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La desconexión digital: el derecho a estar fuera de línea

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La revolución digital nos permite estar conectados todo el tiempo, con sus bondades y desventajas, dependiendo si podemos fijar límites y organizar nuestras tareas.

El confinamiento por la pandemia ha trasladado a nuestros hogares, las actividades que hacíamos fuera de casa, como ir al trabajo o a la escuela; pero en muchos casos, sin establecer duración, dando lugar a que nuestros momentos para comer, de ocio y descanso se hayan alterado.

Si bien las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) desafían las fronteras de espacio y tiempo generando beneficios; pareciera que con el uso de plataformas digitales, se nos exigiera tener el don de la ubicuidad, de estar al mismo tiempo en todas partes.

Pareciera haber una necesidad incontrolable de convocar y atender eventos o reuniones virtuales como si su cantidad se tradujera en resultados. Pareciera que nos hubieran impuesto el deber de atender requerimientos a cualquier hora para demostrar que trabajamos y que somos productivos.

desconectarse home office
Imagen: Marichoo.

En el estudio Exhausted, but Unable to Disconnect: After-Hours Email, Work-Family Balance and Identification, realizado por las universidades de Lehigh y Estatal de Colorado en 2017, se descubrió que, en promedio, las personas gastaron ocho horas a la semana, el equivalente a un día de trabajo extra completo, respondiendo correos electrónicos y mensajes de su empleador después del horario laboral.

Estas dinámicas reflejan un traslado de ineficiencias de planeación que existían en el mundo presencial hacia el entorno digital, que debería ser innovador. 

Ya de por sí, en el caso de México, de acuerdo con el Informe de la OCDE Average annual hours actually worked per worker de 2020, nos hemos caracterizado por ser el país donde más tiempo se trabaja con un promedio de 2,137 horas al año, lo que representa 414 horas por encima de la media.

Al respecto, en 2019, la OMS reconoció el síndrome de desgaste profesional o burnout como parte de la Clasificación Internacional de Enfermedades, el cual provoca un estado de agotamiento derivado de un estrés crónico en el trabajo.

La hiperconexión digital ha traído problemas en la salud y bienestar de las personas; por lo que resulta necesario encontrar la manera de aprovechar las TIC para administrar mejor nuestro tiempo, y no ser esclavos de su uso.

Para lograr este equilibrio, el derecho a la desconexión digital en el ámbito laboral se presenta como una alternativa, pues se refiere a la autodeterminación que tienen los empleados para no responder después de su jornada, y el deber del patrón de abstenerse de realizar disposición alguna en tal sentido.

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Imagen: Annemarie Grisen.

Así, por ejemplo, en Francia, desde el 1° de enero de 2017, entró en vigor el derecho a la desconexión que obliga a las empresas a negociar la forma en que sus trabajadores usan los dispositivos electrónicos para cubrir sus actividades laborales, prohibiendo su uso productivo fuera de éstas.

En México, el 11 de enero 2021, se publicó en el Diario Oficial de la Federación, la reforma a la Ley Federal del Trabajo que regula el teletrabajo considerado como una forma de organización laboral subordinada que consiste en el desempeño de actividades remuneradas, en lugares distintos al establecimiento del empleador, porque no se requiere la presencia física de las personas, dado que usan las TIC.

En este cambio legislativo se incluyó la referencia al derecho a la desconexión digital para garantizar a los trabajadores el respeto a su descanso, permisos y vacaciones, así como a su intimidad personal y familiar fuera del tiempo de trabajo.

Como dice una frase que leí por ahí “casi todo vuelve a funcionar si lo desconectas un momento, incluso tú”. Quienes trabajamos, una vez concluida nuestra jornada, tenemos derecho de distraernos en lo que queramos, y en el caso del entorno digital, a estar fuera de línea, para disfrutar de nuestro tiempo y espacio.


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Reforma al Teletrabajo dice el qué pero no cómo aplicarlo

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Según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) a agosto del 2020, 44.8 por ciento de las grandes empresas se fueron al esquema de Home Office. Mientras tanto, 19 por ciento de las Pequeñas y Medianas Empresas (PyMEs) también recurrió al trabajo en casa y hasta 7.1 puntos porcentuales de las micro lo hicieron.  De ahí entonces, surgió la necesidad de la puesta en marcha de una reforma en materia de Teletrabajo que atienda las nuevas necesidades del  mercado laboral.  Pero, ¿a qué se refiere?

Teletrabajo a agosto del 2020: Fuente: INEGI.

Según la Ley Federal del Trabajo, el Teletrabajo es:

“una forma de organización laboral subordinada que consiste en el desempeño de actividades remuneradas, en lugares distintos al establecimiento o establecimientos del patrón”. 

Y es que el pasado 11 de enero, el Diario Oficial de la Federación (DOF) publicó un decreto por el que se reforma el artículo 311 y se adiciona el capítulo XII Bis de la Ley Federal del Trabajo en materia de Teletrabajo. No obstante, como lo indicó Ivonne Vargas, representante del Centro de Estudios para el Empleo Formal (CEEF),  ahora se requiere un cambio cultural porque la legislación dice el qué, pero no pone de manifiesto el cómo. 

