Construyendo sueños

Tres ideas básicas sobre depresión laboral

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No sé si soy un triste con vocación de alegre, o viceversa.

Lo que sé es que siempre hay algo de tristeza en mis momentos más felices,

al igual de un poco de alegría en mis peores días.

Mario Benedetti.

Trabajar diariamente en un entorno positivo suele ser uno de los principales objetivos de las empresas que conozco. Aunque aún hay algunas que no tienen interés en cambiar las prácticas, podría afirmar que en casi todas aquellas que conozco, se preocupan y ocupan de que su personal tenga una buena percepción laboral, evitando así, el problema de la rotación. De hecho, la Organización Mundial de la Salud, en su Hoja Informativa del mes de octubre de 2017, estima que en el mundo, hay más de 300 millones de personas con algún tipo de depresión, la cual, en gran medida, proviene del estrés que le causa su actual empleo.[1] Este dato, lo acompañamos con una serie de ideas generales sobre la depresión laboral, la cual desencadena (entre muchos otros males) graves problemas de salud mental.

IDEA 1: La depresión cuesta mucho dinero

La misma Organización, calcula que al año se pierde alrededor de 1 billón de dólares por la baja o nula productividad de los trabajadores. Por ello, extiende una serie de recomendaciones, en donde exhorta a las empresas a promover acciones en beneficio de sus colaboradores, entre las que destacan el compromiso de la Dirección General para estimular ambientes sanos, en donde no haya discriminación de ningún tipo, y se les ayude en momentos de crisis personales (con permisos y ayuda a la altura de las situaciones); además de asegurar una completa inclusión de las personas (sin importar el puesto que ocupen), dentro de los roles y actividades de la empresa, siempre siguiendo y rigiéndose por los valores de la empresa.

IDEA 2: En México también hay gente “depre”

Así, la OMS define una serie de actividades que se podrían seguir para mejorar el entorno laboral mundial. Así, en México, también se ha hecho costumbre presentar anualmente, casos de depresión en los trabajadores, uno de los males más comunes en esta época, repercutiendo en las operaciones diarias de miles de empresas. Alan Barrell, miembro de la Sociedad Mexicana de Neuropsiquiatría y director médico de Lundbeck México, indica que “la depresión es una enfermedad asociada con síntomas como tristeza o irritabilidad, entre otros, que impacta significativamente la vida de las personas que la padecen y debido a que la depresión no es diagnosticada oportunamente o a tiempo, pueden pasar de 8 a 14 años para que este problema muestre complicaciones secundarias”.

Ahora, esto aunado a la falta de logros profesionales, puede desencadenar que una persona pase de 8 a 14 años, hablando mal de todo el mundo. Imaginemos que en la misma empresa hay 30 trabajadores, de los cuales destacan dos líderes: uno que practica con el ejemplo y defiende una causa que para la mayoría de las personas, se nota justa y objetiva, pero también está la persona deprimida que hará todo lo posible (de manera consciente o inconsciente) por demostrar a los demás su descontento con la empresa, desmotivar a los demás, indicando (a veces, sin justa razón) todos los puntos negativos, e incluso, formará historias malas sin conocimiento de causa.  Ahora, si la OMS calcula que hay 300 millones de personas depresivas en el mundo… imagínense lo que harán en el mundo, si se encargan de desmotivar a todo aquel que se cruce en su camino.

IDEA 3: La depresión se cura

Si según la misma Organización, en nuestro país, el 4.5% de las personas padecen depresión, estamos hablando de que aproximadamente 5.5. millones de mexicanos andan por ahí, creciendo la apatía y desestabilizando empresas, familias, negocios y cualquier lugar en donde se paren. Tristemente, la mayoría de estos no sabe que padece una enfermedad y que pueden ser curados dependiendo de las condiciones y las capacidades para mejorar como seres humanos dentro del entorno en que se desenvuelven. Por ello, es ideal que si conocemos a alguien cuyo desempeño no es ideal o ha decaído de manera abrupta, nos demos unos minutos al día para escucharlo. Seguramente, sin necesidad de ser psicólog@s, encontraremos la causa o el motivo de su irritabilidad y/o descontento. No es necesario formar grupos de autoayuda, ni ser del “club de los buena onda”, simplemente podríamos escuchar para entender el mundo de esta persona. Quizás está pasando por un mal momento, quizás algo no sale como él quiere, o simplemente, está llevando un problema a cuestas. Podemos ayudar si le escuchamos.

