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Padres afectivos y efectivos

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Los padres de mayor éxito en su misión son aquellos que tienen la rara habilidad de meterse detrás de los ojos del niño y que logran ver lo que él ve, pensar lo que él piensa y sentir lo que él siente. Al final, los que saben interpretar el significado que yace detrás de su comportamiento.

Ser padres es una de las más importantes y desafiantes tareas para los adultos de hoy. Amor intenso, frustración, gozo, desconcierto y vulnerabilidad son algunos de los sentimientos que desencadena esta misión.

Tal vez, responder a estas preguntas serviría como punto de partida para reflexionar sobre nuestra postura frente al reto que implica aprender a ser un coach emocional para nuestros hijos:

¿Cómo reaccionas cuando te enfrentas con los sentimientos de tus hijos?
¿Los escuchas, los descalificas, te asustan, reaccionas igual?
Cuando las emociones en tu familia se ponen álgidas ¿sabes manejarte adecuadamente, te evades o te desbordas?
¿Intuyes la importancia del “alfabetismo emocional” pero no sabes cómo aterrizarlo en la vida diaria?

La mayoría de los consejos que se dan a los padres en la actualidad sobre la educación de sus hijos ignoran las emociones: llenos de información sobre el manejo de sus malas conductas, pero sin tomar en cuenta los sentimientos detrás de dichas conductas.

El objetivo de la educación no es simplemente tener hijos obedientes y sumisos, la mayoría de los padres esperamos más de nuestros hijos: deseamos que sean responsables, que tengan la fuerza para tomar sus propias decisiones, que desarrollen sus talentos y que gocen de la vida. Esperamos también que tengan éxito en las relaciones interpersonales para que a futuro generen buenas amistades y una relación de pareja satisfactoria.

presion hijos
Imagen: Brian Britigan.

El amor por sí mismo no es suficiente. Los padres dedicados, cálidos e involucrados tienen actitudes específicas en relación a las emociones propias y a las de sus hijos. Ser un padre emocionalmente inteligente radica en saber interactuar con los hijos cuando las emociones se ponen en juego.

El hombre de hoy se considera a sí mismo victorioso conquistador del universo. Conoce enigmas de las profundidades de los mares y ha conquistado el cielo y el espacio con su tecnología. Nunca antes, como ahora, la humanidad se había visto tan cerca de realizar sus sueños de bienestar y grandeza. El progreso científico sigue avanzando de manera espectacular. Con todo, la humanidad no ha podido apartar, ni siquiera suavizar, los males sociales que azotan la convivencia humana. Estos no disminuirán en número ni en gravedad mientras no se eduque mejor a las nuevas generaciones.

Los niños constituyen el recurso más preciado de la humanidad. Sin embargo, por el modo de proceder humano parecería que otros recursos fueran más importantes: se estudia afanosamente para construir casas, administrar negocios, interpretar leyes, hasta que un día se afronta en completa ignorancia la tarea de educar a nuestros hijos.

¿Improvisación o preparación?

La naturaleza humana es muy compleja, si las conductas de los hijos son incomprensibles, si no existen instintos educativos y el sentido común no es suficiente, es evidente que para ser padre o madre se necesita preparación. El engendrar y dar a luz no nos da los conocimientos necesarios para educar a nuestros hijos.

Hoy, de manera particular, como padres de familia enfrentamos retos que muy probablemente la generación de nuestros padres y abuelos no tuvieron que experimentar, y esto es debido al cambio acelerado del mundo en que nos ha tocado vivir.

¿Cuáles retos tendríamos que confrontar?

Las exigencias sociales y económicas.
La tensión inducida por el cambio, la competencia, la eficacia y la rapidez.
La celeridad de las comunicaciones. La influencia paterna ha disminuido debido a la entrada de los medios al interior de las casas (Internet, T.V., con la consecuente franqueza brutal que impera respecto al sexo, lo cual provoca en el niño un brusco despertar “inusitado en otros tiempos”, que lo obligan a afrontar estímulos impropios para su edad).
El cambio general operado en las relaciones humanas. Se ha pasado de una sociedad autocrática (jerárquica) a una sociedad democrática. Esto en particular se refleja en el seno de la familia (los niños intuyen que como seres humanos son iguales a sus padres en cuanto a su valor humano y su dignidad; merecen respeto, ser escuchados, aceptados…), si no la saben conscientemente, sí lo intuyen y lo manifiestan con palabras, actitudes y cuestionamientos. Por esto no se someten tan fácilmente a las técnicas tradicionales para obtener obediencia, que generalmente se refieren a la imposición, al premio y al castigo. A estas demandas de igualdad los padres de familia no hemos sabido responder: vemos los errores de nuestros padres y no queremos repetirlos en nuestros hijos, pero esto a veces se manifiesta en una situación de confusión, desorden e indisciplina.

educacion para padres
Imagen: Andrea Wan.