En entrevista para El Semanario, Ivonne Vargas, adscrita al CEEF y autora del libro “Contrátame”, explicó que México estaba atrasado con relación a la legalización del trabajo desde casa. Agregó que este formato laboral ya estaba en la práctica y que aumentó hasta el doble durante la pandemia de COVID-19. ¡Ahora las barreras no son cortas”

“Era indispensable que entraramos al teletrabajo como economía y mercado de trabajo, no podíamos quedarnos atrás, íbamos un poco tarde”, señaló la psicóloga industrial. 

Ivonne Vargas. Fuente: S-Mart

Reforma al Teletrabajo: un camino que apenas inicia 

Para Ivonne Vargas, la regulación al Teletrabajo tendrá grandes retos dirigidos a las empresas del país. Esto, sobre todo porque deberán hacer frente a nuevos esquemas de empleo en busca de una mayor productividad y en medio de golpes bastante fuertes a la economía.

La integrante del CEEF aseguró que la modificación y los anexos a la Ley Federal del Trabajo únicamente es lo mínimo e indispensable. En este sentido, advirtió que es importante analizar y profundizar cada apartado de la reforma. 

“Lo que vemos en la ley es lo mínimo e indispensable del Teletrabajo. Lo importante es cómo desmenuzar algunas cosas sobre cómo lo está llevando el patrón y cómo lo está llevando el empleado”, apuntó la especialista. 

De acuerdo con la modificación legal, las organizaciones que empleen el trabajo en lugares distintos a las oficinas deben hacer cambios en sus contratos y en las obligaciones de los patrones. Así, según el artículo 330 E de la legislación,  los jefes tienen la responsabilidad de :

-Proporcionar los equipos necesarios para el Teletrabajo 

-Recibir el trabajo y pagar los salarios en la forma y fechas estipuladas;

-Asumir los costos de servicios de telecomunicación y la parte proporcional de electricidad;

-Llevar registro de los insumos entregados a las personas trabajadora

-Implementar mecanismos que preserven la seguridad de la información y datos;

-Respetar el derecho a la desconexión al término de la jornada laboral;

-Inscribir a las personas trabajadoras al régimen obligatorio de la seguridad social;

-Establecer mecanismos de capacitación y asesoría necesarios.

No obstante a lo anterior, Ivonne Vargas puso de manifiesto que todavía quedan varios vacíos en la normatividad. Anexó que en la Ley falta el establecimiento de sanciones, una regulación fiscal, la administración del pago proporcional a los servicios del empleado, así como el registro de sus bienes y funciones. 

Por parte de los empleados, la psicóloga industrial señaló que se requiere un uso responsable de las herramientas empleadas para laborar desde casa y un mayor conocimiento sobre qué hacer en caso de que sus centros laborales no acaten las nuevas reglas. 

Teletrabajo ante la pandemia de COVID-19: Fuente: Aristegui Noticias.

Teletrabajo: un esquema tan importante como complejo

Dada la importancia del tema, el CEEF emitió —incluso antes de la publicación del DOF— un decálogo de lo que debería ser y aportar el Teletrabajo dentro de la República Mexicana. En el documento al que este medio tuvo acceso, se resaltan aspectos como contratos con los lineamientos laborales y el derecho a la desconexión digital fuera de la jornada. 

Ivonne Vargas expresó que regular el Teletrabajo trae consigo grandes ventajas en materia laboral. Entre las más importantes destacó la reglamentación de un esquema que ya se llevaba a la práctica, una posible detención al número de despidos, mayor flexibilidad y una revisión de las relaciones entre el “patrón-empleado”. 

Y aunque la psicóloga industrial afirmó que establecer mayor trabajo en casa podría ser un camino a fin de que México mejore su competitividad, todavía faltan muchos pasitos por dar. Todos ellos dependen, en gran medida, de la capacidad que tienen las empresas para adaptarse a nuevos escenarios. 

Finalmente, es importante resaltar que la reforma en materia de Teletrabajo debe ser afinada y estudiada a mayor profundidad, ya que como bien lo indicó la representante del CEEF, en muchas ocasiones “el gobierno y la administración pública camina en una dirección distinta a las necesidades de las empresas”. 

Todos necesitamos balance de vida personal y vida profesional

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Quizás como nunca, o por lo menos en los últimos 100 años, hoy se requiere que la gente que trabaja con nosotros y uno mismo tenga el mejor balance de vida personal y profesional que podamos alcanzar.

No hace mucho leí un artículo en la que había una declaración de alguien conocido (no lo voy a citar para no darle un lugar que no se merece), que decía que era imposible lograr un balance de vida personal y vida profesional; en su momento lo critique fuertemente en mis redes sociales y lo seguiré haciendo. Esta afirmación la hizo alguien que hoy tiene menos de 40 años y obviamente le falta mucha, mucha experiencia profesional y mucha más experiencia personal. Así que, sin lugar a dudas, les puedo asegurar que sí es posible lograr un buen balance de vida personal y vida profesional.