No sólo podemos evitar desgracias, también podemos detener ciertas conductas que no nos llevan a nada bueno y que, por el contrario, demeritan el éxito empresarial de cualquier persona, en cualquier nivel. Recordemos todos los casos que hemos visto sobre personas que dejan sus empleos de un momento a otro, o de las personas que vemos en la televisión y realizan comentarios sin fundamentos. Ahora más que nunca tenemos que encontrar a las personas negativas en nuestro entorno y tenemos que escucharlas, no para pensar peor, sino para ayudarla a entender que es cierto, el mundo, el trabajo, la familia y todo suele complicarse en algún momento de la vida, pero que con amigos y buena comunicación, todo puede mejorar… y si eres de los que crees que no es cierto… estoy a tus órdenes en cualquiera de mis redes sociales: Twitter, Facebook, LinkedIn e Instagram: @FerenzFeher

[1] Organización Mundial de Salud, Hoja Informativa: “Salud mental en el trabajo”.  Octubre 2018.

Propósito, hábito o sistema

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Las personas por naturaleza queremos cambiar. Es una constante dentro de nuestro ADN. Normalmente, nos enfocamos en la posibilidad de crear un entorno mejor, de cambiar algo que quizás nos ayude a ser los mejores en cualquier ámbito; mejores esposos, mejores padres, profesores, arquitectos o simplemente, mejores seres humanos.  Por ello, irremediablemente, esperamos que inicie el año para cambiar. Pero, ¿en verdad lo logramos?

De acuerdo con los estudios de la Universidad de Psicología de Scranton, Pensilvania, sólo el 8% de las personas que intentan cambiar algo en sí mismas lo logran. El 92% restante, deja en algún momento del año la meta inicial por múltiples razones, entre las cuales destaca la falta de motivación y de resultados a corto plazo. ¿Cómo podemos cambiar esa realidad?; ¿Qué hace falta para alcanzar esos propósitos?

Personalmente y dedicando mi vida a la transformación empresarial, considero necesario que cambiemos primero el modo de ver nuestros propósitos y que no sea la meta lo que veamos, sino el proceso para lograrlos. Es decir, considero que es más importante el crear hábitos y sistemas de acción que ayuden a alcanzar esas metas. Claro que es maravilloso el sentimiento de lograr un objetivo, pero para la gente que aún no sabe por dónde se empieza, considero más valioso dejar a un lado el fin y concentrarse más en las actividades necesarias para alcanzarlo.

Con esta propuesta, estamos dando un pequeño giro a nuestro pensamiento; idealmente, para romper con el paradigma: “No puedo cumplir mis propósitos” por el de “Crear un hábito/sistema que me ayude a lograr X objetivo”.  Los pasos a seguir dependen del hábito a romper o el sistema a crear para llegar a la meta.

Recordemos que, según la Real Academia Española, un hábito es el “Modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas” y un sistema es un “Conjunto de reglas o principios sobre una materia racionalmente enlazados entre sí”. Parecería lo mismo, pero no lo es, la diferencia está en que el hábito es una acción que se sigue racional o irracionalmente, mientras que el sistema, en sí, es una serie de actividades que se hacen con todo el conocimiento de causa. Ambos son repetibles, pero dependerá del sistema que utilices para lograr ese hábito.

Por ejemplo, un corredor que quiere participar en un maratón necesita entrenar y para ello, es necesario crear el hábito de correr el tiempo y la distancia de acuerdo a un sistema que alguien más ha probado y le ha funcionado. Si yo quisiera seguir al pie de la letra dicho sistema, podría o no funcionarme; de ahí la importancia de adecuar ese sistema conforme a mis preferencias. De la misma manera, un escritor de libros podrá terminar una novela después de cierto tiempo si se dedica a ello. El hábito será la escritura y el sistema dependerá de cada escritor, si define como sistema el crear una, cinco, diez o veinte páginas diarias, por semana, etc.

Por ello, es necesario modificar tus hábitos y crear sistemas que te ayuden a alcanzar la meta definida, con estos sencillos pasos:

  1. Define el sistema que te hace feliz. Está comprobado que cuando no se ven los resultados positivos, la gente se desmotiva y pierde el rumbo.
  2. Crear sistemas a largo plazo. Si bajaste dos kilos el primer mes, ¿dejarás a un lado el propósito?, ¿no sería mejor seguir ese sistema para ver cuánto más puedes bajar?
  3. Busca retroalimentación para mejorar tu sistema. No creas que es perfecto todo lo que haces, mejor piensa en un sistema perfectible y sigue adelante.

