El cuento de la Economía

La ineficiencia de los bienes y servicios públicos

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Por un lado, la ineficiencia es un adjetivo y hace mención a la carencia de eficiencia; y por el otro, los bienes y servicios públicos son de libre acceso a todo el mundo (es decir, que no se puede restringir su uso), son ilimitados (su uso por una persona no limita el uso por otros interesados). Por lo tanto, los bienes y servicios públicos no son ni excluibles ni rivales.

Aunado a lo anterior, dentro de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM) se establece en la fracción III del artículo 115 que los Municipios tendrán a su cargo las funciones y servicios públicos siguientes: “a) Agua potable, drenaje, alcantarillado, tratamiento y disposición de sus aguas residuales; b) Alumbrado público; c) Limpia, recolección, traslado, tratamiento y disposición final de residuos; d) Mercados y centrales de abasto; e) Panteones; f) Rastro; g) Calles, parques y jardines y su equipamiento; h) Seguridad pública, (…)”.

El costo de todos y cada uno de esos bienes y servicios se paga en su totalidad de los impuestos que pagamos, ya sea en ingreso (ISR) o al consumo (IVA), entre otros. A lo que se refiere con el texto a su cargo las funciones y servicios públicos debería implicar responsabilidades su mala aplicación. Porque dinero para todos los bienes y servicios hay, el problema es que se subcontrata o licita a modo y es cuando nos enfrentamos a carencias y/o ausencias de dichos bienes o servicios, lo cual deriva en problemas que se van haciendo cada vez más grandes, la violencia en la CDMX, en este último gobierno, es el claro ejemplo a esta situación.

Otro ejemplo es que no hay quien rumbo a su casa, no sepa ya de memoria los baches de las calles aledañas; eso nos habla de algo “curioso” y hasta “chistoso”, pero hablamos de que no se están ejerciendo correctamente los recursos. Pasa tanto tiempo que los baches se vuelven un vecino conocido. A veces crece o va llenado con la misma basura que no se recoge.

De ahí mi solicitud de que deberían implicar responsabilidades el uso de recursos públicos, actualmente hay “acceso a la información” y la llamada “rendición de cuentas”; sin embargo, no pasa nada por saber quién no hizo bien su trabajo. En casa, después del sismo del pasado 19 de septiembre, se generó una fuga de agua, y pasó más de mes y medio para que la repararan, aunque cabe mencionar que dejaron el hoyo que hicieron para repararla. Entiendo que se están restableciendo los servicios poco a poco, pero ya que fueron podrían haberlo hecho bien. Éste será un nuevo bache que formará parte de nuestro andar diario.

Desafortunadamente, quienes dan este tipo de servicio sienten que están haciendo un favor, cuando no entienden que es de nuestros impuestos que se paga tanto el material con el que trabajan, como el salario que ganan, son ineficientes en toda la extensión de la palabra; y cómo no serlo si sus superiores, como el Jefe de Gobierno de la CDMX, está pensando más en sus aspiraciones presidenciales que en la implementación correcta de todos y cada uno de los servicios que debe ofrecer.

Y no hablemos del servicio de seguridad pública, en el cual está totalmente rebasada la capacidad gubernamental para poder brindar dicho servicio a la ciudadanía. Contamos actualmente con el cuerpo de seguridad pública más ineficiente y nos enfrentamos a temas de corrupción sin precedentes. Las noticias en este sentido son tan frecuentes que causan desinterés por el poco alcance que tiene el castigo a los responsables; es tan frecuente y cada vez más cercano el tema de los asaltos, que la única justificación es que se debe al nuevo sistema de justicia; pero incluso con las limitantes de dicho sistema, si existiera una prevención y una atención adecuada, eso realmente inhibiría los hechos delictivos.

No cabe duda que la importancia de Gobierno en la economía es sumamente trascendental, el consumo (subcontratación para brindar bienes o servicios) es nodal para que se reactive la economía. Pero si en vez de eso, nos estamos enfrentando a procesos de licitación a modo, a corrupción, es que no se pueden generar los incentivos económicos necesarios. Por lo tanto, es impostergable que se haga eficiente el uso y manejo de los bienes y servicios públicos.

En verdad es un tema que parece imposible de cambiar. Sin embargo, debemos encontrar los mecanismos (o crearlos) para lograr que cada peso destinado a bienes o servicios públicos pueda monitorearse en relación a que se gastó y qué empresa brindó el servicio.

