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Culpa versus responsabilidad

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La reflexión humana llevó a dividir el entorno y las circunstancias para estudiarlas y entenderlas mejor. Con esto el nivel de conocimiento avanzó considerablemente; sin embargo, esta extrema especialización alejó la comprensión integral de la realidad. En efecto, nada existe por y para sí mismo ni es ajeno a todo lo existente; por el contrario, todo está relacionado y la interdependencia es la característica ineludible de toda la creación.

De la misma manera, ninguna dimensión en el ser humano es independiente o ajena de las otras. Por ello, hablar de cualquier aspecto de la persona es también hablar de su dimensión espiritual y entender la existencia integralmente un factor fundamental para encontrar mejores condiciones de vida para todos y para todo.

La interrelación con todo se da en el límite de cada fenómeno el cual cumple simultáneamente dos funciones: separar y ser el medio de contacto. En esta frontera acontece la existencia, a veces de forma fluida otras conflictivamente, cuando esto sucede, es necesaria alguna condición que permita identificar y valorar la tensión en dicho borde para resolverlo adecuadamente.

Culpa y responsabilidad
Imagen: Andrea de Santis.

Esta condición de posibilidad es la culpa y su función, simplemente identificar la fricción para generar la conducta necesaria frente a cada situación. Así, inmediatamente después de la primera percepción del conflicto, la experiencia humana se encamina hacia una interpretación que se manifiesta disfuncionalmente, como sentimiento de culpa, o funcionalmente, como responsabilidad.

El sentimiento de culpa se concentra en el pasado con una sensación de victimización cuando se es el afectado o de preocupación por la propia imagen si es el agresor. Esta interpretación impide movilizar la existencia, proyecta la atención al pasado, donde nada se puede hacer e impide la proyección al futuro.

La responsabilidad, en cambio, mira la situación en tiempo real, visualiza el daño, propio o ajeno, busca la reparación, suelta la experiencia y se proyecta creativamente hacia el porvenir.

Culpar es una interpretación común y frecuente que se aprende en la cultura y que incluso algunas concepciones académicas fomentan; sin embargo, el resultado que da esta comprensión atrapa la existencia con resultados pobres y de escasa calidad. Muy al contrario, entender los acontecimientos con responsabilidad permite mirar mejor el presente, es un apoyo sólido para lanzar la existencia al futuro y proporciona mejores condiciones de existencia.

Culpa y responsabilidad
Imagen: Riz.

Culpar al destino, al pasado, o a otros por las condiciones de vida personal en un momento dado es considerar que se es un títere a expensas del destino y de los demás, genera autocompasión, paraliza la existencia, interrumpe el progreso y la tragedia domina el horizonte.

En cambio, responsabilizarse de la propia existencia empuja el destino de la persona en la dirección que desea con toda la realidad que le da reconocer las condiciones del medio ambiente, los recursos externos a los cuales puede recurrir, así como las herramientas internas con las que cuenta para hacer frente a la situación.

Responsabilizarse de la propia existencia es dirigir la vida en el sentido que se considera pertinente, del pasado aprende, pero se deja atrás para emplear toda la energía vital en construir un futuro atractivo de acuerdo a las propias expectativas.

Responsabilizarse de la propia existencia es reconocer que ningún evento, por dramático que sea, tiene la capacidad de suyo para detener y frustrar la vida mientras ésta se conserve. Asume que todo proyecto consume tiempo y recursos; requiere de esfuerzo, de constancia y a veces de flexibilidad para adaptarse a situaciones emergentes. Puede renunciar a proyectos concretos, pero nunca a la posibilidad de hacer de la vida una experiencia que valga la pena ser vivida.


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Sálvese quien pueda

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Es innegable que vivimos en una cultura culpígena. Nos ha costado terapia, análisis y miles de narraciones hacernos cargo de eso, pero todavía no podemos darle la vuelta. Es tan ominoso y excesivo como el hablar en diminutivo. Quien tiene la culpa es causante de algo. Para algunos, por ejemplo, Colón tiene la culpa de la colonización y de la explotación de los indígenas americanos. Austria tiene la culpa de que el pueblo mexicano no pueda disfrutar de la contemplación de las glorias del “penacho de Moctezuma”. Quienes no se apegaron al confinamiento de marzo tienen la culpa de que hayan continuado los contagios de COVID-19; las autoridades tienen la culpa de que no salgamos de una eterna meseta, porque no obligaron al confinamiento, pero la voluntariedad del mismo obedece a no querer ser culpables de parar la economía al 100%, porque el gobierno no apoyó con recursos a las familias y porque ¿cómo le íbamos a hacer?