Finalmente, los sistemas y los hábitos son personales, al igual que los propósitos; por ello, es mejor trabajar en lo que te funcione y no creer que son métodos infalibles. Muchas personas hablan de que después de 40 días, la mente se modifica en cuanto a hábitos y sistemas, pero recordemos que todos los seres humanos somos distintos y capaces de cambiar en menor o en mayor tiempo. Mahatma Gandhi decía al respecto: Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos porque se convertirán en tus hábitos y cuida tus hábitos porque se convertirán en tu destino.

Dejando a un lado la procrastinación

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Todos los días vemos a alguien (o incluso a nosotros) que tiene mucho trabajo, pero empieza el día viendo videos de YouTube, revisando el time line de su Facebook y el de sus amigos, e incluso, buscando contenido, memes y/o cualquier actividad improductiva. Un par de horas después es momento de tomar café y de escuchar música. Cuando llega el medio día, es hora de empezar a trabajar, pero un par de horas después, el ritmo se detiene porque ha llegado la hora de la comida… y es un cuento de nunca acabar, en donde el aplazar las fechas de entrega o los compromisos estipulados cambian de manera abrupta, debido a la falta de resultados.

Muchas personas la practican, sin saberlo. Se dice que los mexicanos somos expertos en ello, aunque también hay de otras nacionalidades.  Seguramente conoces a alguien que es lo mejor que hacen todo el tiempo e incluso, es lo único que le sale bien. El mal alcanza a todas las esferas económicas del mundo. Todos en algún momento hemos sentido ese fantasma rondando en la oficina, en la empresa y/o en nuestra casa. Estamos hablando de la procrastinación y de sus resultados.

Ciclo de la procrastinación

Para entender todos los términos, hablamos de la procrastinación como uno de los males modernos que padece mucha gente en todo el mundo. Según la Real Academia Española, la procrastinación es el acto de diferir o aplazar las acciones. Es el arte de aplazar todo para otro momento o el difícil hábito de empezar cuando está a punto de llegar el temido dead line. Son acciones que pueden parecer irresponsables en la mayoría de los casos, pero en general, son conductas auto-reguladas, las cuales son definidas por la evasión de ese deber u obligación, por miedo a fracasar, por indecisiones, o bien, por querer esperar hasta que no haya más que hacer, que hacerlo.

¿Cuántas veces hemos escuchado el “como buenos mexicanos… hacemos todo hasta el último momento”?; ¿Viene en nuestro ADN?; ¿Por qué somos así? La respuesta más simple es: por el nivel de procrastinación que estamos acostumbrados a manejar en nuestras vidas. Nos gusta vivir al límite. ¿A quién no?

Según Joseph Ferrari, vocero de una organización de Psicología en Estados Unidos, afirma que es un fallo en la auto-regulación de algunas personas, principalmente en aquellas que caen fácilmente en conductas sociales como las actividades placenteras, las recompensas inmediatas y el bajo desempeño en sus tareas. Son conductas que bien pueden evitarse, pero que los procrastinadores prefieren antes que agendar y controlar las actividades del día a día.

Por eso, comparto algunos tips que podrían ayudar a la hora de cambiar ese hábito:

  1. Establece una meta específica, accesible y realista.
  2. Toma una decisión y comunícala a tu equipo de trabajo.
  3. Crea una rutina positiva que te ayude a alejar todo tipo de tentación.
  4. Anota las ideas que debes evitar en tu mente.
  5. Busca siempre la cara agradable de lo desagradable.

Por ello, si eres una procrastinadora o un procrastinador, tienes que poner especial atención en el tema del aburrimiento, ya que suele pasar que todo empieza en el “estoy aburrido de hacer…, de ver…, de leer…”, por lo que hay que evitar las justificaciones, los argumentos que te absuelven o que te permiten no lograr tus metas. Mientras más practiques estas actividades, será más rápido tu triunfo. Lo mejor es que empieces lo antes posible, porque recuerda que dicen por ahí “no dejes para mañana, lo que puedes hacer hoy”.

Cantar lo bueno

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Las personas felices no hablan mal de los demás.

Se preocupan en mejorarse a sí mismos.