Pérdida del poder adquisitivo del salario

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Vámonos al tema de los ingresos y propiamente al tema del salario mínimo en México, mismo que es de 80.04 pesos por 8 horas de trabajo al día en todo el país, y ese salario es vigente a partir del 1 de enero de 2017; y que fue autorizado por la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos.

Dentro de dicha resolución, propiamente en el Considerandos Sexto, me llama la atención lo siguiente: “(…) Salario mínimo e inflación (…) requiere que la interpretación que los agentes económicos den al incremento en el salario mínimo no tenga efectos negativos sobre la formación de expectativas. Para ello, es necesario que dichos incrementos, de adoptarse, sean moderados e interpretados no como un ajuste en el costo de vida, sino como un cambio en el precio relativo de la fuerza laboral con menores percepciones”.

Contemplando que el incremento en el salario mínimo no tenga efectos negativos sobre la formación de expectativas, es que aumentó en 7 pesos, al pasar de 73.04 en 2016 a 80.04 para 2017, representando un incremento porcentual de 9.6; siendo el incremento más alto al salario mínimo en términos relativos desde 1998. Sin embargo, recordemos que para diciembre de 2016 la inflación fue de 3.36 %. Recordando que inflación es el aumento generalizado y sostenido de los precios de los bienes y servicios a lo largo del tiempo. Que no incluye el alza de precios que sufren algunos productos durante el año; como puede ser el caso del limón hace algunos meses o el aguacate.

En el siguiente punto del mismo considerando se menciona que en el “(…) Resumen Ejecutivo de los estudios sobre Salario Mínimo y Empleo, elaborado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el que se específica: No hemos detectado efectos (ni positivos ni negativos) del salario mínimo en la distribución salarial de México. Esto no es de extrañar puesto que el salario mínimo no se ha movido de su valor real en los últimos diez años, manteniéndose a niveles muy por debajo de lo que se consideraría un salario bajo (dos tercios de la mediana). Hay por lo tanto margen para incrementar el nivel del salario mínimo en el país. Y aunque no sabemos (en agregado para la economía) el efecto que esto puede tener en el empleo, las evidencias que arrojan la reforma laboral son alentadoras”. Sin embargo, no creo que dichos efectos se basen en un aumento tan pobre del salario mínimo, sobre todo porque si es verdad que aumentó porcentualmente (en términos relativos) más que en los últimos 18 años, no quiere decir que compensa la pérdida de poder adquisitivo que tiene, mínimo de la apertura comercial a la fecha.

En el estudio citado de la OIT la recomendación concreta en este sentido es: “un incremento del salario mínimo, junto con políticas que palien posibles efectos negativos, pueden ser positivas para reducir la desigualdad y a la vez incrementar el empleo”.

La política con la que se acompañó o se acompaña los incrementos al salario mínimo fue la llamada reforma laboral, la cual evidentemente no fomentó el fortalecimiento salarial, sino por el contrario fomenta el outsourcing, el uso y pago de salarios muy bajos, en aras de atraer capital, por un tema de la competitividad de la mano de obra (mal pagada, por cierto). Por lo que cabalmente no se le está haciendo caso al estudio de la OIT.

Políticamente podrán decir que sí, que la reforma laboral está ayudando, que no sé cuántos más empleos se generaron, acompañado de la “reducción” de la pobreza, etc., pero todos esos datos no coinciden con la realidad. Al mes de septiembre de 2017, esos 80.04 pesos que es el salario mínimo, se han enfrentado a una inflación 6.35%, lo cual se mide como la pérdida del poder adquisitivo. Probablemente a fin de año se logre una inflación no mayor a los 4 puntos, sin embargo, al menos para lo que va del año, el salario es castigado con el alza de precios del día.

El salario es impensable que se ajuste de conformidad al aumento de la inflación, porque se debería cambiar día con día y ya estoy escuchando los argumentos que hablen de lo impráctico que esto sería; es por eso que al fin del año, la inflación promedio es la que se toma en cuenta para evaluar su incremento, no absorbiendo el impacto real de la inflación al salario, lo que tiene muy rezagado al salario en cuanto a su poder adquisitivo.

La pérdida del poder de adquisición del salario no es un efecto “natural del actuar libre de la economía como tal; es un descuido u olvido del salario apropósito; hablamos de un desinterés al fomento del ingreso de la mayoría de las familias, palabras más, palabras menos.