Ante este mundo cambiante la tarea primordial de los padres es ayudar al niño a desarrollarse plenamente, a lograr una madurez integral:

⋅ Habilidad para conocerse a sí mismo y al mundo. Conocerse y apreciarse en su justa medida, ni más ni menos. El conocimiento propio y del mundo debe llevar a la aceptación.
⋅ Capacidad de ser uno mismo en proximidad con la gente que amamos y nos interesa. Poder relacionarse afectivamente con familiares y amigos sin perder la auto dirección e individualidad: Equilibrio entre auto dirección y pertenencia.
Manejo adecuado de la afectividad. Descubrir el lenguaje de los sentimientos, capacidad de auto tranquilizarse, de no reaccionar ante lo que los demás hacen y de no reprimirse.
Hacerse responsable por uno mismo.
Tener un objetivo en la vida: un propósito.

Las investigaciones han demostrado que los niños educados por padres que valoran y guían sus emociones, pero que al mismo tiempo tienen límites claros, hacen un mejor papel en diversas áreas. Estos niños forman amistades más fuertes, se desempeñan mejor en la escuela, aprenden a lidiar más efectivamente con sus estados de ánimo (humor), tienen menos emociones negativas y se recuperan más rápidamente de eventos conflictivos, e inclusive, se enferman menos.

A todo esto, podríamos llamarle “Educar para la Vida”, y con este objetivo, destacar la importancia del “alfabetismo emocional” y de los límites.

Las emociones son como una “especie de radar” que capta lo de afuera, es decir, lo primero que impacta al cuerpo; la “continuación e intensidad” de este estado emocional, se debe a los sentimientos que genera, esto es: primero se desencadena una emoción, seguida de una acción y la generación de posibles sentimientos. Los sentimientos pasan por una elaboración cultural o de significado, es decir, que están mediados por nuestro sistema de creencias. Podríamos decir que lo que amenaza de afuera (emoción) le doy un significado (sentimiento). Sin embargo, en la realidad, las dos ocurren casi simultáneamente, “son dos momentos del mismo acto”.

padres emociones
Imagen: Emily Eldridge.

Si lo que hacemos y aprendemos está moldeado por la forma en que sentimos, si hemos aprendido de nuestra cultura, padres, educación, etc., que los sentimientos y emociones no deben manifestarse, ni expresarse, por lo tanto, nos sentimos vulnerables ante ellos y no sabemos manejarlos cuando surgen en nuestro interior o cuando se manifiestan en nuestros hijos. Este “analfabetismo emocional” y de alguna manera sentimental, se debe generalmente a heridas de la infancia, y para no ser lastimados de nuevo, intentamos defendernos y no volvernos a exponer. De esta manera, es posible que construyamos mecanismos de defensa que tienen que ver justamente con la manera de suavizar la intensidad de nuestros sentimientos, llegando muchas veces a distorsionarlos.

Las emociones tienen todo un lenguaje propio que hay que escuchar o “saber mirar”, ya que de alguna forma resume lo que hemos vivido (grato o doloroso), refleja nuestra historia, preocupaciones actuales, anhelos y temores futuros. Si aceptáramos la voluntad que se requiere para escuchar nuestro mundo emocional, quizá nuestros sentimientos se conectarían más con la idea de armonía y paz. El lenguaje emocional, es decir, el reconocer la emoción que está detrás de un comportamiento, es el medio por el que nos comunicamos con nosotros mismos; si no logramos hacer esto nos resultará difícil comunicarnos con los demás. 

Confiar únicamente en el intelecto para conocer, es una estrategia limitada y a veces inhumana, “no sentir es no estar vivo”. Los sentimientos expresan experiencias de dolor o de gozo y el pensamiento es la explicación de la herida o del gozo.

Los sentimientos y emociones no reconocidas, expresadas y aceptadas, hacen que su efecto doloroso se prolongue, produciendo síntomas que nos controlan y nos drenan energía (agresión, represión, depresión).

Los sentimientos no están sujetos a juicio moral, no son ni buenos ni malos, simplemente son.  Lo que sí producen, son energía positiva o negativa, por lo cual hay que saberlos canalizar. La calidad de nuestras vidas depende en gran parte de la manera en la que enfrentamos nuestros sentimientos y emociones. “Una buena educación –según Spinoza– es organizar nuestras emociones, cultivar las mejores, eliminar las peores”.

Todos tenemos fuertes actitudes y creencias sobre nuestros sentimientos que comienzan desde nuestra niñez. La manera en la que nos sentimos con respecto a nuestras emociones, como las valoramos y enfrentamos, ayuda a determinar nuestro estilo de ser padres y de criar a nuestros hijos. Por tanto, es esencial identificar nuestro estilo de paternidad para cuestionarlo y mejorarlo.


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Hablar de Dios sin hablar de Dios

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Para algunos sectores de la sociedad hablar de Dios es una prohibición porque crecen en una época donde negarlo era el concepto preponderante. Efectivamente, más allá de las experiencias y reflexiones, las argumentaciones del entorno influyen en los conceptos que se comparten comunitariamente.

Ciertamente, la negación de la existencia de Dios no es un dato de los últimos siglos. Desde la antigüedad hubo quienes cuestionaron su existencia, como también la insistencia de otros en afirmar su realidad. Ambos extremos tienen sus razones de ser. El escucharlos y profundizar en ellos permite de suyo la expansión de la consciencia, como capacidad de darse cuenta, y de la conciencia, como herramienta valorativa de la realidad.

Se puede decir que la negación de Dios en ciertos tiempos corresponde más bien a la comprensión de su misterio que se hace en las diferentes épocas y regiones; en ese sentido, el rechazo no corresponde precisamente a Dios, sino al discurso y la institucionalización que lo contiene, es decir, a las estructuras sapienciales, éticas y celebrativas propias de las religiones.

hablar de dios
Imagen: Skander Khlif.