Soy muy insistente en poner vida personal y vida profesional, porque leo por todos lados que se habla de balance de vida y trabajo, yo mismo caí en esa trampa, como si el trabajo no fuera vida. Cuando lo es todo, desafortunadamente, para mucha gente.

La semana pasada tuve la oportunidad de dar una charla para la Asociación de Empleados del Banco Interamericano de Desarrollo sobre este tema y la verdad de las cosas, asumiendo la responsabilidad que el caso ameritaba, me preparé muy bien, leí varias decenas de artículos al respecto, escuché y vi blogs en varias plataformas, me leí capítulos de libros sobre la materia, etc. Debo decir que, en muchas ocasiones, disfruto tanto dar las conferencias o talleres como investigar para los mismos. Siempre aprendo estudiando y de ahí muchas veces salen nuevos artículos, nuevas conferencias y nuevos talleres.

vida en balance
Imagen: Attorney Artwork.

Así que ahora les comparto algunos de mis principales hallazgos y pongo a su disposición la presentación completa en mi perfil de LinkedIn.

Empiezo presentando un par de definiciones de lo que se entiende por el concepto, para que todos estemos en la misma línea:

“… Es el equilibrio significativo y confortable entre la esfera laboral y la esfera personal (familia, amigos, salud, diversión, etc.) en la vida de un individuo”.

“Encontrar el equilibrio adecuado entre el trabajo y la vida diaria”.

A nivel de antecedente, comento que, según diversas fuentes, el estrés laboral (es la respuesta que puedes tener ante la sobrecarga de trabajo, conflictos con tu jefe, tus compañeros de trabajo, las pocas oportunidades de promoción o al no tener control sobre las decisiones en el trabajo) es padecido hasta por el 70% de las personas que tiene un empleo.

Hasta cierto punto es buena la presión del estrés por el trabajo. Lo que se conoce como eustrés (estrés beneficioso), pero demasiado estrés durante mucho tiempo no es bueno para la salud personal y muy malo para las organizaciones, ya que las personas con un alto nivel de éste es muy probable que no tomen buenas decisiones, comentan errores, tengan accidentes, etcétera.

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Imagen: Pawel Jonca.

Otro antecedente que se volvió más relevante a partir de la pandemia es que las nuevas tecnologías permiten disponibilidad de los empleados las 24 horas del día; el miedo a perder el empleo y la cultura nociva del trabajo han convertido las jornadas de trabajo en interminables, por lo que se vuelve cada vez más difícil alcanzar un equilibrio entre lo laboral y lo personal.

Sin embargo, todos los expertos están de acuerdo en una cosa: tener un equilibrio de lo personal y lo profesional genera efectos positivos en la salud física, mental, e incluso profesional.

Aunque no podemos hablar de que existe el equilibrio perfecto. Cuando hablamos de balance, podemos imaginarnos teniendo un día de trabajo productivo y pasar el resto del día con la familia, los amigos y/o haciendo lo que más nos gusta.

Desafortunadamente no siempre será posible el balance, el trabajo y tiempo personal podrán variar de un día a otro, por eso es importante que identifiques tus prioridades, tiempos y te puedas adaptar a los cambios constantes para lograr tus metas.

Y aunque no siempre podremos tener equilibrio personal y profesional, al final del día somos nosotros los que tenemos la responsabilidad más grande: nuestras propias vidas, por ello puedo decir que tú eres, en buena medida, accountable de tu buen o mal balance. Recomiendo enormemente leer el reporte de la investigación sobre “el Índice para una vida mejor” elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), donde México, junto a Colombia, resultan ser los países con los niveles más bajos en el “Balance vida-trabajo” de entre 40 países analizados. Con una calificación cercana a 1 sobre 10, mientras que los Países Bajos, Italia, Dinamarca, y España obtienen las mejores calificaciones (OECD Better Life Index).

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Imagen: Mantas Gr.

Una de las conclusiones más relevantes del estudio de la OCDE señala que “cuanto más trabajen las personas, menos tiempo tendrán para dedicarlo a otras actividades. La cantidad y la calidad del tiempo libre son fundamentales para el bienestar general de las personas y pueden generar beneficios adicionales para la salud física y mental”.

Por lo anterior, es fundamental poder identificar cómo estamos invirtiendo o sólo usando, las 168 horas (24 horas por siete días de la semana) que tenemos a nuestra disposición semanalmente.

En un escenario ideal tendríamos que decir que debemos invertir 40 horas en el trabajo y 56 en dormir, por lo tanto, ya sólo nos quedan 72 horas para todo el resto de las actividades que no tienen que ver con lo laboral: comidas, aseo personal, labores en el hogar, deporte, pasatiempos, entretenimiento, leer, convivencia con pareja, hijos/hijas, familia ampliada, amigos, mascotas, redes sociales, labor filantrópica, etcétera.

Aquí hay cinco preguntas que nos tendríamos que hacer: ¿estoy trabajando mucho más de 40 horas?, ¿estoy durmiendo menos de 56?, ¿cómo estoy usando o invirtiendo el resto de mis horas disponibles?, ¿estoy contento o satisfecho con el uso que le estoy dando a mis 72-168 horas?, ¿estoy usando correctamente mis horas en el trabajo?