La importancia de importar

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El consumo es el arma más importante en una economía, y en la economía mundial, el consumo externo lo es aún más. Esto quiere decir que si como economía consumen tus productos no sólo a nivel nacional, sino también a nivel internacional, es que estás haciendo las cosas bien, al menos económicamente hablando, dicha acción traerá consigo un superávit en la balanza comercial y aumento en el ingreso proveniente del exterior, lo que puede traducirse en mayor inversión y/o en ahorro y, por ende, un crecimiento económico, y si ese crecimiento va acompañado de una repartición equitativa de los ingresos, salarios bien pagados, políticas públicas sanas, podríamos hablar hasta de desarrollo económico. Tan difícil no se lee. Sin embargo, el papel cambia cuando no se producen las cosas a nivel nacional y se recurre al comercio internacional para satisfacer esa demanda, debe importarse dicho producto; se provoca un déficit comercial, aumenta la dependencia hacia el exterior. Y, claro, pasa todo lo que se está viviendo en México actualmente, gran perdedor del TLCAN.

Teóricamente algo estamos haciendo mal, nos debe importar más lo que estamos importando, debemos reorientar la esfera nacional y tener la capacidad de producir y consumir las necesidades básicas; los productos y servicios que realmente no tenemos la capacidad instalada para realizar, debemos importarlos pero bajo las mejores tarifas que beneficien al consumidor y no que se basen exclusivamente en la ganancia del oferente.

Desafortunadamente, la economía real no funciona así, son las personas las que deciden bajo qué esquemas se firman acuerdos comerciales o se salen de ellos; tal es el caso actual de la “renegociación” o “salida anunciada” de Estados Unidos del TLCAN. El discurso ha cambiado constantemente en ese sentido, la idea oficial era que renegociaría para el beneficio de los tres países y ahora se lee entre líneas que no pasaría nada si se sale el vecino del norte del acuerdo. Ya hasta se están viendo otras opciones (diversificación del comercio, le llaman); pero la solución al problema no va por ahí, no se trata de dejarle de importar a Estados Unidos y ahora importarle a China lo que no podemos producir, sino de producirlo nosotros mismos, y bajo ese esquema ver si le damos la importancia que se merece a lo que importamos.

Uno como consumidor (informado) compara precios y toma decisiones de conformidad a la restricción de ingresos que tenemos, pero no es así a nivel nacional, tal pareciera que estamos supeditados al capricho y a las decisiones viscerales de un gobernante. El papel del canciller mexicano denota que no sabe nada de relaciones internacionales, porque ha cambiado su discurso en cuanto a la importancia del TLCAN para México.

El TLCAN nunca tuvo la intención de conformar una gran área comercial entre los tres países, no pasó de decisiones comerciales; impensable tocar puntos como la libre movilidad de los factores (mano de obra), eso tal vez hubiese hecho más competitivo el salario en México, y no tener su “plan b” de reforma laboral (salarios bajos) que sustentan la entrada de capitales. El TLCAN no trajo integración económica, como dice la teoría en los pasos a seguir en el comercio exterior y su integración económica.

No podemos seguir en espera de lo que quieran hacer o no los otros países para participar en el comercio exterior, debemos tener un esquema de producción nacional, de conformidad a los insumos que se generar internamente y la mano de obra que se necesita; y ya después realmente conocer lo que nos saldría más barato importar que producir, eso es lo que dice la teoría que debemos hacer y que no estamos haciendo. Caso concreto es la gasolina, “producimos” una gasolina que es por demás barata en otros lados, pero tiene tintes políticos la venta y por ende muchos beneficios que no son en ese esquema en el que se maneja.

El comercio debe favorecernos a consumir lo que necesitamos y que no producimos o producimos a mayor precio, pero no dice que debemos consumir casi todo del exterior, sin embargo, es algo que se está haciendo como algo ya muy común. No podemos seguir interpretando a contentillo lo que dice la teoría, debemos realmente o dejarla funcionar (eso jamás ha pasado) en el mercado, o que realmente nos importe lo que estamos importando.

Es lamentable que la idea de intervenir en la economía no se da en favor de la sociedad, sino en unos cuantos (que en la pirámide del ingreso, sean los que tienen mayor porcentaje sobre el mismo); hablamos de unas cuantas familias que lo concentran, y en temas políticos seguimos con la tradición de los grandes caciques que delegan el poder de generación en generación. Por eso debería ser importante, que los puestos de elección pública fueran de personas realmente preparadas y sin opción de ocupar más de una vez el puesto o uno similar.