Sin embargo, eso que llamamos Dios se encuentra mucho más allá de cualquier definición, estructura o sistema que pretenda abarcarlo total y definitivamente, por ello, separar el Misterio que da origen, sustento y sentido a la realidad de la idea institucionalizada provoca deserciones religiosas, pero no necesariamente carencia o alejamiento de experiencia espiritual.

En efecto, la realidad está rodeada de algo que le da fundamento, cohesión y sentido a toda la existencia. Fluir en ella es aceptar el origen, alimentarse de él, tomar lo nutritivo y eliminar el resto, integrar en sí mismo aquello que se es, con luces y sombras, con capacidades y limitaciones, con aciertos y errores para armonizar el propio ser sin engaños, ni falsas expectativas, es aceptar el futuro dirigiendo la vida en aquella dirección que de vida en plenitud porque se entrega la vida para que otros la tengan.

Esta realidad espiritual, buscada, reconocida y experimentada, que subyace en la experiencia de todo ser humano, necesita ocupar un lugar específico en la vida de cada persona para generar los frutos que posee y que benefician por igual a quien los recibe como a quien los aporta.

camino de dios
Imagen: Tijana D.

Así, el sentido más profundo de este misterio se encuentra en la cohesión que hace de todo lo existente, en esa articulación que va más allá de las individualidades, en la regeneración constante, en la armonía que suscita, en la belleza que provoca. En toda la creación esto funciona mecánicamente, como respondiendo a un programa pre-establecido que la observación y el conocimiento humano va descubriendo paulatinamente. Así se descifra que la existencia particular sólo cobra sentido en la medida que existe para el entorno.

En el caso de las personas, la capacidad de vinculación, el reconocimiento tanto del otro como de lo otro y el papel que se ocupa en el orden cósmico no son el producto de un programa al que se está condicionado, sino el resultado de decisiones y acciones que pasan por la intención y la voluntad.

El alcance de esta capacidad se manifiesta desde formas muy sutiles hasta las más grandes y heroicas manifestaciones, la tarea conjunta de todas ellas sostiene y hace más llevadera la existencia propia y ajena, por ello, más allá de la creencia religiosa que se tenga, el efecto de este misterio en la vida cotidiana de una persona evoca, provoca y convoca; se percibe, su ejemplo inspira, su modelo contagia y sobre todo abre el horizonte a la esperanza personal y comunitaria.


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Culpa versus responsabilidad

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La reflexión humana llevó a dividir el entorno y las circunstancias para estudiarlas y entenderlas mejor. Con esto el nivel de conocimiento avanzó considerablemente; sin embargo, esta extrema especialización alejó la comprensión integral de la realidad. En efecto, nada existe por y para sí mismo ni es ajeno a todo lo existente; por el contrario, todo está relacionado y la interdependencia es la característica ineludible de toda la creación.

De la misma manera, ninguna dimensión en el ser humano es independiente o ajena de las otras. Por ello, hablar de cualquier aspecto de la persona es también hablar de su dimensión espiritual y entender la existencia integralmente un factor fundamental para encontrar mejores condiciones de vida para todos y para todo.

La interrelación con todo se da en el límite de cada fenómeno el cual cumple simultáneamente dos funciones: separar y ser el medio de contacto. En esta frontera acontece la existencia, a veces de forma fluida otras conflictivamente, cuando esto sucede, es necesaria alguna condición que permita identificar y valorar la tensión en dicho borde para resolverlo adecuadamente.

Culpa y responsabilidad
Imagen: Andrea de Santis.

Esta condición de posibilidad es la culpa y su función, simplemente identificar la fricción para generar la conducta necesaria frente a cada situación. Así, inmediatamente después de la primera percepción del conflicto, la experiencia humana se encamina hacia una interpretación que se manifiesta disfuncionalmente, como sentimiento de culpa, o funcionalmente, como responsabilidad.

El sentimiento de culpa se concentra en el pasado con una sensación de victimización cuando se es el afectado o de preocupación por la propia imagen si es el agresor. Esta interpretación impide movilizar la existencia, proyecta la atención al pasado, donde nada se puede hacer e impide la proyección al futuro.

La responsabilidad, en cambio, mira la situación en tiempo real, visualiza el daño, propio o ajeno, busca la reparación, suelta la experiencia y se proyecta creativamente hacia el porvenir.

Culpar es una interpretación común y frecuente que se aprende en la cultura y que incluso algunas concepciones académicas fomentan; sin embargo, el resultado que da esta comprensión atrapa la existencia con resultados pobres y de escasa calidad. Muy al contrario, entender los acontecimientos con responsabilidad permite mirar mejor el presente, es un apoyo sólido para lanzar la existencia al futuro y proporciona mejores condiciones de existencia.

Culpa y responsabilidad
Imagen: Riz.

Culpar al destino, al pasado, o a otros por las condiciones de vida personal en un momento dado es considerar que se es un títere a expensas del destino y de los demás, genera autocompasión, paraliza la existencia, interrumpe el progreso y la tragedia domina el horizonte.