De la suma de todo lo que leí, hay una serie de recomendaciones para mejorar el balance de vida personal y vida profesional que les comparto:

sobrecarga de trabajo
Imagen: Savatage.

Más flexibilidad laboral;
Apoyar a los colaboradores con más tecnología;
Establecer límites;
Alentar al personal a tomar vacaciones;
Irse a la hora acordada de la oficina;
Apoyar los tiempos de la familia;
Ayudar al personal a cuidar su vida personal, preocuparse por su bienestar;
Dejar la puerta abierta: ser empático, tratar a los demás como ellos quieren ser tratados, hablar de sentimientos;
Hacer una lista de lo que se tiene y quiere hacer cada día;
Ser realista;
Saber priorizar porque todos los días quedará trabajo para mañana;
Evita llevar trabajo a casa. Eso incluye el celular (móvil);
Respetar horarios;
Programar tiempo para descansar, recargar energía todos los días;
Cuidar y planear los días libres.

¿Y tú tienes un buen balance de vida personal y profesional? Si piensas que no, ya sabes lo que tienes que hacer. Te aseguro que no te arrepentirás de siempre buscarlo.


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El espacio de trabajo del futuro: lo mejor de dos mundos

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Como consultor de comunicación organizacional en Contexto, el trabajo con mis clientes en los últimos meses me ha llevado a reflexionar sobre cómo serán las oficinas en el futuro. Después de todo, la COVID-19 ha cambiado la forma en la que nos desenvolvemos en el trabajo. Cuando termine la pandemia, ¿seguiremos trabajando en los mismos tipos de espacio que antes?

Algo afortunado durante esta emergencia sanitaria es que estábamos más o menos preparados para continuar con el trabajo corporativo desde nuestros hogares. Pero si es así, ¿por qué no lo habíamos hecho antes?, ¿por qué seguimos dedicando 2, 3 o 4 horas al día a transportarnos entre el trabajo y la casa?

Piénsalo, ya no estamos en el siglo XX cuando lo que nos ataba a los escritorios era una cosa muy sencilla: el papel. Toda información organizacional se registraba en papel, y viajaba en los clásicos sobres amarillos, teníamos inmensos espacios para archivar información, la gestión documental y los tiempos de respuesta era una pesadilla, y sólo podíamos soñar con la tecnología de videollamadas en tiempo real que usaba Súper Sónico para comunicarse con el Señor Júpiter, o Bruce Wayne para hablar con sus compañeros desde la Baticueva.

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Imagen: Haley Tippmann.

La tecnología se ha desarrollado a una velocidad inimaginable. Nos permite generar y enviar información con un solo clic y colaborar con nuestros equipos en documentos en tiempo real (yo, por ejemplo, en este momento estoy escribiendo en un documento en la nube). Podemos vernos en videollamadas y usar una amplia gama de herramientas para colaborar y mantenernos conectados.

Pero, si el papel era lo que nos ataba a las oficinas, entonces la respuesta a mi primera pregunta sería otra más: ¿un mundo sin papel puede llevarnos a un mundo sin oficinas? Creo que no del todo, y permítanme ponerme imaginativo por un momento.

Las videollamadas son una gran herramienta, pero también pueden ser un medio demasiado frío o contrario a la creatividad y al trabajo en equipo. Entre fallas técnicas, cámaras apagadas y la necesidad de una interacción mucho más ordenada le terminamos por restar a las experiencias en equipo. La realidad es que la espontaneidad que permite un espacio físico con varias personas reunidas es muy difícil de igualar. La conexión virtual aún no permite la calidad de conexión interpersonal que se puede dar en espacios presenciales. 

Creo que hemos creado en la narrativa colectiva una falsa concepción de que las videollamadas son la herramienta que nos llevará al verdadero trabajo a distancia. Y por supuesto que ayudan, pero también pienso que no lo son todo. Entonces, ¿cómo se verán los espacios de trabajo del futuro?

Me parece que el espacio de trabajo del futuro será: 

Híbrido.
Digital.
Enfocado en resultados.
Descentralizado.

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Imagen: Alicia Borges.

Híbrido

La oficina con la que podríamos alcanzar ese ideal es un híbrido. Me gusta pensar que podríamos implementar varias medidas para aprovechar lo mejor los dos mundos: el presencial y el virtual.

Imagínate edificios corporativos mucho más pequeños, con menores gastos inmobiliarios y de servicios, que funcionen como un centro de reunión para el trabajo en equipo, más que como el centro del universo. Según The Economist, en su artículo Is the office finished? (https://www.economist.com/leaders/2020/09/12/is-the-office-finished),  este modelo cambiaría incluso el panorama urbano, al que tanto nos hemos acostumbrado con sus grandes torres corporativas llenas de escritorios, hacia uno más amigable para un estilo de vida más centrado en el bienestar de los trabajadores, mejor movilidad e incluso algo de recreación.

Digital

El trabajo en casa, por otro lado, nos permitiría no sólo aprovechar las tan solicitadas videollamadas, sino combinar diferentes tecnologías, que ya tenemos hoy en día, para lograr un equilibrio entre vida personal, oficina presencial y trabajo remoto: espacios inmersivos, juegos, juntas formales e informales, realidad virtual, realidad aumentada, recorridos en línea, con el desarrollo tecnológico de esta era las posibilidades son casi ilimitadas.

tele trabajo
Imagen: El Colombiano.