De acuerdo con Cliff Arnal, profesor del Centre for Lifelong Learning, adjunto a la Universidad de Cardiff (en Reino Unido), el tercer lunes de enero es considerado como el “día más triste del año 2018”. Esto se logró definir hace unos años por medio de una fórmula en la cual intervenían variables como el sueldo, el clima, las vacaciones e incluso, el volver a la “normalidad” de la oficina. Dentro de estos factores, las personas creyeron fielmente el descubrimiento, ya que lo “avalaba” una institución reconocida por sus avances científicos. Pero en realidad, sólo fue una estrategia publicitaria que utilizó una agencia de viajes para detonar sus ventas, confesando, incluso, que se les había pagado a los científicos y sociólogos que reconocían dicha ecuación como veraz, para aparecer en el comunicado oficial de la agencia publicitaria. A pesar de que ese mismo año el profesor Arnal salió a desmentir que sea un día considerado con tal carga emocional, desde hace trece años se le reconoce al tercer lunes del año como el más triste del año.

Por otro lado, la Organización de las Naciones Unidas, en el año 2012, declaró el 20 de marzo como el Día Mundial de la Felicidad, publicando un estudio en donde se miden variables sociales, económicas y de bienestar, donde se realizaron encuestas a los habitantes de 155 países, preguntándoles sobre el nivel de felicidad que mantenían. Cada año surgen países más y menos felices, pero en sí, todo radica en la percepción que cada habitante tiene para sí mismo. De esta manera, se llegó a la conclusión de que Noruega es el país más feliz del mundo, gracias a los avances en la calidad de vida de sus habitantes y, México, contrario a lo que todos pudiéramos pensar, ocupa desde el año pasado, el lugar 25.

día más feliz

Y no es que veamos el vaso medio lleno o medio vacío. Al final de cuentas, hay muchas variables para llegar a esos resultados, en ambos casos; tanto para ser considerado como el día más feliz del mundo, o el más triste. El verdadero secreto está en cómo vemos no sólo esos días, sino todos los demás. En un negocio o empresa convivimos con colaboradores que normalmente, mantienen una actitud positiva, digna del día más feliz del mundo, pero también pueden tener episodios tristes o con cualquier otra connotación emocional.

¿Cómo se logra mantener la mente positiva?

  1. No te tomes las cosas personales, recuerda que dos cabezas piensan diferente y por ello, tenemos que respetar las opiniones, si queremos que respeten la nuestra. Recuerda la frase: “personas razonables podemos diferir”.
  2. Difunde actitudes asertivas que guíen y motiven al personal a una meta en común.
  3. Comprende los estímulos y entornos de quien está pasando un mal día e intenta ayudarle.

Al final de cuentas, nuestra actitud será modificada por cómo vemos la vida y la manera en que respondemos ante los cambios repentinos. Son variables que necesitamos hacer a un lado. Tenemos que unir fuerzas porque los retos que se vislumbran los vamos a superar uniendo nuestros corazones en una sola voz, no importando si trabajamos en el escenario más feliz o el más triste. Hay que cantar lo bueno que pasa en el país y compartir juntos todos nuestros triunfos.

2018: ¿Valdrá la pena invertir?

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Me han llamado loco muchas veces en el año, porque al preguntarme “cómo vi a México este año”, siempre dije que estábamos bien. No somos una potencia mundial, eso lo sé y sería necio si lo afirmo, pero estoy seguro que nuestro país, pese a todas las estadísticas y panoramas del mundo, fue uno de los mejores equilibrados en materia económica. Sí, lo sé, hubo momentos de incertidumbre, de cambios intempestivos en la moneda, en la inflación y demás indicadores comerciales que en un segundo refutarían mi opinión, pero señores, yo quiero decir que estuvo bien, porque soy una persona sumamente positiva y porque me consta que el crecimiento empresarial está en camino.

No se trata de pintar un escenario hermoso, lleno de luz y personas sonriendo. Conozco lo que le duele a mi país como cualquier otra persona, pero a pesar de ello,  quiero seguir diciendo y creyendo que México va bien. Me gusta verlo así y estoy seguro que la mayoría de las personas que leerán esto, me darán la razón. Soy de los que siguen creyendo que si lo creemos, en algún momento, lo crearemos. Si queremos ver un país lleno de corrupción, de pobreza y violencia, lo tendremos y si creemos que México es fuerte, lleno de ideas, de trabajo y de soluciones, entonces también tenemos la razón.