En cambio, responsabilizarse de la propia existencia empuja el destino de la persona en la dirección que desea con toda la realidad que le da reconocer las condiciones del medio ambiente, los recursos externos a los cuales puede recurrir, así como las herramientas internas con las que cuenta para hacer frente a la situación.

Responsabilizarse de la propia existencia es dirigir la vida en el sentido que se considera pertinente, del pasado aprende, pero se deja atrás para emplear toda la energía vital en construir un futuro atractivo de acuerdo a las propias expectativas.

Responsabilizarse de la propia existencia es reconocer que ningún evento, por dramático que sea, tiene la capacidad de suyo para detener y frustrar la vida mientras ésta se conserve. Asume que todo proyecto consume tiempo y recursos; requiere de esfuerzo, de constancia y a veces de flexibilidad para adaptarse a situaciones emergentes. Puede renunciar a proyectos concretos, pero nunca a la posibilidad de hacer de la vida una experiencia que valga la pena ser vivida.


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Sintonía y sincronización

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Uno de los grandes retos humanos es lidiar con la realidad exactamente como se manifiesta en los diferentes momentos de la vida. Esto se debe a dos circunstancias: la primera, tiene que ver con las expectativas que se tienen con relación a las diferentes personas y acontecimientos y la segunda, a la incapacidad por mantenerse en el presente y conectados integralmente con ese momento.

Ambas situaciones conviene revisarlas brevemente para descubrir cómo actúan en la propia existencia y, sobre todo, para establecer las estrategias pertinentes que permiten una mejor calidad de vida relacionadas con la sintonía y la sincronización como antídotos a los dos obstáculos antes expuestos.

Las expectativas con relación a las personas y las circunstancias condicionan la forma de percibir la realidad y al mismo tiempo impiden advertir y apreciar lo que acontece alrededor. Las expectativas provocan que si algo se presenta como se pensaba, el vínculo tiende a establecerse más con la fantasía que con la realidad y, si no lo hace, la conexión profunda con la manifestación es limitada o se distorsiona porque entra el enojo, el rechazo, la frustración y la queja.

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Imagen: Stella Caraman.

Las expectativas entorpecen la sintonía, es decir, la capacidad de adaptarse fácilmente al entorno tanto físico como social, integrarse a él y experimentarlo como una sola realidad con la cual se danza o se fluye como expresan algunas escuelas espirituales.

Por su lado, la incapacidad de mantenerse en el presente y con un solo fenómeno tiene su origen en la multiplicidad de manifestaciones reales o imaginarias que acontecen en un mismo momento aunadas a la capacidad cerebral de contemplar simultáneamente pasado y futuro. Esta condición, si bien da versatilidad y para efectos laborales puede ser muy eficiente, a nivel personal genera estrés y deteriora o limita la conexión total con un acontecimiento en un instante dado.

La incapacidad para mantenerse en el presente afecta la posibilidad para disfrutar plenamente la existencia, genera ruido interno, estrés, incomodidad, insatisfacción, aumenta la susceptibilidad, saca de la experiencia en tiempo, puede generar remordimientos y se convierte en el detonador que empuja al pasado o al futuro las siguientes experiencias.

La incapacidad por mantenerse en el presente y conectados integralmente con ese momento bloquea la sincronización impidiendo la relación plena y total.

sintonia y sincronizacion
Imagen: Muhammed Sajid.

La vivencia de la realidad desde la sintonía y la sincronización no es ajena al ser humano, sucede cuando algo realmente llega a atrapar y se expresa en términos de contemplación cuando se detiene el tiempo y el ruido interno al mirar simplemente el vaivén del mar o un atardecer, al abrazar a un bebé o al fundirse plenamente con otro ser humano en un encuentro erótico.

Si bien, seguir la vida desde las expectativas y la incapacidad de mantenerse en el presente bloquean y entorpecen la sintonía y la sincronización, reconocer y acentuar la importancia de estas dos prácticas contrarrestan los efectos negativos y empujan hacia una vivencia más satisfactoria, hacia una armonía integral, hacia una realidad más plena.

La sintonía funciona para contrarrestar las expectativas al adaptarse y la sincronización sirve para conectarse total y absolutamente con aquello que está sucediendo. La sintonía y la sincronización permiten asimilar las situaciones y las personas como son, sin pelear con su manifestación, sin permitir que atropellen la propia existencia y, al mismo tiempo, facilitan la concentración total del ser en sí mismo y de su vinculación con lo otro en una misma realidad que reconoce la pertenencia a algo mayor que incluye a todos los seres, animados e inanimados que produce plenitud.

La sintonía y la sincronización identifican y asumen que siempre se está en el lugar correcto, en el momento justo y con las personas perfectas.


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2021: Movernos conscientemente

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Uno de los grandes retos que enfrentamos como seres humanos en este nuevo año es el de sentirnos estancados física y psicológicamente.

Después de un “Quédate en casa” vigente por meses, no se logró alcanzar la posibilidad de librar la pandemia. No significa que las personas no hayan hecho caso a las indicaciones de las autoridades, sino que la reacción inconsciente y desesperada por el apego a la antigua normalidad hizo que una mayoría saliera sin una cultura de cuidado a las calles.