Modelo de Sustitución de Importaciones

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Tras la Segunda Guerra Mundial y dentro del nuevo reordenamiento económico mundial, muchos de los países ahora llamados desarrollados, implementaron una política económica que se llamó sustitución de importaciones; misma que se propuso crear industrias enteras de productos o servicios que se importaban antes o durante la guerra.

Se consolidaron grandes industrias en todos y cada uno de los países, algunas alcanzaron capacidades increíbles y en muchas otras no se aprovechó este periodo; tal es el caso mexicano, que aunque se apoyó de igual manera no se lograron consolidar muchas industrias. Las empresas creyeron que el proteccionismo estatal duraría unos cuantos lustros más y no crearon capacidades para poderle hacer frente a una nueva oleada de precursores del libre mercado.

Hace un par de semanas, mencionaba que el modelo económico neoliberal o el modelo de orientación al mercado, al menos (aunque para muchos otros países no dudo que así sea también), se inició con procesos muy corruptos de apertura, poca transparencia y con sectores basados en capacidades probadas, y de poder gubernamental los que se abrieron al mercado. Sí es verdad que ahora la comunicación ya no es un servicio que da estatus social como lo era antes, tampoco estamos para celebrar que tenemos la mejor tecnología, los paquetes compiten por los megas que ofrecen, pero la mayoría de los productos o suministros que usan son importados y, es más, subcontratan empresas para la instalación de los servicios.

El gobierno de la Ciudad de México, se enorgullece al decir que al menos el primer cuadro de la ciudad esta cableado de manera subterránea, cosa que se cumple en algunas calles pero no en todas. No sé, desconozco qué tan difícil es legislar en el sentido de que las empresas den un servicio no sólo óptimo sino con infraestructura adecuada. En el caso del gas natural, se nota en las calles, los baches lineales por donde va su tubería. Es increíble que nadie haga nada al respecto, y así con muchos servicios.

El negocio es vender no crear. Ese es nuestro gran problema, y cómo se acompaña con “permisos”, pues no estamos creando capacidad instalada, y eso que estoy hablando de uno de los ramos más rentables, las telecomunicaciones, regularlos va más allá de los servicios y costos que ofrecen, sino de la inversión en infraestructura que están realizando. Por lo tanto, de querer cambiar el modelo económico realmente, se debe de iniciar con cambiar la forma de pensar de todos y cada uno de los que “hacen negocios” en este país.

No creo que se puede implementar un modelo de sustitución de importaciones como tal, porque la economía mundial no se está orientando en ese sentido, no se vería con buenos ojos, pero lo que sí se puede y está dentro del argot de la literatura actual es invertir en investigación y desarrollo, innovar, crear capacidad instalada, infraestructura, recursos humanos calificados. Todo eso sí lo podemos usar y explotar, pero no para alcanzar un promedio que dice la OCDE, o el mismo Banco Mundial que hay que alcanzar, sino que realmente equivalga a las necesidades reales del quehacer nacional.

Siendo un país con yacimientos petroleros, y como fuente de energía por el uso que le están dando las grandes empresas automotrices, dudo que deje de ser, a mediano y largo plazo, uno de los pilares de la economía mundial. Es ahí donde se debe de seguir apoyando; el IMP (Instituto Mexicano del Petróleo) era el creador de conocimiento en este país hasta hace algunos años; tenía el mayor número de patentes concedidas a inventores mexicanos en la Oficina de patentes en Estados Unidos (USPTO, por sus siglas en inglés). Situación que no se pudo mantener tras la reforma energética de este sexenio. La innovación, junto con la educación, son indudablemente las herramientas que tienen los países para salir del subdesarrollo, pero no debe restringirse.

Necesitamos esta nueva “sustitución de importaciones” en donde dejemos de lado ser consumidores (importadores) de tecnología. Consumirla no nos hace expertos, un caso concreto es que más de 97 millones de mexicanos tienen un celular, y podría hablar de un valor muy inferior al uso de celulares de producción nacional. No se puede hablar y hacer comerciales de consumir lo mexicano; ¿se acuerdan de lo “Hecho en México”?, no puede hablarse de eso y fomentar las importaciones de productos no nacionales, es por demás contradictorio.

Vamos a utilizar lo que nos deja el mercado, vamos a crear capacidades y fomentar una infraestructura adecuada al quehacer nacional; es necesario dejar de concesionar bienes y servicios por negocio. De eso se trata, hacer las cosas diferentes para realmente impulsar el desarrollo económico y no sólo querer que la oscilación del PIB sea positiva o que baje lo menos posible.