Enfocado en resultados

Una de las razones por las que, a pesar de toda la tecnología, el mundo corporativo se había negado a migrar a las casas es la necesidad de control. Tener a sus colaboradores a unos cuantos pasos les da una sensación de control a quienes ocupan puestos gerenciales y directivos. 

Pero ahora ya no es la época de los Tlatoanis. Debemos transformarnos ante la posibilidad de una gestión basada en resultados y una mayor autonomía de los individuos y los equipos para gestionar sus actividades diarias. Esto me lleva a mi siguiente punto.

Descentralizado

Si abrazamos de verdad un modelo de trabajo híbrido, podríamos aprender a desarrollarnos en una dinámica de liderazgo que libere y aproveche el talento de los equipos, con puestos directivos y gerenciales que definan líneas de trabajo y cultura, con un rol de apoyo a equipos autogestionables, empoderados en todos los aspectos para la toma de decisiones sobre su trabajo.

En cualquier caso, es importante que las organizaciones construyan las capacidades de comunicación y colaboración de sus colaboradores y equipos de trabajo necesarias para florecer en un entorno así. Si lo logran, tendremos lo mejor de los dos modelos de trabajo y el resultado podría ser muy favorecedor para los trabajadores. Si Bruce Wayne y Súper Sónico tenían lo mejor de los dos mundos en sus programas de aquel entonces, ¿por qué no tenerlo nosotros ahora?


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Acciones prácticas y necesarias postpandemia

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En mayo de este año compartí en las páginas de El Semanario una larga lista de acciones que se deberían considerar para manejar de la mejor manera posible la pandemia que aún seguimos viviendo. Ahora, a partir de ese artículo, me quiero referir sólo a algunas que me parecen claves para tener éxito postpandemia, tomando en cuenta lo que ha sucedido en estos cinco meses.

Empiezo reforzando el hecho de que hay que entender que el dicho de que “los problemas de casa, se quedan en casa”, nunca fue cierto, y hoy se ha demostrado con muchos días, semanas y meses de teletrabajo que es totalmente falso. Como nunca en la historia laboral moderna podemos afirmar que los problemas de casa van al trabajo y los del trabajo van a la casa… Y no pasa nada, así es la vida y hay que vivir con este hecho.

Debemos dejar muy claro que el trabajo remoto o teletrabajo llegó para quedarse y que es una responsabilidad compartida entre los empleadores, la familia y el empleado definir como lo hacen más placentero y sostenible en el tiempo. Cómo mejorar y mantener las condiciones óptimas de trabajo desde casa considerando el equipamiento del espacio, mobiliario, luz, sonido, internet, etc.

home office covid
Imagen: Yataka.

Ante lo inminente, hay que negociar –si aún no lo han hecho– las condiciones de trabajo de quienes se quedarán en sus casas de forma permanente, y no estoy pensando en reducir prestaciones, beneficios o mucho menos el salario, estoy pensando en readecuar los paquetes de compensación total.

Ante la pandemia, todas las organizaciones ya identificaron áreas de oportunidad para hacer recortes de personal y reducir gastos. Seguramente ya lo hicieron algunos que pensaban serían temporales y ahora habrá que evaluar si serán permanentes, si aún no lo hacen: háganlo pronto.

Ya aprendimos que muchos trabajos de cuello blanco se pueden hacer desde casa y se harán de forma definitiva. Según la OIT vamos a pasar de 4% al 30% de trabajadores haciendo teletrabajo entre el 2019 y el 2021. Hay sectores que todo mundo decía que no se podían hacer desde casa y ya ven, en medicina, es impresionante lo que se ha avanzado, y lo que se avanzará.

En contraposición, diversos estudios afirman que sólo 5% de los trabajadores menos calificados podrán hacer trabajo remoto.

aislamiento, pandemia, covid
Ilustración: Fidel Sclavo (Clarín).

Como jefes, como líderes, no debemos esperar que nuestra gente que está haciendo teletrabajo se encuentre conectada toda la jornada. Diversos estudios previos a esta situación ya habían demostrado que estar conectados ocho o más horas es altamente improductivo. Hay que dar varios espacios (mínimo cuatro) en el día, y respetar un tiempo razonable para la comida. Lo recomendable es estar “presente” máximo seis horas frente a la computadora en el día, y entender que no hay que hacer mucho o nada de micro-administración a nuestros colaboradores. Es un gran momento para dejar que la gente tome más decisiones por su cuenta, tenemos que trabajar y mucho en empoderar y delegar mucho más. Dejar que nuestra gente crezca.

Esta pandemia nos trajo una gran noticia: se acabó el mito de la oficina como un lugar mágico, un lugar que era necesario para que pasarán muchas cosas, que ahora se ha demostrado que pueden pasar y más, sin ellas, y por ello tenemos que evaluar de qué espacios vamos a prescindir en nuestras oficinas, si un determinado número de empleados trabajará de forma permanente haciendo teletrabajo. Como referencia, les comento que un estudio de una reconocida universidad inglesa dice que una buena parte de las empresas podría reducir hasta el 30% de espacio en las oficinas de forma inmediata y todo lo que eso implica, gracias al teletrabajo.