Miremos en retrospectiva: un presidente que desde su llegada al poder ha despotricado en contra de los mexicanos seguirá despotricando, mientras lo escuchemos. Ahí seguirá y ahí estaremos nosotros, Si quieren cambiar las condiciones comerciales de nuestros tratados internacionales, que lo hagan; tenemos mucha creatividad para resolverlo. Si en 2018 cambia o no el color de nuestro máximo gobernante, que cambie. Nosotros tenemos que trabajar en nosotros mismos. Tenemos muchos errores que podemos ver como francas oportunidades de mejorarnos a nosotros mismos. ¿Cómo? Por medio de propósitos reales que podamos alcanzar.

En la Universidad de Sacron, Pensilvania, hace un par de años se llevó a cabo un estudio que analizaba el compromiso de las personas con sus propósitos del año. Para sorpresa de muchos, el bajar de peso, el ahorrar dinero y el ser más organizado resultaron tres de los objetivos a cumplir que más se repitieron y que sólo el 8% de los encuestados alcanzó todas sus metas.

Por ello, es mejor no sentirse mal y poner manos a la obra para desarrollar esa idea innovadora, porque más allá de tener buenos o malos gobernantes, si son años electorales o si las condiciones comerciales internacionales nos tratarán bien, tenemos que soñar y cumplir nuestros propósitos. Por ejemplo, con mi columna Construyendo sueños quiero INSPIRAR e impulsar los sueños de crecimiento personal.

De esta manera y gracias a todos los que se han acercado y me han preguntado sobre el panorama del próximo año, les quiero decir que sin duda, hay que invertir en un negocio, en una franquicia, en un emprendimiento, en nuestra familia. Hay que buscar siempre ser mejores seres humanos, alcanzando metas y ayudando a un mayor número de personas a alcanzar sus objetivos personales en materia de salud, educación, vivienda, etc.

Por seguir el primer ejemplo y cazarlo con la idea de que la mayoría de las personas no alcanzan sus objetivos a la hora de proponerse bajar de peso, nos está diciendo sutilmente, que tenemos una población del 98% de personas que estarían muy agradecidos si les ayudamos a conseguir un espacio para bajar de peso de manera sencilla y disminuir la obesidad y/o la diabetes, como un gimnasio o un centro para realizar actividades deportivas. Si queremos ayudar a las personas a cumplir sus objetivos en materia de organización, podríamos crear o franquiciar un negocio enfocado sólo en el reforzamiento de las actitudes y aptitudes de cada persona, como por ejemplo, un centro de idiomas.

La idea general que quiero dejarles este fin de año maravilloso, es que todos tenemos la capacidad de cambiar a nuestro México, a nuestro mundo, sí y sólo sí nosotros hacemos un examen de conciencia y nos cambiamos a nosotros mismos de una vez por todas. ¿Te acuerdas que en septiembre éramos otras personas? México era otro, lleno de compromiso, empatía  y unión. ¿Por qué es necesario que existan desgracias para sacar lo mejor de uno mismo?  Es momento de cambiar desde ahora y ser más proactivos, es momento de invertir, de buscar y de ayudar.

¡Felices fiestas!

El carnicero que buscaba la verdad

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En el pueblito, un señor en la calle grita al carnicero mientras huye asustado:

―¡¡Corre!! ¡¡Ahí vienen!!

El carnicero se desabotona la camisa, entra corriendo a su local y toma un machete.

― ¿Quién viene?

―No sé, pero ahí viene…

El carnicero, machete en mano, avista el problema y corre tras el señor que le dio el aviso. Lo detiene y le grita:

―No sabes de qué o quién corres. ¿Y así sigues corriendo?

Recobrando el aliento, explicó: ―Es que el de la peluquería salió corriendo, cerró su local y nos gritó a todos los que esperábamos el camión para ir a trabajar. Unos se regresaron, otros, como yo… empezamos a gritar… Le grité a mucha gente. Perdóneme…

Dicho esto, levantó más la mirada. Unas dos calles atrás venían cuatro señoras llorando, Las cuatro gritaban:

―¡¡Ahí vienen, ahí vienen!! Mientras les hacían con señas a todos que cerraran las puertas y ventanas de todos los que se asomaban a ver quién venía.

En un minuto, las calles se volvieron desiertas. El carnicero, más enojado que nunca tomó el machete y le dijo al señor que lo había alertado desde el principio:

―Tú detén a las señoras. Yo voy más allá.