El ABC de la Corrupción

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La definición de Corrupción de acuerdo a La Real Academia Española, contempla 5 puntos, de los cuales resaltan 4 de ellos por sus connotaciones: 1. Acción y efecto de corromper o corromperse; 2. Alteración o vicio en un libro o escrito; 3. Vicio o abuso introducido en las cosas no materiales. Corrupción de costumbres, de voces; 4. En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores.

En este sentido, justo la semana pasada escribía que de conformidad con el estudio realizado en el “Informe anual sobre el Clima de Negocios en el Mundo 2017”, México es por tercer año consecutivo uno de los países más corruptos, y ya es el número uno en América Latina.

Tenemos una cultura generalizada de la corrupción y esto es así por la impunidad en que se quedan los casos que llegan a ser públicos, que no es justificación pero así es.

En días recientes y dentro del foro Impulsando a México. La fortaleza de sus instituciones, el titular del Poder Ejecutivo Federal, el presidente Enrique Peña Nieto, hizo alusión de que la sociedad mexicana “echa la culpa de todo a la corrupción”. Minimizando realmente lo que pasa en el país o más bien dejando de lado el impacto que tiene en la sociedad, y apelando a la poca memoria a largo plazo de los mexicanos. El presidente, hizo mención a ejemplos como de socavones (“que pasan en todo el mundo”, mencionó) y llegó a ironizar que hasta atrás de un accidente se alude a la corrupción como causa de todo; y pues es cierto, es tan parte de nuestra cultura, nos es tan normal que ya ni sabemos diferenciarla.

La cobertura mediática influye mucho para minimizar el efecto de la corrupción en México; mientras esa noticia está presente en todos los medios, y en un par de semanas se deja de lado, como finalmente no pasa nada ni se castiga, simplemente deja de ser relevante y causa desinterés o apatía si llega a pasar de nuevo.

Pensar que todo lo que pasa tiene alguna connotación atrás de corrupción no debería sorprender al titular del Ejecutivo Federal y por el contrario debería estar trabajando en erradicar realmente esa imagen o “cultura” en la sociedad.

Es inaudito pensar que el personaje que fue propuesto por el Gobierno para ocupar el puesto de Fiscal General, este inmiscuido en un tema de corrupción, como fue el registro de su auto (ferrari) en el Estado de Morelos para no pagar tenencia sobre el mismo, y que sólo diga que fue un error administrativo lo que estaba atrás de todo el asunto. Minimozar a ese grado los actos de corrupción, hace que sean actos a seguir, fomentándolos.

La investigación sobre el tema de la Casa Blanca, también tuvo un uso mediático y se apostó al olvido colectivo; uno que otro seguimos en espera de que se aclare el conflicto de intereses que representa dicho tema. De igual forma, el tema de los procesos que se les han abierto a los ex-gobernadores, el socavón en el Paso Express en Cuernavaca, las anomalías en los contratos de OHL, o de Odebrecht. Todos y a cada uno representa temas abiertamente olvidados pero que sin embrago, son actos de corrupción.

A título personal considero que la corrupción es el freno de mano que le ponemos al crecimiento económico, a ella le achaco el nivel de polarización del ingreso y su mala distribución. Asimismo, a la imposición de un modelo económico, sin pies ni cabeza, al que le confiamos el quehacer nacional, y del cual esperamos resultados desde hace más de treinta años.

Cada uno de los puntos en que se define a la corrupción, la hemos vivido en México, en cada uno de los niveles de gobierno y en todas las esferas de la sociedad. Irónicamente podríamos ser un gran caso de estudio sobre el tema a nivel mundial. Es lamentable que la corrupción sea como el maíz en nuestra alimentación, pero en el día a día nacional, y no se diga a nivel político.

Hablamos de corrupción, pero también es necesario hablar de lo que se hará al respecto; indudablemente el hartazgo o la ironía no sirven de nada, y la impunidad mucho menos. No reconocerla, no ayuda en nada. Ayudaría el que la reconociéramos, pero que políticamente es muy dificil de que eso pase, no creo que a ningún gobierno la reconozca abiertamente, la denunciarán pero no la reconocerán. ¡Ah! Eso sí, no dudo que en las campañas políticas del próximo año, todos y cada uno de los candidatos estarán asegurando que combatirán la corrupción  abiertamente. Ojalá así sea, pero no creo que eso vaya a pasar realmente.