Ante la nueva realidad y lo que vendrá, hay que revalorizar algunos puestos de trabajo y ciertas áreas de la organización, como logística y el área de sistemas y tecnología. Pienso que recursos humanos puede volverse a convertir en un área estratégica para las organizaciones.

trabajo, creatividad
Imagen: Marketing Directo.

También deben, si no lo han hecho, evaluar qué funciones, procesos e inclusive áreas pueden subcontratar local, regional, nacional o internacionalmente. Algunos expertos señalan como claras áreas de oportunidad todo lo relacionado con IT, nóminas, y todos los procesos muy repetitivos y/o que no son estratégicos para función central de la organización.

También tendremos que llevar a cabo cambios en las estructuras organizacionales que pueden implicar una sustitución más rápida de baby boomers por personas de las generaciones “X” y “Y”, ante la falta de capacidad de los primeros para adaptarse a todos estos rápidos cambios.

Algunas consideraciones finales:

-Hay que estar con la mente abierta al cambio y a la modernización, de forma permanente.

-Éste es un excelente momento para tomar decisiones “ahora o nunca”.

-Todo lo que hagamos de corto plazo tiene que estar enfocado a generar utilidades.

-En el corto plazo las cosas estarán horribles, pero les aseguro que el futuro es muy prometedor.


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Música de fondo

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Una realidad es que todos tenemos que trabajar, ya lo sabemos. Y otra realidad es que, en este periodo de confinamiento, quienes hemos podido quedarnos en casa no dejamos de luchar contra los sonidos del exterior que “invaden” nuestras videoconferencias. “Se compran colchones…”; “bísquetes calientitos”, “la patita de pollo, señora” y el nunca ausente “tamales oaxaqueños” componen el fondo sonoro de nuestras reflexiones de la tarde noche. ¿Y antes? Antes no falta que hagamos espacio y logremos la privacidad requerida para un examen, una reunión importante, porque enseguida uno puede contar con que abajo surgirá el ruido propio de un aserradero, taladrarán la banqueta o bien, vendrá la marimba, la tambora, la trompeta o cuando menos, la tímida vocalización de alguien en un estudio cercano.

La realidad es que ésta es nuestra música de fondo ahora. A muchos nos alegró la marimba en alguna tarde taciturna de sábado; a muchos nos dio pesar ya no tener monedas para arrojarle (por enésima vez) al cilindro que trascendió sus céntricas fronteras y llegó a colonias en donde nunca antes había sido escuchado. Todos estos sonidos entrañan para mí una paradoja: por un lado, representan lo perentorio de nuestra condición; por otro encarnan la lucha por la subsistencia (y vaya que el sonido de la tambora subsiste aun cuando uno cierre todas las ventanas para poder hablar). Son sonidos que me remiten al egoísmo (de unos, de otros), a la fragilidad de la frontera entre el espacio público y el espacio privado y a la encarnizada batalla que se puede representar en la frase: “el que grita más fuerte, gana”.

musica de fondo
Ilustración: Slack.

La realidad es que en la oficina no se oía tanta alharaca… ¿O sí? ¿O sería que el peso de nuestra cotidianidad de aquel entonces nos hizo sordos a los sonidos del entorno? La contingencia nos hizo redescubrir nuestro espacio en casa que, parece mentira, pero para muchos no era tan cotidiano como el de trabajo. En la oficina idealmente no éramos interrumpidos por el ladrido del perro o el grito del niño del vecino. Eso es lo que redescubrimos: a los que habitan alrededor, incluidos los músicos callejeros que llenaron el espacio público con sus notas. Recuerden esto: si están a punto de comenzar una reunión virtual, en cualquier momento el cilindro les puede traer las notas de “Las mañanitas”.

Si la vez pasada decía que los fondos virtuales salvaron a los desordenados o a los de paredes desnudas o descascaradas, contra los sonidos del exterior no hay blindaje: aunque se pueda silenciar el micrófono, tarde o temprano tendremos que hablar. Si damos clase, la experiencia resulta en suplicio. Hace poco una amiga compartió un artículo sobre el cansancio que implican las reuniones virtuales porque, como decía hace quince días, no podemos “leer” ese lenguaje que no es el oral, sino que es el perlocutivo. Si el otro se rasca, si me mira de frente, si voltea para todos lados, está emitiendo señales que estoy preparada para decodificar. Pero cuando veo un minúsculo cuadrito con una imagen de alguien muy compuesto en su fondo virtual y ocultando todo lo que pasa debajo de la línea del busto, lo único que puedo es hacer suposiciones. Si ve hacia abajo, probablemente esté anotando o quizá esté comentando lo que digo, con algún amigo, en WhatsApp. O quizá se esté durmiendo.