Más allá de pensar y declarar que lo que pasó en el 2020 se queda en el pasado, es importante observar el aprendizaje y las posibilidades que realmente tenemos frente a nosotros. Aun y cuando la pandemia sigue creciendo con los eventos de diciembre y la nueva cepa del virus, no podemos quedarnos estancados, es momento de movernos. No se trata únicamente de las actividades que nos hacen salir a la calle para trabajar o cubrir nuestras necesidades de supervivencia, me refiero a empezar a movernos física y psicológicamente.

moverse en tiempos de pandemia
Imagen: Guim.

Contamos en este momento con la posibilidad de construir una nueva historia de vida. Todos seguiremos enfrentando los mismos problemas desde las diferentes trincheras y habremos de convertirlos en nuevas oportunidades. El mundo digital está en plena aceleración y ya no es posible insistir en regresar a una antigua normalidad. Es momento de asumir que ya nada será igual en el ambiente de las relaciones sociales así como en las formas de trabajo y convivencia familiar.

Entonces hay que parar y preguntarnos: ¿Hacia dónde apuntar nuestras vidas? ¿Tenemos claro qué es lo que verdaderamente queremos? ¿Si estuviéramos en enero del 2020 y supiéramos todo lo que va a suceder que haríamos ahora para sobrellevarlo mejor? Si ya podemos anticipar un posible escenario de lo que puede acontecer en los siguientes meses respecto a la pandemia. ¿Cómo nos debemos preparar ante todo esto?

Para iniciar es primordial saber hacia dónde queremos llegar. Al final no habrá camino si no tenemos por lo menos claridad en el destino que queremos abordar. Todo aquel que no tenga un propósito más allá de sobrevivir ante lo que viene, seguro se quedará estancado. A su vez, podemos predecir que aquel que se ponga en movimiento podrá acceder a mejores posibilidades del 2021. Sabemos que habrá una mayoría en el juego de la supervivencia, por eso se requieren nuevos liderazgos conscientes para acompañarles guiarles a un mejor destino.

Moverse bien es moverse conscientemente de forma integral desde tres ámbitos básicos: la mente, las emociones y nuestra experiencia física. Hoy, estos tres elementos concretos de la vida del ser humano, son la clave para armonizar y dar coherencia a lo que queremos lograr durante este año.

moverse en pandemia
Imagen: Alex Green.

Atender a la mente y a las emociones consiste en detenernos a observar nuestros pensamientos y sentimientos. Contestar de forma consciente: ¿Hacia dónde me lleva lo que estoy pensando o sintiendo? ¿Me permite realmente avanzar y moverme hacia un mejor lugar o se convierte en una limitación para lo que deseo? ¿Estoy siguiendo el comportamiento de las masas o es una decisión personal? Meditar en dónde estamos y descubrirnos día a día se convierte en una práctica consciente en movimiento. Esto nos permitirá saber si vamos en la dirección correcta y coherente hacia nuestro destino.

En la experiencia física será muy importante el cuidado de nuestro cuerpo. Por un lado, la forma en que lo nutrimos y, por otro, mantenerlo en movimiento. Fortalecernos físicamente nos mantendrá más activos y con mejor energía para luchar. Hacer ejercicio diario y movernos de formas distintas nos permitirá liberar las energías de carga que se acumulen en nuestros músculos o en diferentes partes del cuerpo que deterioran nuestra calidad de vida. El Yoga, la meditación dinámica, el baile y otros ejercicios, más allá de los deportivos, serán clave para hacernos más ligero y saludable el viaje.

Movernos conscientemente y en coherencia entre la mente, emociones y experiencia física nos abre la posibilidad de fortalecer nuestro sistema inmunológico lejos del estrés y cargas psicológicas frente a lo que estamos viviendo. Abre el camino para accionar la lucidez y atender lo que queremos alcanzar o resolver este año. Nos da la oportunidad de fluir en la vida para avanzar en paz en medio de la tormenta. Es momento de salir del estado en que nos encontramos y preguntarnos en lo individual: ¿Quiero moverme para fluir y estar presente o me quedaré estancado y ausente en el 2021?


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Empatía o resquebrajamiento

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Hace pocos días durante una conversación se mencionó la palabra “empatía”, como tantas otras que se suceden durante un diálogo no se aquilata pronto el peso individual de su significado.

La empatía es el sentimiento de identificación con algo o alguien, es la capacidad de identificarse y compartir los sentimientos.

Lo anterior es muy poderoso, implica involucramiento emocional para entender y compartir lo que siente, es algo complejo. Empatar las emociones implica una correlación y comunión no sencilla de establecer y si es difícil entre un par de individuos, ¿cuán más será en un grupo de personas? Pero, por encima de todo, ¿qué implicaciones tiene no ser empático como líder?

Establecer nexos emocionales positivos entre las personas y las sociedades es fundamental para la subsistencia y desarrollo de cualquier ente social, no podemos esperar que una persona se identifique con un proyecto o una idea si no tiene una implicación emocional positiva. Incluso, aun teniendo desventajas, si es emocionalmente relevante, se logrará el compromiso de involucramiento y participación constructiva.

empatia y trabajo
Imagen: Pinterest.

Las emociones negativas, por lo contrario, provocarán un riesgo relevante para las sociedades, las personas verán como una amenaza cualquier plan o proyecto y tratarán de que fracasen. Desviarán procesos y ejecutarán actos de deterioro al patrimonio o la seguridad de la institución, en forma discreta al principio y conforme vayan integrando adeptos, se presentarán conductas de rebeldía.