El anacrónico modelo económico

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Mediáticamente uno de los llamados “logros” de la actual administración son las así llamadas reformas estructurales, mismas que están alineadas a un modelo económico en el cual el mercado actúa como centro de la economía, el llamado libre mercado. Visión que ya está por demás demostrada sus alcances y pocos beneficios para la población.

Deja como resultado inmediato una polarización del ingreso y un aumento en las cifras reales de la pobreza; y desafortunadamente el modelo económico no entra de las opciones que se pueden elegir cada seis años, sea el color que sea del partido que quede, trae consigo ya de facto el modelo económico, tal vez con más o menos tintes sociales. Ojo, que el gasto social es parte del modelo, mismo que reconoce las fallas del mercado y la intervención del estado ante las mismas.

Los partidos políticos, es más que evidente que no es un modelo de país el que les interesa construir, negociarán puestos políticos y respetarán el actual modelo económico como se viene haciendo desde hace más de 30 años.

Donald Trump está planteando un cambio de modelo económico, en el cual ahora se le de preferencia a las empresas nacionales sobre el libre mercado, postura que llevó a la renegociación del TLCAN. Sin embargo, esas empresas (trasnacionales) que se han beneficiado con el libre comercio, ya se están oponiendo a esta postura. Obviamente porque sus intereses van más allá de las fronteras nacionales de Estados Unidos; hay mucha literatura económica sobre el comportamiento de sus empresas en el resto del mundo, el tipo de cambio se puede saber conociendo el precio de una “big-mac” en cualquier país del mundo; sabemos cómo funciona el modelo de producción de Ford, y se sabe el actuar de las farmacéuticas para incorporar temas de su interés en las legislaciones de muchos países.

Son años en que las empresas han permeado al mundo con sus productos, es más, me atrevo a decir que han exportado patrones de consumo. No dudo que lograrán hacer “recapacitar” a Trump respecto a su postura económica, y si no pueden, tienen a los políticos mexicanos de aliados para darle continuidad al modelo económico de libre mercado.

Es cuanto te das cuenta que no es tanto el mercado quien determina las decisiones económicas, sino son los políticos los que orientan esas “necesidades” del mercado, y desafortunadamente y de conformidad con el estudio realizado en el “Informe anual sobre el Clima de Negocios en el Mundo 2017”, México es por tercer año consecutivo uno de los países más corruptos, y ya es el número uno en América Latina. Eso nos da una idea de la intervención del Estado en la Economía, no creo que se esté monitoreando a la oferta y la demanda, ni se estén preguntando qué necesita la población para satisfacer sus necesidades.

Tenemos unos de los salarios más bajos a nivel mundial, en aras de la competitividad y atraer capitales que se instalen en el país, y por si fuera poco es un salario castigado por la inflación, esto es parte del modelo económico predominante, y sobre el mismo no podemos hacer nada o al menos eso nos han hecho creer.

Indudablemente, se trata de construir un proyecto de nación con base a las necesidades de los mexicanos, se trata de saber que necesitamos para realmente fortalecernos como economía. Y eso no lo harán quienes nos gobiernen, ellos tienen un papel que hacer y lo seguirán haciendo y a su manera como lo vienen haciendo hasta el día de hoy. Debemos de inicio consumir lo nacional, apoyarnos entre nosotros, en verdad no caer en actos de corrupción por más justificaciones que encontremos o por lo más insignificantes que lo creamos. Esas elecciones sí dependen de nosotros, las económicas y políticas las hemos delegado a un nivel inadmisible, que ya les somos ajenos a los elegidos una vez que llegan al poder. Escucharemos en campaña todo lo que harán para llevar a México al primer mundo, y años más tarde nos daremos cuenta que se quedaron en simples promesas.

Cambiar el modelo económico implica que el desarrollo económico debe venir encaminado de políticas públicas realmente orientadas al largo plazo, en donde la educación, y la innovación deben ser un objetivo nacional impostergable. La creación de empleos bien pagados debe ser una constante; dar realmente oportunidades de desarrollo con movilidad social; e indudablemente se debe castigar de manera ejemplar la corrupción, que es el freno de mano autoimpuesto, y pieza nodal del actual modelo económico.

Desarrollo sustentable, con crecimiento económico al fomentar la educación, la innovación y los empleos bien pagados, no se me hacen políticas que afecten el quehacer nacional; lo que sí se ve afectado es la distribución del ingreso, y es en donde la mano invisible de la economía se va a oponer a toda costa.