Pero los sonidos de fondo que la calle en tiempos de pandemia nos trajo, a diferencia de este nuevo régimen de visualidad, son absolutamente sinceros: nada los tapa, nada los disimula ni vela sus intenciones… aun cuando apaguemos el micrófono, nosotros los escuchamos, invaden nuestro campo auditivo, nos quitan la atención y puede que nos estresen más o, en todo caso, nos relajen. Los sonidos de fondo de la pandemia conquistaron, ciertamente, nuestro imaginario; poblarán nuestro recuerdo, desatarán otros tantos y evocarán los conceptos de lucha, pervivencia y, a veces, hasta solidaridad.


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Fotos de pantallas. Las nuevas formas de sociabilidad

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Enfrentamos todos los escenarios: desde el “a mí no me va a pasar” hasta el “Fulanito tiene COVID”. Estos escenarios, en la medida en que la cercanía de la amenaza se diluyó para convertirse en realidad, nos hicieron pensar muchas cosas. Desde qué tan sano es ver a alguien, aun con todas las precauciones, hasta el temor a que ese alguien se sienta discriminado si le decimos que mejor esperamos dos o tres semanas para encontrarnos. Para quienes han podido guardar el confinamiento en lo más posible, desde trabajo hasta relaciones con amigos, plataformas como Zoom Teams, Webex, Facetime o Facebook Halls han representado el único medio de contacto con sus seres queridos y no tan queridos.

¿Cómo se replantea día con día nuestra sociabilidad? La sociabilidad es una tendencia de la vida (Maurice Agulhon). Sociabilidad y socialización no son lo mismo; como nos explica Willian Chapman Quevedo, …la sociabilidad estará atada a una relación innata, algo muy espontáneo, mientras que la socialización se presenta como la forma en que los individuos se relacionan en busca de sus intereses. Así, la sociabilidad es “la forma lúdica de la socialización” (Rivière). Las formas en que la sociabilidad se aborda se imbrican con las de la socialización, sin embargo, la sociabilidad, en tanto necesidad humana, plantea maneras diversas y un tanto líquidas de manifestarse, de lo cual es prueba esta etapa que estamos viviendo. Por ejemplo, los códigos y etiquetas de interacción en todas las plataformas que nos han permitido trabajar en línea se caen cuando las usamos para socializar con amigos. Sacamos el vino, no importa estar ostensiblemente en pijama, no importa que familiares o mascotas se inmiscuyan en la reunión… Es decir, que los tipos de sociabilidad se definen a partir de las plataformas existentes y éstas dependen, como hemos visto, de las circunstancias, la tecnología, las posibilidades económicas, etcétera.

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Ilustración: Matteo Farinella.

Los códigos de actuación en el trabajo a distancia, decíamos, están cada día mejor planteados: se levanta la mano, se comparte pantalla, se plantean preguntas en el chat, se procura un escenario ordenado y neutro (dependiendo de la actividad a la que uno se dedique). Los fondos virtuales salvaron a los desordenados o a los que viven en un entorno más castigado materialmente: se puede ver una biblioteca, la torre Eiffel o una nebulosa, pero nunca un muro descascarado, un librero escueto o el desorden de la sala cuando se tiene hijos. Asimismo, los fondos virtuales ocultan a los otros miembros de la familia que, aun cuando respeten en todo el derecho a la privacidad del que trabaja a distancia, deben ir al baño o pasar a la cocina por agua.

Esta contingencia abrió nuestras casas –o incluso el espacio más íntimo, nuestras recámaras– a los ojos del público (salvo que se use un fondo virtual). Expuso nuestro desorden o nuestra manía de orden excesivo, dejó a la vista de otros a nuestras mascotas, hijos, padres o hermanos; abrió la posibilidad a otros de echar un ojo a nuestros gustos y posibilidades en la decoración de interiores, permitió a los padres escuchar las clases de sus hijos.

Mucho se ha escrito en torno a esta violación a la privacidad, que lo es en todos sentidos: para muchos, “el que nada debe, nada teme”; pero otros no tienen la situación tan sencilla. Vetar el video durante un webinar no es de mala educación (lo digo con sorna, nadie fue educado para esto), pero estar en una reunión de trabajo con pocas personas implica el dejarse ver, aun cuando uno no quiera. Escuchar la clase, la junta o la conferencia del otro porque se está en la misma casa no es lo habitual, como tampoco lo es pensar que el orador, del otro lado de la pantalla, no está pensando en dirigirse a públicos tan amplios ni tan variopintos.

Caras vemos, circunstancias no sabemos: “… la esfera cultural es considerada por el sociólogo francés Pierre Bourdieu (2000) como una esfera autónoma del ámbito social, que no está determinada por las directrices económicas sino dominada por el ámbito simbólico cultural. Ahora bien, lo innegable es que la desigualdad reconocida por Bourdieu (…) entre capital económico y cultural estará presente en las formas de sociabilidad. Por lo que es necesario preguntarnos si el capital social entra a mediar dichas desigualdades, es decir, si las relaciones sociales equilibran la balanza entre los capitales” (Chapman Quevedo, op. cit.).

sociabilidad digital
Imagen: Mladen Penev.