Vio de frente a las mujeres, quienes buscaban llamar la atención: ―Son muchos camiones de pandilleros. No podrá contra ellos ‒le decían‒ no se vaya, mejor enciérrese ahí en la carnicería.  Haciendo caso omiso, no tardó en llegar al centro del caos. Más allá de la peluquería, justo en la parada de transporte, estaban aparcados dos camiones de turistas que venían de una peregrinación. Escuchó cómo los choferes platicaban entre ellos. Se detuvieron por insistencia de los clientes, quienes habían escuchado hablar del pueblo más inocente del país: ese.

En eso, cuando todos en el pueblo se escondían, un reportero cubre la nota, observa a alguien que va rumbo a la parada del camión.  Toma una foto y esa noche envía la nota que, al día siguiente, aparece en primera plana: “Carnicero loco, machete en mano, busca venganza”.

¿Cómo se llamaba el pueblo? ¿Y el carnicero? ¿Sabes las respuestas? (…)

Futuro

Esta mini ficción es una de las tantas historias de miedo y caos que nos han contado. La gente, en conjunto cumple con la función de ser portadora de malas noticias, porque irremediablemente, siempre son más fácil de esparcirse. Sin fuentes, ni un portavoz que sea capaz de detener las teorías, especulaciones y posibles malas interpretaciones de la gente, es sencillo llegar a este momento de total desinformación. Noam Chomsky habla del verdadero propósito de los medios masivos de comunicación cuando dice: El objetivo no es tanto informar o reportear lo que ocurre, es dar forma a la opinión pública de acuerdo a las agendas del poder corporativo dominante.

Así se alinean los argumentos y las personas susceptibles o desinformadas, se crean la historia en sus cabezas. El resultado es del todo conocido: versiones sin sustento, información sesgada por aquí y allá. Al final, la gente que corre a dar malas noticias no se detiene a pensar sobre lo que pasará. En una ocasión, leí el cuento de Gabriel García Márquez de la señora que decía que “tenía un mal presentimiento”. ¿Lo han leído? Empieza por un rumor y termina con un pueblo entero. La información es una de las armas más poderosas que tenemos y es nuestra responsabilidad dar a conocerla sólo si sabemos de lo que estamos hablando. De lo contrario, la pólvora se esparce y creamos caos, o como dicen por ahí “esparciendo pánico, terror y miedo”.

¿El TLC se firma o no? ¿Perdemos o ganamos? ¿Saben de verdad qué ocurrirá en cualquier caso? Habrá que esperar, porque de lo contrario, no podemos decir si será la mejor opción mantenernos dentro, o bien, si será mejor salir de él para encontrar otras oportunidades. ¿Qué color ganará las elecciones del 2018? Aún no llegamos a ese día, por lo cual, por favor, no hay que difundir especulaciones. Aún tenemos que esperar, porque lo que ha de ser… será.

Eduardo Galeano concluiría este orden de ideas diciendo que: Habitamos un mundo al revés por la sencilla razón de que es un mundo que recompensa la especulación y castiga el trabajo. Entonces es un mundo al revés porque recompensa al revés, recompensa lo que debería castigar y castiga lo que debería recompensar.

Deshonestidad: ¿está en nuestros genes?

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Así los niños aprendían que el ser humano se esforzaba por ser perfecto,

y que los errores eran el camino para llegar a tal condición.

Entendían perfectamente el valor de la corrección, del enderezarse, del pulimentarse.

Huehuetlatolli (Reunión de consejos que daban los viejos sabios aztecas).

Los aztecas o mexicas fueron una de las civilizaciones más fuertes en materia de organización. La educación oficial de los niños iniciaba a muy corta edad, pero eran sus padres los primeros en guiarlos de manera correcta por medio de códigos sociales que eran transmitidos de generación en generación. La crianza de niños sanos emocionalmente aseguraba ciudadanos responsables, carentes de dudas y miedos. De esta manera, el niño crecía cobijado con cariño, consejos y autoridad. Los valores transmitidos eran clasificados, ordenados y tenían que ser puestos en práctica constantemente, este conocimiento milenario era conocido como el Huehuetlatoli y abarcaba aspectos como control ante el hambre, la sed, calor, frío, dolor, etc. Si un niño podía dominarse a sí mismo tendría grandes posibilidades de convertirse en una persona con una personalidad ecuánime, digna de la sociedad azteca.