Provocar empatía no es un don de nacimiento, es una conducta aprendida que se fortalece con el éxito en la ejecución, se descubre en edades tempranas y conforme se va logrando alcanzar lo que se desea, madura y perfecciona. Los líderes empáticos entienden las necesidades de la gente y saben que tocando las fibras sensibles del miedo y la esperanza, son capaces de conseguir sus objetivos. Los grandes hombres en este proceso construyen, los mezquinos se aprovechan de la condición de las personas para su beneficio.

Podemos inferir que la empatía es algo muy poderoso en las manos adecuadas para guiar a las sociedades en un camino de evolución y felicidad, un estadista pensará más allá de él, visualizará qué pasará cuando no esté y cómo la sociedad puede avanzar por sí misma, tomará decisiones difíciles y entenderá sobre todo el riesgo en cada una de ellas. Esas personas trascienden, por lo que son capaces de bien hacer por sus semejantes.

Pero ¿qué pasa cuando la empatía se usa con fines perversos cuando la ignorancia prevalece, cuando el líder no escucha, cuando la visión no es correcta? ¡El resquebrajamiento! Las decisiones erráticas prevalecen, los caminos son confusos y la sociedad no entiende cómo actuar para contribuir al bienestar y crecimiento común. La percepción domina por encima de la razón, las personas se confrontan sobre asuntos que no tienen control o suficiente información, el miedo aparece, cada persona intenta salvaguardar su posición ante una amenaza no clara, pero no menos real.

manipulacion
Imagen: BBC.

La esperanza se convierte en el hilo conductor del discurso y la gente se aferra a él ante el vacío que implica que no exista, alimentado por los sentimientos de cercanía y la empatía existente, ante esa falsa sensación de que el líder me comprende o entiende.

Al final la historia es diferente al estadista que construye sociedades, en el resquebrajamiento no hay construcción, queda desolación y se cosechan cenizas, los sobrevivientes tienen que redoblar esfuerzos para retomar los caminos que una vez fueron los cursos sobre los cuales se avanzaba.

Las sociedades debemos tener cuidado con aquellas voces que nos hablan de empatía, cuando lo único que se busca son las consecuciones personales, el riesgo que se tiene por no entender lo que pasa en nuestro entorno social, político, económico y de seguridad; estos no se pueden prever o imaginar.

Podemos saber dónde empieza el caos, pero no podemos predecir hasta dónde va a llegar y siempre se puede estar peor.


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Todos necesitamos balance de vida personal y vida profesional

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Quizás como nunca, o por lo menos en los últimos 100 años, hoy se requiere que la gente que trabaja con nosotros y uno mismo tenga el mejor balance de vida personal y profesional que podamos alcanzar.

No hace mucho leí un artículo en la que había una declaración de alguien conocido (no lo voy a citar para no darle un lugar que no se merece), que decía que era imposible lograr un balance de vida personal y vida profesional; en su momento lo critique fuertemente en mis redes sociales y lo seguiré haciendo. Esta afirmación la hizo alguien que hoy tiene menos de 40 años y obviamente le falta mucha, mucha experiencia profesional y mucha más experiencia personal. Así que, sin lugar a dudas, les puedo asegurar que sí es posible lograr un buen balance de vida personal y vida profesional.

Soy muy insistente en poner vida personal y vida profesional, porque leo por todos lados que se habla de balance de vida y trabajo, yo mismo caí en esa trampa, como si el trabajo no fuera vida. Cuando lo es todo, desafortunadamente, para mucha gente.

La semana pasada tuve la oportunidad de dar una charla para la Asociación de Empleados del Banco Interamericano de Desarrollo sobre este tema y la verdad de las cosas, asumiendo la responsabilidad que el caso ameritaba, me preparé muy bien, leí varias decenas de artículos al respecto, escuché y vi blogs en varias plataformas, me leí capítulos de libros sobre la materia, etc. Debo decir que, en muchas ocasiones, disfruto tanto dar las conferencias o talleres como investigar para los mismos. Siempre aprendo estudiando y de ahí muchas veces salen nuevos artículos, nuevas conferencias y nuevos talleres.

vida en balance
Imagen: Attorney Artwork.

Así que ahora les comparto algunos de mis principales hallazgos y pongo a su disposición la presentación completa en mi perfil de LinkedIn.

Empiezo presentando un par de definiciones de lo que se entiende por el concepto, para que todos estemos en la misma línea:

“… Es el equilibrio significativo y confortable entre la esfera laboral y la esfera personal (familia, amigos, salud, diversión, etc.) en la vida de un individuo”.

“Encontrar el equilibrio adecuado entre el trabajo y la vida diaria”.

A nivel de antecedente, comento que, según diversas fuentes, el estrés laboral (es la respuesta que puedes tener ante la sobrecarga de trabajo, conflictos con tu jefe, tus compañeros de trabajo, las pocas oportunidades de promoción o al no tener control sobre las decisiones en el trabajo) es padecido hasta por el 70% de las personas que tiene un empleo.