El olor de 2018

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Vamos iniciando octubre de 2017 y ya huele mucho a 2018; y no lo digo por todo lo que venden ya en los súper mercados que aluden a las fiestas decembrinas, sino a los movimientos de los partidos políticos que se están dando en el país, me atrevería a llamarlo como oportunismo político.

Estamos a nada, espero equivocarme, de estar saturados de promesas de campaña, de carteles con sonrisas igual de falsas de quienes posan. Digo que espero equivocarme, porque en verdad me gustaría que no se destinara ni un peso a las campañas, mientras que el último afectado por el sismo de 19 de septiembre tenga su hogar reconstruido o un techo digno en donde vivir, pero “digno” con una connotación diferente al del salario mínimo, el cual también se supone que es digno y desafortunademente además de bajo, está severamente castigado por la inflación.

Los políticos le apuestan a la poca memoria a corto plazo de los mexicanos, para que en algunos meses entren en su dinámica de prometer a distra y siniestra, en cambio del voto de cada uno de nosotros; dudo honestamente que alguien que vivió el sismo se olvide de la postura de los partidos políticos en los días críticos que se vivieron tras el sismo. Brillaron por su ausencia y sólo hicieron planteamientos oportunistas.

Su ausencia se reflejará en la poca participación en las urnas, y desafortunadamente serán los partidos que recurren a prácticas de compra de votos o coacción del mismo por tal o cual programa social, los que obtengan una mayoría, aunque no representativa, si suficiente dentro del actual esquema político de este país.

Nuestro papel como potenciales votantes, no es el de vender o dar nuestro voto a tal o cual candidato, sino de crear mecanismos de representación más allá del voto mismo. Es ahí donde, creo que los políticos se deben de poner a la altura de la situación. Ellos más que nadie (y las encuestan que pagan) se deben dar cuenta que existe un gran desgaste y hasta hartazgo por sus prácticas, y un cambio de estretegia si deben tener. Aunque realmente lo dudo, por algo son partidos políticos, y por ende justifican su forma de actuar en las leyes que ellos mismos impulsan.

De inicio, el flamante Jefe de Gobierno debe realmente hacer algo por los que lo perdieron todo, asesorarlos ante las inmobiliarias, apoyarlos no con su dinero, sino con el dinero de nuestros impuestos. Sin embargo, resulta hasta irónico que se hable de que se cayó el sistema de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi), propiamente la parte para conocer el estado en cada uno de los inmuebles colapsados y las constructoras relacionadas a los mismos. Una casualidad terriblemente creíble. Recientemente leí una nota de Rocío González Alvarado al respecto (http://www.jornada.unam.mx/2017/09/29/politica/006n1pol).

Creer que fue algo a consecuencia del sismo, conociendo el nivel de corrupción de los políticos, es impensable. Ojalá al menos en este punto me equivoque y no sea así. Decía que el Jefe de Gobierno nos debe de entregar cuentas claras de lo que esta haciendo para apoyar a los que más lo necesitan en este momento. Sus aspiraciones presidenciales deben quedar en segundo plano, mientras siga habiendo afectados, y hasta que no se logre reconstruir todo lo que se perdio.

Huele a 2018, y huele a olvido. El meternos al día a día a nuestros quehaceres, hace suponer que al final y muy probablemente los políticos se saldrán con la suya y se meteran (como si nada) en su proceso electoral. Mediáticamente hablando, se ha dejado de hablar del tema, se diluye en el día a día esa solidaridad espontánea que vivimos.

Para algunos, los realmente afectados, les será imposible tan siquiera pensar en un 2018 tan electoral, que tenemos a la vuelta de la esquina, debemos lograr que la solidaridad no se olvide, debemos lograr organizarnos para hacer mejor las cosas. Ellos (los políticos) dependen de nosotros y no al revés. La solidaridad no es una simple palabra, se convirtió en un verbo (de acción) y debemos conjugarlo, en 2018, a nuestro favor.

Indudablemente los hechos trágicos tras el sismo tienen nombre de los responsables que no hicieron bien su trabajo al autorizar todo tipo de obras o hacerse de la vista gorda. En este sentido es claro que la corrupción mata y desafortunadamente nunca sabremos las causas políticas que logran que el sismo cobrara dicha magnitud.

2018 es un año de retos y un año en el que podemos nuevamente cambiar la historia. Toca escribirla nosotros mismos con nuestra fuerza y basados en nuestras necesidades reales. Sí, huele a 2018, y a olvido gubernamental, pero también se logra respirar un ligero aire de solidaridad y libertad.