Aunque con la llegada de los españoles destruyeron esa civilización y que debido al mestizaje perdimos autonomía y nuestros genes se combinaron de manera diversa, la nueva sociedad cambió en cuanto la manera de criar a los primeros mestizos. De hecho, se cree que por esta combinación, nuestra crianza fue modelada de manera imprecisa, llena de defectos y entre ellos el que más destacaba era el  de la deshonestidad.

Reunión de sabios
Huehuetlatolli.

Por generaciones hemos sido instruidos y profesionalizados en “esconder la mano” después de tirar una piedra, en buscar la manera más fácil, en “tranzar” o no avanzar. Es lo que nuestros padres veían en su tiempo de niños; las mentiras piadosas, los cheques sin fondos, las “mordidas”, la corrupción. Todo lo vieron y lo dejaron pasar, porque si hacían algo al respecto, seguro vendrían represalias. Si uno lo hizo y le salió bien el “bisne” (…), ¿por qué yo no lo voy a hacer? Parecería el pensamiento de todos los padres de ésta y otras generaciones. Así nos educaron a nosotros y esa bola de nieve que no se detuvo, ahora venía con mayor fuerza y de maneras desproporcionadas; alcanzando a todos los niveles de la sociedad, en todos los ámbitos: culturales, económicos, políticos, familiares… todo tiene tintes de corrupción a estas alturas de la vida y por eso, YA NO CONFIAMOS EN NADIE.

Uno de los temas que más me llaman la atención en los negocios es precisamente el nivel de confianza que hay entre los colaboradores de una empresa y sus jefes. La falta de valores ha acrecentado la percepción de abuso y deshonestidad en todos los niveles; así, los colaboradores creen que su jefe es un “tranza” y, el jefe da por hecho que tiene que cuidarse de todos, pero MÁS de sus colaboradores. Otros casos igual de graves, pero no más lejanos son en aquellas empresas en donde el robo interno es un tema de todos los días. Estamos viviendo épocas en donde parecería que el ser deshonesto o incluso robar, está permitido o simplemente no es mal visto. Peor aún intentar levantar una demanda muchas veces nos lleva a pérdidas de tiempo y gastos en organismos en donde también hay burocracia y corrupción. Son círculos viciosos infinitos que inclusive la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), preocupado por el nivel de corrupción en el país, en el año 2015 elaboró el Análisis de la honestidad en México: Tomando una postura más firme ante la corrupción, en donde resalta que es uno de los principales problemas que sufre el país. De hecho, 50% de las empresas consultadas dijeron que es el principal obstáculo que tienen a la hora de hacer negocios. Esto representa más de 11% del promedio de los demás países que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.

De acuerdo al blog especializado en corrupción “Opina”, se muestran dos estrategias que, en lo particular, considero que sería lo más factible para combatirla:

  1. La estrategia voluntaria, en donde se mitiga por deseo propio la corrupción.
  2. La estrategia institucional, en la cual se creen leyes que incentiven la desaparición de la corrupción.

Si bien el problema es una serie de acciones arraigadas de varias generaciones, es momento de frenarlo en seco. ¿Cómo? Siendo honestos en nuestras acciones y exigiendo que todos los que estén en nuestros círculos cercanos lo sean. Sé que es, hasta cierto punto una utopía, pero si pensamos lo que estamos haciendo y lo que nuestros hijos vivirán, podría ser un aliciente para frenar nuestros pasos y analizar nuestro comportamiento. Éste tiene que ser un compromiso colectivo más allá de comprar o no comprar piratería, o descargar música ilegalmente. Es una ola que si no superamos, llegará el día en que nos ahogue. Si a raíz de los acontecimientos del 19 de septiembre cambiamos como sociedad, ¿qué esperas para ser mejor persona? Recuerda que como dijo el escritor hindú Jiddu Krishnamurti: “No es saludable estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma”.

Fuentes:

Andrés de Olmos (comp.), Huehuetlatolli.

“Blog Opina”, 2016.

Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), 2016, http://www.oecd.org/centrodemexico/inicio/

Ser Glocal

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México es el futuro. Cada vez que voy recuerdo lo grande que es. No es un país, es un mundo propio, un mundo completo, la diversidad, su riqueza, no sólo la riqueza de sus paisajes, también la de su gente. La variedad de sus tradiciones, su cocina, su cultura… es un mundo en sí.
Taleb D. Rifai, Secretario Mundial de Turismo.