Hasta cierto punto es buena la presión del estrés por el trabajo. Lo que se conoce como eustrés (estrés beneficioso), pero demasiado estrés durante mucho tiempo no es bueno para la salud personal y muy malo para las organizaciones, ya que las personas con un alto nivel de éste es muy probable que no tomen buenas decisiones, comentan errores, tengan accidentes, etcétera.

eustres
Imagen: Pawel Jonca.

Otro antecedente que se volvió más relevante a partir de la pandemia es que las nuevas tecnologías permiten disponibilidad de los empleados las 24 horas del día; el miedo a perder el empleo y la cultura nociva del trabajo han convertido las jornadas de trabajo en interminables, por lo que se vuelve cada vez más difícil alcanzar un equilibrio entre lo laboral y lo personal.

Sin embargo, todos los expertos están de acuerdo en una cosa: tener un equilibrio de lo personal y lo profesional genera efectos positivos en la salud física, mental, e incluso profesional.

Aunque no podemos hablar de que existe el equilibrio perfecto. Cuando hablamos de balance, podemos imaginarnos teniendo un día de trabajo productivo y pasar el resto del día con la familia, los amigos y/o haciendo lo que más nos gusta.

Desafortunadamente no siempre será posible el balance, el trabajo y tiempo personal podrán variar de un día a otro, por eso es importante que identifiques tus prioridades, tiempos y te puedas adaptar a los cambios constantes para lograr tus metas.

Y aunque no siempre podremos tener equilibrio personal y profesional, al final del día somos nosotros los que tenemos la responsabilidad más grande: nuestras propias vidas, por ello puedo decir que tú eres, en buena medida, accountable de tu buen o mal balance. Recomiendo enormemente leer el reporte de la investigación sobre “el Índice para una vida mejor” elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), donde México, junto a Colombia, resultan ser los países con los niveles más bajos en el “Balance vida-trabajo” de entre 40 países analizados. Con una calificación cercana a 1 sobre 10, mientras que los Países Bajos, Italia, Dinamarca, y España obtienen las mejores calificaciones (OECD Better Life Index).

balance vida trabajo
Imagen: Mantas Gr.

Una de las conclusiones más relevantes del estudio de la OCDE señala que “cuanto más trabajen las personas, menos tiempo tendrán para dedicarlo a otras actividades. La cantidad y la calidad del tiempo libre son fundamentales para el bienestar general de las personas y pueden generar beneficios adicionales para la salud física y mental”.

Por lo anterior, es fundamental poder identificar cómo estamos invirtiendo o sólo usando, las 168 horas (24 horas por siete días de la semana) que tenemos a nuestra disposición semanalmente.

En un escenario ideal tendríamos que decir que debemos invertir 40 horas en el trabajo y 56 en dormir, por lo tanto, ya sólo nos quedan 72 horas para todo el resto de las actividades que no tienen que ver con lo laboral: comidas, aseo personal, labores en el hogar, deporte, pasatiempos, entretenimiento, leer, convivencia con pareja, hijos/hijas, familia ampliada, amigos, mascotas, redes sociales, labor filantrópica, etcétera.

Aquí hay cinco preguntas que nos tendríamos que hacer: ¿estoy trabajando mucho más de 40 horas?, ¿estoy durmiendo menos de 56?, ¿cómo estoy usando o invirtiendo el resto de mis horas disponibles?, ¿estoy contento o satisfecho con el uso que le estoy dando a mis 72-168 horas?, ¿estoy usando correctamente mis horas en el trabajo?

De la suma de todo lo que leí, hay una serie de recomendaciones para mejorar el balance de vida personal y vida profesional que les comparto:

sobrecarga de trabajo
Imagen: Savatage.

Más flexibilidad laboral;
Apoyar a los colaboradores con más tecnología;
Establecer límites;
Alentar al personal a tomar vacaciones;
Irse a la hora acordada de la oficina;
Apoyar los tiempos de la familia;
Ayudar al personal a cuidar su vida personal, preocuparse por su bienestar;
Dejar la puerta abierta: ser empático, tratar a los demás como ellos quieren ser tratados, hablar de sentimientos;
Hacer una lista de lo que se tiene y quiere hacer cada día;
Ser realista;
Saber priorizar porque todos los días quedará trabajo para mañana;
Evita llevar trabajo a casa. Eso incluye el celular (móvil);
Respetar horarios;
Programar tiempo para descansar, recargar energía todos los días;
Cuidar y planear los días libres.

¿Y tú tienes un buen balance de vida personal y profesional? Si piensas que no, ya sabes lo que tienes que hacer. Te aseguro que no te arrepentirás de siempre buscarlo.


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Sana distancia física, pero no emocional

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La niña sueña con una mancha negra que sube por su cuerpo hasta cubrirla por completo. Sus padres son médicos que trabajan atendiendo a pacientes de una enfermedad que cambió el mundo para siempre. Ella, como muchos otros, tuvo que cambiar las clases en su escuela por una pantalla. Una pantalla para comunicarse, para entretenerse, para asomarse al mundo, mientras, afuera, sus padres luchan con combatir el COVID-19. Es natural que por las noches la pesadilla de la mancha negra la atormente.

Como ella, millones de personas alrededor del mundo fueron atacadas por un enemigo más silencioso que la nueva forma de coronavirus, algo mucho más inesperado y menos visible: los problemas mentales. Gabriela Cámara, Presidenta Honoraria y miembro fundador de Voz Pro Salud Mental Ciudad de México, cuenta a El Semanario la anécdota de esta niña, para ejemplificar uno de tantos síntomas que vio crecer en esta asociación, donde brindan apoyo a las personas con problemas y enfermedades mentales.

