importante entender que todos tenemos problemas en la salud y una de nuestras áreas de salud, no especial, es la salud mental”, cuenta. Lo grave está en que muchos, como él, pronostican que la depresión se convertirá en la primera causa de discapacidad en adultos en los próximos años.

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José Javier Mendoza Velásquez, jefe del Área Médica en servicios de atención psiquiátrica de la Secretaría de Salud

Para evitar problemas graves de este tipo, durante el confinamiento, la Organización Mundial de la Salud hace algunas recomendaciones: mantenerse informado por medios formales y confiables, seguir una rutina sana que incluya: buenas horas de sueño, no descuidar la higiene personal, alimentación saludable y en horarios fijos, hacer ejercicio, establecer horarios de trabajo y descanso y realizar actividades placenteras; así mismo, reducir la exposición a noticias que generen tensión y estrés, mantener contacto social a distancia con familiares y amigos, reducir o evitar el consumo de alcohol u otras drogas y moderar el tiempo que se pasa en internet y videojuegos. Si se manifiestan síntomas de algún malestar mental o crisis emocionales, se puede llamar a La Línea de la Vida del Gobierno de México: 800 911 2000, así como a la Línea de Atención Psicológica de la UNAM: 55 5025 0855; donde se imparte ayuda y se puede pedir orientación para tratar cada caso en particular.

“Lo más importante es aprender a hacer este acto de autoreflexión, de identificar cuándo yo estoy en riesgo, identificar que algunos de estos puntos probablemente puedan mejorar si nosotros movilizamos algunas cosas”, aconseja Mendoza Velásquez. “Vigilar bien su sueño, tratar de establecer adecuadamente nuestros horarios, establecer rutinas que puedan ser flexibles. Antes teníamos rutinas muy inflexibles, ahorita tenemos que aprender a flexibilizarnos un poco, aprender que no todo está escrito en piedra, saber que esto es temporal, saber que existen opciones que pueden hacer que esto termine bien. Creo que esto nos ayuda un poquito a entender que esta situación, independientemente de lo funesto que parezca, puede llevarnos a un buen resultado”.