Imagina que hay un concurso y te piden definir con una sola palabra la Globalización. Ya que la tienes, se te pedirá hacer una demostración en donde tienes que explicar con frases sencillas las ventajas de vivir bajo el precepto global… ¿Lo tienes? ¡Compártelo!

Para mí, la globalización es velocidad. El ritmo en los avances tecnológicos ha cambiado durante los últimos años, y mientras la radio tardó casi cuarenta años en tener a sus primeros 50 millones de usuarios, la televisión 13 y el Ipod tan sólo 4, las redes sociales lograron que Facebook en un año lo lograra y que Twitter tardara siete meses y medio después de su creación para alcanzarlos.

La velocidad es el secreto. Nunca antes habíamos tenido tantas innovaciones en nuestras vidas. La medicina, la tecnología y los avances en las formas de hacer negocios nos demuestran que cada vez podemos hacer todo más rápido. Las noticias que están posteadas al otro lado del mundo, se viralizan con un solo clic. Jamás habíamos vivido tantos cambios en tan poco tiempo, tantos estudios sobre temas para los cuales antes teníamos que consultar a los expertos en sus libros publicados y/o por medio de entrevistas realizadas. Las opciones tampoco eran fáciles a la hora de comunicarnos entre nosotros; hace poco veía con mucha nostalgia un video en donde les dan una tarea sumamente sencilla a un grupo de niños de diferentes latitudes del planeta: tomar unas monedas y llamar a un número anotado en un papel. Ninguno supo hacerlo.

Quizás algunos de ustedes tampoco realizaron este tipo de llamadas, o quizás sí, pero con tarjetas electrónicas de prepago ¿Se acuerdan cómo estaba de moda tener tarjetas con diferentes diseños? El estrés que vivíamos por no tener a la mano una de ellas, o bien, por ver que estaba a punto de terminar nuestro crédito… Ese tipo de experiencias que ya casi nadie vive gracias a la globalización de la tecnología; la cual no sería la misma sin la adaptación en las localidades. A esta tendencia se le llama glocal, definida por el sociólogo Roland Robertson como la “interpretación de muchos aspectos de la realidad, en los que opera como una fuerte influencia, la interacción entre las dinámicas globales y locales”.

Dicho concepto nace del término japonés dochakuka, palabra que sale del dochaku, o mejor dicho, del que “vive en su propia tierra”. Esta expresión es retomada por primera vez en la década de los ochenta por sociólogos y economistas que analizan el impacto de una persona, grupo, comunidad, empresa u organización que piense globalmente, pero que actúe localmente; esto es, la adaptación de peculiaridades de cada entorno, haciendo producciones diferentes de acuerdo a las localidades.

¿Cómo aplica la glocalización en una empresa?
Digamos que un empresario de Sudamérica tiene una cadena de restaurantes exitosa en su país, pero un día, su competencia graba directamente un suceso desagradable en una unidad. En menos de una semana ese video se viraliza y pierde más de la mitad de sus ganancias en la semana. ¿Cómo contrarrestar esa respuesta negativa? ¡Sencillo! Con respuestas desde Medio Oriente en donde una empresa experta en materia de posicionamiento orgánico elimine poco a poco el rastro de dichas publicaciones. ¿Se puede? Claro, sólo es cuestión de adecuarse y ser glocal ante las soluciones propuestas.

Otro de los ejemplos claros en esta materia es el que hace un par de años se realizó en un municipio de Pachuca, en donde gracias a la geografía del lugar y a las iniciativas ecológicas gubernamentales, se adaptó un modelo de bicicletas eléctricas a los policías de algunas regiones específicas, de esta manera, se disminuyó el gasto público y de paso, la contaminación.

Así, hemos llegado a la tropicalización de conceptos, en donde un McDonalds en Francia puede vender sus tradicionales hamburguesas en baguettes, o en donde Starbucks en China adecuar sus productos para vender productos locales. La importancia de la tropicalización y de la velocidad con que uno responda es la clave para hacer de esta tendencia, un éxito en cualquier parte del mundo.

Esta tendencia es un ejemplo más de lo que tenemos que pensar a la hora de salir a hacer negocios con otros países, no debemos vernos “pequeños” en materia de sueños, tenemos todo para ser una potencia y es momento de demostrarlo como personas y empresarios; nuestra capacidad para reaccionar, la velocidad con la que encontramos respuestas, la riqueza cultural, los sitios turísticos… tenemos todo para pensar global y actuar local.