Hablamos de capitales culturales, sociales, económicos e intelectuales, sino es que de otros más. Las pantallas negras durante una clase o una sesión de algo no necesariamente revelan desinterés o falta de compromiso: muchas veces revelan circunstancias sociales, económicas y familiares que no estábamos preparados para desvelar ante nuestros públicos virtuales. Estas desigualdades se hacen más patentes en ámbitos de mayor tensión, como reuniones de trabajo o clases y se distienden cuando se trata de reuniones de amigos o familiares.

Si antes, cuando se daba la oportunidad de reunirse con amigos, clausurábamos la sesión con una foto de grupo y un abrazo, hoy las formas de sociabilidad que nos impone la pandemia implican la foto de la pantalla con todos los participantes. Hacemos constar que nos vimos, que compartimos, que socializamos. Lo cierto es que nadie quiere convertir su monitor en la ventana para toda expresión de la sociabilidad, de manera permanente, pues el mismo escenario que tenemos al reunirnos con seres queridos es el del trabajo, muchas veces, el del estudio y el de las compras en línea.

Lo que hay que reflexionar es que nadie nos dijo cómo actuar ante esto. Lo fuimos aprendiendo día a día durante estos meses de confinamiento y, para algunas cosas, nos resultó funcional. Protegemos al otro, a costa de exhibir nuestros espacios y circunstancias más íntimos. En cuestiones laborales, se entiende que los equipos se mantienen unidos a partir de muchas motivaciones que provienen del líder o cabeza, pero también a partir de complicidades horizontales que se extienden en el terreno del lenguaje perlocutivo, y ése sólo se manifiesta para el otro en lo visual y en lo táctil: es necesario vernos. Los guiños entre colegas se han sustituido por mensajes de WhatsApp comentando lo que sucede en una reunión. Cierto, la forma es nueva y surgió de la necesidad de cercanía y de comunicación. Así sucede también con las tomas de fotos de pantalla en donde un grupo de amigos se despide después de un rato. No hay abrazos, no hay besos, pero hay rostros cercanos y queridos, formados en una cuadrícula, esperando el momento de volver a las formas de sociabilidad de antaño.


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La capitalización digital de la pandemia

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Con lo vivido durante esta pandemia se ha catalizado de manera forzada la adopción digital, así que no puedo evitar recordar mis inicios profesionales cuando me quitaba mi envestidura de informático para hacer la administración del cambio, predicando el evangelio tecnológico, y pretendiendo con ello convertir a las organizaciones en usuarios potenciales de sistemas que les permitieran lograr un mejor desempeño y control de sus procesos. En esos tiempos decíamos que la brecha generacional era un gran reto, ya que la resistencia de las personas “maduras” al uso de la tecnología era grande y requería de la contratación de especialistas en la administración del cambio para poder hacer transformaciones digitales dentro de las empresas.

Sin embargo, nunca hubiéramos imaginado que llegaría un COVID-19, el cual ha incentivado la adopción tecnológica de una forma no sólo inmediata sino intuitiva, prueba de ello es que diariamente tenemos millones de personas conectándose a internet para que sus hijos tomen clases en línea, tener videoconferencias de trabajo, hablar con familiares, hacer banca en línea, comprar el súper, e incluso tener reuniones sociales (virtual partys), todo ello ha hecho que plataformas como Zoom, Facetime, Skype, Amazon, Facebook, Uber Eats, Rappi, entre otros, se vuelvan imprescindibles para el desarrollo de la vida diaria.

capitalizacion digital
Imagen: Lead Business.

Pero bueno, lo interesante es predecir cómo se desarrollará la economía de los países ahora que, incluso aquellos ciudadanos que todavía eran temerosos de tener una vida digital más activa, tuvieron que dejar sus miedos a un lado –o reemplazarlos por otro mayor que es el miedo al contagio– ante la eminente necesidad del distanciamiento social presencial. Seguramente este 2020 veremos superada por mucho la cifra de 11 mil millones de pesos del hot sale 2019; no olvidemos que tan sólo en 2019 México ya había crecido más del 28% su comercio electrónico en comparación con 2018.

Lo cierto es que los nuevos hábitos de teletrabajo, educación a distancia, compras en línea, etc., están haciendo que las medianas y pequeñas empresas hayan acelerado su presencia digital, lo cual ha desencadenado que inclusive gigantes como Amazon se reinventen, porque si bien es cierto que este último ya tenía una presencia muy madura en Internet, también es cierto que el incremento de la demanda en las entregas lo está llevando no sólo a eficientar su logística, sino su modelo de costos, ya que los gastos aunados a las medidas de protección para sus empleados, a fin de evitar contagios del COVID-19, llevan consigo una serie de costos adicionales que se estiman en 4,000 millones de dólares.

Tecnologías como el 5G –transporte de datos–, la nube –procesamiento y almacenamiento–, la Inteligencia Artificial –analítica–, podrían representar en su conjunto un incremento de hasta 16 trillones de dólares del PIB mundial, según estudios de PriceWaterhouseCoopers.

Por lo anterior, no sólo es importante, sino imperativo, un esfuerzo conjunto del gobierno, la academia, la iniciativa privada y la sociedad, que permita a México capitalizar los habilitadores de negocio que la tecnología ofrece para la reactivación económica del país.


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