Las autoridades tienen la culpa de que los padres de familia se tiren de los pelos porque ya no saben qué hacer con sus vástagos en encierro, pero si volvieran a clases, tendrían la culpa de una oleada masiva de contagios y de miles de muertes. Los asintomáticos tienen la culpa de andar por ahí ignorando su enfermedad y regando gérmenes; los que ya tuvieron COVID no se ocupan de los que no, porque “ya les dio” y se creen inmunes. El gobierno tiene la culpa de las muertes porque no hace pruebas masivamente y porque el manejo de la pandemia ha sido mentiroso, discrecional y timorato; todos tenemos la culpa si contraemos COVID-19 y contagiamos a nuestros familiares y amigos, porque nos dio culpa faltar a una reunión de cumpleaños/bautizo/boda pequeña (total, esto va a durar mucho tiempo, ¿no?).

sentimiento de culpa
Imagen: The New York Times.

Yo tengo la culpa de parecer un espantajo por cortarme el pelo a mí misma, así como de no reactivar la economía de mi peluquera por miedo a que me contagie, pero si recurro a sus servicios y me contagia, tendré la culpa de ser el foco de contagio de las pocas personas a las que veo. Los que en estos días se fueron a apiñar afuera de las iglesias para festejar a San Juditas tienen la culpa de los contagios en sus colonias, pero si no van, son culpables ante sí mismos de alterar el orden cósmico; lo mismo los que van a restaurantes y dicen “pero si ya se podía, ¿no?”. Si no vamos, seremos culpables de la debacle económica de las familias que viven de eso, y de las ventas. Pensar en la vuelta al semáforo rojo nos da culpa también, pues la economía del país no se va a reactivar sola, pero tampoco vemos a veces alternativas al repunte de contagio… y sentimos culpa por no tomar acciones decisivas.

Y, sin embargo, la culpa es cómoda. Es cómoda porque podemos depositar la responsabilidad de nuestras desgracias en algo exterior. No culpar es un acto disruptivo y de resistencia, porque implica hacerse responsable uno mismo. Y vaya que quizá necesitamos esa autoconsciencia cuando vivimos en el régimen liberal del “sálvese quien pueda”, porque en este país no podemos confiar en la institucionalidad. No incurrir en culpa, para uno mismo, implica autocontrol.

laberinto, preguntas
Imagen: Marketing Directo.

Quien se responsabiliza, toma decisiones. Y las decisiones, siempre excluyen otras opciones. Así, por ejemplo, la decisión de López Obrador de ficcionalizar en sus discursos matutinos, de minimizar los efectos de la pandemia y de construir continuamente cortinas de humo implica una estrategia consciente. Distraer, quizá disminuye la culpa. Pero recordemos que la culpa es cómoda: está en nuestro ser histórico. “Es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja a que entre un rico al reino de los cielos”. “Bienaventurados los pobres”. Yo nomás digo que, ante esta herencia sin criticidad y ante el gobierno que tenemos, la única herramienta es la responsabilidad y el autocontrol. Sálvese quien pueda.


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Culpable o no, ¿existe la culpa?

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Después de hacer algo, como robar, matar, destruir, mentir, molestar… o después de no hacer algo, como no hacer nuestro trabajo, no pagar algo que debemos, no ayudar a alguien que lo necesita… ¿nos sentimos mal?

La mayoría de las veces si nos sentimos mal lo relacionamos con la culpa. Pero, ¿qué es en realidad la culpa?

Es un sentimiento o una emoción negativa que tiene que ver con el desarrollo de la conciencia moral.

Esta conciencia inicia cuando somos pequeños y, por tanto, más susceptibles y vulnerables.

Entonces, desde la infancia nos enseñan en casa, en la escuela, en la televisión, en internet, cómo debemos de comportarnos, qué está bien y qué está mal, y en qué situaciones debemos de sentirnos mal.

A medida que vayamos creciendo, estaremos influenciados por aquellas enseñanzas y actuaremos en consecuencia.

Entonces, ¿la culpa existe naturalmente y forma parte de nosotros, o nos fue impuesta por quienes nos educaron?


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