Reportes de la Organización Mundial de la Salud, indican que han aumentado las llamadas para pedir apoyo psicológico y en México el Instituto Nacional de Psiquiatría reporta más casos, comenta Gabriela. La imposibilidad de salir mermó la actividad física de muchos, aisló a personas mayores que de por sí ya estaban aislados antes la pandemia e hizo más difícil la convivencia en familia, sobre todo para quienes tienen hijos. Esto resultó en mayor ansiedad, depresión, malos hábitos de sueño y hasta más consultas para divorcios. Por si fuera poco, quienes ya tenían algún trastorno psiquiátrico lo vieron empeorar.

“Cuando tienes un ser querido con un trastorno psiquiátrico en casa, es muy importante que cada quien tenga su espacio y también que haya límites. Cuando tenemos una vida externa, es más fácil, pero cuando estamos 24 horas al día en casa, se dificulta bastante”, dice Gabriela.

“Lo que siempre recomendamos son formas de vida saludables, porque el cerebro es un órgano más del cuerpo que hay que cuidar”, asegura. “Las enfermedades mentales son como de otra frecuencia y las dejamos como lejos del cuerpo, cuando realmente es parte del cuerpo y aquí están, no es nada etéreo, ni nada mágico. Los problemas y los trastornos neuropsiquiátricos son trastornos biológicos, químicos, psicológicos y sociales”.

Para mantener nuestro cerebro sano, Gabriela nos hace las siguientes recomendaciones:

  • Mínimo 30 minutos al día de ejercicio vigoroso. “Si no pueden, pongan música y bailen a todo lo que da y hagan de ese momento, un momento agradable en familia”.
  • Alimentación sana: bajar el azúcar y excitantes como la cafeína. Medirse con el alcohol y los carbohidratos, sobre todo en la noche. Muchas frutas y verduras, entre más natural todo, mejor.
  • Ejercicios de relajación como meditación o yoga, en la tarde-noche.
  • Cuidar el tiempo que pasamos en redes sociales.
  • Tener cuidado con las noticias falsas, pues aumentan la ansiedad y evitan que pensemos claramente. “Las noticias falsas van dirigidas a la parte más primitiva de nuestro cerebro, a una emoción más primitiva que es el miedo”.
  • No ver noticias por la noche, tratar de ver algo que nos relaje.

Aunque algunos problemas mentales pueden no ser tan fáciles de identificar, Gabriela comenta que existen algunos síntomas que se deben tomar en cuenta, tanto en uno mismo, como en nuestros familiares:

  • Dejar de dormir o dormir de más.
  • Somnolencia y cansancio durante el día.
  • Comer de más o dejar de comer y bajar de peso.
  • Mayor aislamiento, encierro en los cuartos.
  • Pensamientos negativos recurrentes: “de esto no vamos a salir, esto no va a mejorar”.
  • Mayor irritabilidad y agresividad.
  • Mayor consumo de alcohol.
  • Dificultades para comunicarse con los demás.

El valor de buscar ayuda

Lo primero que debemos hacer si detectamos algo de lo anterior en uno de nuestros seres queridos, es escucharlo, aconseja Gabriela. “Tenemos que ser nosotros lo suficientemente fuertes para escucharlos, que nos digan lo que sienten y tratar de tener la mayor empatía posible”, comenta, pues se trata de un ejercicio que saca toda la presión que llevan dentro. Al final, lo más importante es aconsejarlo para que busque ayuda.

Voz Pro Salud Mental, cuenta con un amplio directorio de líneas telefónicas de ayuda en todo México en su sitio web. Además, ofrecen diversos cursos y aunque han tenido que cambiar a modalidad en línea, lo que altera la dinámica, el formato digital también ayuda en otros aspectos. Estos nuevos medios, lograron una mayor asistencia, ya que se evita el tráfico, lluvia, manifestaciones y otros problemas de la Ciudad de México, platica Gabriela.

“Vamos teniendo ante crisis, un proceso de crecimiento”, explica. “Al principio un temor terrible, después una comprensión de qué está pasando y después muchos pasamos a ayudar a otros. Y eso nos engrandece mucho como seres humanos, el ayudar a otros. El dar, nos hace sentir que somos útiles y no hay cosa mejor terapéuticamente que sentirte útil y valorado”.

“Sana distancia no significa alejamiento emocional”, dice. “Hay que mantener esta comunicación con las personas mayores, vía teléfono, vía celular, como sea, pero hay que estar al tanto de ellas. Ya sabemos mucho más que al principio, cómo podemos apoyar”.

Finalmente, la experta considera que lo mejor que podemos hacer ante esta circunstancia tan difícil, es tener el valor de buscar ayuda. “¿Qué es lo más valiente que podemos hacer en nuestra vida? Es pedir ayuda. Es quitarnos esa egolatría de ‘yo puedo solo’, o lo que nos enseñaron siempre: ‘tú puedes solo, tú puedes sacar adelante solo tus problemas, con la voluntad lo logras’. No, aceptar que podemos tener un problema y buscar la ayuda correcta. Es lo más valiente y lo más inteligente que podemos hacer”.