Reconstrucción Nacional

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Lo que vivimos la semana pasada los mexicanos afectados por el sismo, no es un tema menor y pasará mucho tiempo en que logremos retomar, de alguna manera, la tranquilidad del día a día. Basta decir que la alarma sísmica será un cuchillo de doble filo, por un lado, cumpliendo con su objetivo de prevenirnos, y por el otro, regresarnos esa sensación de miedo y pánico que nos está provocando, al grado que el pasado sábado 23 de septiembre dos personas sufrieron un infarto tras no saber qué hacer ante el sonido en los altoparlantes, y una persona más se aventó de un segundo piso, y tuvo fractura en sus dos piernas.

Ante esta situación, muchas instituciones de salud están brindando asesoría psicológica por el efecto postraumático, conciliar el sueño no es y no será fácil o sencillo. A nivel personal todos de alguna manera lograremos sobreponernos, y los que perdieron todo, cuenten con que nos organizaremos para no dejarlos solos. Presionaremos a las autoridades a que hagan algo con el dinero de nuestros impuestos.

Aunque será la inseguridad la que hará que dejemos de lado el miedo a un temblor, y nos regresará al día a día de esta gran urbe. No duden que empezaremos una lenta reconstrucción nacional, en donde la participación, espero y anhelo, no se límite a un simple voto. Se debe acabar el financiamiento de los partidos con el dinero público. Deben encontrar mecanismos de financiamiento distinto o campañas a través de redes sociales, pero no debe existir monto alguno destinado a los partidos políticos mientras no están construidas todas las casas de todos aquellos que lo perdieron todo.

Cero presupuesto a los partidos, bastante ganan con los puestos que obtienen como para todavía financiarles que lleguen a los mismos. Si la reforma electoral permite que se otorgue el financiamiento privado, deberá establecer los mecanismos de trasparencia para evitar mal uso o destinos dudosos. Indudablemente es necesario dejar de financiar a los partidos políticos, y no para esta elección, sino de manera permanente. Si van a gastar en despensas para comprar votos, que les cueste de sus bolsillos, y no del erario público como lo es hasta ahora.

No debe de haber ningún anuncio el siguiente año en las calles o en las bardas de los partidos políticos, sería un gran insulto a la memoria de todos aquellos que perdieron la vida. El Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, debe frenar sus aspiraciones políticas y acabar su mandato, y realmente ayudar a todos y cada uno de los afectados. De lo contrario, él mismo estaría cavando su tumba política. Nadie, al menos eso creo, votaría por él sabiendo que deja el cargo cuando más se necesita que realmente haga algo. Sería un costo político muy alto que espero valore. Realmente no me interesa sus aspiraciones políticas, él está en un puesto por el cual debe responder a la ciudadanía con acciones no con palabras. Justo está pegada la propaganda de su quinto informe de gobierno; espero con ansias su sexto (y último) informe en donde demuestre qué hizo para ayudar a todos los afectados.

Sé que como en estos días pasados, no podemos esperar mucho de la clase política de este país, a ellos sólo les interesa el voto y no realmente la integridad de las personas. Ese juego de declaraciones en el que se han metido, de que sí o no puede destinarse 25%, 50% o el porcentaje que sea. Lo que les debería de quedar muy claro es que tal dinero nos pertenece a los ciudadanos, y no queremos que se gaste en las elecciones, sino se destine íntegramente a los que perdieron todo. No se trata de firmar una petición en una página (ojalá eso funcione), se trata de organizarnos. A título personal buscaré a especialistas en el tema para ir construyendo las propuestas que deban presentarse a las estancias correspondientes y logremos hacer las cosas de otra manera.

Esas miles de manos que han ayudado a remover los escombros, es momento que vuelvan a moverse y remover a la clase política, o al menos que hagan su función primordial, servir al pueblo. Quedo demostrado que serán los jóvenes los que tomen las riendas de este país, en ellos hay que confiar, en ellos hay centrar esta reconstrucción nacional que empezó el pasado 19 de septiembre de 2017.

Es ahora o nunca que sobre los escombros que dejó el sismo del ya doblemente histórico 19 de septiembre, lograremos crear los cimientos de una sociedad más justa e incluyente, ya no es algo utópico, todos lo vivimos y todos lo podemos hacer realidad. Toca cuidarnos nosotros mismos, honrar a los que se fueron, ayudar a los que lo perdieron todo. ¡Que así sea!